CAPÍTULO LIV: EL MENDIGO ÁRBOL



   Se le escapaba. Cada vez veía más lejos el Volvo del señor Graham Fox. Se había detenido en un semáforo y ensimismado con sus recuerdos de Europa. Anne-Marie acababa de reincorporarse al trabajo. Se había tomado algún día más. Era 4 de octubre y entretanto la empresa estaba en las buenas manos de su querida Joan Weissmann. Con luz verde ya, otros conductores le habían tenido que pitar para que reanudara la marcha. En esos instantes ella seguía en Barcelona, adonde había viajado después de Paris, Ámsterdam y Berlín y antes de Venecia y Praga. Seguía evocando aquel café en un bar de las Ramblas donde esta vez sí se había sentido correctamente acertada por las flechas de un pequeño dios alado, y al fin amaba a quien la amaba. Brandon –suspiró-, arañando su corazón. Pero enseguida volvió en sí y recordó que andaba a la caza del señor Fox.

   Al llegar a la Thuban Joan le había informado de que el señor Fox tenía urgencia por verla precisamente hoy y le había proporcionado la dirección de Anne-Marie. Mas cuando ésta llegó a su casa, después de haber pasado la tarde con Brandon, apenas tuvo tiempo de notar un Volvo azul y al señor Fox montado en él alejándose de su domicilio. Era uno de los abogados de la Thuban Colonial Railway, y tenían que reunirse para hablar de que él debía convencer a sus clientes de cerrar una línea férrea que atravesaba el interior de Paquistán, que les estaba dando muchos quebraderos de cabeza y no resultaba rentable. De todos modos iba a ser imposible alcanzar al señor Fox y entrevistarse con él esta tarde. Su Mercedes  estaba al inicio de Castle Road y el Volvo apenas se vislumbraba ya cerca de la Basílica. Inútil seguir esa absurda persecución. Estaba muy cerca de Deanforest y se le ocurrió la idea de parar a saludar a los Protch. Quizá estuvieran allí Nike o sus hijos.
   Apenas aparcó se encontró a Herbert saliendo como con cierta prisa. De hecho no la vio y ella tuvo que llamarlo. Parecía preocupado. Mas al fin notó su presencia y se acercó.
─“Perdóname, Anne-Marie, llegaba ya tarde al hospital y andaba distraído y no te vi.”
   Anne-Marie iba con frecuencia a Deanforest y ya se conocían de sobra y se tuteaban.
─“¿Al hospital? ¿Le ha ocurrido algo a tu mujer?” –preguntó ignorante de todo.
─“¿No te has enterado de qué le ha sucedido a Luke?”
   Y al confesarle que no sabía nada, él le explicó lo de la paliza y la necesidad que tenía de un trasplante que ya era urgente para sobrevivir, pero que nadie había podido donárselo porque o bien no compartían grupo sanguíneo o bien no superaban la prueba de histocompatibilidad.
   Ella era A negativo. Sintió una punzada de lealtad. Era dichosa porque era amada y de repente volvió a evocar no sólo lo que quería a Nike sino que, aunque ella nunca había podido pasar de dos o tres palabras corteses con Luke, era evidente que él verdaderamente la estimaba y al fin se sintió sacudida. No eran sólo John y Nike. Los ocho formaban parte de sus querencias, y los dos niños, que también eran hijos de Luke. Quizá ella pudiera evitar que se quedaran sin uno de sus padres.
    Le dijo a Herbert Protch que ella compartía grupo sanguíneo y que se haría las pruebas. Que se montara, que ella lo llevaría al hospital. Durante el trayecto, él estuvo bastante callado y Anne-Marie tuvo demasiado tiempo para pensar en agujas, en sangre y dolor. Era irrisorio que, con la edad que tenía, siguiera temiendo los hospitales, pero debía sobreponerse. Intuyó que sería compatible y si la vida de Luke estaba en sus manos, valdría la pena cualquier calvario. Tan largo el camino para aprender que te aprecio, Luke. Cálmate, locuela, no pienses en agujas, piensa sólo en él.
    Llegados al hospital, no les costó mucho tiempo convencer a los doctores de que había una nueva posible donante y de que quería hacerse las pruebas. Herbert estuvo con ella todo el tiempo y cuando confirmaron que reunía todos los requisitos, ella lo quiso convencer de que no dijera nada a nadie. Quería que creyeran que había aparecido un donante anónimo. A Anne-Marie se le permitió hacer un par de llamadas. Todavía era temprano para hallar despierta a Joan Weissmann y pudo localizarla y dejar la Thuban temporalmente en manos de su adjunta. Y después una llamada con el corazón a su querido Brandon, que la esperaba esta noche, a quien comunicó que la iban a operar y que iba a estar una temporada en el hospital. Brandon le dijo que salía para el Philip Rage inmediatamente.
