CAPÍTULO XXI: EL MENDIGO LUMINOSO



   Nuestra gran estrella amarilla debía estar siguiendo su carrera por el sur, en su mayor altura. Yo no era capaz de sentir su luz, y mentiría si dijera que notaba siquiera su calor. Y aunque llevara millones de años realizando el mismo recorrido, la miraba sin poder creer que no se hallara desorientada como yo. Pero en mi caso podía ser que el Universo, después de desviar mi camino, me hiciera ahora caminar por ya no sabía qué Eclíptica. Pensé que el gran astro del día habría tenido tiempo al menos de ver cómo una pequeña estrella rivalizaba con su fuego aquí abajo. Y en mi corazón, que había descubierto esos días sobradamente, todos los surcos se abrían para hacerle un lugar a ese diminuto rey para siempre, y se separaban como los pétalos de una flor, que al recibir el calor del sol, dolieran con fuerza. Así que había llegado al arrabal sin capacidad de ver ni oír y me iba con tan grande padecimiento que no podía sentir ni pensar. Finalmente seguí a John, no sé si llorando, pero con los sentidos embotados.

   Su tienda me sorprendió por lo grande y limpia, y por su deliciosa temperatura, un oasis de frescura en aquel torrente embriagador de agosto en llamas. No sé cómo se las arreglaban Miguel y él para disponer de un espacio para una espléndida biblioteca en aquella miseria. En una esquina de la tienda conté al menos 30 tomos. John sabía qué libro buscaba y lo localizó en menos de un minuto: Introducción al cosmos estrellado, se llamaba.
−“Cuento con cinco o seis libros sobre las estrellas y éste ya no lo miro, desde que me vine al hemisferio norte. Quédatelo, Nike. Es fácil de entender y encontrarás dibujos de las principales constelaciones y sus estrellas. Sabrás como reconocer a Leo y a Zosma, la tuya. No creo que ya puedas pasarte sin ella.”
−“Gracias, John. Lo leeré con bastante placer y ya no podré olvidar los días que he estado aquí con vosotros −no pude evitar decirlo llorando−. Quiero ver Leo. Pero en estos momentos mi interés no es ver Zosma, sino la estrella Régulo. ¿Cuándo se ve?”
−“Siempre es difícil responder a esa pregunta. Si quieres verla, digamos, al amanecer, podrás observarla bien en diciembre. De diciembre a mayo, creo que dice también este libro. Pero si esperas a las 2 de la mañana también podrás verla en enero. ¿Te vale?”
−“Lo recordaré. Mi camino será más llevadero con su luz.”
−“Nike −se notaba que lo que quería decirme era difícil. Tragó saliva varias veces, hasta que venció su natural desconfianza ante cómo me tomaría lo que iba a comentarme−, de verdad me gustaría que leyeras este libro. Tómalo. Pero en realidad más que traerte hasta aquí… bueno, te he retirado de allí. No sé cómo decirte esto. Pero tengo que hacerlo. Si no te hubiera apartado, todos podrían haber visto lo que se leyó en tu cara tan claramente durante unos segundos que… en fin, perdóname, Nike, pero creí notar amor y…”
−“Gracias, John. Pero por favor, no sigas. Déjame que sea yo el que te lo diga. Al fin y al cabo me gustaría que alguien lo supiera: estoy enamorado de Luke.”
−“En estos días te me has hecho muy grande, amigo mío.”
−“Hasta estos días quizá nadie me hubiera llamado amigo mío. John, la vida es toda una ironía. Hace años te insulté por lo mismo que ahora estoy viviendo yo…”
−“No quiero que te marches con esa duda. Nada guardo ya en mis recuerdos de aquel Nicholas que te espanta. Ahora recordaré con placer sólo al Nike que ha estado con nosotros estos casi once días.” − Súbitamente comprobó que había dejado una linterna encendida y que se estaban mezclando las claridades. Pero John observaba sonriente; estaba retirando a un lado la luz ambigua; Nostálgico, esperé silencioso mientras evitaba meditar; brilló, repentinamente inquieta, la larga ojera de la anterior noche insomne. Pero quería decir algo que me bullía y que había estado largamente pensando si soltar.
−“John… no sé si entre nosotros dos queda algún infausto recuerdo del pasado. Pero en los días que he vivido aquí no sólo he sentido arrepentimiento y amargura. He aprendido a quereros. A quereros tanto que ya no creo poder vivir sin vosotros. Esta pasada noche casi no he dormido. Mira, me alegro de que me hayas traído aquí. Alguien tiene que saberlo. Después de largas reflexiones decidí quedarme con vosotros, quedarme para siempre…”
−“No sé si este mundo es para ti, Nike.”
−“Yo tampoco. Pero te puedo asegurar que ahora mismo no sé cuál es mi mundo. Me han faltado cosas que conocer, pero sé que con vosotros he tenido todo aquello de lo que siempre he carecido, y que nada de lo que podrías llamar mi mundo en estos momentos me atrae lo más mínimo. Me voy sólo porque no tengo más remedio. Verás: pensando en vosotros uno a uno finalmente llegué hasta Luke, y ahí tuve que detenerme sacudido. Pero quiero contártelo todo desde el principio, si Anne-Marie no pierde la paciencia y entra a por mí. Todo ocurrió el día que lo conocí −y ahí tuve que sonreír irónico−, el día de mi cumpleaños. Me dijiste la otra noche que no me habíais hecho ningún regalo. Ay, John, no han sido sólo la Estrella Polar y Zosma. El día que cumplí 29 años también se me regaló el amor. Supongo que fue lo que suele llamarse un flechazo. Pero ya entonces comprendí con dolor que él estaba emparejado e iba a ser padre. Aún así no pude dejar de ver lo que era indudable y en dos días, no sé si es mucho o poco tiempo, me tuve que rendir a la evidencia: lo amaba. Hablamos de amistad, y esto es ahora mismo lo que más me duele. Porque no sé cómo mantenerla. Me queda el recurso de visitaros, claro, pero no sé si esto en apariencia tan simple podré hacerlo. Por Luke. Mira, lo que vi anoche es que él no me necesita. Es decir no necesita a un hombre que lo ame. Igual le hace más falta un amigo…”
