Nuestra gran estrella amarilla debía estar siguiendo su carrera por el
sur, en su mayor altura. Yo no era capaz de sentir su luz, y mentiría si dijera
que notaba siquiera su calor. Y aunque llevara millones de años realizando el
mismo recorrido, la miraba sin poder creer que no se hallara desorientada como
yo. Pero en mi caso podía ser que el Universo, después de desviar mi camino, me
hiciera ahora caminar por ya no sabía qué Eclíptica. Pensé que el gran astro
del día habría tenido tiempo al menos de ver cómo una pequeña estrella
rivalizaba con su fuego aquí abajo. Y en mi corazón, que había descubierto esos
días sobradamente, todos los surcos se abrían para hacerle un lugar a ese
diminuto rey para siempre, y se separaban como los pétalos de una flor, que al
recibir el calor del sol, dolieran con fuerza. Así que había llegado al arrabal
sin capacidad de ver ni oír y me iba con tan grande padecimiento que no podía
sentir ni pensar. Finalmente seguí a John, no sé si llorando, pero con los
sentidos embotados.
Su tienda me sorprendió por lo grande y limpia, y por su deliciosa
temperatura, un oasis de frescura en aquel torrente embriagador de agosto en
llamas. No sé cómo se las arreglaban Miguel y él para disponer de un espacio
para una espléndida biblioteca en aquella miseria. En una esquina de la tienda
conté al menos 30 tomos. John sabía qué libro buscaba y lo localizó en menos de
un minuto: Introducción al cosmos
estrellado, se llamaba.
−“Cuento con cinco o seis libros
sobre las estrellas y éste ya no lo miro, desde que me vine al hemisferio
norte. Quédatelo, Nike. Es fácil de entender y encontrarás dibujos de las
principales constelaciones y sus estrellas. Sabrás como reconocer a Leo y a
Zosma, la tuya. No creo que ya puedas pasarte sin ella.”
−“Gracias, John. Lo leeré con
bastante placer y ya no podré olvidar los días que he estado aquí con vosotros
−no pude evitar decirlo llorando−. Quiero ver Leo. Pero en estos momentos mi
interés no es ver Zosma, sino la estrella Régulo. ¿Cuándo se ve?”
−“Siempre es difícil responder a esa
pregunta. Si quieres verla, digamos, al amanecer, podrás observarla bien en
diciembre. De diciembre a mayo, creo que dice también este libro. Pero si
esperas a las 2 de la mañana también podrás verla en enero. ¿Te vale?”
−“Lo recordaré. Mi camino será más
llevadero con su luz.”
−“Nike −se notaba que lo que quería
decirme era difícil. Tragó saliva varias veces, hasta que venció su natural
desconfianza ante cómo me tomaría lo que iba a comentarme−, de verdad me
gustaría que leyeras este libro. Tómalo. Pero en realidad más que traerte hasta
aquí… bueno, te he retirado de allí. No sé cómo decirte esto. Pero tengo que
hacerlo. Si no te hubiera apartado, todos podrían haber visto lo que se leyó en
tu cara tan claramente durante unos segundos que… en fin, perdóname, Nike, pero
creí notar amor y…”
−“Gracias, John. Pero por favor, no
sigas. Déjame que sea yo el que te lo diga. Al fin y al cabo me gustaría que
alguien lo supiera: estoy enamorado de Luke.”
−“En estos días te me has hecho muy
grande, amigo mío.”
−“Hasta estos días quizá nadie me
hubiera llamado amigo mío. John, la vida es toda una ironía. Hace años te
insulté por lo mismo que ahora estoy viviendo yo…”
−“No quiero que te marches con esa
duda. Nada guardo ya en mis recuerdos de aquel Nicholas que te espanta. Ahora
recordaré con placer sólo al Nike que ha estado con nosotros estos casi once
días.” − Súbitamente comprobó que había dejado una linterna encendida y que se
estaban mezclando las claridades. Pero John observaba sonriente; estaba
retirando a un lado la luz ambigua; Nostálgico, esperé silencioso mientras
evitaba meditar; brilló, repentinamente inquieta, la larga ojera de la anterior
noche insomne. Pero quería decir algo que me bullía y que había estado
largamente pensando si soltar.