   Entretanto, todos aguardaban temerosos esperando un milagro. Y la señora Oakes decía:
─“Nunca hemos creído en las religiones establecidas. Y Luke tampoco. Pero los Prancitt siempre han estimado a Francisco de Asís. Hoy es su día. Tened fe. Algo bueno va a pasar.”
    Fue entonces cuando las enfermeras vinieron a por Luke y se lo llevaron en camilla, hacia quirófano, le dijeron. Había un donante, pero no sabían nada más. Iban a operarlo enseguida. Lucy tuvo ocasión de decirle:
─“Bésame, Luke”
   Lucy y Nike se acercaron a una ventana. Los demás se daban fuerzas y calor acurrucados como podían en la blanca sala de espera. Ella hablaba de cómo había estado a punto en su desesperación, y puesto que Amanda Cohen le había concedido un mes libre, de comentárselo a su jefa, o seguir trabajando en la peluquería y rogarle a cada clienta que se hiciera las pruebas. De este modo habría sido despedida, estaba segura, pero ya no se le ocurría a quién recurrir. E iba a sugerirle a Nike que buscara donantes en la Thuban, que se lo dijera incluso al hermano de Bruce –ya todos conocían que era Walter Hope- y buscaran auxilio en cualquier parte. Pero se dio cuenta de que Nike no la seguía.
─“Perdona, corazón mío. Estaba distraído.”
─“¿Qué pensabas?”
─“Estaba haciendo cuentas. Lo de donante anónimo no me encaja. Mira, no puede ser alguien que haya fallecido. En este mismo pasillo hay dos hombres con necesidad de trasplante y la lista de espera no puede haber ido tan rápida. Un donante vivo que no conozca a Luke es absurdo. Todos los que aquí estamos nos hemos hecho las pruebas y no hemos podido. Al fin hemos localizado a James, pero Rosa y él cogen el avión mañana y no pueden ser. Se me ocurren Anne-Marie o Brandon, pero él apenas lo conoce y me dice el corazón que ha sido ella.”
   Las palabras de Nike llegaron a Herbert Protch, que se levantó enseguida.
─“Nike, yo no sabía si decírtelo o no, pero si sigues conjeturando en voz alta van a oírte todos, así que he preferido hablarte y rogarte silencio. Anne-Marie ha pasado por Deanforest esta noche. Le conté lo de Luke y decidió hacerse las pruebas y, sí, ha sido ella, pero no quiere que se sepa. Yo no os he dicho nada, ¿de acuerdo?”
   Así que había sido Anne-Marie. Nike se dio cuenta en ese momento de cuánto la apreciaba. Tuvo que abrir la ventana para llorar sin que le viera nadie. Siempre había sabido que tenía un corazón que se dejaba la sangre por las personas que quería. E iba a ser ella precisamente la que salvara a Luke. Porque se iban a salvar, ahora estaba seguro. El resto de su existencia se lo pensaba pasar en devolverle la amistad y en mantener en ella a rojo vivo el acero de la felicidad.
   Fue una noche de infieles intentando recordar plegarias. Lucy y Nike eran los más confiados y serenos. A ratos bajaban a tomarse un café y a asegurar a Herbert que no pasaba nada porque lo supieran, que si Anne-Marie decía algo, él podía responderle que Nike lo había averiguado. Echaba de menos a su mujer, pero ésta se había quedado a cuidado de los niños esa noche, ya que Olivia iba a pasarla con todos en una sala de espera o, si les llamaban la atención, en la cafetería. A ratos daba una cabezada recostada en los hombros de su hermano, que la miraba con ternura, mientras su señora la contemplaba segura de que con Gerald encontraría ya el carril donde estaban las nuevas piedras que mantendrían firme el edificio de su futuro. Pero la señora Oakes y él a ratos se perdían y mantenían diálogos que evidentemente querían privados. Bruce mantenía su esperanza. Haber visto la luz había ahuyentado el fantasma de la muerte y le había dado la seguridad de que Luke seguiría el mismo destino. Y eso repetía a Miguel y a John, que permanecieron toda la noche inquietos y taciturnos.
