CAPÍTULO XXIX: BREVE CANTO PARA ACUNAR EL CORAZÓN DE UN HOMBRE



   Así que las nubes ya no crearon música. Acaso el viento se las fuera llevando a otra ciudad; acaso, desangradas, no les quedaran más lágrimas que destilar esa noche. En esa silenciosa paz de los regresos fatigados, las piernas terminan hallando su acomodo, pero aquella primera vez no sabía cómo colocarme a gusto en mi tienda, las ropas empapadas, los pies atravesados por mil agujas impías. Creía que me iba a costar trabajo conciliar el sueño; es lo que siempre me ocurre los días que me acuesto cansado. Sin ganas de leer un rato, no abrí el libro que me había dejado John y me puse, en cambio, a recordar todos los episodios de ese extraño día en que me había cambiado la vida. ¿Para siempre? Estuviera o no en mis manos, yo iba a hacer un esfuerzo. Sabía bien que de tornarme, todo volvería a ser desierto. Quedarme allí… pero ¿cómo me habría comportado? ¿Qué habría pensado Luke de mis primeros pasos?

   Apenas diez minutos y ya volvía a contemplar su sonrisa lacrimosa. Me había traído dos mantas, una verde clara y otra castaña, como sus ojos. Entonces me miró sereno, me tocó los hombros y me roció con el aroma de unas palabras, un cántico cadencioso que me envolvió toda la noche como una tercera manta.
−“Qué dignidad y qué belleza, Mendigo.
    Cómo has empezado el día y cómo lo has terminado.
    Qué dignidad…
    Ni te ha derrotado el Hambre ni te pudo la Vergüenza.
    Qué belleza…
    Se han ido dorando las calles con los filamentos de tu corazón puro.
    Qué dignidad y qué belleza, Compañero.
    Y qué honor que me hayas permitido vivirlo contigo.”


 
      Desde esa hora, Luke para Nike, y Nike para Luke, debieron pronunciar las palabras Mendigo y Compañero con musicalidad, con énfasis en la primera letra, sólo el uno para el otro, siempre en mayúsculas. Nike lo abrazó, por no besarlo, entre lágrimas y arrumacos. Al fin se separaron por esa jornada. Ya conocía la opinión de su compañero. Luke le había traído unas mantas, una canción de cuna, un espejo en el que se podía ver su corazón estremecido. “No te preocupes, Compañero, te despertaré antes de las 5. Si mañana no te ves capaz de andar, ya veremos qué se puede hacer. Pero ahora duerme en la paz que te has ganado.” Y el octavo mendigo, a pesar del hambre y el cansancio, no tardó en llevar sus ojos al necesario abandono, a la serenidad del descanso.
   Luke volvió a la tienda sin saber qué palabras decirle a su mujer que expresaran lo que sentía. Lucy estaba cenando con ellos la misma hambre. Paul, ahora que ya notaba que no faltaba nadie, dormía la primera noche de verdadera paz de su existencia, en su primera cuna, bien abrigado, en sueños quizá tan pequeños como sus ojitos.
−“¿Qué te podría contar, mi amor? Me he quedado sin palabras.”
−“Veo en tus ojos una felicidad extraña. Estás conmovido.” −fue la sentencia de Lucy.
−“Mañana con más tiempo te contaré todos sus pasos. Qué digna manera de, queriendo que éste sea su horizonte, dirigirse hacia él. Se ha ido encontrando con todo: el hambre, la derrota, el cansancio, el frío. Pero nada lo ha abatido. La amistad era siempre su brújula, y en sus últimos pasos, a qué bello norte han apuntado. Ha habido un par de momentos en que preferí llorar por no abrazarlo estremecido y perderme en palabras para él que no estarían aún suficientemente maduras. Que mañana decida qué camino prefiere recorrer pero que esta noche la duerma en paz. Se lo ha merecido.”
−“Quiere a ese hombre.” −dijo Lucy al fin, dirigiéndose a su marido.
−“Te aseguro que ya lo quiero, mi amor.” −respondió él.
−“No es suficiente. Quiérelo más.”

7 comentarios:

  1. Que tal que se le vaya la mano con tanto amor.

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  2. aiiinnnsss... No podía esperar otra respuesta que no fuera esa!!! Bella y valiente Lucy, que conoce a Luke como a ella misma. Eso es verdadero amor :)

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  3. Realmente bello, cuanta sensibilidad, me ha encantado!!

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  4. [Tariq5] Me ha gustado especialmente la última parte del capítulo, el amor que profesa Lucy y sus sinceras palabras, ya que éstas son las que, en la realidad del mundo, uno espera oír de la persona a la que ama.

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  5. Luke-Nike, Luke-Lucy, ........ Luke-Lucy-Nike.

    Cuando algo o alguien está en estrecha vinculación con otro y es atraído por su fuerza interior se dice que está en su órbita. La Tierra y Neptuno orbitan ahora alrededor del brillo de la estrella de Leo, Denébola.

    La belleza, aunque patente allí donde está, gusta de ocultarse, y para su descubrimiento son necesarios unos ojos enriquecidos por la luz del espíritu. Para valorar la belleza no es suficiente que caiga bajo nuestra mirada, son imprescindibles las resonancias interiores que den sentido y vida a lo que estamos observando, el autor, con su cadencia y armonía restaura en nuestra memoria esas dulces remembranzas.

    Eres escritor aunque no lo sepas, aunque no quieras ostentar ese título, y ese sin saberlo, y ese no querer, te da más autenticidad, por la forma de amar y crear tu novela, porque conviertes la habilidad en talento, porque posees la innata traza de concretar las ideas del espíritu, eres escritor, si, porque todo eso lo das a los demás con la generosidad del sencillo, solo hay que leer este capítulo para quedar transido con la belleza que desde el título hasta el punto final donas como en un descuido, con generosa humildad, a modo de ofrenda para el espíritu de quien lo quiera leer.

    Pol

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