CAPÍTULO IX. LA HIJA DE LA TIERRA



   Noviembre se desgranaba en los lentos copos de niebla con la que la Colina de los Caballeros se vestía, dándoles a los mendigos cierta intimidad, mientras paradójicamente Luke estaba casi desnudo, y un fantasma albo sacudía su corazón para ponerlo en su verdadero lugar después de la batalla. Por las mañanas la niebla pasaba a ser tímido rocío, con en ocasiones gélida cara de escarcha, algún jirón de viento y un suave gotear de llovizna que persistió el resto de ese mes. A su corazón helado lo iban derritiendo los rayos de esa mujer pelirroja, como un sol espléndido que podría acabar posado en su insegura hojarasca. Lucy se le acercó con determinación y antes de que pudiera decir nada, él se le adelantó.

─“Eres tan hermosa y yo podía haberte partido la cabeza.” –dijo entre sollozos.
─“No lo habrías hecho. Apenas acaba mi madre de explicarme qué ha pasado aquí, quién eres o cómo te llamas. Pero me presento. Me llamo Lucy Rivers.”
─“Soy Luke Prancitt. No confíes mucho en mí, por si acaso.”
─“Según me han contado, Luke, aquí no ha pasado nada. Si alguna vez te planteas dudas sobre ti mismo, recuerda que nada has hecho, o miento, si pareces haber hecho algo. Luchar con nosotros. ¿Te parecen pocos motivos para que acabe confiando en ti?”
─“He hecho más cosas, Lucy. Les he pegado a algunos hombres e incluso a uno le di una paliza. Bueno, fui uno de los seis que lo hizo.”
─“¿Le has pegado a alguna mujer?”
─“No. Pero sólo tienes mi palabra.”
─“Y además de tus palabras tengo tu mirada, tus lágrimas, ese corazón que empiezo a ver desnudo, como casi veo tu cuerpo. Tu corazón se ha quitado el disfraz que lo tapaba y ahora empieza a vestirse nuevas ropas y quién sabe en qué atavíos me queda aún por verte. Sal de tu angustia, Luke. Me parece adivinar la piel de un hombre íntegro. No dejes que el  espectro de quien has sido y ya no quieres ser arruine el resto de tu vida.”
─“Eres sabia, Lucy. Quizá me acerque de nuevo a hablar contigo. Tengo que ir a mi casa, ahí enfrente, en Knightsbridge Street, donde vivo con mi hermano. Al menos a vestirme. Y podría volver a subir.”
─“Tu hermano no debe verte en calzoncillos.”
─“Puedo volver a ponerme lo que me he quitado. Está todo casi roto, pero mejor que nada sí es.”
─“Luke, desde aquí puedes ver mi tienda. Tengo ropas de mujer, pero no se notará. Pantalón y camisa sí puedo darte.”
─“Supongo que es mejor, sí. Hoy mismo te las puedo devolver. Bajo a mi casa, me cambio y te las vuelvo a entregar.”
─“Entonces ven a mi tienda.” –y a ella se encaminaron. Lucy le dijo a su madre que Luke iba a entrar un segundo, que iba a prestarle algo con que vestirse.
Era una tienda grande y cómoda y al fondo vio efectivamente mucha ropa, parte de la cual podía ponerse ahora. De hecho Lucy le dijo que tenía tres camisas y tres pantalones además de lo puesto, y que escogiera. Y él eligió unos vaqueros y una camisa blanca y seguía sollozando mientras se vestía.
─“Luke –dijo ella-, te sienta bien estar calvo, pero sé que deseas que te vuelva a crecer el pelo y dejar atrás a ese hombre que te asquea. Ten paciencia y pronto tendrás abundante cabello y puedes subir aquí un rato cada día. Me gustaría seguir viéndote y creo que tú a mi también y a nosotros.”
─“Me gustaría verte cada día. Y a todos. Pero Lucy, no confíes en mí rápidamente y si observas que ese hijo de puta puede volver, huye de él, escóndete para siempre.”
─“Nunca le has pegado a una mujer y no vas a empezar ahora.”
─“Pero puedo hacerles daño a tus compañeros hombres.”
─“Lo que más necesitas en estos momentos, Luke, es que alguien vuelva a confiar en ti. De hecho quería preguntarte algo ¿Te gustaría ahora cenar con nosotros?”
─“Me encantaría. Pero no sé qué pensarán todos de mí, y además no quiero quitaros vuestra comida.”
─“Me gustaría que compartieras nuestra comida. Y ¿qué van a pensar todos de ti? Lo que piensan ya. Los seis estamos agradecidos. Gracias a ti, esta noche la podemos pasar aquí y sería un placer que cenaras a nuestro lado. Pero quiero decirte algo más. Luke, yo no he tenido ningún hombre en mi vida, y a ti te puedo decir que, sin embargo, sé lo que es amar, pero sin ser correspondida. Me gustaría pasar la noche contigo, que duermas aquí a mi lado, en esta tienda.”
─“Dios mío, Lucy, ¿sabes lo que estás diciendo? ¿Quién no querría dormir contigo, al lado de una mujer tan hermosa? Pero mírame bien, soy un hijo de puta.”
─“Yo no le pediría a un hijo  de puta que pasara la noche conmigo. Hayas sido lo que hayas sido, recuerda que ya quedó atrás, que ya no lo eres. Lo que sí eres es un hombre extraordinario. Y a ese hombre único, a ese caballero, le pido que duerma conmigo.”
─“¿Y qué pensaría tu madre?”
─“Ahora en la cena se lo digo. Creo que se pondrá de mi parte. Tú todavía no la conoces. Pero aún no me has respondido. ¿Deseas pasar esta noche conmigo?”
─“Acepto. Voy a pasar esta noche a tu lado y prometo no hacerte ningún daño. Si algo bueno queda en mí, ha de ser para ti. Y podremos vernos todos los días. Juro que no vas a ser rollo de una noche. Aquí tendrás siempre a un amigo. Sé que a tu lado no volveré a ser un imbécil. Ya veré a mi hermano mañana. Esta noche me quedo aquí.”
─“Amén. Anda, vamos a cenar.”
Ya era 19 de noviembre y no sería la única vez que sería una fecha importante para él. Estaban los cinco alrededor de la hoguera mientras una niebla tupida los rodeaba. Al verlo llegar la señora Oakes le sonrió y le habló.