   Allí estuvo también Samuel al pie del cañón, aunque Nike intentaba convencerlo de que se fuera a casa. Pero argumentaba que había telefoneado a Susan y que esa noche no iba a dormir, que llevaba años siguiendo los pasos de su querido Tres y que no podía ahora abandonar a Luke en su gran batalla por existir. De igual modo Richard iría al trabajo sin dormir mañana. No lo decía pero él no tenía fe y quería acompañar a Luke en su último viaje y consolar después a su querido Nike. Nigel tenía pocas esperanzas pero veía a Lucy y a su marido cansados pero impertérritos y confiaba en su fe más que en los médicos.
    Nike tomó esa noche muchos cafés. Estuvo bajando al bar una y otra vez, en muchas ocasiones con Lucy, y en una de ellas, observaron la llegada de Brandon, que no sabía por dónde moverse pues Anne-Marie le había dicho que no quería que los demás se enteraran. Lucy lo llamó para que se sentara con ellos.
─“Sabemos por qué estás aquí, Brandon. Nadie nos lo ha dicho. Lo hemos averiguado.”
─“¿Lo saben los demás?”
─“No.”
─“No sé por dónde moverme. Cuando luego sea trasladada a una habitación, todos me verán.”
─“Invéntate que se dislocó un brazo o algo así –le dijo Nike- y entretanto quédate aquí. Yo llevo un par de horas dando paseos y de tanto en tanto yendo a la sala de espera, a ver si me informan. Cuando se sepa algo, vendré a avisarte. Y no temas nada. Anne-Marie tiene una constitución fuerte y enseguida se recuperará. Por más que quiera, no podré encontrar palabras con que agradecérselo.”
─“Seguramente quería el secreto porque no las desea. Si le demostráis que lo sabéis, tened cuidado y no abrumadla.”
  Pero estaban más tiempo en la puerta del quirófano, que ya conocían cuál era. Lucy daba varios viajes a la sala de espera. Los demás pensaban que ella y Nike no podían soportar sentados la tensión y estaban paseando por las afueras. Brandon los acompañaba. Lucy le preguntaba por su reciente viaje por Europa y él a duras penas lograba mantenerse aferrado a esos recuerdos y estaba hablándoles ya de Praga, su último destino, cuando vio salir dos camillas y en ellas Luke y Anne-Marie. Ella iba a la tercera planta; él a la cuarta. Aturdieron con preguntas a los enfermeros, que no podían decirles mucho, pero parecía que ambos estaban bien. Brandon se separó de ellos y se fue con su novia. A Luke lo colocaron en una habitación para él solo. Al ver llegar la camilla todos se levantaron a la vez, hormigas que ahora no sabían qué dirección tomar. Sólo Lucy pudo entrar en la habitación. Su marido dormía, pero era evidente que descansaba en el sueño de la salud. Pronto vino un doctor a informarles de que la operación había sido un éxito. Ahora era necesario observar la evolución y estar atentos a un posible rechazo pero de momento todo parecía marchar a las mil maravillas.  Lucy intentó convencerlos a todos de que marcharan a dormir un poco. Nike declinó. Pasaría el resto de esa noche en la cafetería o mendigando en las afueras. Entonces habló Miguel.
─“Estos días el clima ha estado muy seco y no he podido aprovechar la lluvia para ducharme. He tenido que ir a los baños públicos de Temple Road. Pero he recordado que John me contó unas palabras de James cuando el infarto de Bruce. Mañana todos querremos abrazarlo y la higiene es imprescindible. En fin –su mirada se dirigió a Herbert Protch-, soy un cascarrabias incorregible, y echo de menos estar con todos y con la gente que nos quiere y que quiero. Ya es hora de saldar viejas deudas, Herbert. John y yo podemos ir a ducharnos en el palacete y después dormir allí. Y mañana, bueno, se acabaron absurdos remilgos, entraremos en Deanforest y saludaré a Maude, y hasta puedo desayunar con vosotros antes de volver aquí.”
─“Abrázame, Miguel –dijo Herbert emocionado-. Mi mujer y yo teníamos tantas ganas de recibirte al fin en nuestra casa.”