−“Alguien que lo escuche en sus pequeños problemas y…”− Y ahí tuve que pararlo. Estaba más en su mirada que en lo poco que decía. Pero era evidente. Y yo no pude consentirlo.
−“Mírame atentamente, John. Luke no es un niño. Y Lucy tampoco es una niña. Los dos saben bien hacia dónde caminan.”
   Como el fuego que arde con seguridad en la misma vertical hasta que una ráfaga de viento lo desvía de su trayectoria y lo inclina a otras direcciones, su cara parecía haber estado soplando con firmeza en una opinión sólida durante meses, cuando de repente vaciló, y finalmente su rostro, que ya no sabía qué desconcierto dibujar, pareció asentir a mis palabras.
−“Creo que tienes mucha razón, Nike. El Luke de los primeros meses era como tú lo ves, cuando podía permitirme el lujo de hablar con él y conocerlo. Después Miguel sintió celos de nuestros conciliábulos, y nuestras charlas fueron menguando.”
−“No lo sé, John. ¿Cómo voy a saber yo, mejor que vosotros, como es Luke, si sólo he pasado unos días aquí? Pero así es como lo he visto. Antes incluso de ser consciente del amor que sentía. Pero al notar anoche que un día podría incluso despreciarme, decidí sólo entonces que me marchaba. Porque también están Lucy y Paul. Ella ha sido mi más grata sorpresa estos días. Hasta que la conocí pensé que no la iba a querer. Pero ahora se me ha vuelto imprescindible. No sé cómo explicarte esto. Sólo te puedo asegurar que he llegado realmente a apreciarla, y mucho. Para que me entiendas mejor, te diré que para mí Lucy y Luke son sagrados, que no quiero ser una sombra en su camino. Me gusta que se amen y no quiero mancharlos. Y no se necesita un enamorado que de tanto en tanto oscurezca su sendero de amor profundo. Y menos ahora que tienen una vida de la que ocuparse” −y en ese punto me derrumbé. No sólo era perder a los siete. Comprendí que el pequeño rey, al que sólo había contemplado diez minutos, iba en adelante a ser mi herida más profunda. Después de un rato en que estuvo intentando tranquilizarme, comprendiendo cuánto me dolía marcharme, John me dijo:
−“Ahora que me has hecho recuperar la visión que una vez tuve de Luke, te diré, amigo mío, que siento tu dolor y que te comprendo. Que yo no creo que un hombre como él llegue a despreciarte. Pero que, en todo caso, no voy a hacerte una injusticia. Ni sabes cómo mantener tu amistad con él ni, deduzco entonces, podrás quizá mantenerla con nosotros. Pero un amigo te nombro, y no dejará de estar en mi pensamiento mi querido amigo Nike. ¿Sabes? Hace años creí ver que mi antiguo compañero de trabajo tenía cosas en su corazón que podían levantar un paisaje de hermosura, y me satisface saber que no me equivoqué con él. Márchate en paz, sabiendo que yo al menos no dudaré de ti. Y seguro de que no traicionaré tu secreto.”
−“Gracias, John. Pero hacia el dolor voy. Sin vosotros, sin amistad, sin amor, con direcciones a partir de ahora sin sentido, no sé cuánto tiempo aguantaré sin beber. Y le tengo verdadero temor a la resurrección del maldito Nicholas Siddeley. Pues en mi sendero futuro, ¿qué me guiará? Sólo el recuerdo de los más maravillosos once días de mi existencia. Pero incluso éste puede desvanecerse, cuando en la amargura de apartarme de vosotros, no pueda resistir la tentación y vaya corriendo hacia la próxima copa.”
−“Ahora que sé lo que sientes, y la valentía con la que me estás contando todo, déjame decirte que un corazón así no puede ser en vano. Nike sobrevivirá. Y si tú no puedes venir hacia aquí, hay otra solución. Yo me podría acercar hasta tu casa. Si realmente lo deseas.”
−“Realmente, John. Desearía veros a todos allí. Y hasta tendríais otro lugar en el que poder dormir. Pero no sé si has entendido mi problema. Ignoro si quien te reciba sería Nicholas, seguramente borracho, o Nike, ni cómo voy a recibirte. O si te puedo volver a insultar. Yo creo que empecé a beber cuando comprendí que haberte insultado me mataba un poco. Si vuelvo a hacerlo, puedo perder la vida.”
−“Me arriesgaré entonces. Incluso si prefieres no recibirme. Pero si he leído bien tu corazón estos días, no me volverás a insultar. Digamos que si tú no tienes confianza en ti mismo, yo ahora sí la tengo y ya es definitiva. ¿Cuándo quieres que vaya?”
−“En estos momentos te respondería que hoy mismo. Pero si debo estar solo, tendré que enfrentarme cuanto antes a mi soledad y a mi dolor. Pero si no has ido hasta entonces, o yo no me he atrevido a venir antes de esa fecha, podrías venir una noche cuando ya se vea la estrella Régulo. Por más que aprenda a reconocerla en tu libro, de lo que no estoy seguro, será un placer mirarla a tu lado, que tú me la señales. De verdad que me gustaría verla. Y todas las vuestras. Por lo que me pareció entender, la primera que vería en el año es Aldebarán, la estrella de Bruce, ¿no?”
−“Aldebarán, sí, y casi al mismo tiempo Cástor y Pólux, las nuestras. Pero ya se podrán ver a mediados de septiembre.”