─“Te sienta muy bien esa ropa, Luke.”
─“Gracias. Señora Oakes, ¿no?”
─“Madeleine Oakes, sí.”
Y pasaron todos a presentarse. Luke al final: “me llamo Luke Prancitt.”, dijo. Lucy intervino a continuación:
─“Se va a quedar aquí a cenar con nosotros.”
─“Bienvenido entonces –volvió a decir la señora Oakes- a la cena con los mendigos. Espero que te gusten las hamburguesas. Tenemos de sobra para hoy y mañana.”
─“Siéntate a mi lado, Luke” –lo invitó Lucy. Y se sentaron en el suelo, cara al oeste.
Para Luke fue un placer saberse allí, cenando con los mendigos, y tuvo algo más que decir.
─“Sois todos estupendos. Hace tiempo que no sentía que estoy en casa –y añadió algo más, mirando a John y refiriéndose a Miguel-. Quiérelo siempre, John. El hombre que tienes a tu lado se lo merece. Y tú, Miguel, dale también tu amor toda la vida. Me gustaría veros siempre así.”
─“No temas, Luke –dijo John-. Cuando me enamoré de él ya tenía claro que mi corazón lo llevará mientras viva. No sé por dónde puede andar en adelante, pero si es sabio, mantendrá su pasión hasta el fin de mis días.”
─“Y John también se merece que diga lo mismo. Somos una pareja celosa y discutimos a menudo, pero su nombre yacerá  por siempre junto al mío” –y se volvieron a besar, por primera vez sin miedo delante de Luke.
─“Gracias. Así quiero veros siempre, igual de enamorados.”
La cena prosiguió contando todos su día de hoy y Luke oyéndolos y absorbiendo información y deseando comer con sus vecinos más de una noche. No parecía quedar ni rastro de la batalla anterior. Comían risueños, sabiéndose amigos y compañeros. De repente habló Lucy de nuevo.
─“Mamá, Luke se va a quedar aquí esta noche.”
─“Y ¿dónde va a dormir? ¿Debajo de un olmo?” –preguntó ésta.
─“Pasará la noche en mi tienda. Dormiremos juntos.”
   Olivia se sintió inmediatamente inquieta y no sabía qué responder.
─“Lucy, hija mía –dijo al fin- ¿vas a pasar la noche con un skinhead?”
─“Ya no lo es, mamá. A mi lado sólo está un caballero. No quiero hacerte daño pero ya soy adulta y…”
─“Lucy –respondió Olivia, obligada a pensar muy rápido-, tú sabes que yo no soy un ejemplo de vida de pareja. Hace años que me dije que respetaría cualquier decisión que mi hija tomara. Eres mayor y tienes derecho a elegir. Yo no pude hacerlo –y volviéndose a él, dijo-. Tienes una joya, Luke. Recuerda al hombre que creo que eres y que no reciba ningún daño de ti.”
─“La respetaré. Gracias, Olivia.” –respondió estremecido, notando de nuevo el valor que tenían todos esos seres humanos.
─“Dame un beso, Lucy. Eres lo que más quiero en este mundo. Vive tu vida siempre, la que tú elijas, sin contar con tu madre.”
   Y tras besarse, Lucy y Luke se fueron a la tienda de ésta.
   La noche comenzó a desnudarse. Hasta la niebla se quitaba la ropa lentamente dejando ver en ocasiones alguna estrella. Era la hora de Orión, el cazador. No lo vieron ni lo habrían reconocido, pero tal vez otearon alguno de sus brillantes astros mientras la niebla continuaba desvistiéndose. Llegados al fin al interior de la tienda, Lucy habló.
─“Luke, me gustaría que hiciéramos el amor.”
─“Cielo  santo, Lucy, ¿quién no querría hacer el amor con una mujer tan hermosa como tú?”
─“Mendiga.”
─“Me da igual que seas mendiga. Eras la mujer más bella que he visto en mi vida. Pero tú no me conoces, Lucy. No sólo al skinhead que has visto esta noche, aunque a partir de ahora, para mí y para ellos diré calvo. Es que desconoces todo del hombre anterior. Creo que he sido una buena persona, pero tú no sabes nada de lo que fui.”
─“Un caballero. Por lo que estoy viendo del hombre que eres ahora, no un calvo, pues ya has dejado de serlo, sino un ser extraordinario, me puedo imaginar lo que has sido antes, Luke. Pero quiero llegar un poco más lejos. Alguna vez en mi vida me he supuesto ante un hombre como tú y me he visto en alguna ocasión teniendo un hijo con él. Quiero un hijo que se parezca al caballero que estoy viendo.”
─“Lucy, ni siquiera nos amamos –e inseguro añadió-, ¿verdad?”
─“Podría un día enamorarme de ti. Y sin riesgos para tu vida. Yo soy mendiga y tú no, ni te lo tendrías que plantear. Vivimos al lado. Yo me puedo hacer cargo de un hijo a solas, pero si tú quieres encargarte también de su educación, de sus juegos, sólo tienes que subir cada día la colina y verás a tu hijo.”
─“Desde luego me ocuparía  de él. Lucy, lo que me has dicho puede ser una locura, pero yo también desearía tener un hijo contigo. Pero en ese caso me haría cargo de él y viviría con él y por supuesto con su madre. Si quieres que concibamos un hijo, de acuerdo, pero entonces yo me quedo aquí, contigo, con vosotros.”
─“Entonces no hablemos más, Luke. Tengamos un hijo y ya mañana te piensas bien cómo cuidarlo. Mi madre me entenderá. Y mis compañeros también. No hablemos más. Tengámoslo.”
   La noche se volvió verdaderamente desnuda para que con la única luz de la piel se alumbrara bien el orto de esa magnífica pareja que continúa aún y espero que sea para siempre. Y ya Luke también en la calle, fueron siete, en espera de que un día un capullo se transformara en la octava rosa. Se amaron y se entregaron y comenzaron a sentir y a ser e idearon que un día serían tres. Durmieron apenas pero la luz del alba los despertó conscientes de lo que ya eran, dos mendigos emparejados, y la tercera y el séptimo sorbieron aquella potente luz sin niebla y se pusieron a hablar.