  Nigel se llevó primero a Lucy y a Nike, que iban a pasar la noche con Luke y debían estar limpios, mientras Richard se quedó con él en la cabecera. Después, ya ambos de vuelta, se los llevó a todos en dos viajes. Maude estaba despierta cuidando a los niños y esperando noticias. Creía que su marido la telefonearía y grande fue su sorpresa al verlos llegar a todos juntos y a Miguel con ellos. Pronto supo las novedades y mirando a Paul y Kirsten, lloró de verdadera felicidad y después se fundió con Miguel en un sentido abrazo de recibimiento.
   En la habitación, Luke respiraba rítmicamente y al fin despertó con el lubricán. Lucy miraba por la ventana y lo oyó decir:
─“Estoy vivo.”
─“Claro que estás vivo, Luke. Lo peor ha pasado, mi amor. Ahora a recuperar fuerzas y a vivir otra vez.”
─“Sí, ahora creo que sí. Que de verdad me quedo más tiempo con vosotros.”
    No sabía si contarle la visión que había tenido Nike.       Quizá no fuera el momento. Ahora tenía que pensar de nuevo en la vida.
─“Ardo en deseos de besar a nuestros hijos. Y de pasear de nuevo por el Arrabal.”
   Algo tenía que contarle, aunque fuera amargo.
─“Te lo tengo que decir, Luke. Miguel ha dormido estos días en la “casa” y ha hablado con frecuencia con los Proscritos. Hace más de una semana que no ven a Ted. Es posible que nos hayamos quedado sin gatos.”
─“Entonces Ted se ha ido en mi lugar. Pero quiero volver a dar paseos por allí, ver los puentes, el río.”
─“Pronto estarás otra vez en casa. Hoy viene tu hermano. Igual necesitas pasar un tiempo con él antes de volver al bar o volver a mendigar.”
─“Mi hermano no ha llegado aún, ¿no?”
─“Rosa y él llegan hoy.”
─“No ha podido ser el donante. Ni su mujer. No paro de pensar…”
─“Luke, ahora no creo que sea conveniente elucubrar.”
   No le querían decir nada. Le hicieron creer que era un donante anónimo.
─“Te dejo solo dos minutos. Voy a avisar a Nike.”
   Cuando entró se lo encontró consciente y no demasiado depresivo.
─“Lucy me ha contado que ha estado mirando por la ventana viendo el cielo estrellado, amor mío. Y yo he estado haciendo lo mismo abajo. Quería contemplar el impresionante Orión, que vencerá en su batalla como tú has vencido ya en la tuya. Y con él lucían con nueva fuerza las estrellas de Bruce, de Miguel y de John. Cuando dentro de muy poco se vuelva a ver Leo, veremos este año resplandecer a Denébola con mucho más brillo.”
─“Gracias, amor mío. Ahora sí que empiezo a creer que me he salvado, que seguiré mucho tiempo con vosotros.”
─“Recuerda también que eres el Mendigo-Árbol. En una época oscura perdiste la copa, pero te quedaban las raíces. Estamos en otoño, y un árbol como tú ha de perder alguna que otra hoja, pero volverás a brotar y no tienes que esperar siquiera a la primavera.”
   Después de un rato, volvió a cederle el sitio a Lucy. Al salir se encontró a la señora Oakes esperándolo.
─“Vamos a la cafetería, Nike. Tengo que hablar contigo, pero que sólo lo oigas tú.”
   No sabía de qué, pero tenía miedo. El bar estaba vacío y ese mismo desierto lo deprimía.
─“Anoche tuve un sueño, Nike. No es exactamente una visión, pero como en muchos sueños se te quedan grabadas unas palabras. Yo escuché esto: “Te apagarás cuando  muera la sombra”. Esta mañana al despertar no entendía nada, pero esta tarde hablando con Miguel, éste me ha contado que ha desaparecido Ted. Tú te preguntarás cuál es la relación. Nike, llevamos años llamándole a nuestro gato “nuestra sombra nocturna”. Ha muerto, seguro. Y yo voy detrás. La tercera parte del vaticinio sí se va a cumplir.”
   No pudo soportarlo. Lloraba a mares, sollozaba, se ahogaba.
─“Es lo mejor que me podía pasar. De pequeña no sé qué sueños tenía, pero no pensaba vivir como mendiga. Pero mendiga he sido y en la calle me he pasado más de cincuenta años. Y al final he tenido una hija, una nieta, dos bisnietos y muchos compañeros a los que es imposible expresarles cuánto los he querido. Pero piensa que dentro de poco cumpliré 79 años. Todo lo que ha valido la pena la vida se puede ir al garete si acabo inmovilizada, con achaques que consigan que a última hora mi libertad gozada acabe en esclavitudes. Dentro de poco no podré andar, y ¿quién se va a hacer cargo de mí? Podrían llevarme a otro lado pero no es justo morir lejos de vosotros. Y no podría soportarlo. Para culminar una vida feliz, y como sé que me quieres, Nike, piensa que la recompensa sería morirme ya.”