−“Si no me atrevo a veros en vuestro arrabal en las próximas semanas, será un placer al menos contemplaros en los cielos.”
−“Ahí siempre podrás encontrarnos. Y en nuestros corazones también.”
−“¿Sabes, John? Hasta que conocí a Luke y él me hizo verlo de otra forma, yo creí que no tenía corazón. Lo tenía oculto. Eso hizo que durante años no viera lo que para muchos otros habría sido evidente. Pero lo que te voy a decir ahora no sólo prefiero no ocultártelo sino que intentaré hacerte ver que nunca te he mentido, que no lo sabía. Pero la sorpresa de haberme enamorado de Luke me hizo mirarme de nuevo y descubrir hasta las antiguas sangres que alguna vez habían inundado mi corazón. Y así fue como llegué a un nuevo descubrimiento sorprendente. Ahora no voy a pedirte perdón nuevamente por haberte insultado, sólo te quiero explicar por qué un día hice lo que hice. No pude soportar verte enamorado de Miguel. Perdóname, John: te amaba.”
    Fue en ese momento cuando aprendí a leer el lenguaje de los cuerpos. De los hombros rígidos a la relajación de toda su musculatura, todos los rasgos faciales derivando desde una paz conmovida hasta el enrojecimiento de los ojos, sólo fueron unos segundos que desembocaron en unas lágrimas breves y una garganta ronca que daba paso a otro lenguaje, el río fértil que va desde el corazón a las palabras:
−“Cielo santo, Nike. Déjame unos segundos para reaccionar. Y entretanto, dame un fuerte abrazo.”
   El hombre que había sido mi anterior herida y yo nos fundimos en un minuto y fuimos en paz primeras gotas del mismo río que no sabía hacia qué mar navegaba, pero que, juntos o en la distancia, ya siempre espumarían en el mismo océano.
−“Mientras recupero los sentidos, déjame decirte que te creo. Te creo, Nike. Estos días han bastado para que crea tu palabra como las Escrituras. Perdóname, estoy bloqueado −en esos instantes, hacía verdaderos esfuerzos por hallar una ínfima luz al fondo del laberinto en penumbra de sus pensamientos−. Pero no voy a esperar ni un solo segundo más, bloqueado o no, para hacerte saber, amigo mío, que cuentas con mi más profundo respeto. Y si alguna vez digo algo que haga daño a tus sentimientos, tendrás derecho a despreciarme −tomó aire y preguntó−: ya no me amas, ¿verdad?”
−“No, John, ese tiempo ya pasó. Espero que no te importe. Tan delicado es para mí confesarte que te amaba como decirte que ya no te amo. Ahora entenderás que no puedo estar aquí. Hay dos parejas en vuestro arrabal y yo me he enamorado de un miembro de cada una. Me consuela, al menos, que tú lo sepas. Si crees que Miguel debe saberlo, díselo.”
−“No es necesario. Ya estará suficientemente celoso porque estés aquí. Y te responderé también a la pregunta que no te atreves a hacerme pero que está en tu mirada: sí, Nike. Soy muy feliz. Ayer tuve un día duro y tú lo viste. Algunos son así. En esos días te entra la tentación de tirarlo todo por la borda. Pero la felicidad que tengo aquí compensa. Es lo que yo llamo nuestra trampa.”
−“¿Vuestra trampa? Explícamelo, John. Quizá la haya intuido. Quizá haya yo también caído en ella. Pero quiero que me lo expreses tú.”
−“Te lo explicaré con un ejemplo. Parte, si quieres, de Luke. El puede desear abandonar la calle o no, no lo sé, pero si quisiera, no se iría sin su mujer o su hijo. Lucy no se iría de la calle dejando aquí a su madre, y ésta no se querrá ir sin su señora. Y aquí acaban todos los caminos, porque la señora Oakes aspira a morir en la calle, y nunca se marcharía dejándonos aquí a Bruce, a Miguel o a mí. Y si este círculo de imposible salida lo empiezas por otro nombre de los siete, te saldría el mismo resultado.”
−“Entonces es lo que yo pensaba y ya estoy atrapado. No me quiero ir, y sin embargo, tengo que dejaros atrás y perderos.”
−“No sé cómo aliviarte. Pero intuyo que hay más cosas que te preocupan. Hazme las preguntas que quieras.”
−“Ésta va a ser indigna, estoy seguro, pero llevo toda la semana intentando decidirme en un sentido u otro sin hallar solución. Tal vez tú me puedas entender. John, yo tengo… muchas cosas que tal vez os hagan falta. A ver… me atreveré a preguntártelo. Perdóname si te ofendo: ¿Necesitáis dinero?”
−“Te comprendo mejor de lo que piensas, Nike. Yo también pasé por ahí. Pero si no has dicho nada hasta ahora es porque ninguno de los siete te lo ha pedido, ni lo haremos. Cuando veas que a Nike no le ha podido el Nicholas que temes, puedes darnos lo mismo que Anne-Marie. Una casa para pasar alguna noche de verdadera necesidad, nada más. Todo lo que sea dinero, Nike, sólo serviría para corrompernos, y no lo haremos ante un hombre que, mientras ha estado aquí, ha sido más que amigo, uno de nosotros.”
−“Anne-Marie… ¿cómo explicarte que para ella hemos sido novios? O seguramente piensa que aún lo somos. Si vuelvo a emborracharme, me haré daño a mí mismo para siempre. Pero no voy a hacerle daño a ella mientras siga siendo el Nike que he descubierto aquí. Tendrá que ser esta misma mañana. Sólo me consuela saber que no le he mentido deliberadamente, que hay cosas que todavía no había averiguado. Pero como no me veo capaz de pensar en ello ahora mismo, retomemos la conversación por donde la habíamos dejado: el maldito dinero. John, déjame hacerte una pregunta personal, sabiendo que no me guía una curiosidad morbosa, sino interés en saber sobre aquéllos que quiero: ¿Qué hiciste con tu dinero?”