 
   Y llegó el alba del 19 de noviembre, alba fría, de escasa luz, desvestida. Y la niebla que antes había lastimado a la luna, la dejo libre al fin, con las marcas claras de haber sido mordida, devorada. Era decrepitud de luna herida, pero al alba fue diosa del Olimpo celeste. Lucy y Luke habían plantado la primera semilla para que los astros no tuvieran miedo a nacer juntos y a ser constelación de varias puntas.


 
 Salidos de la tienda, hallaron en la hoguera a Olivia, gran madrugadora, y fueron hacia ella.
─“Buenos días, mamá.” –dijo Lucy al fin.
─“Buenos días, Olivia.” –la saludó Luke con más miedo.
─“Buenos días, hija, cariño. Buenos días, Luke.”
─“Mamá, tengo que hablar contigo de varias cosas. Y voy a empezar. Luke quiere quedarse con nosotros, y aunque le he dicho que no tiene por qué conocer la calle, desea venir. Y cenar aquí cada día y ser nuestro séptimo compañero.”
─“Pues entonces sé bienvenido, Luke, y no me temas. Veo brillar los ojos de Lucy, y quiero seguir viéndola así, feliz e iluminada.”
─“Gracias, Olivia. Nunca le haré el más mínimo daño a tu hija. La querré siempre. Y la cuidaré. Te lo prometo.”
─“Tengo que contarte un par de cosas más. Mamá, no quiero ni decirte vamos a ser, sino somos, porque Luke y yo somos ya una pareja. No nos amamos aún, pero danos tiempo.”
─“¿Qué puedo responderte, hija? Luke, yo apenas te conozco, pero estoy viendo al fondo a un hombre estupendo. Siempre soñé con que mi hija tuviera un día una pareja, realmente elegida por su corazón, opción que no se me dio a mí. Ayer cuando te vi no podía imaginar ni remotamente que fueras tú, pero ahora sé que eres mi yerno. Bienvenido entonces a mi familia. Y si ves que durante dos o tres días no puedo hablar, no me lo tengas en cuenta. Me ha pasado alguna vez. Pero después charlaré contigo a menudo con cariño, porque eres el novio de mi hija y quiero preguntaros a los dos cómo os van las cosas.”
─“Eres estupenda, mamá. Y te tengo algo más que decir. Si no lo comprendes, lo entenderé perfectamente. Ya he tenido tu respeto de sobra. Y Luke también. Pero hay algo más. Anoche Luke y yo intentamos concebir un hijo y puede que muy pronto seas abuela.”
─“Cielo santo, Lucy, ahora no puedo más que llorar. Pero ¿quién soy yo para decirte nada si quieres tener un hijo con él? Lleva tu vida tal como la quieras llevar, que yo te voy a dar mi bendición.”
  Estuvieron un rato más llorando los tres y hablando de la criatura que engrandecería la familia, pensando nombres, imaginándolo correr y jugar por las calles o en una casa, encargándose de su educación y su futuro. Olivia sólo añadió que de todo eso quería participar.
   Entonces Luke se alejó. Le había dicho a Lucy que puesto que ese 19 de noviembre era domingo, y su hermano no tenía que ir a la universidad, entraría en Knightsbridge Street a cambiarse de ropa y a hablar con James. Que en dos horas volvería para ir con ella por primera vez a la calle. Ahora tengo mujer, madre política y pronto un hijo. Vamos, Luke, no te acobardes, se animaba mientras subía las escaleras y entraba a su casa. Miento, se corrigió, mi nueva casa está arriba y enfrente. Entro en la casa de mi hermano. Y allí estaba James, sentado en el sofá y leyendo un libro. Al verlo entrar lo miró sorprendido por la nueva vestimenta que llevaba Luke.
─“Hola, James. Sé que me ves llegar con ropa diferente. Ahora te lo cuento. Es un préstamo de Lucy, la mujer más hermosa del mundo. Primero me voy a duchar y a cambiarme. Bueno, y a quemar alguna cosa que no quiero que esté un minuto más en esta casa. Ahora hablo contigo.”
    Veinte minutos después allí estaba Luke de vuelta, vestido en su ropa vieja. Su hermano había notado cómo quemaba la reciente, libros, pegatinas, en alguna chimenea de la casa, por la humareda seguramente la de la cocina.
─“Aquí estoy otra vez, hermano. Este último día se ha transformado mi vida. Y te lo voy a contar. Pero antes que nada, quiero hacerte una pregunta y no tengas miedo a responder. Sé sincero, James. La pregunta es: ¿qué has pensado de mi estos últimos seis meses?”
─“Tenía miedo a hablarte de lo que pensaba, pues no estaba seguro de que me respondieras. Pero verte calvo, con esa ropa con la que ayer mismo saliste de aquí, y oyéndote algún comentario, pensaba que… -y fue valiente y al fin lo dijo- ¿eras un skinhead, no?”
─“Era efectivamente un skinhead. Te agradezco la sinceridad, James. Estaba realmente podrido. Pero ya no lo soy más. Nunca volveré a ser un calvo, como lo llamaré de ahora en adelante. Fíjate si estaba putrefacto que ayer mismo trepé la Colina de los Caballeros con intenciones, ni yo mismo sé con qué intenciones, pero podrían haber sido incluso homicidas. Y de repente me salió la vida al camino llamándome con fuerza. Y ahora me voy a quedar como un mendigo más ahí enfrente, pues tengo compañeros, una pareja y pronto puede que hasta un hijo. Ahora te lo contaré todo, James, pero no sufras por que tu hermano sea mendigo. Sufre en todo caso si algún día volviera a ser el hijo de puta que he sido y que no quiero volver a ser. Mendigar es muy respetable.”
─“No te voy a llevar la contraria, Luke. Cuéntame sin prisas lo que me quieras decir, que tu hermano te va a entender y respetar. Ahora habla, y cuando tú quieras lo dejas, pero sabiendo que todo lo que me quieras contar, lo voy a escuchar sin ser jamás una rémora en la felicidad de mi hermano”
─“Te resumiré mi vida desde mayo.”