−“John… no sé si entre nosotros dos
queda algún infausto recuerdo del pasado. Pero en los días que he vivido aquí
no sólo he sentido arrepentimiento y amargura. He aprendido a quereros. A
quereros tanto que ya no creo poder vivir sin vosotros. Esta pasada noche casi
no he dormido. Mira, me alegro de que me hayas traído aquí. Alguien tiene que
saberlo. Después de largas reflexiones decidí quedarme con vosotros, quedarme
para siempre…”
−“No sé si este mundo es para ti,
Nike.”
−“Yo tampoco. Pero te puedo asegurar
que ahora mismo no sé cuál es mi mundo. Me han faltado cosas que conocer, pero
sé que con vosotros he tenido todo aquello de lo que siempre he carecido, y que
nada de lo que podrías llamar mi mundo en estos momentos me atrae lo más
mínimo. Me voy sólo porque no tengo más remedio. Verás: pensando en vosotros
uno a uno finalmente llegué hasta Luke, y ahí tuve que detenerme sacudido. Pero
quiero contártelo todo desde el principio, si Anne-Marie no pierde la paciencia
y entra a por mí. Todo ocurrió el día que lo conocí −y ahí tuve que sonreír
irónico−, el día de mi cumpleaños. Me dijiste la otra noche que no me habíais
hecho ningún regalo. Ay, John, no han sido sólo la Estrella Polar y Zosma. El
día que cumplí 29 años también se me regaló el amor. Supongo que fue lo que
suele llamarse un flechazo. Pero ya entonces comprendí con dolor que él estaba
emparejado e iba a ser padre. Aún así no pude dejar de ver lo que era indudable
y en dos días, no sé si es mucho o poco tiempo, me tuve que rendir a la
evidencia: lo amaba. Hablamos de amistad, y esto es ahora mismo lo que más me
duele. Porque no sé cómo mantenerla. Me queda el recurso de visitaros, claro,
pero no sé si esto en apariencia tan simple podré hacerlo. Por Luke. Mira, lo
que vi anoche es que él no me necesita. Es decir no necesita a un hombre que lo
ame. Igual le hace más falta un amigo…”
−“Alguien que lo escuche en sus
pequeños problemas y…”− Y ahí tuve que pararlo. Estaba más en su mirada que en
lo poco que decía. Pero era evidente. Y yo no pude consentirlo.
−“Mírame atentamente, John. Luke no
es un niño. Y Lucy tampoco es una niña. Los dos saben bien hacia dónde
caminan.”
Como el fuego que arde con seguridad en la misma vertical hasta que una
ráfaga de viento lo desvía de su trayectoria y lo inclina a otras direcciones,
su cara parecía haber estado soplando con firmeza en una opinión sólida durante
meses, cuando de repente vaciló, y finalmente su rostro, que ya no sabía qué
desconcierto dibujar, pareció asentir a mis palabras.
−“Creo que tienes mucha razón, Nike.
El Luke de los primeros meses era como tú lo ves, cuando podía permitirme el
lujo de hablar con él y conocerlo. Después Miguel sintió celos de nuestros
conciliábulos, y nuestras charlas fueron menguando.”
−“No lo sé, John. ¿Cómo voy a saber
yo, mejor que vosotros, como es Luke, si sólo he pasado unos días aquí? Pero
así es como lo he visto. Antes incluso de ser consciente del amor que sentía.
Pero al notar anoche que un día podría incluso despreciarme, decidí sólo
entonces que me marchaba. Porque también están Lucy y Paul. Ella ha sido mi más
grata sorpresa estos días. Hasta que la conocí pensé que no la iba a querer.
Pero ahora se me ha vuelto imprescindible. No sé cómo explicarte esto. Sólo te
puedo asegurar que he llegado realmente a apreciarla, y mucho. Para que me
entiendas mejor, te diré que para mí Lucy y Luke son sagrados, que no quiero
ser una sombra en su camino. Me gusta que se amen y no quiero mancharlos. Y no
se necesita un enamorado que de tanto en tanto oscurezca su sendero de amor
profundo. Y menos ahora que tienen una vida de la que ocuparse” −y en ese punto
me derrumbé. No sólo era perder a los siete. Comprendí que el pequeño rey, al
que sólo había contemplado diez minutos, iba en adelante a ser mi herida más
profunda. Después de un rato en que estuvo intentando tranquilizarme,
comprendiendo cuánto me dolía marcharme, John me dijo:
−“Ahora que me has hecho recuperar
la visión que una vez tuve de Luke, te diré, amigo mío, que siento tu dolor y
que te comprendo. Que yo no creo que un hombre como él llegue a despreciarte.