─“Comprendo lo que dices, Madeleine. Pero cielo santo –dijo completamente angustiado-, ¿qué vamos a hacer sin ti?”
─“Eres fuerte, Nike. Otro me habría dicho que los demás cuidaríais de mí, que Olivia iría sola a la calle y que habría siempre alguien cuidándome, pero tú no me dices nada porque comprendes, aunque sea con amargura, que morir ahora es lo que deseo. El mismo día que te conocí te dije que quería morir en la calle. Mira, a Olivia la estoy haciendo a la idea poco a poco de lo que me va a pasar y además de su hija y toda su familia, ahora se apoyará en Gerald. Pero todo esto te lo estoy diciendo a ti porque eres el más fuerte. Y la Conmoción en tu caso es la fuerza, la fuerza con la que has ido saliendo de todos los abismos. Y ahora esa misma fuerza los sostendrá a todos. Tú serás el puntal, la columna en la que confío para que estén bien cuando llegue lo inevitable. No siempre es un Horror la muerte. Me llorarás, claro, pero a la larga recordarás esta conversación y sabrás ver que viví como quise y que la muerte sólo contribuyó a hacer más válida mi vida. "
─“Estoy desesperado. Ahora con lo que me has dicho no puedo encontrar consuelo. Pero no voy a ser injusto contigo. Necesitas que te dé cierta seguridad. Al menos de mí puedes despedirte. Confía en mí, Madeleine.”
   Entretanto en la habitación Luke acababa de soñar con luz, cuando al abrir los ojos un resplandor de alegría le hizo contemplar de nuevo el rostro de su hermano. Rosa de Lima venía con él.
─“James.” –exclamó alborozado.
─“Luke –y le dio un fuerte abrazo-. Cielo santo. Me han contado lo que ha sucedido estos días. Afortunadamente vuelvo a verte cuando ya todo ha pasado. Ahora sé que te recuperarás.”
─“Estoy bien. Habladme de vuestro viaje y pensaré en otras cosas. No puedo salir de esta cama, pero puedo desplazarme con vosotros a San Pedro Nonualco.”
─“San Luis Talpa –dijo Rosa-, es también del departamento de La Paz, pero más al suroeste.”
─“Hemos estado construyendo una escuela. Está casi acabada. Cuando vayamos allí el año que viene, la veremos completa. Pero en estos proyectos se siente uno infecundo. La educación es vital pero no hay infraestructuras. Nosotros las creamos, pero nos falta financiación. Necesitamos un filántropo, un mecenas que sienta las necesidades de los niños centroamericanos y nos sufrague. Entretanto, buscamos recursos donde podemos, pero hay veces en que lloras de impotencia.”
─“Si no viene el dinero, deben venir gentes como James –comentó Rosa-, que hacen mucha falta. Es lo que siempre le digo.”
   Y Rosa y James también estuvieron allí todo ese mes de octubre. Los días pasaban tediosos pero esperanzados. Paul y Kirsten ya supieron que en pocos días volverían a abrazar a papá Luke, pero sus padres no quisieron llevarlos al hospital. Lucy supo que antes del alta de su marido tenía algo más que hacer y echándole valor se acercó al fin a la tercera planta buscando la habitación de Anne-Marie.
─“Hola” –fue capaz de decirle con los ojos llorosos.
─“Lucy, Brandon me ha dicho que lo sabéis, pero por favor, estoy aquí por una operación en el brazo, recuerda. No sé lo que saben los demás, pero hace un rato pasó por aquí la señora Oakes. Es imposible ocultarle nada.”
─“Te diría muchas cosas, pero sólo te voy a preguntar cómo te encuentras.”
─“Enamorada. Esa es la respuesta. Estos días son más llevaderos si sólo pienso en eso. Por lo demás… mira, Lucy. Yo tenía una gran impresión de tu madre y de ti. Más tarde pensé que estabas influenciada por Luke y al final he visto que era justo al revés. Influenciabas para bien a Luke, como a todo el que te conoce. Sabes que durante años me poseyeron los celos, pero tenía que veros. No sólo por lo que siempre he querido a Nike, sino también a vuestros hijos. Todos sois ya una segunda familia para mí. Y ahora por favor, hablemos de otra cosa.”
   Y estuvieron media hora hablando de viajes y Lucy confirmó que en Anne-Marie tendría ya una amiga para toda la vida.