   Y Luke empezó entonces a referirle una historia turbia, desde su encuentro con Brian Philisey y el partido de fútbol al que asistió hasta llegar al día anterior. Su hermano lo veía llorar y finalmente le dijo.
─“Me alegra que me lo estés contando. Yo no sabía qué decirte, Luke. Ahora pasa al día de ayer. Entiendo que ya todo es pasado y cualquier futuro que hayas elegido será comprendido por tu hermano. Nada voy a objetar a que tengas una pareja ni a que quieras ser mendigo.”
─“No hago más que llorar, James. La madre de Lucy me ha dicho algo parecido. Llevo unos meses despreciando a todo el mundo y de repente no hago más que recibir comprensión.”
─“Quiero conocer a mi cuñada. Supongo que no objetarán a que vaya a conocerlos esta noche.”
─“Ya cené con ellos ayer. No sé si comerán siempre a la misma hora. Pero ven sobre las 9. Quiero que conozcas a Lucy. Y ahora paso a contarte lo que me ocurrió.”
    Comenzó a referirle todo desde el beso inocente que se habían dado Miguel y John en la plaza de St Paul’s, la primera subida a la Colina de los Caballeros, las palabras que le dirigió Miguel, regreso a Churchway y conversación con los calvos, segunda subida, la lucha, detención de Sebastian, hasta cómo llegó Lucy con su aura de pelirroja estrella y le cambió todo. Noche de amor con ella y concepción posible de un retoño, desayuno con su madre política y su decisión firme de seguir con ellos. Y finalmente paró.
─“Es una historia preciosa. Realmente he de conocer a mis vecinos. Espérame esta noche. Y no me tengas miedo. Sólo he de salir al balcón para verte. Adelante con tu vida, Luke.”
─“Ahora me voy, James. Lucy  y yo tenemos que irnos a la calle. Esta noche te contaré cómo me ha ido. Gracias por todo.”
   Y se reunió con Lucy, que lo estaba esperando y ella lo llevó a St Mary. Cerca de la iglesia donde una vez ejerció su padre. Qué ironía, papá, pensó, estoy donde estuviste tú. Donde nuestra familia comenzó empezará ahora la mía. Y allí asentado junto a Lucy, según me ha contado, conoció un poco la Vergüenza, pero jamás se sintió avergonzado de estar acompañado por esa mujer bella y valiente. Le fue hablando también de todos, de que Olivia hablaría con los demás para contarles que Luke se quedaba allí, que eran pareja y que seguramente tendrían un hijo. Y fue conociendo por qué, y no sólo Lucy, ninguno quería irse de la calle, no si alguno de ellos permanecía allí. Pero ese primer día, por más que lo intentaron, no consiguieron comida. Después cenarían con los demás, pero no lo lograron en la calle. Fue una excepción que estuvieran allí. Pero ya te contaré. Para Luke una primera jornada fructífera, donde fue conociendo esta vida y algo mejor a sus compañeros, y tomó la decisión irrevocable de quedarse ya definitivamente allí. Extraordinariamente cansado, con hambre pero con las ideas cada vez más claras, decidieron regresar a la colina. Cuando llegaron, sólo estaba allí la señora Oakes. Los demás irían llegando poco a poco después, pero ésta le habló.
─“Bienvenido, Luke, a esta segunda cena con nosotros, y al tiempo que desees quedarte aquí. Olivia nos lo ha contado a todos y la verdad es que los seis te queremos ya. Es una delicia verte sonreír y ver la felicidad en los ojos de mi nieta, pues así la llamo.”
─“Es un placer ser tu compañero, señora Oakes. Algo me ha contado de ti Lucy, algo de tu historia, de la de todos. Me gusta saber que eres hija de sacerdote, como yo. Y estoy seguro de que tus padres serían como los míos, personas sencillas, extraordinarias personas, que lo dieron todo por nosotros, y que, con mayor o menor fe, nos transmitieron sus creencias, su visión del mundo. Será un placer hablar contigo detenidamente de ellos y de lo que surja.”
    Mientras hablaban regresó Olivia, que le dio un beso no sólo a Lucy, también a Luke, que él le devolvió. Enseguida retornaron Miguel y John, y en pocos minutos también Bruce, como siempre bien surtido. Cena no les faltaría y además esa noche comerían sin niebla. Hicieron una hoguera y se sentaron alrededor, él junto a Lucy y los demás en torno. Y fue conociendo muchas anécdotas y parte de la historia de todos que le iban contando. Y los seis le aseguraron su amistad, y que era un placer para ellos su presencia allí. Luke se fue soltando y hablando con ellos. Estaban a punto de terminar de cenar cuando reparó en la presencia de su hermano en el balcón de la casa de Knightsbridge Street. Le hizo señas de que podía subir. Y en cinco minutos, James subió la colina y se sentó con todos.
─“Éste es mi hermano, James Prancitt.” –lo presentó Luke. Y todos a continuación pasaron a decir su nombre
─“Déjame besarte, Lucy –dijo James-. Se ve que ahora somos cuñados. Y vivo enfrente. Cuando os haga falta cualquier cosa, subid a mi casa a pedírmela. Por lo demás, eres más bella aún de lo que pensaba. Pero mi hermano ha sabido describirte.”
─“Luke lleva también todo el día hablándome de ti. Se ve que os queréis mucho y yo me alegro bastante. Va a ser un placer, James,  ser tu cuñada.”
─“Y a ti ¿qué te voy a decir, Luke? Nunca tengas miedo de contarme tu rutina, tu día a día. Vivo al lado. Por favor, no dejes de venir ahora.”
─“Sobre todo si me arrepiento...”
   Pero James no lo dejó terminar.
─“Llevo todo el día pensando en esto, Luke. No sé si esta vida es para ti, ni cuánto resistirás, pero no te pienso hacer ni un solo reproche. Vive como desees vivir, que yo sólo te pido que sigas en contacto conmigo, que me cuentes cuánto la quieres, cuánto los quieres, cómo te va.”