Pero que, en todo caso, no voy a hacerte una injusticia. Ni sabes cómo mantener
tu amistad con él ni, deduzco entonces, podrás quizá mantenerla con nosotros.
Pero un amigo te nombro, y no dejará de estar en mi pensamiento mi querido
amigo Nike. ¿Sabes? Hace años creí ver que mi antiguo compañero de trabajo
tenía cosas en su corazón que podían levantar un paisaje de hermosura, y me
satisface saber que no me equivoqué con él. Márchate en paz, sabiendo que yo al
menos no dudaré de ti. Y seguro de que no traicionaré tu secreto.”
−“Gracias, John. Pero hacia el dolor
voy. Sin vosotros, sin amistad, sin amor, con direcciones a partir de ahora sin
sentido, no sé cuánto tiempo aguantaré sin beber. Y le tengo verdadero temor a la
resurrección del maldito Nicholas Siddeley. Pues en mi sendero futuro, ¿qué me
guiará? Sólo el recuerdo de los más maravillosos once días de mi existencia.
Pero incluso éste puede desvanecerse, cuando en la amargura de apartarme de
vosotros, no pueda resistir la tentación y vaya corriendo hacia la próxima
copa.”
−“Ahora que sé lo que sientes, y la
valentía con la que me estás contando todo, déjame decirte que un corazón así
no puede ser en vano. Nike sobrevivirá. Y si tú no puedes venir hacia aquí, hay
otra solución. Yo me podría acercar hasta tu casa. Si realmente lo deseas.”
−“Realmente, John. Desearía veros a
todos allí. Y hasta tendríais otro lugar en el que poder dormir. Pero no sé si
has entendido mi problema. Ignoro si quien te reciba sería Nicholas,
seguramente borracho, o Nike, ni cómo voy a recibirte. O si te puedo volver a
insultar. Yo creo que empecé a beber cuando comprendí que haberte insultado me
mataba un poco. Si vuelvo a hacerlo, puedo perder la vida.”
−“Me arriesgaré entonces. Incluso si
prefieres no recibirme. Pero si he leído bien tu corazón estos días, no me
volverás a insultar. Digamos que si tú no tienes confianza en ti mismo, yo
ahora sí la tengo y ya es definitiva. ¿Cuándo quieres que vaya?”
−“En estos momentos te respondería
que hoy mismo. Pero si debo estar solo, tendré que enfrentarme cuanto antes a
mi soledad y a mi dolor. Pero si no has ido hasta entonces, o yo no me he
atrevido a venir antes de esa fecha, podrías venir una noche cuando ya se vea
la estrella Régulo. Por más que aprenda a reconocerla en tu libro, de lo que no
estoy seguro, será un placer mirarla a tu lado, que tú me la señales. De verdad
que me gustaría verla. Y todas las vuestras. Por lo que me pareció entender, la
primera que vería en el año es Aldebarán, la estrella de Bruce, ¿no?”
−“Aldebarán, sí, y casi al mismo
tiempo Cástor y Pólux, las nuestras. Pero ya se podrán ver a mediados de
septiembre.”
−“Si no me atrevo a veros en vuestro
arrabal en las próximas semanas, será un placer al menos contemplaros en los cielos.”
−“Ahí siempre podrás encontrarnos. Y
en nuestros corazones también.”
−“¿Sabes, John? Hasta que conocí a
Luke y él me hizo verlo de otra forma, yo creí que no tenía corazón. Lo tenía
oculto. Eso hizo que durante años no viera lo que para muchos otros habría sido
evidente. Pero lo que te voy a decir ahora no sólo prefiero no ocultártelo sino
que intentaré hacerte ver que nunca te he mentido, que no lo sabía. Pero la
sorpresa de haberme enamorado de Luke me hizo mirarme de nuevo y descubrir
hasta las antiguas sangres que alguna vez habían inundado mi corazón. Y así fue
como llegué a un nuevo descubrimiento sorprendente. Ahora no voy a pedirte
perdón nuevamente por haberte insultado, sólo te quiero explicar por qué un día
hice lo que hice. No pude soportar verte enamorado de Miguel. Perdóname, John:
te amaba.”