 
−Perdóname, Protch, pero la sorprendente respuesta de John habrá de esperar hasta mañana. Tengo que marcharme.
−Cada día que estés aquí te daré las gracias por haber regresado. Vete en paz, Nike.
  Pero al día siguiente, antes de sentarme de nuevo en el sofá de su salón, le hube de hacer una pregunta:
−Verás, Protch… Me he encontrado con una cara conocida en el jardín. Ya debe andar cerca de los sesenta. Bastante bajo; arrugado y encorvado. ¿No es ese John Ellis?
−Es él. Viene los miércoles por la tarde y los viernes por la mañana. Por eso no lo has visto hasta hoy. Cuando Maude y yo nos hicimos cargo de la casa… bueno, supimos enseguida que no sabríamos ocuparnos del jardín. No nos costó muchos esfuerzos encontrarlo y convencerlo. ¿Te ha reconocido?
−Ha estado un minuto mirándome fijamente. Pero creo que ha sido más el asombro de ver con qué familiaridad se movía por tu jardín un mendigo. Creo que no sabe quién soy. Ahora su sorpresa será mayúscula cuando vea que he entrado y que no voy a salir de inmediato. No he querido presentarme, Protch. No hasta ver qué piensa de todo ello el señor de la casa.
−Con lo cual te refieres a mí, supongo. Y no sé si rompo algún código si te digo que en tanto quieras venir aquí, ésta será también tu casa. Me parece que prefieres que se lo diga yo, pero que le diga la verdad: que este mendigo es el antiguo señor Siddeley. Aunque no sé si volverás el próximo viernes.
−Volveré cada vez que tú lo desees, Protch, en tanto pueda seguir en la calle. Y si no es molestia para ti, prefiero que sepa quién soy. He vivido rodeado de mentiras años y años y ya no quiero rodearme de más falsedades.
−Se lo diré, lo veas o no lo veas más. Continúa con tu historia, por favor. No hago más que pensar que ahora vienes como mendigo, pero que no lo fuiste entonces ese 6 de agosto.
−Sólo lo era en esencia. No sabía entonces que ya era Nike el mendigo, pero que para poder caminar junto a ellos, antes era necesaria una gran maduración que enterrara al horrible Nicholas.