─“Así será, James.”
─“Siéntate con nosotros.” –lo invitó la señora Oakes
─“Es una magnífica noche estrellada.” –dijo John.
   Había comido ya y no participó de la cena, pero los fue conociendo. Se tranquilizó viendo que estaban bien abrigados, que tendrían siempre una cálida hoguera en torno a la cual arderían de amistad, y sabiéndolos extraordinarias personas, se levantó al fin, conociendo que dejaba a su hermano en las mejores manos.
   Día a día Luke se fue reconociendo. Al poco intuía que Lucy, ya su mujer, estaba embarazada. Pero la situación en la Colina de los Caballeros se fue haciendo insegura. Bart desde abajo cada día les lanzaba improperios, sobre todo a Luke. No podía olvidar lo que según él éste había hecho. Demasiado a la vista, atemorizados por Bart o por la posibilidad de que los calvos se volvieran a reunir, una noche de frío hablaron todos.
─“Cuando nos trasladamos aquí, pensamos que sería temporal, y en verdad ha llegado el momento de irnos a otro lugar. ¿Qué os parece si cambiamos? ¿Luke?”
─“Soy el menos indicado para hablar, señora Oakes, ya que soy el más reciente y apenas sé por dónde nos movemos los mendigos.”
─“Podíamos volver al Puente Wrathfall.” –dijo John, deseando regresar al lugar donde se originó su pareja.
─“El Arrabal de la Seductora está cada día peor, John. Sería salir de un peligro para volver a meternos en otro.”
─“Podíamos buscar un lugar mejor en la Alameda de Umbra Terrae, más abajo.” –dijo Miguel.
─“Ése sería el primer lugar donde nos buscarían los calvos si se refundan.” –intervino Luke.
─“¿Más abajo, en la Cañada de la Sangre? –preguntó entonces Bruce.
─“En la Cañada de la Sangre y el Arrabal de los Proscritos ya hay mucha gente –volvió la señora Oakes-, y seguiríamos estando demasiado a la vista, no sólo por los calvos. Allí no tendríamos suficiente intimidad.”
─“¿Y trasladarnos al oeste, abuela?” –preguntó Lucy al fin.
─“He estado pensando detenidamente y no hallo lugar al oeste donde podamos estar en paz. Pero queda un sitio al sur. Hoy mismo he estado allí reconociéndolo y es un lugar seguro y bello, aunque tiene sus inconvenientes. Olivia me ha oído ya. Nos queda el Arrabal de la Mano Cortada. No vive nadie allí…”
─“No quiero vivir junto al cementerio de San Albano, Madeleine.” –la interrumpió Olivia.
─“Fúnebre cuanto menos.” –dijo John.
─“Pero tranquilo –dijo la señora Oakes-. Junto al Puente del Menhir he estado tres horas y no pasa nadie. Sólo tiene la compañía de los vecinos de la calle Millers’ Lane. Y allí no es fácil que nos encuentren ni la gente suele rondar por allí. La presencia cercana del cementerio nos asegura que nos dejen en paz. Os aseguro que es un bello lugar, en comunicación con toda la ciudad, pero apartados de la gente. Incluso James –dijo mirando a Luke- no tendrá que caminar demasiado para venir a vernos, a nosotros o a su sobrino –guiñó a Lucy y a Luke-, que estoy segura de que ya no tardará.”
   Al final no fue fácil decidirse pero tomaron la decisión unánime de trasladarse al Arrabal de la Mano Cortada y el 15 de diciembre hacia ella partieron. Inspeccionaron el vertedero y hallaron nuevas y mejores tiendas. Sólo la señora Oakes y Olivia permanecieron en las antiguas. Y Lucy y Luke estrenaron tienda y hogar y ya pronto supieron que en breve serían tres, que su hijo venía. Los fresnos y los alisos susurraban cada noche acompañándolos como centinelas, gustosos de oír sus conversaciones.
   La luz, la niebla y los vientos pugnaban por hacer contrastes de color en el nuevo arrabal que habitaban. Y a los pocos días conocieron también a una gata blanca llamada Tessa que dio origen al microcosmos de los gatos que conocí y de los que ya te hablaré. Luke vivía en una nueva habitación en la que moraba con su mujer, ya embarazada, y sus compañeros. Pero él creía que le faltaba algo: tener  la seguridad de que los calvos no volvieran a adueñarse de su vida. Ya no veían a Bart, pero quizá… Luke tenía que sentirse más seguro y un día de enero decidió acudir a la prisión a entrevistarse con Sebastian Fraser. No sabía si querría verlo, pero debía hacerle algunas preguntas. La cárcel se encontraba en el barrio de Fairfields, pero ese día podía permitirse ir en autobús. Y al oeste se dirigió.
   Se encontró a Sebastian mucho más delgado, pálido, abatido y diríase humillado. Al ver a Luke esbozó una sonrisa y se acercó a él.
─“Hola, Seb.”
─“Hola, Luke. Qué sorpresa verte.”
─“Sebastian, voy a ser claro. Soy mendigo. Me quedé con ellos. Conocí a mi mujer. Voy a tener un hijo con ella. Si quieres que me dé la vuelta, me lo dices y te dejo en paz. No debe ser agradable para ti ver a un mendigo.”
─“Si te digo la verdad, en estos momentos antes hablaría con un mendigo que con un skinhead. Me recordarían que soy un asesino y puedes ser tú el que objete a hablar conmigo. Ya se celebró el juicio y te lo puedo decir: soy culpable, Luke, y me quedan años por pasar aquí. Han venido a verme Brian, Bart y Bill. No sé nada de Gareth. Igual se lo ha pensado mejor, no quiere saber de nosotros y se ha ido a otra ciudad. Pero no hay ni rastro de él. En cualquier caso, me alegra verte y saber que no hiciste nada y que ahora eres feliz.”
─“¿Vais a hacer algo contra mí?”
─“Luke, en su momento pudimos sentirnos traicionados. Pensábamos que escogiste el ejército equivocado, pero luchaste y valor no te faltó. A todos les importa más lo que hizo Gareth, que se desentendió.”