Fue en ese momento cuando aprendí a leer el lenguaje de los cuerpos. De
los hombros rígidos a la relajación de toda su musculatura, todos los rasgos
faciales derivando desde una paz conmovida hasta el enrojecimiento de los ojos,
sólo fueron unos segundos que desembocaron en unas lágrimas breves y una
garganta ronca que daba paso a otro lenguaje, el río fértil que va desde el
corazón a las palabras:
−“Cielo santo, Nike. Déjame unos
segundos para reaccionar. Y entretanto, dame un fuerte abrazo.”
El hombre que había sido mi anterior herida y yo nos fundimos en un
minuto y fuimos en paz primeras gotas del mismo río que no sabía hacia qué mar
navegaba, pero que, juntos o en la distancia, ya siempre espumarían en el mismo
océano.
−“Mientras recupero los sentidos,
déjame decirte que te creo. Te creo, Nike. Estos días han bastado para que crea
tu palabra como las Escrituras. Perdóname, estoy bloqueado −en esos instantes,
hacía verdaderos esfuerzos por hallar una ínfima luz al fondo del laberinto en
penumbra de sus pensamientos−. Pero no voy a esperar ni un solo segundo más,
bloqueado o no, para hacerte saber, amigo mío, que cuentas con mi más profundo
respeto. Y si alguna vez digo algo que haga daño a tus sentimientos, tendrás
derecho a despreciarme −tomó aire y preguntó−: ya no me amas, ¿verdad?”
−“No, John, ese tiempo ya pasó.
Espero que no te importe. Tan delicado es para mí confesarte que te amaba como
decirte que ya no te amo. Ahora entenderás que no puedo estar aquí. Hay dos
parejas en vuestro arrabal y yo me he enamorado de un miembro de cada una. Me
consuela, al menos, que tú lo sepas. Si crees que Miguel debe saberlo, díselo.”
−“No es necesario. Ya estará
suficientemente celoso porque estés aquí. Y te responderé también a la pregunta
que no te atreves a hacerme pero que está en tu mirada: sí, Nike. Soy muy
feliz. Ayer tuve un día duro y tú lo viste. Algunos son así. En esos días te
entra la tentación de tirarlo todo por la borda. Pero la felicidad que tengo
aquí compensa. Es lo que yo llamo nuestra trampa.”
−“¿Vuestra trampa? Explícamelo,
John. Quizá la haya intuido. Quizá haya yo también caído en ella. Pero quiero
que me lo expreses tú.”
−“Te lo explicaré con un ejemplo.
Parte, si quieres, de Luke. El puede desear abandonar la calle o no, no lo sé,
pero si quisiera, no se iría sin su mujer o su hijo. Lucy no se iría de la
calle dejando aquí a su madre, y ésta no se querrá ir sin su señora. Y aquí
acaban todos los caminos, porque la señora Oakes aspira a morir en la calle, y
nunca se marcharía dejándonos aquí a Bruce, a Miguel o a mí. Y si este círculo
de imposible salida lo empiezas por otro nombre de los siete, te saldría el
mismo resultado.”
−“Entonces es lo que yo pensaba y ya
estoy atrapado. No me quiero ir, y sin embargo, tengo que dejaros atrás y
perderos.”
−“No sé cómo aliviarte. Pero intuyo
que hay más cosas que te preocupan. Hazme las preguntas que quieras.”
−“Ésta va a ser indigna, estoy
seguro, pero llevo toda la semana intentando decidirme en un sentido u otro sin
hallar solución. Tal vez tú me puedas entender. John, yo tengo… muchas cosas
que tal vez os hagan falta. A ver… me atreveré a preguntártelo. Perdóname si te
ofendo: ¿Necesitáis dinero?”
−“Te comprendo mejor de lo que
piensas, Nike. Yo también pasé por ahí. Pero si no has dicho nada hasta ahora
es porque ninguno de los siete te lo ha pedido, ni lo haremos. Cuando veas que
a Nike no le ha podido el Nicholas que temes, puedes darnos lo mismo que
Anne-Marie. Una casa para pasar alguna noche de verdadera necesidad, nada más.
Todo lo que sea dinero, Nike, sólo serviría para corrompernos, y no lo haremos
ante un hombre que, mientras ha estado aquí, ha sido más que amigo, uno de
nosotros.”
