Vientos de soledad, borrasca, precipitaciones, llovizna, riego, las
ideas de Miguel se fueron inflando en el aire y estallaron, bañando a Luke en
un rocío de acritud, otro desapacible invierno en una inestable primavera.
Contemplaba la barriga de Lucy con acrimonia y se veía bien que objetaba a lo
que sus ojos veían. Su mente desorientada, de huérfano que viene de perder tres
de sus sangres, se amorató y se vertió áspera, escarcha gélida que helaron
nuestros tres corazones calientes. Y finalmente el agua corrompida de la
incomprensión se derramó con sus palabras.
−“¿Otra vez, Luke? No te dije nada
cuando decidisteis tener un hijo en nuestras circunstancias, porque creía en Lucy
y en ti y sabía que lo sacaríais adelante, pero tener dos hijos ya es
demasiado.”
Después Luke me contaría que sus palabras lo pillaron por sorpresa y no
tuvo tiempo de pensar cuando respondió.
−“No es mi hijo, Miguel.”
−“¿Que no es tu hijo? –preguntó
Miguel. Una turba negra irrigaba la hoguera.
−“Quiero decir que sí es mi hijo –se
rectificó Luke-, pero que biológicamente no lo he engendrado yo.”
Miguel no entendía nada y miró a Lucy en demanda de auxilio, haciendo
caso omiso de John, que tiraba de él diciéndole que se fueran a la tienda, que
allí se lo explicaría. Lucy le echó valor y le dijo la verdad.
−“Nuestro segundo hijo es fruto de
Nike.”
Entonces me cubrió con una mirada escarchada. Tardó unos segundos en
pensar con qué maldición me impregnaría.
−“Nike –me miró amenazador-, esto ya
es demasiado. Una cosa es intentar entender tus continuos titubeos entre irte o
quedarte, pero nunca habría esperado de ti que rompieras una pareja.”
−“Yo no he separado ninguna pareja,
Miguel, al contrario. Hay muchas cosas que nunca has sabido y ahora las
conocerás. Y Lucy y Luke se siguen amando. Hazle caso a John, que ahora sin
duda te informará de todo, incluso de cosas que siempre has querido saber, como
qué hablamos él y yo en vuestra tienda en agosto.”
−“Ven conmigo, Miguel, y no digas
nada más –insistía John-. Yo te contaré lo que ha pasado. Pero por el amor de
Dios, no hables hasta que sepas. Aquí no ha pasado nada que no hayamos aceptado
todos.”
−“John, tienes mi permiso para que
le cuentes todo, desde el verano. Debe saber también por qué me fui.”
Ignoro cómo le fue informando John de todo lo que desconocía, pero debió
enterarse de todos mis debates personales desde el ya lejano 30 de julio, en
que me enamoré de Luke, hasta la noche de la cueva, de donde surgió la idea del
tres, del cinco, todo… y cuánto tardé en aceptar el proyecto y crear con ellos
una familia.
El sol se estaba levantando cuando Olivia se retiró a su tienda a leer,
lo que hacía cada mañana esperando que se despertara su señora. Miguel no solía
madrugar, pero quiso hacerlo ese día para hablar conmigo. Se sentó a mi lado y
me dijo:
−“Nike, quiero pedirte perdón y no
sólo por anoche. Ahora entiendo muchas cosas y es verdad, como me dijiste un
día, que me faltaba información. Mis palabras querían mover tu conciencia, pero
ahora sé que han sido inútiles, pues tu conciencia ya estaba movida. Me
gustaría que hiciéramos las paces.”
−“Miguel, lo de anoche no fue nada,
y para hacer las paces primero debía haberse declarado una guerra que entre tú
y yo nunca se ha producido. Y todas tus palabras me han movido siempre a
considerar lo verdaderamente importante.”