─“Quería preguntarte, tengo que hacerlo, y si no quieres, me mandas a la porra y en paz. Quería saber qué posibilidades hay de que se rehiciera nuestro grupo o de que surja otro.”
─“Sobre lo último no te puedo decir. Podrían surgir. De eso no sería responsable yo. En cuanto a nuestro grupo, fíjate, tú eres mendigo, yo estoy en la cárcel y Gareth ha desaparecido y está claro que no quiere volver. Ya estamos fuera de circulación la mitad. Y de los otros tres, todos han venido a verme a la cárcel. A Brian y a Bill se los nota aliviados y deseando retomar una vida, cuanto menos sin peligros. No quieren acabar donde estoy yo. Pero te diré esto, Luke, cuídate de Bart. No retomará el grupo nuestro con ellos, pero podría hacer otro. Y en todo caso, ten cuidado por ti. No te va a perdonar fácilmente que lucharas contra nosotros. Yo diría que no se va a atrever a hacerles daño, estando solo, a las personas que quieres, pero a ti sí. Cuídate de él siempre.”
   Estuvieron hablando un rato más, pero lo que quería saber Luke lo había averiguado ya. Sólo Bart parecía un peligro y que él supiera no había otros skins en la ciudad. Fue a ver a Sebastian más veces y habló con sus compañeros de las posibilidades que había de ser de nuevo atacados. Pero era un alivio saber que ya había cerrado esa parte oscura de su vida y ahora podía de verdad retomar la senda verdadera. Estar con esos monstruos sólo había sido un paréntesis. Ahora tenía que anudar su futuro con su pasado anterior.
  A los pocos días, John se encontró con una vecina, religiosa hasta el fanatismo, que le habló. Se llamaba Emily Harris.
─“Me he enterado de que vive en pecado con un hombre.”
─“Para mí no existe la palabra pecado, sino lo que está bien o lo que está mal.”
─“El cuerpo es un templo. No se lo puede profanar.”
─“¿Y no se puede santificar dándole al templo lo que este te pide?”
─“Lo que usted hace va contra natura.”
─“Perdone que le pregunte contra la natura de quién. Según mi naturaleza, iría contra ella si estuviera con una mujer.”
─“Es usted imposible. Pero ya se arrepentirá.” –sentenció aquella mujer mientras se alejaba escandalizada.
   Pero después de Emily Harris, subieron a la Mano Cortada varios practicantes de la iglesia del País. Quizá hubieran oído a la anterior contar que necesitaban ciertos consejos espirituales. Alguna devota como Peggy, Rita o Violet subían allí a evangelizar a unas ovejas descarriadas que según ellas lo necesitaban. Los siete las oían con atención, pero acababan más seguros de aquello en lo que antes creían. Un día Miguel habló con Violet.
─“No es necesario que nos evangelicen.”
─“Id y predicad por el mundo mi palabra”, dijo el señor. “Un evangelio es una buena nueva y como tal queremos extender esta noticia al mundo.”
─“Sí, sin duda es una buena noticia para usted. Pero no para mí. Si yo tengo unas ideas, no intentaré imponerlas, muchas veces a la fuerza, por mucho que sepa que tengo una noticia que me ha dado la felicidad.”
   Quizá el rumor  se iba extendiendo de que eran un hueso imposible de roer. Y un día llegaron el señor Elmet Ferrison, viudo, y la señorita Arabella Randall, lacónica excepto cuando quería comentar una idea que para ella fuera fundamental. Estuvieron hablando con todos e incluso se hicieron con un par de tiendas para pasar la noche con ellos, o alguna más. Hablaban de todo, intercalando catequesis de tanto en tanto. A un comentario de Arabella, John respondió.
─“Lleváis 2000 años preocupados del cuerpo y descuidáis el alma.”
─“Del alma también hablamos y de muchos conceptos con los que parecéis estar de acuerdo: el amor, la redención, la conciencia. Pero Dios no ha querido que se hagan ciertas cosas.”
─“Mira, Elmet –dijo Miguel-, hay creencias que no tienen sentido. Intentáis transmitir a Dios como amor, como un padre y… Dios no puede pretender haberme creado de una forma para después exigirme que me comporte de otra. O sí puede hacerlo. Pero entonces no hay ningún motivo para que lo ame. Puede condenarme a las llamas del infierno, pero aún allí seguiría sin quererlo, si ha pretendido que viva tal como no me ha hecho. Si tuviera hijos los dejaría vivir como ellos quieran vivir. Yo no creo que Dios, cuya existencia no niego, haya creado el mundo como vosotros lo veis.”
   Seguían allí porque creían que junto a estos paganos llegarían antes al reino de los cielos, mártires que oían sus palabras impías, participaban de mala y poca comida, incómodos hogares, hasta percibían la palabra divina en las sombras de sus tiendas. Sentían más a Dios escuchando los pensamientos de los desafectos…
  Pero se retiraron sabiendo inútiles sus palabras. Y a los pocos días llegó Bruce acompañado de un mendigo que había conocido en la calle. Era alto y moreno. Estaba sucio y cansado. No se sentía a gusto consigo mismo. Se presentó como Wayne Dives. Estuvo hablando con ellos un rato y se lo notaba insatisfecho. Una mala racha lo había llevado a la calle y quería salir pronto de aquí. Estuvo un mes con ellos y se veía bien claro que eran meros conocidos, no sus amigos. Ni siquiera sus compañeros, aunque se mostraba amable y educado. Una tarde en la Basílica la señora Oakes y Olivia se pusieron a hablar de él, y la segunda preguntó.
─“Hace años que te llevo oyendo decir que un día seremos ocho. ¿Crees que Wayne es el octavo?”