 
   John no sabía muy bien qué responderme. Sudaba, se encogía, se ruborizaba. Pero finalmente se decidió:
−“No voy a titubear ahora. Sólo necesito un poco del valor que he visto en ti. ¿Qué hice con mi dinero? Esa era tu pregunta… Me has dejado ver varias cosas de ti que son privadas. Debo hacer lo mismo, por más que no sepa cómo puedas reaccionar. No hice nada con mi dinero. Digamos que todavía lo tengo. Pero esto, Nike, no lo sabe ni Miguel −y tras asegurarle que no lo sabría por mí, siguió−. Nunca he tenido una fortuna, como tú, supongo −asentí−, pero cuando me vine a la calle me preguntaba qué hacer con el mucho dinero que tenía. Amasar caudales es difícil, pero es mucho más complicado saber deshacerte de lo que te ha cubierto y ya no necesitas. Nadie te habrá explicado qué hacer cuando prefieres perder algo. ¿Cómo deshacerse de la riqueza? Y al final te brota la duda de que igual un día la necesites. Sobre todo si tienes compañeros. ¿Y si les surge una verdadera necesidad? Costosas medicinas para un tratamiento imprescindible, por ejemplo. Ellos son mi familia, y aunque ninguno lo sabe, si un día es urgente, mi antiguo dinero, que ya no uso, estará ahí. Entretanto, vivo como ellos, y siento junto a todos la misma hambre, la misma escasez.”
−“Te preguntabas cómo puedo reaccionar. Estos años pasados no me he hecho muchas preguntas acerca de cómo sería tu vida. Pero ahora me las comienzo a hacer y cada cosa que me dices aumenta lo que os quiero y lo que os respeto. Dame un fuerte abrazo, John. Y ahora te haré otra pregunta. Te haría miles, pero no tendremos tiempo. No te preguntaré por el frío o la escasez, pero dime la verdad, John. ¿Pasáis mucha hambre? ¿Conseguís comer cada día?”
−“Antes de responderte, prefiero hacerte una pregunta. Tú has pasado aquí once días, ¿qué has visto?”
−“He visto que no habéis permitido que yo pase hambre, y eso me estremece tanto que por más que quisiera hallar palabras de agradecimiento no lo lograría.”
−“¿Y los demás?”
−“En cuanto a los demás… si habéis sido capaces de alimentar al enfermo ingrato que os acompañaba, yo diría que si habéis pasado hambre, no me la habéis dejado ver. Pero imagino que no todos los días serán así. Solo he conocido parte de vuestro verano. No sé si será lo mismo en el frío invierno, los días de viento, de lluvia… Y también he visto como nadie regresa satisfecho si no vuelve bien avituallado… para todos.”
−“Sí, Nike. Al final siempre nos queda Bruce. O a veces cualquier otro. Algunas noches también ha sido una gran satisfacción para mí ver como mis compañeros se alimentan de lo que hayamos podido traerles Miguel y yo. Nadie come sin saber primero si todos los siete tienen qué comer. Pero quieres saber más, ¿verdad?”
−“John, por favor, cuéntame lo peor. ¿Qué hacéis cuando no tenéis nada de comer?”
−“Son muy escasas esas veces. Antes tengo que asegurarte esto. No quiero que te vayas con esa duda. Sabes que llevo aquí más de tres años, y me puedes ver, quizá, más delgado, pero no me estoy muriendo de hambre. Hay noches que efectivamente no toca comer.”
   No toca comer. El pupitre de mis lecciones comenzó a llenarse con esas tres palabras, una sentencia que cayó sobre mis pensamientos como un cubo de agua helada. ¿Cómo iba a volver Nicholas Siddeley, si Nike el aprendiz ya tenía casi resuelta su instrucción? Pero ¿cómo no estremecerse si en mi nada apetecible Deanforest podían llenarse el estómago cada día? ¿Qué iba a hacer en adelante? ¿Cómo sobrevivir al pensamiento de mi prosperidad con su hambre?
−“Sé lo que estás pensando, Nike. Pero no te inquietes: nuestra necesidad no es extrema. Te prometo que si algún día estamos desesperados, recurriríamos a ti, aunque también tenemos a Anne-Marie o a James Prancitt. De todos modos, cuando el hambre dura más de un día, vamos a comer al RASH. Ya ves que no caemos desvanecidos en mitad de las calles. El estómago vacío aumenta el ingenio. Y hay otros recursos. Pero no sé si querrías oírlos. En todo caso, esta es mi vida y no quiero cambiarla. Cuando la oscuridad escuece, ahí está la luz de Miguel y los cinco.”