−“Nunca me habría podido imaginar
que te gustaran las mujeres y los hombres, como a mí. Y que en vez de romper
una pareja, los has tenido siempre en un alto respeto. Eres un compañero
admirable y ahora entiendo que no has sido el causante, sino –se detuvo y
claramente cambió su frase. Lo vi inmediatamente y durante meses me pregunté
qué es lo que realmente había querido decir, al tiempo que nuevamente, pero por
primera vez sin Luke, me llegaba esa idea fugaz que no era capaz de asir y que
me inquietaba- sino –continuó- una pluma movida por el viento de las
circunstancias.”
−“Yo no quería enamorarme de ellos,
Miguel, pero ha sido así.”
−“Todo amor es inocente, incluso el
que sentiste por John. Sí, también me lo ha contado. Es verdad que soy celoso
pero, por lo que lo conozco, sé que, incluso si llegara a corresponderte,
seguiríamos los dos enamorados. Y también he de agradecerte otra cosa, Nike:
cómo has estado a su lado estos meses evitando que se sintiera completamente
solo. Por eso me gustaría suplicarte algo. Mañana es día par. Desearía ir
contigo. Que nos reunamos en la Basílica cuando salgas del trabajo.”
Estuve de acuerdo. Mi compañero necesitaba que nos conociéramos, ahora
que tenía de mí otra opinión. Fue así como al final he ido con todos mis
compañeros a solas a la calle. Con la señora Oakes y Olivia también.
Generalmente con ambas a la vez, pero en estos últimos años también con cada
una de las dos en solitario.
Ese día fue, por tanto, de una falsa armonía, en que Miguel habló
también con Lucy, pero se lo veía reacio a hablar con Luke, como si estuviera
meditando una idea. Al salir del trabajo, volví a la Mano Cortada a cuidar de
mi hijo y estuve madurando una historia que resumiera todos los cuentos. Por la
noche en la hoguera, la señora Oakes, como siempre, me leía.
−“Anímate, Nike. Estoy segura de que
todos querremos oírte.”
−“Igual es una tontería. Pero no
puedo compartir hoguera con vosotros y no contar alguna vez un cuento –en ese
momento sólo me faltaba oír alguno de mi mujer-. Así que lo voy a intentar.
Pero no tiene ningún valor.”
−“El gato Nile –comencé mirando a
Bruce- ya era un experto nadador, y se solazaba un día recorriendo un lago,
pero se desorientó y en el centro del agua se preguntaba cómo encontrar alguna
orilla. No conocía bien la superficie, quizá –seguí mirando a Luke- porque todo
lago debería nadarse al menos dos veces. Era un día cálido y el agua reverberaba,
pero a ratos se nublaba y el cielo se ponía techo de nubes que grises
espejeaban, y se preguntaba si nadar norte, sur, este u oeste. Así aquel
estanque se estaba convirtiendo –miré a la señora Oakes, que me alentaba a
proseguir, satisfecha de lo que oía- en un espejo de dos cristales y cuatro
decisiones. Venía de un oeste desierto y amargo adonde no quería volver, y se
detuvo un rato boca arriba, lo justo para saber qué rumbo seguía el sol. Marchó
entonces decidido nadando en dirección este, donde sabía que vivía unridered, un viejo amigo que trabajaba
–miré a Olivia- para el reino de las fichas rojas como caballo de ajedrez. Y
así fue como se encontró a sí mismo cuando siguió, al revés que los astros, la
trayectoria oeste-este, donde descansar para siempre, entrando de tanto en
tanto al agua para conocer otros rumbos. En la orilla de levante esperaban su
llegada grandes amigos nuevos, entre ellos dos osos hermanos –miré a Miguel y a
John- llamados Charles y Patrick, que vivían su segunda vida antes de ser
estrellas, amigas del otrora desorientado Ícaro. Siempre con ellos a orillas
del agua, antes de que la laguna se hiciera universo.”