─“Comparte nuestras conversaciones y nos escucha con respeto, pero sabes que se quiere ir de aquí. Yo creo que el octavo es alguien que de verdad desee quedarse con nosotros. No creo que sea Wayne. No sé si tardará mucho, pero aún se lo espera.”
   Y no dijeron más. Wayne Dives pasó con ellos todo ese febrero del año 29. El embarazo de Lucy iba bien y él la animaba. Tenía su propia tienda y dormía junto a Miguel y John, al sur. Conversaba con un deje siempre de nostalgia. Quería una casa, dinero, comida. Los trataba bien pero se veía claramente que no se identificaba con ellos. Y entretanto nunca perdió la costumbre de las apuestas. Visitaba con frecuencia el hipódromo y veía a los caballos antes de apostar. Y a comienzos de marzo ganó un día un buen pellizco con el que podía dejar la calle ipso facto. De hecho se lo comentó a todos con desprecio, casi riéndose y los dejó para siempre. Nunca más fue a verlos y pronto lo supieron mezclado en varios negocios provechosos que lo hicieron ser incluso rico, pero en adelante Wayne Dives fue conocido como el mendigo que no llegó a ser el octavo, el falso mendigo.
   Wayne se acababa de marchar y el domingo 11 de marzo, Lucy quiso que Luke conociera el Puente Wrathfall, pues llevaba tiempo oyéndole decir que quería ver dónde Lucy había dormido. Y esa tarde fueron desde el Puente del Molino, de sur a norte, por los arrabales del este. La Cañada de la Sangre estaba entonces desierta y al llegar al Puente de los Soportales, Lucy aclaró.
─“Bajo este puente pasó mi madre su primera noche en la calle. Yo no había nacido aún.”
    Después, un rato breve en la Alameda de Umbra Terrae, que Luke conocía muy bien. Había estado allí con frecuencia de niño, sobre todo jugando con James, al que ese día no visitaron, pero a cuya casa iban a menudo. En su lugar, prefirieron subir a la Colina de los Caballeros, donde se habían conocido. Allí estuvo Luke un rato como rezando, recordando la batalla con los calvos, la niebla en la que había conocido a Lucy, la concepción de la pequeña o el pequeño que ya se movía por el vientre de su madre, y su tiempo posterior allí hasta que se trasladaron. Lucy lo llevó hasta algún olmo del sur y algo se pararon a escribir allí, en su madera.
   Ya era de noche cuando, Puente de los Caballeros arriba, comenzaron a caminar por Wall Street. El Arrabal de la Seductora era ya menos peligroso, al ser la zona del hospital, y la delincuencia parecía haberse trasladado al oeste, entre ese barrio de Castlebridge y el de Heathwood.
   Y al fin bajaron al Puente Wrathfall y Luke conoció el ojo donde Lucy, con su madre y la señora Oakes, había descansado. Marzo había comenzado templado y algo de frío sentían, pero no había lluvia, viento ni niebla. Oteando cerca del río y contemplando el universo, Luke descubrió una estrella fugaz. Lucy la vio también, y sin decirse qué, algo pidieron ambos. Esa fue la señal para que, sin haberse dicho nada, comenzaran a tocarse. Y sin darse cuenta empezaron a desnudarse y a hacer el amor. La luna estaba blanda, las estrellas ponían un telón de luces brillantes sobre sus cabezas, el frío los abrigaba y aquel ojo del Puente Wrathfall reía e iluminaba y fue un palacio de filigrana para dos mendigos que, aunque algo de comida llevaban, se olvidaron del hambre en su deseo. Sólo faltaba una orquesta que los acompañara, pero fueron música las palabras de Luke, que súbitamente dijo.
─“Lucy, mi amor, y sí, te digo mi amor. Me acabo de dar cuenta de que te amo. No quiero llorar, pero de repente la vida sonríe. Eres la mujer más hermosa del mundo y lo que siento por ti es amor profundo. No me cabe más.”
─“Luke, mi amor –respondió ella-, yo creo que llegando hasta aquí ya me iba enamorando. Y ahora al fin sé que te amo intensamente. Sólo hemos de ver qué vamos a hacer ahora. Pero lo que sentimos el uno por el otro se venía anunciando. Ya pasaremos la vida juntos. Continuemos lo que estábamos haciendo, pero ya no sólo juega la carne; al fin está implicado el corazón.”
  Empezó a levantarse el austro, o viento del sur, que avivaba calor en la piel con el abanico de la noche. Las estrellas fueron perfume y todo marzo un rosario de ternura para cubrirlos eternamente, para que aquella noche de amor fuera tan sólo el primer rocío para la lluvia del resto de sus días. Volvieron de madrugada y al día siguiente supieron todos las nuevas, el esplendor de dos mendigos enamorados, tiernos amantes que esperaban a su retoño con confianza.
─He de irme ya, Protch. Mañana empezaré a contarte la historia de aquel mendigo que ahora soy, pero mejor comenzar por la época de cuando aún no lo era. Déjame preguntarte: ¿Siguen los retratos de mis padres en la biblioteca?
─Allí siguen, Nike. ¿Quieres verlos?
─Cuando me los traje los puse allí porque en esa habitación es donde era más feliz.
─Están junto a tus abuelos. Nos trajimos la fotografía que has visto en el salón caoba, y sus retratos, y como vimos que tus padres estaban allí, junto a ellos los pusimos.
─¿Qué te parece si mañana empezamos mi historia allí? Pero recuerda que te hablaré de mí desde el principio, y que aún hay algo de mis orígenes que desconozco. Mañana podrías ser tú mi contador de historias, antes de que yo empiece.
─¿Y por dónde comienzo, Nike?
─Puedes decirme lo poco que conozcas de los Siddeley y comenzar por mis abuelos. Y después plantéate decirme la verdad sobre mis padres.
─Nunca he contado una historia, Nike. Pero me pasaré el día de hoy pensando qué te he de decir.
─Sabrás hacerlo, Protch. Sólo es necesario que no te falte valor.