   John exponía su Penumbra evocando remotas andanzas, nebulosas zozobras, antiguas pero eternamente rememoradas. El amor rompía orgulloso dibujándole rosas. Ilusionado, ganaba un espacio zodiacal en mi corazón. Pero aún le quedaba detallarme la que fue la herida que nunca fui capaz de cicatrizar. En mis momentos de mayor angustia siempre acababa evocando sus siguientes palabras:
−“Y siempre se puede intentar un último recurso. No sé qué pensarás de mí cuando te lo cuente. Pero he de decirte que toda indignidad en mi vida compensa cuando a la noche despejada, se remueve la leña con ellos y el frío va nadando de mi sangre a las suyas. Mira, Nike, igual te lo han contado, lo has leído o lo has visto en la televisión. Quizá no quieras recordarlo. A veces, muy pocas veces, cuando estás ya cerca de casa y no te quieres dar una caminata al RASH, hemos buscado comida en la basura. Estoy seguro de que los siete lo hemos hecho. La primera vez la mera posibilidad de hurgar en la fetidez, te levanta unas náuseas que te pueden abatir y puedes preferir no comer o irte caminando al RASH si aún es hora de que esté abierto su comedor. Pero a la larga, lo haces. Sí, Nike, yo también. No demasiadas veces. Pero me rendí cuando supe que todos habían pasado por ahí. Vivir lo que habían vivido todos era fundamental. Y eso además me evitaba la última indignidad, a la que aún no he sucumbido: ir corriendo a por mi dinero. Algo encuentras siempre en un contenedor: un trozo de pan duro, unas galletas, carne no siempre cruda… y en fin, ¿para qué seguir? Con algo de alimento ya puedes avanzar al día siguiente y seguir la lucha. Pero el hambre es ocasional y no sé si me entenderás, pero nunca es suficiente para cambiar mi vida. Quiero morir con ellos. Ya sabes lo peor, Nike. Ya puedes juzgarme.”
    Comida en la basura. Debí haberlo pensado. Alimentos infectos, insuficientes, migajas, restos de la prosperidad de otros, segunda mano, deshechos oscuros, indignidades. Mis pensamientos ya no podían tener paz: tenía que brindarles mi cocina o buscar en contenedores junto a ellos. John me sacó de mis pensamientos sombríos mirándome de reojo, con cierto miedo.
−“¿Ya puedo juzgarte? Antes tendría que hacer un severo juicio, pero contra mí, que estoy, como me dijo Luke, en el otro lado. ¿Dónde hemos estado cuando los de este lado habéis necesitado recurrir a la basura para alimentaros? −me puse a llorar, a lágrima viva−. John, no puedo quereros más en este momento, y no puedo juzgar más severamente al hombre que podría volver a ser. No sé quién soy ni quién seré, cómo voy a ser, dónde voy a ser, pero dame un abrazo ahora, antes de que mi piel vuelva a ocultarse en ornamentos −fue un abrazo intenso, pero acuoso. Los dos llorábamos como energúmenos−. Y por el amor de Dios, si os veis necesitados, recurrid a mí, y si el maldito Nicholas os volviera a insultar, dadle otras bofetadas, otras descargas en su conciencia. Insultadme, despreciadme. Quizá así mis constantes vitales me hagan reaccionar. No sé qué hora es. Pero he de irme. Hacia el dolor voy. Quizá regrese. Y entretanto no creo que sea capaz de olvidaros. Pero me quedaré con la imagen de lo que he intuido. Mas por si acaso te lo preguntaré. Yo os he visto libres y felices. ¿Lo sois, John?”
−“Lo somos, Nike, o así nos vemos. Y ¿cómo no vas a ser un amigo si nos has visto, en todo, tal como nosotros nos imaginamos a nosotros mismos? No te juzgues con tanta severidad. Y no te tengas tanto miedo. El hombre que ya has comenzado a ser vencerá la batalla.”
−“Amén, amigo mío. Adiós, John. Tengo que enfrentar un largo camino, lento y doloroso, como la señora Oakes me ha predicho. Pero este sendero no es hacia delante. No sé si entre sus muchos recovecos, sabré encontrar la curva adecuada que vuelva a desembocar en vosotros; o si, vagabundo sin Estrella Polar, me volveré a perder.”
−“Adiós, amigo mío. Ve hacia donde tengas que ir, pero vete en paz. Si pudiera dominarlas, ordenaría a las dos osas que te guiaran y acompañaran. Pero estrellas y recuerdos te marcarán el rumbo. Ya no puedes errar tu norte.”
   Desequilibrado por el peso insoportable del dolor, salí al fin de su tienda. Quien dijera que seguía siendo mediodía y el cielo no estaba, como yo, de luto. A los destellos de oro puro del día solemne de verano vinieron a sobrevolar inquietas gráciles mariposas.