   Nike no se había atrevido a verla todavía porque pensaba que iba a ser incapaz de no llorar y sabía que ella no necesitaba precisamente lágrimas o agradecimiento, pero al fin entró. La vio cansada, pero animada, Brandon cogiéndola tiernamente de una mano, hasta que al fin se retiró para que los dos pudieran hablar.
─“No te voy a decir lo que temes, pero he de esforzarme por expresarte cuánto te quiero.”
─“Nike, sé que estás abrumado y tenemos que tocar el tema que no quiero tocar. Pero palpémoslo de costado. Mira, una vez te dije que no creo que nunca llegue a mi motivo de Verôme. Pero por lo que os he entendido éste no significa necesariamente hacerse mendigo, ¿no?”
─“No –le respondió inseguro-, no sé mucho de esto, pero yo lo veo como un momento en la vida en que te sientes sacudido cuando encuentras qué es lo verdaderamente importante.”
─“Mi motivo de Verôme entonces puede haberme llegado dos veces. En Barcelona me he enamorado de Brandon. Ahora hablaremos de esto todo lo que quieras. Pero ha debido alcanzarme una segunda vez. Será que mi corazón se sitúa ahora en el punto exacto y me hace ver al fin no sólo a quien amo sino a quienes quiero y mucho. No eres solamente tú, o tu mujer o tus hijos. Al final he descubierto cuánto quiero a Luke. Sí, Nike. No podía dejarlo en la estacada si podía hacer algo por él. Espero que él no lo sepa al menos.”
─“Es imposible que no lo descubra. Acabará averiguándolo como lo averigüé yo. Brandon no me dijo nada. Es muy inteligente y no para de hacer cábalas.”
   En quince días, Luke ya no pudo soportar la cama y empezó a dar paseos por los pasillos. Lucy y Nike vieron que al fin había hallado lo que buscaba: la habitación donde estaba Anne-Marie. Y a mediados de octubre entró un día en una hora en que se encontraba sola, uno de los pocos momentos en que no estaba allí Brandon. Al verlo entrar, lo miró indecisa hasta que se quebró en un llanto turbulento y haciéndole eco él se derrumbó también.
─“Ahora que te veo, no sé qué decir –balbuceaba Luke, derramándose-. Mejor te pregunto cómo te encuentras.”
─“O hablar de lo que inevitablemente hemos de hablar. Te lo han contado, ¿no?”
─“No. Lucy y Nike intentaban disimular diciéndome que estabas ingresada por un brazo dislocado. No sé cómo has conseguido estar aquí y no en el pasillo donde estamos los demás enfermos de riñón. Pero era inevitable que hallase por mí mismo la solución. Por no hablarte de lo que tú sabes, intentaré decirte lo que nunca te he dicho. Cuánto te he querido siempre.”
─“Eso lo sabía, Luke. John y Nike me lo contaban. Y siempre me preguntaba por qué. Han hecho falta muchos años para darme cuenta de lo mucho que también te he querido siempre. Mil veces me has hablado de cosas que si los celos no me hubieran ensordecido, me habrían hecho recapacitar. Mas ahora soy una mujer feliz y ya me llega el recuerdo de todo lo que he aprendido de ti estos años. Quiero a Nike y ahora puedo decirlo, a toda su familia, a toda, Luke. Me veréis más a menudo en el arrabal.”
─“Algún día tienen que saberlo mis hijos. Espero que no te molestes.”
─“Algún día, Luke. Ahora espero que Lucy, Nike y tú seáis bastantes. Pero hay muchas cosas de las que hablar. Por favor, hablemos de ellas.”
─“Te pido permiso para venir a verte cada día.”
   Y Luke entraba en su habitación en varias ocasiones todas las mañanas, a veces con Lucy y con Nike y si no estaba Brandon, el tema de conversación era muy fácil: él, y por no hablar de un riñón perdido, hablar de un corazón recuperado. Pronto pasaron varias horas al día paseando por los jardines, Luke y Anne-Marie cogidos de la mano, tiernos y de mutuo cariño fragantes.
   Al fin el 30 de octubre le dieron el alta. Todos le recomendaron pasar al menos un mes recuperándose en casa de su hermano y el Mendigo-Árbol aceptó sin rebeldía plantarse un tiempo en el lugar donde habían brotado sus primeras raíces. Allí pudo por fin abrazar de nuevo a sus hijos y la ternura volvió a ser puente de su corazón a sus ojos, aguas atravesadas por un pasadero de calma y supervivencia.
   A casa de James subían cada día Olivia y su señora y mientras la primera hablaba con Luke, la señora Oakes se dedicaba a conversar con Kirsten, que a veces le hacía preguntas difíciles:
─“¿Por qué estos días no se ve Antares?”