5 comentarios:

  1. Hermosa historia de amor se ha tejido entre estos dos.

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  2. Brava la frase "Dios no puede pretender crearme de una manera para exigirme que me comporte de otra". Si ahondamos un poco más ¿quién es Dios? ...dice el diccionario que dicho concepto hace referencia a una deidad suprema, y que viene del latín Deus, y este del griego Theus que pronunciado sonaría "Zeus". Y esta deidad se distinguió por su manía en perseguir jovencitas (diosas y humanas) para copular con ellas y preñarlas, y jovencitos, pues raptó a Ganímedes para hacerlo su amante. No seamos mojigatos, demasiado humanos los deseos de Dios. Mejor hacemos como él, vivir la vida si nos dejan.

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  3. Personajes que se descubren a través del amor,destinos que se cruzan, relaciones que se inician, una familia de ocho personas que toma forma y designio bajo los astros...
    Seguiré leyendo
    Saludos de Inor

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  4. El amor, como motivo de verôme, es grande en este capítulo... La mano se extiende por amor. Lo que antes eran creencias violentas y actos violentos hacia los “diferentes”; se torna cariño hacia la otredad. Comprensión. Solidaridad. Luke se convierte en mendigo por amor a Lucy y por convicción de que esa vida que le espera será humanamente placentera y es su único deseo. Se convierte en el séptimo compañero… “Compañero”, esa hermosa palabra que procede de cum panis…los que comparten el mismo pan. Ahora los siete comparten todo lo compartible: pan, vida, amor, respeto...y un bebé en ciernes. Falta saber cómo llega Nike a ser el octavo, cuál es su motivo de verome, por qué su transformación, por qué elegir ser uno más de los que extiende la mano, el que completará el mágico círculo de los ocho. Y luego, una vez reunidos todos… ¿qué me espera por leer?
    Estoy intrigada.
    Inor, de nuevo

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  5. UN DÍA MÁS, VIDA Y QUEHACERES DE LOS SIETE

    Hay muchas formas de hacer feliz a alguien, lo necesario es que ese alguien te importe y que te importe que sea feliz, ni ataduras, ni pactos, quizás solo un proyecto de futuro; El amor y la pasión, aunque necesarios, suelen ser efímeros y fácilmente metamorfoseados; Hay muchos tipos de felicidad y amor, y uno no lleva al otro necesariamente, pero si a veces a confundir los términos; Al final, una vez conseguido, una vez haces feliz a alguien, la recompensa es el sentimiento personal de ver esa felicidad en sus ojos, recompensa que solo parece anidar en las almas más calmas y limpias de egoísmo. Lucy tiene claro que quiere construir una vida y un futuro bajo los soportales donde transita su día a día, y tiene claro con quien, Luke. La niña de los ojos del Puente Wrathfall así lo decidió.

    No deja de sorprender lo de troncal de calidad humana que destila esta novela, hasta ahora, los personajes interactúan entre sí sin subterfugios, ni dobles sentidos, lo que hay es lo que ves, ese es el mensaje; La aceptación del recién llegado, casi inmediata y sin recelos, o un ejemplo también podría ser la proposición de Lucy apenas conocer a su "calvo", no solo de pasar la noche juntos si no también de procurar tener un hijo y la asunción de la vida en pareja. Esta rapidez de acontecimientos que fuera de lo narrativo se compondría de una secuencia de hechos notablemente muy distinta y de una prolongación temporal más dilatada, se antoja no creíble, pero justamente pienso que es el espíritu del relato el que da tintes de verosimilitud a esta disonancia, chocante cuando por primera vez se lee, pero que poco a poco se acostumbra el lector a esta inmediatez emocional, franqueza sobrevenida, humildad, bondad y verdad, sin rebeldías e impronta de la novela. No sé si esto es una crítica o una alabanza. Me quedo con la sensación atópica que me deja y esta es agradable.

    Un capítulo de transición y planteamiento no por ello menos importante, en la misma tónica narrativa su calidad no queda mermada, nos sitúa en un continuará del capítulo anterior resolviendo así el desarrollo del séptimo mendigo, Luke, y su interacción con el resto de los seis, interesante el protagonismo que cobra James en el relato y las conversaciones que mantiene tanto con su hermano como con el resto del grupo. Ninguno de los diálogos es de puro trámite, muy al contrario, la profundidad y reflexividad de los mismos en algunos pasajes son más que meritorias.

    Acaba el capítulo preparándonos para la aparición del octavo mendigo, uno de los narradores, Nike, dándonos alguna pista de como será el relato de su motivo de VERÔME y en el que se intuye cobrará protagonismo Protch, el oyente perfecto. No olvidando que pinceladas anteriores han dibujado momentos en que el comportamiento de Nike es el de un verdadero "capullo", mostrando un temperamento irascible y un latente alcoholismo confesado.

    Esto es sucintamente algo de lo que ocurre en el relato, pero decir que su trazado total no atrapa, seria no hacer justicia a este capítulo, que de principio a fin no hace perder el interés del lector. Sucesos encadenados de mayor o menor recorrido, pero necesarios para situar perfectamente la historia.

    Cuando la mano tendida no solo pide si no que se ofrece.


    Pol

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