4 comentarios:

  1. Que duro saber que se aguanta hambre teniendo dinero.

    ResponderEliminar
  2. Fuera, todos lloran la alegría del recién nacido.
    Dentro de la caseta de John y Miguel, el primero y Nike lloran por emociones diversas. Desvelamiento del gran secreto de Nike: su amor actual por Luke y su antiguo amor por John. Su imposibilidad inconsciente para asumir que John amara a otro hombre. Sus miedos por manchar la relación de Luke y Lucy. Sus miedos a la vez por volver a la vida vacía, quizá al alcohol, a la nada aquella que durante once días se apartó de su existencia gracias a siete mendigos. Sus miedos porque Nike quede sofocado por aquel odioso Nicholas Sidderley, por mucho que John afirme, convencido, que eso no será así. Salir hacia el dolor, salir hacia el dolor sabiéndose el octavo pero sin hallar el camino para serlo. Una incertidumbre de miedos, de amor, de emociones, de no saber. Un doloroso Verôme ya anunciado.
    Y como último regalo de John, un libro sobre los cielos que, se adivina, logrará que Nike mire hacia el orbe y aprenda a distinguir sus astros en la noche de la soledad terrible que le espera. Una última promesa: quedar ambos cuando Régulo sea visible en lo alto…
    Inor