Bueno, supongo que os he demostrado que yo no sé contar un cuento, pero
me sorprendió la buena acogida que tuvo. Todos me felicitaron. No tiene ningún
valor pero intenté nombrar todos los que había oído de ellos. La señora Oakes
me alentaba para que crease más y más de uno he contado estos años, pero sólo
recuerdo el primero. Por supuesto, viniendo de mí debía haber un nadador.
Todavía no sé si los gatos nadan, pero el gato Nile de Bruce lo hacía.
Recordaba a la señora Oakes en verano diciéndome que si un día me animaba, partiera
de los hechos conocidos y los re-creara.
Al día siguiente, tras el trabajo, me reuní, como esperaba, con Miguel
en la Basílica. También era un día de lluvia e íbamos bien provistos de
paraguas. En esos días debe de ser fácil reconocernos. Somos los únicos
sentados en el suelo y con ellos los mendigos debemos parecer gnomos protegidos
en sus setas abiertas. Estuvimos allí unas dos horas y la jornada se nos dio
bien. Me saludó con profundo afecto. Realmente éramos al fin compañeros y ahora
nos llevábamos estupendamente.
−“Nike -me dijo en un momento de
pausa en la fuerte lluvia de aquel día-, es mejor no tener secretos ya. Sé que
John te ha hablado de Mthandeni. Sí, claro que lo sé. Él nunca me ha mentido en
asuntos amorosos. Nada que objetar. Sé que no lo ama ya. Incluso me gustaría
que se volvieran a ver un día.”
Pero apenas hablamos de Mthandeni. Bastaba saber que para Miguel era
importante que yo lo supiera. Mi relación con él era tan diferente que incluso
sospeché que primero él, y después John, que me lo confirmó, estuvieron unos
meses enamorados de mí. Al saberlo me estremecí pensando cuánto debía de haber
cambiado el capullo Nicholas Siddeley para que ahora el corazón de John hubiera
elegido enamorarse de mí. Eternamente enamoradizos, pero eternamente gemelos,
Miguel se había enamorado de casi todo el campamento. De hecho me dijo también.
−“Te aprecio tanto ahora que creo
que no debe haber temas que no toquemos para que no surjan nuevos
malentendidos. Por eso me atreveré a decirte que somos tan parecidos que hasta
nos hemos enamorado de las mismas personas, Lucy, John y Luke, afortunadamente en otro orden, pero que cada
uno de los dos ha elegido a su pareja, o sus parejas, y nuestros amores se han
asentado. Y que me alegro mucho, Nike, de la felicidad que tienes.”
Pero notaba que había algo que aún no se atrevía a decirme. Le apreciaba
aún cierto temor o recelo, pero no conmigo.
−“Aún tengo que hablar con Luke,
pero –me decía cuando ya nos retirábamos. Titubeaba- antes que volver a ofender
a mi compañero Nike, me cortaría las manos.”
Parece una frase sanguinaria, pero era una expresión habitual entre
nosotros, los manos cortadas.
De hecho Miguel y Luke hablaron al día siguiente. Él y John salieron más
tarde para esperar que mi compañero regresara del trabajo, ya no a prueba, y
mientras yo cuidaba de Paul los vi alejarse hacia el Puente del Meandro.
Mi compañero regresó poco después, soliviantado, y a mis preguntas
respondía que no le pasaba nada. Yo no sabía entonces, pero sí sé ahora, que
había pasado. Intuía que Miguel lo había ofendido con un veneno incurable.
Estuvieron meses sin hablarse, excepto cortésmente en las hogueras para pedir
que el otro le pasara el pan o algo parecido. Como Luke no quería contármelo,
supuse que de algún modo tenía que ver conmigo y ante esta idea toda mi alma
sentía frío. Si le preguntaba a Miguel, éste me decía siempre lo mismo: “Me he
equivocado, Nike, y ya no sé cómo arreglarlo.” Una ofensa emitida a lo más
vulnerable. No me extraña que Luke se sintiera solo, más tierno que nunca
conmigo como si sospechara que un día me podía perder. Y yo no sabía cómo
curarlo pues ni siquiera conocía cuál era la enfermedad y que tenía que ver yo
en los síntomas.