−“Anne-Marie… ¿cómo explicarte que
para ella hemos sido novios? O seguramente piensa que aún lo somos. Si vuelvo a
emborracharme, me haré daño a mí mismo para siempre. Pero no voy a hacerle daño
a ella mientras siga siendo el Nike que he descubierto aquí. Tendrá que ser
esta misma mañana. Sólo me consuela saber que no le he mentido deliberadamente,
que hay cosas que todavía no había averiguado. Pero como no me veo capaz de
pensar en ello ahora mismo, retomemos la conversación por donde la habíamos
dejado: el maldito dinero. John, déjame hacerte una pregunta personal, sabiendo
que no me guía una curiosidad morbosa, sino interés en saber sobre aquéllos que
quiero: ¿Qué hiciste con tu dinero?”
−Perdóname, Protch, pero la
sorprendente respuesta de John habrá de esperar hasta mañana. Tengo que
marcharme.
−Cada día que estés aquí te daré las
gracias por haber regresado. Vete en paz, Nike.
Pero al día siguiente, antes de sentarme de nuevo en el sofá de su
salón, le hube de hacer una pregunta:
−Verás, Protch… Me he encontrado con
una cara conocida en el jardín. Ya debe andar cerca de los sesenta. Bastante
bajo; arrugado y encorvado. ¿No es ese John Ellis?
−Es él. Viene los miércoles por la
tarde y los viernes por la mañana. Por eso no lo has visto hasta hoy. Cuando
Maude y yo nos hicimos cargo de la casa… bueno, supimos enseguida que no
sabríamos ocuparnos del jardín. No nos costó muchos esfuerzos encontrarlo y
convencerlo. ¿Te ha reconocido?
−Ha estado un minuto mirándome
fijamente. Pero creo que ha sido más el asombro de ver con qué familiaridad se
movía por tu jardín un mendigo. Creo que no sabe quién soy. Ahora su sorpresa
será mayúscula cuando vea que he entrado y que no voy a salir de inmediato. No
he querido presentarme, Protch. No hasta ver qué piensa de todo ello el señor
de la casa.
−Con lo cual te refieres a mí,
supongo. Y no sé si rompo algún código si te digo que en tanto quieras venir
aquí, ésta será también tu casa. Me parece que prefieres que se lo diga yo,
pero que le diga la verdad: que este mendigo es el antiguo señor Siddeley.
Aunque no sé si volverás el próximo viernes.
−Volveré cada vez que tú lo desees,
Protch, en tanto pueda seguir en la calle. Y si no es molestia para ti,
prefiero que sepa quién soy. He vivido rodeado de mentiras años y años y ya no
quiero rodearme de más falsedades.
−Se lo diré, lo veas o no lo veas
más. Continúa con tu historia, por favor. No hago más que pensar que ahora
vienes como mendigo, pero que no lo fuiste entonces ese 6 de agosto.
−Sólo lo era en esencia. No sabía
entonces que ya era Nike el mendigo, pero que para poder caminar junto a ellos,
antes era necesaria una gran maduración que enterrara al horrible Nicholas.
John no sabía muy bien qué responderme. Sudaba, se encogía, se
ruborizaba. Pero finalmente se decidió:
−“No voy a titubear ahora. Sólo
necesito un poco del valor que he visto en ti. ¿Qué hice con mi dinero? Esa era
tu pregunta… Me has dejado ver varias cosas de ti que son privadas. Debo hacer
lo mismo, por más que no sepa cómo puedas reaccionar. No hice nada con mi
dinero. Digamos que todavía lo tengo. Pero esto, Nike, no lo sabe ni Miguel −y
tras asegurarle que no lo sabría por mí, siguió−. Nunca he tenido una fortuna,
como tú, supongo −asentí−, pero cuando me vine a la calle me preguntaba qué
hacer con el mucho dinero que tenía. Amasar caudales es difícil, pero es mucho
más complicado saber deshacerte de lo que te ha cubierto y ya no necesitas.
Nadie te habrá explicado qué hacer cuando prefieres perder algo. ¿Cómo
deshacerse de la riqueza? Y al final te brota la duda de que igual un día la
necesites. Sobre todo si tienes compañeros. ¿Y si les surge una verdadera
necesidad? Costosas medicinas para un tratamiento imprescindible, por ejemplo.
Ellos son mi familia, y aunque ninguno lo sabe, si un día es urgente, mi
antiguo dinero, que ya no uso, estará ahí. Entretanto, vivo como ellos, y
siento junto a todos la misma hambre, la misma escasez.”