    ResponderEliminar
  3. Bellas palabras de despedida hacia cada uno de sus compañeros. Vacío se queda Nike, al saber que el hambre, les hace moverse entre basuras para poder comer. Ahora, su compañía serán el libro y sus estrellas amigas.

    ResponderEliminar
  4. Nietzsche vincula la amistad con la locura, aquel que dice verdad para no decir la verdad. Para tener amigos hay que saberse resguardar en el silencio de la verdad, ya os adelanto que esto no ocurre en este capítulo.

    El amor es una elección absolutamente inconsciente, uno no es dueño de esa elección, pero vayamos por partes:

    -Del amor de Nicholas por John: amor confesado y celos confesos, celos como sentido de no perdida que no es más que un sentido de propiedad, las relaciones afectivas son una potente mezcla de amor y desamor, de encuentro y desencuentro, de seguridad y desconfianza, que trae cada uno y se mezcla en el sudor del otro, y a veces un yo mal amado que no se reconoce tal, se convierte en un yo mal amante, en un yo víctima que se siente atacado y resulta atacante. Fue el amor de un Nicholas etílico y en desconcierto, deconstruido y que no buscaba remisión.

    -Del amor de Nike por Luke: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?". Amar es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar, es reconocer de lo que somos faltos y darlo al otro, ubicarlo en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, que va más allá de uno mismo. Es el amor de Nike en su transmutación espiritual y que aparece súbitamente al conocer a Luke y en su devenir y renuncia se asemeja al pensamiento Platoniano de que un amigo es aquel que es amante de su amado. Y el amante es el que es amigo del amado.

    Las equivocaciones: Confesión del ataque de Nicholas a John y Miguel: Incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de dependencia, la ruptura que provoca la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Planteado ya anteriormente en el apartado de: Del amor de Nicholas por John. Nicholas agrede aturdido por la fermentación de su mal amor.

    La brújula: Parece que Nike, muy a su pesar, abandona la comunidad de mendigos, recibe el mejor de los regalos, "Introducción al cosmos estrellado", quizás la mejor guía para su reencuentro.

    Fuera de carta me gustaría hablar de un pensamiento de Nike, recurrente en otros capítulos, y que me tenía en jaque porque solo aparecía como pensamiento sin desarrollo posterior, sin contrapartida, y no entendía por qué un concepto tan importante, por su falsa visión, no era explicado y corregido por el talante de la narración, por suerte en este capítulo es resuelto a la perfección por John. "¿Necesitáis dinero?".

    Aún no deja de sorprenderme el autor, confieso que en los arranques de la novela me pareció ver una falta de trazado en los diálogos, cortos y escasos, pareciera querer evitar una carencia, pero ya quedo posteriormente resuelta en otro capítulo donde se sublimó en ese aspecto. La narración de este que nos ocupa es puro diálogo pintado sobre un lienzo blanco de verdad y amistad que recoge los pensamientos de sus protagonistas, donde no sobra ni falta nada, es por sí mismo acción y por eso tiene su ritmo propio, sin cortarlo ni aminorarlo, construido para hacer progresar la historia y clarificar las relaciones entre los personajes, lo que crea otro capítulo perfecto. Ahora reconocida esta duda y aceptado mi equívoco, mi pregunta es otra ¿Cuál será el talón de Aquiles de Germán Llanes escritor?.

    "Incitaciones". Somos conscientes de que nuestra sabiduría empieza donde la del autor termina, y quisiéramos que nos diera respuestas cuando todo lo que puede hacer por nosotros es excitar nuestros deseos. Y es esta, efectivamente, una de las grandes y maravillosas cualidades de los bellos libros, que nos hará comprender el papel a la vez esencial y limitado que la lectura puede desempeñar en nuestra vida espiritual. (Sobre la lectura, Marcel Proust)

    Pol

    ResponderEliminar