A la semana siguiente coincidimos mi marido y yo con Samuel en el bar y
le conté que ya podía conocer a Miguel, el único que le faltaba. Pero Luke
andaba perdido y Sam se dio cuenta. Se miraron entonces y me llegó en ese
momento la extraña seguridad de que ambos se entendían. ¿De qué habían hablado
en su primera conversación? Me extrañó intuir que mi presidente supiera algo de
mí, sí, de mí, que yo no sabía.
Había sido un temblor que había sorprendido al mendigo-árbol en una
tempestad y las palabras de Miguel, lejos de ser agua fértil, habían descargado
cieno y barro que desestabilizaron el tronco firme de mi compañero, que me
seguía demostrando amor, pero si durante meses yo le tuve cierto temor, ahora
la aguja se había invertido y apuntaba al sur: Luke me temía y yo no sabía qué
hacer con él, pero intuía que era importante entregarle más amor que nunca,
pues un fuego de heridas incurables lo estaba chamuscando y el Mendigo de la
Cuna Dorada se veía impotente para ayudarlo y si le preguntaba siempre me
respondía que no había pasado nada. Miguel había encontrado el punto más débil
y lo había enfangado pero yo tardé meses en ver por qué. Sentía que había
habido una ofensa, pero que en ella Lucy no había sido ensuciada. Esta sólo me
decía que lo amara más que nunca, que Luke me necesitaba.
Una mañana que la señora Oakes madrugó, me decía en la hoguera, delante
de su niña, que también estaba:
−“Yo no sé lo que ha pasado, Nike,
pero confío en ti. Tienes la capacidad de leernos tal como somos, y sé que un
día serás justo con él.”
−“¿Con Luke?”
−“Con ambos. Podrían hacer las paces
ya, pero Luke tiene miedo y un día tú lo sacarás de él. Has llegado el último
pero eres la Conmoción y has de ser un puntal para todos nosotros.”
Miguel era el último en acostarse. Una noche en una hoguera con él
intenté sonsacarlo pero él sólo me decía que sería mejor que yo no lo supiera,
que ya no sabía cómo disculparse.
−“He sido un bocazas, Nike. Intento
persuadir a Lucy para que lo convenza de que hablemos de nuevo y le pida
perdón.”
Se lo notaba alicaído, consciente de haberse equivocado con quien más
quería. Yo no sabía qué pasaba y le respondí con cierta sorna, y cierto
reproche.
−“Miguel, llevas mucho tiempo
viviendo en la noche, y eres el hijo del alba: ¡Despierta!”
En una de las últimas hogueras de abril, se seguía notando una tensión
entre los dos que duró meses, pero Lucy, conciliadora, hablaba amablemente con
los dos, queriéndolos unir de nuevo a quienes habían sido amigos inseparables.
−“Mi corazón tiene más de un
recoveco y este año se ha bifurcado. Dos hombres de verdad y una sola manta,
que nos cubre a los tres con la misma ternura, hasta en los momentos de frío
helado que podrán abrigar suficientemente en las crisis que atravesemos: los
amo a los dos.”
Y entonces que sería lo que se dijeton, andan de un misterio.
ResponderEliminarMiguel no se toma nada bien el nuevo embarazo de Lucy, pues considera que en las circunstancias en que viven, dos hijos son demasiados. No entiende que el nuevo hijo sea de Nike y piensa que éste ha roto la pareja. Pero John le insiste en que entren en la tienda y allí le cuenta todo a Miguel. Y éste, por fin, comprende todo…la historia de Luke desde Agosto y el Tres y el Cinco. Ahora sabe que a Nike le gustan mujeres y hombres, igual que a él. Quedan en encontrarse al día siguiente en la Basílica, cuando Nike salga de la Thuban. No obstante, Miguel sigue algo reacio con Luke…
ResponderEliminarEsa noche, alrededor de la hoguera, Nike contará un cuento en el que aparecen sus compañeros, que todos aceptan de buen agrado.