−“Te preguntabas cómo puedo
reaccionar. Estos años pasados no me he hecho muchas preguntas acerca de cómo
sería tu vida. Pero ahora me las comienzo a hacer y cada cosa que me dices
aumenta lo que os quiero y lo que os respeto. Dame un fuerte abrazo, John. Y
ahora te haré otra pregunta. Te haría miles, pero no tendremos tiempo. No te
preguntaré por el frío o la escasez, pero dime la verdad, John. ¿Pasáis mucha
hambre? ¿Conseguís comer cada día?”
−“Antes de responderte, prefiero
hacerte una pregunta. Tú has pasado aquí once días, ¿qué has visto?”
−“He visto que no habéis permitido
que yo pase hambre, y eso me estremece tanto que por más que quisiera hallar
palabras de agradecimiento no lo lograría.”
−“¿Y los demás?”
−“En cuanto a los demás… si habéis
sido capaces de alimentar al enfermo ingrato que os acompañaba, yo diría que si
habéis pasado hambre, no me la habéis dejado ver. Pero imagino que no todos los
días serán así. Solo he conocido parte de vuestro verano. No sé si será lo
mismo en el frío invierno, los días de viento, de lluvia… Y también he visto
como nadie regresa satisfecho si no vuelve bien avituallado… para todos.”
−“Sí, Nike. Al final siempre nos
queda Bruce. O a veces cualquier otro. Algunas noches también ha sido una gran
satisfacción para mí ver como mis compañeros se alimentan de lo que hayamos
podido traerles Miguel y yo. Nadie come sin saber primero si todos los siete
tienen qué comer. Pero quieres saber más, ¿verdad?”
−“John, por favor, cuéntame lo peor.
¿Qué hacéis cuando no tenéis nada de comer?”
−“Son muy escasas esas veces. Antes
tengo que asegurarte esto. No quiero que te vayas con esa duda. Sabes que llevo
aquí más de tres años, y me puedes ver, quizá, más delgado, pero no me estoy
muriendo de hambre. Hay noches que efectivamente no toca comer.”
No toca comer. El pupitre de mis lecciones comenzó a llenarse con esas
tres palabras, una sentencia que cayó sobre mis pensamientos como un cubo de
agua helada. ¿Cómo iba a volver Nicholas Siddeley, si Nike el aprendiz ya tenía
casi resuelta su instrucción? Pero ¿cómo no estremecerse si en mi nada
apetecible Deanforest podían llenarse el estómago cada día? ¿Qué iba a hacer en
adelante? ¿Cómo sobrevivir al pensamiento de mi prosperidad con su hambre?
−“Sé lo que estás pensando, Nike.
Pero no te inquietes: nuestra necesidad no es extrema. Te prometo que si algún
día estamos desesperados, recurriríamos a ti, aunque también tenemos a
Anne-Marie o a James Prancitt. De todos modos, cuando el hambre dura más de un
día, vamos a comer al RASH. Ya ves que no caemos desvanecidos en mitad de las
calles. El estómago vacío aumenta el ingenio. Y hay otros recursos. Pero no sé
si querrías oírlos. En todo caso, esta es mi vida y no quiero cambiarla. Cuando
la oscuridad escuece, ahí está la luz de Miguel y los cinco.”
John exponía su Penumbra evocando remotas andanzas, nebulosas zozobras,
antiguas pero eternamente rememoradas. El amor rompía orgulloso dibujándole
rosas. Ilusionado, ganaba un espacio zodiacal en mi corazón. Pero aún le
quedaba detallarme la que fue la herida que nunca fui capaz de cicatrizar. En
mis momentos de mayor angustia siempre acababa evocando sus siguientes
palabras:
−“Y siempre se puede intentar un
último recurso. No sé qué pensarás de mí cuando te lo cuente. Pero he de
decirte que toda indignidad en mi vida compensa cuando a la noche despejada, se
remueve la leña con ellos y el frío va nadando de mi sangre a las suyas. Mira,
Nike, igual te lo han contado, lo has leído o lo has visto en la televisión.
Quizá no quieras recordarlo. A veces, muy pocas veces, cuando estás ya cerca de
casa y no te quieres dar una caminata al RASH, hemos buscado comida en la
basura. Estoy seguro de que los siete lo hemos hecho. La primera vez la mera
posibilidad de hurgar en la fetidez, te levanta unas náuseas que te pueden
abatir y puedes preferir no comer o irte caminando al RASH si aún es hora de
que esté abierto su comedor. Pero a la larga, lo haces. Sí, Nike, yo también.