3 comentarios:

  1. Quien menos esperábamos los lectores (al menos o), será quien salve a Luke...
    Miguel aceptará por fin ante H. Protch ir al Palacete a dormir y a Deanforest a conocer a Maude...con lo cual se cierra el círculo del 8+8. Es necesaria la higiene para entrar a ver a Luke, deben asearse y hasta quedan en desayunar con los Protch.
    Bonitas palabras de Nike a Luke.

    ─“Recuerda también que eres el Mendigo-Árbol. En una época oscura perdiste la copa, pero te quedaban las raíces. Estamos en otoño, y un árbol como tú ha de perder alguna que otra hoja, pero volverás a brotar y no tienes que esperar siquiera a la primavera.”

    De pronto nos embarga la pena cuando la Sra Oakes le cuenta un sueño a Nike que considera la tercera parte del vaticinio, y que le concierne a ella...
    Pequeña y amorosa conversación entre Lucy yn anne Marie, ya amigas para siempre.
    Luke y Anne Marie: cariño a raudales.
    De nuevo, todo en orden...
    Inor




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  2. Hay tanto sentimiento y amor, que me has hecho llorar.
    No podía imaginarme que fuera Anne Marie, la donante, ha llegado a comprender cuanto quería a Luke, para hacer algo así por él.