En la Basílica, Miguel le cuenta a Nike que son tan parecidos que se han enamorado de las mismas personas: John, Lucy y Luke.
Miguel también habla con Luke y éste lleva soliviantado. Nike no supo hasta tiempo después lo que había ocurrido, pero estuvieron meses sin hablarse (Miguel y Luke). Una noche, Miguel le confiesa a Nike que intenta persuadir a Lucy de que convenza a Luke para que vuelvan a hablar… Lucy, siempre, hablando con los dos e intentando conciliar la situación…
No obstante… ¿Qué se dijeron Miguel y Luke? ¿Por qué Miguel dice a Nike haber sido un bocazas con Luke y querer pedirle perdón? Otra intriga.
Inor
Hay decepciones que honran a quien las inspira.
ResponderEliminarMiguel no era capaz de entender nada de esa situación ni lo que pasa en la cabeza de las personas. Pero su carga era pesada, nada menos que el intenso replicar de una esquila de palabras, más fácil hubiera sido llevar el mundo a sus espaldas. Y cuanto más respuestas más confusión, más preguntas, más indignación. Su alma resentida, después de ese zarpazo, se sensibiliza ante las nuevas agresiones, Nike, Luke, Lucy, no hacían más que confundirlo. Todo, para él, alcanzaba el valor de una ofensa o la categoría de una injusticia.
Es difícil encontrar un gato negro en una habitación a oscuras.......................
Arrepentirse de las faltas es volver casi al estado de inocencia, y para arrepentirse es indispensable declarar que hemos cometido faltas. El amor de la familia a tres, a cinco, le había sido explicada por John, y Miguel reconoció ante Nike su aprobación y respeto, "ahora entiendo que no has sido el causante, sino.....una pluma movida por el viento de las circunstancias", extraña frase recitada entre silencios para Nike.
.....................más aún, si en la habitación a oscuras no hay ningún gato
"Somos tan parecidos que hasta nos hemos enamorado de las mismas personas, Lucy, John y Luke". Permanecer inmóvil y callado, una quietud que no responde a la pereza ni al desgano, sino a una fija atención dirigida hacía la escucha. Lo único (o casi lo único) que se hace es prestar los experimentados oídos con un fin preciso: auscultar un alma doliente, conocer los mínimos detalles que la componen para luego curarla. La exclusión de Nike no existía ya, pero se descubrió que la justicia de Miguel, el remordimiento redimido en causa, excluía a Luke. ¿Los justos pueden hacer injustos a otros?.
Las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible.
Y esa exclusión afectaba a Nike, la conversación que Luke tuvo con Samuel y en la que Nike presentía había cosas de sí mismo que él ignoraba. Sabía que ese barro no salpicaba a Lucy, "Yo no sé lo que ha pasado, Nike, pero confío en ti. Tienes la capacidad de leernos tal como somos, y sé que un día serás justo con él”. Profetizó la Sra. Oakes, “¿Con Luke?” preguntó Nike.
El gato Nile (Bruce) desesperado en encontrar una orilla (Luke), un día que era un espejo de dos cristales y cuatro decisiones (Sra., Oakes), unridered, el descuidado caballo del ajedrez (Olivia), dos osos hermanos llamados Charles y Patrick (Miguel y John). Con estos mimbres Nike hizo su cuento, el séptimo escuchado de los mendigos, faltaba Lucy solamente. Los cuentos deben contarse con esas palabras de plata que echan sus redes en la atención de los que escuchan, absortos en la admiración, contó con todo detalle esa historia que Nike se había inventado para resumir en ella la personalidad de sus compañeros. Con tristeza por no creerse contador de historias y sabedor de que sería repetida por sus compañeros de otra forma y con otras palabras. Una pregunta que aún no se ha respondido ¿los gatos saben nadar?, posiblemente la respuesta sea ¡y que más da!.
Pol