No demasiadas veces. Pero me rendí cuando supe que todos habían pasado por ahí.
Vivir lo que habían vivido todos era fundamental. Y eso además me evitaba la
última indignidad, a la que aún no he sucumbido: ir corriendo a por mi dinero.
Algo encuentras siempre en un contenedor: un trozo de pan duro, unas galletas,
carne no siempre cruda… y en fin, ¿para qué seguir? Con algo de alimento ya
puedes avanzar al día siguiente y seguir la lucha. Pero el hambre es ocasional
y no sé si me entenderás, pero nunca es suficiente para cambiar mi vida. Quiero
morir con ellos. Ya sabes lo peor, Nike. Ya puedes juzgarme.”
Comida en la basura. Debí haberlo pensado. Alimentos infectos,
insuficientes, migajas, restos de la prosperidad de otros, segunda mano,
deshechos oscuros, indignidades. Mis pensamientos ya no podían tener paz: tenía
que brindarles mi cocina o buscar en contenedores junto a ellos. John me sacó
de mis pensamientos sombríos mirándome de reojo, con cierto miedo.
−“¿Ya puedo juzgarte? Antes tendría
que hacer un severo juicio, pero contra mí, que estoy, como me dijo Luke, en el
otro lado. ¿Dónde hemos estado cuando los de este lado habéis necesitado
recurrir a la basura para alimentaros? −me puse a llorar, a lágrima viva−.
John, no puedo quereros más en este momento, y no puedo juzgar más severamente
al hombre que podría volver a ser. No sé quién soy ni quién seré, cómo voy a
ser, dónde voy a ser, pero dame un abrazo ahora, antes de que mi piel vuelva a
ocultarse en ornamentos −fue un abrazo intenso, pero acuoso. Los dos llorábamos
como energúmenos−. Y por el amor de Dios, si os veis necesitados, recurrid a
mí, y si el maldito Nicholas os volviera a insultar, dadle otras bofetadas,
otras descargas en su conciencia. Insultadme, despreciadme. Quizá así mis constantes
vitales me hagan reaccionar. No sé qué hora es. Pero he de irme. Hacia el dolor
voy. Quizá regrese. Y entretanto no creo que sea capaz de olvidaros. Pero me
quedaré con la imagen de lo que he intuido. Mas por si acaso te lo preguntaré.
Yo os he visto libres y felices. ¿Lo sois, John?”
−“Lo somos, Nike, o así nos vemos. Y
¿cómo no vas a ser un amigo si nos has visto, en todo, tal como nosotros nos
imaginamos a nosotros mismos? No te juzgues con tanta severidad. Y no te tengas
tanto miedo. El hombre que ya has comenzado a ser vencerá la batalla.”
−“Amén, amigo mío. Adiós, John.
Tengo que enfrentar un largo camino, lento y doloroso, como la señora Oakes me
ha predicho. Pero este sendero no es hacia delante. No sé si entre sus muchos
recovecos, sabré encontrar la curva adecuada que vuelva a desembocar en
vosotros; o si, vagabundo sin Estrella Polar, me volveré a perder.”
−“Adiós, amigo mío. Ve hacia donde
tengas que ir, pero vete en paz. Si pudiera dominarlas, ordenaría a las dos
osas que te guiaran y acompañaran. Pero estrellas y recuerdos te marcarán el
rumbo. Ya no puedes errar tu norte.”
Desequilibrado por el peso insoportable del dolor, salí al fin de su
tienda. Quien dijera que seguía siendo mediodía y el cielo no estaba, como yo,
de luto. A los destellos de oro puro del día solemne de verano vinieron a
sobrevolar inquietas gráciles mariposas.
Que duro saber que se aguanta hambre teniendo dinero.
ResponderEliminarFuera, todos lloran la alegría del recién nacido.
ResponderEliminarDentro de la caseta de John y Miguel, el primero y Nike lloran por emociones diversas. Desvelamiento del gran secreto de Nike: su amor actual por Luke y su antiguo amor por John. Su imposibilidad inconsciente para asumir que John amara a otro hombre. Sus miedos por manchar la relación de Luke y Lucy. Sus miedos a la vez por volver a la vida vacía, quizá al alcohol, a la nada aquella que durante once días se apartó de su existencia gracias a siete mendigos. Sus miedos porque Nike quede sofocado por aquel odioso Nicholas Sidderley, por mucho que John afirme, convencido, que eso no será así. Salir hacia el dolor, salir hacia el dolor sabiéndose el octavo pero sin hallar el camino para serlo. Una incertidumbre de miedos, de amor, de emociones, de no saber. Un doloroso Verôme ya anunciado.