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  3. Se agradece al escritor su maestría y valentía al tratar temas profundos en una trama vivencial, y solo hay que empezar a leer un poco para descubrir su trascendencia. Yo me quedo con su sentido vital, con su sensibilidad. Son dos las partes en las que se estructura el capítulo, y pivotan en dos personajes, Anne-Marie y la Sra. Oakes, las dos ante un dilema, una en la perentoria disyuntiva, basada en una actitud de amor altruista, y la otra ante una asunción clara y valiente no exenta de reflexión y responsabilidad, estas dos posiciones vitales que convierten al capítulo en el desarrollo de dos pensamientos en los cuales gravitan las protagonistas. El autor con ética y responsabilidad es capaz de transformar el relato en una hermosa y humana reflexión, una asunción del destino en conciencia y valentía, escrito para que vayamos, quizá, allí donde las palabras todavía no han ido jamás. En un punto donde se cruzan literatura y humanidad, se nos obliga a parar, cerrar los ojos y pensar, mascullando, para nuestros adentros, esas opciones vitales. Recuperar la vida o dilucidar sobre ella, así como rescatarla por afecto, son las propuestas fundamentales de un capítulo que es, también, una reflexión sobre la moral.

    Todo lo que no se da, se pierde. Quien menos se esperaba, un verdadero golpe de efecto en la historia, Anne-Marie, sorprende al lector al ofrecerse. Ella llevaba la savia que le faltaba a Luke. Un gesto que obedece a aquellos sentimientos de generosidad y altruismo que son dos de las mejores características del género humano. Anne-Marie, se dibuja como una persona cercana, conocedora de su instante vital, y generosa, olvidando el pasado y sus rasguños, limpia de resentimientos, con la nobleza que le da querer ser anónima en su altruismo. Pero ese anonimato no durará mucho, es Nike quien deshilacha la madeja y con él el resto de los tres, creando una sinergia de visitas y encuentros, en los que tras el velo de las pequeñas palabras se adivinan y posicionan los afectos. Una lección de vida conmovedora.

    Puede decirse que el ser humano tiene en su mano ser noble y altruista, podemos creer con certeza, que entre las posibilidades que tiene a su alcance se encuentran también esas hermosas opciones, la tendencia de procurar el bien, el bienestar e incluso la vida a otro semejante, eso es altruismo. Es ese don anónimo y virtud solidaria la que puede florecer en cualquier circunstancia. Y si esta fe mía tuviera necesidad de una confirmación, la encontraría en este relato.

    La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, más solo puede ser vivida mirando hacia adelante.

    "Anoche tuve un sueño, Nike....Yo escuché esto: Te apagarás cuando muera la sombra....ha desaparecido Ted....nuestro gato, nuestra sombra nocturna...La tercera parte del vaticinio sí se va a cumplir.....Es lo mejor que me podía pasar".

    Afrontar la vejez es difícil, humaniza el alma no querer ser un lastre para los que en respuesta moral y afectiva puedan cuidarnos, vernos impedidos, ser menos uno mismo, dependientes de los demás, ajenos a lo que fuimos, solos e impotentes ante la espera. Es un sufrimiento de orden espiritual, donde el dolor muchas veces no alcanza la superficie del lamento, en este pensamiento se llega a no temer a la muerte. El apego a la vida suele ser más fuerte que todas las miserias del mundo, el querer la vida no implica más que el que se la quiera, es una esencialidad del querer, a la luz de la voluntad de vivir y la voluntad de morir. ¿Aquello que queremos es realmente la vida o simplemente vivimos para liberarnos de ella?. No esperar por el dolor a la muerte inevitable, no al sufrimiento en vano y sin recursos, representa una inteligente decisión, tomada con madurez y hecha con pleno conocimiento de la situación. Aquí cada uno es libre en reflexiva o en interrogativa de leer esta frase.

    Un capítulo con mayúsculas, un homenaje a los que amamos leer, reflexivo sensible, emotivo, y en momentos duro. Léanlo y no se arrepentirán, Seguro.

    Pol

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