Y como último regalo de John, un libro sobre los cielos que, se adivina, logrará que Nike mire hacia el orbe y aprenda a distinguir sus astros en la noche de la soledad terrible que le espera. Una última promesa: quedar ambos cuando Régulo sea visible en lo alto…
Inor
Bellas palabras de despedida hacia cada uno de sus compañeros. Vacío se queda Nike, al saber que el hambre, les hace moverse entre basuras para poder comer. Ahora, su compañía serán el libro y sus estrellas amigas.
ResponderEliminarNietzsche vincula la amistad con la locura, aquel que dice verdad para no decir la verdad. Para tener amigos hay que saberse resguardar en el silencio de la verdad, ya os adelanto que esto no ocurre en este capítulo.
ResponderEliminarEl amor es una elección absolutamente inconsciente, uno no es dueño de esa elección, pero vayamos por partes:
-Del amor de Nicholas por John: amor confesado y celos confesos, celos como sentido de no perdida que no es más que un sentido de propiedad, las relaciones afectivas son una potente mezcla de amor y desamor, de encuentro y desencuentro, de seguridad y desconfianza, que trae cada uno y se mezcla en el sudor del otro, y a veces un yo mal amado que no se reconoce tal, se convierte en un yo mal amante, en un yo víctima que se siente atacado y resulta atacante. Fue el amor de un Nicholas etílico y en desconcierto, deconstruido y que no buscaba remisión.
-Del amor de Nike por Luke: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?". Amar es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar, es reconocer de lo que somos faltos y darlo al otro, ubicarlo en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, que va más allá de uno mismo. Es el amor de Nike en su transmutación espiritual y que aparece súbitamente al conocer a Luke y en su devenir y renuncia se asemeja al pensamiento Platoniano de que un amigo es aquel que es amante de su amado. Y el amante es el que es amigo del amado.
Las equivocaciones: Confesión del ataque de Nicholas a John y Miguel: Incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de dependencia, la ruptura que provoca la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Planteado ya anteriormente en el apartado de: Del amor de Nicholas por John. Nicholas agrede aturdido por la fermentación de su mal amor.
La brújula: Parece que Nike, muy a su pesar, abandona la comunidad de mendigos, recibe el mejor de los regalos, "Introducción al cosmos estrellado", quizás la mejor guía para su reencuentro.
Fuera de carta me gustaría hablar de un pensamiento de Nike, recurrente en otros capítulos, y que me tenía en jaque porque solo aparecía como pensamiento sin desarrollo posterior, sin contrapartida, y no entendía por qué un concepto tan importante, por su falsa visión, no era explicado y corregido por el talante de la narración, por suerte en este capítulo es resuelto a la perfección por John. "¿Necesitáis dinero?".
Aún no deja de sorprenderme el autor, confieso que en los arranques de la novela me pareció ver una falta de trazado en los diálogos, cortos y escasos, pareciera querer evitar una carencia, pero ya quedo posteriormente resuelta en otro capítulo donde se sublimó en ese aspecto. La narración de este que nos ocupa es puro diálogo pintado sobre un lienzo blanco de verdad y amistad que recoge los pensamientos de sus protagonistas, donde no sobra ni falta nada, es por sí mismo acción y por eso tiene su ritmo propio, sin cortarlo ni aminorarlo, construido para hacer progresar la historia y clarificar las relaciones entre los personajes, lo que crea otro capítulo perfecto. Ahora reconocida esta duda y aceptado mi equívoco, mi pregunta es otra ¿Cuál será el talón de Aquiles de Germán Llanes escritor?.
"Incitaciones". Somos conscientes de que nuestra sabiduría empieza donde la del autor termina, y quisiéramos que nos diera respuestas cuando todo lo que puede hacer por nosotros es excitar nuestros deseos. Y es esta, efectivamente, una de las grandes y maravillosas cualidades de los bellos libros, que nos hará comprender el papel a la vez esencial y limitado que la lectura puede desempeñar en nuestra vida espiritual. (Sobre la lectura, Marcel Proust)
Pol