CAPÍTULO LVI: MOMENTOS LUMINOSOS



─“Papá, ¿Dónde duermen las estrellas? –Kirsten descansaba en un tronco, interrogando curiosa a su padre Luke. Era una cálida tarde de mayo del año 39. Le faltaba muy poco para cumplir nueve años y a su hermano Paul diez- Quiero decir los meses que no las vemos, ¿dónde se esconden?”
   Luke intuía que a su hija le preocupaba algo diferente a las estrellas, y no sabía si, como ellas, podría iluminarla.

─“John me lo explicó un día con una naranja. Es una suerte que ahora estuviera a punto de comerme una. Fíjate bien. Imagina que esta naranja es la Tierra y mi mano derecha es el sol. Muevo en círculos la fruta alrededor de mi mano. Imagínate esta cara de la naranja como el hemisferio norte y la cara opuesta es el sur. Pero la Tierra gira sobre sí misma. Figúrate ahora ambos movimientos a la vez. ¿Lo ves? Ahora esta parte no da la cara a mi mano. No le llega el sol. Es de noche. Se ven las estrellas. Unas horas más tarde, le doy la vuelta a la naranja. Ya se ve el sol. Pero volvamos a la noche. Toda esta zona, mi cuerpo, y… hagamos un círculo. Esos fresnos, ese calvero donde hemos hecho tantas hogueras y que ahora está en frente de mí, estos otros fresnos que ya se juntan con mi hombro izquierdo, tu cuerpo y de nuevo el mío. En todos esos lugares hay estrellas. Cuando la naranja se acerca a mi mano, no se ven esas constelaciones que estarían situadas en el calvero de la hoguera; cuando la naranja está en el calvero, no se ven las que están en mis hombros.
─“Y lo mismo con la luna, supongo.”
─“Supongo, pero pregúntaselo a John. Mas volvamos a lo que se ve de noche. Imagina en mi pecho la constelación de Leo, con tu estrella, Ras Elased Australis, en mi corazón. Ahora se ve; ahora no se ve. Las estrellas no tienen voluntad y no pueden como nosotros decir si quieren seguir viendo la Tierra. Y las que están en mi corazón podrían un día desear alejarse de su Tierra, aunque de aquí dentro no se irán nunca.”
─“Y nada podría mover a Ras Elased Australis de ahí.”
   Luke pensó que su hija tenía derecho a conocer el universo y qué universos de sangre la habían creado y quizá en esa conversación no hubieran hablado sólo de estrellas y tal vez se habían entendido sin decir nada.


 
─“¿Por qué te dicen Hija de la Tierra?” –Kirsten paseaba con su madre por la orilla oeste del Kilmourne y seguía preguntando con muchas ganas de indagar los pormenores de su familia. Atardecía.
─“En realidad sólo me llama así tu padre Luke. Papá Nike muy pocas veces, porque él prefiere decirme Hija del Sol.”
   La tierra y el sol. Se le venía a la mente inevitablemente a su padre Luke esa misma tarde con su mano derecha y una naranja en su mano izquierda.
─“Sí, pero ¿por qué te llama papá Luke así a ti?” –siguió preguntando.
─“Sabes que he vivido toda la vida sin un padre biológico. No supe quién era hasta que tu tío Gerald me lo dijo con treinta años. No quieras saber quién fue tu abuelo, emperatriz. No debe conocer ni tu existencia. En realidad toda la vida he crecido con abuelita Olivia y seguramente el padre Tierra. Y este sí que ha sido un buen padre. Y fíjate. Nací cuando ya mi madre estaba en la calle, así que mis raíces, mi primer llanto, la primera luz que vi fueron las ventanas del paisaje en torno a la Colina de los Caballeros. Aquí germiné, aquí tus padres me abonaron, aquí di mis frutos, cuando tengo algún temor mi padre Tierra me acuna y me hace respirar el jardín fragante de las rocas, el lago, la maleza, los juncos. ¿Te vale?”
─“Me vale. Pero te equivocas en una cosa, mamá. Ahora sé quién es mi abuelo.”
─“¿Quién?” –preguntó Lucy, preocupada.
─“Me lo acabas de decir. Mi abuelo es el padre de mi madre: el padre Tierra.”
   Su madre tenía dos padres, uno biológico y otro que se había comportado como un padre verdadero. Ella también tenía dos, sólo uno biológico, eso ya lo comprendía bien, y aún no sabía quién era, pero dos padres Tierra, o un solo planeta pero con dos hemisferios. Y la luz siempre en ellos, o lo alumbraba el sol o lo hacían las estrellas. Y con papá Luke o papá Nike siempre estaría alumbrada. Pero la iluminaba un astro más, el rostro brillante de Lucy, su madre, que había vivido siempre en la misma casa, aunque en diferentes habitaciones, una casa como su padre Tierra, a todas horas bañada en luz.


 
─“¿Por qué te llaman Mendigo de los Espíritus?”
   Paul había pasado media hora nadando con papá Nike, que los había enseñado a nadar a su hermana y a él hacía dos años. Mayo acababa luminoso y cálido y la temperatura del agua invitaba a sumergirse. Ahora estaban un rato descansando en la orilla.
   Nike llevaba unos días notando que a sus hijos les preocupaba algo, hablaban entre sí en voz baja, se perdían a veces por entre los fresnos y cuchicheaban más que jugaban. Su hijo Paul a veces había sido pusilánime, pareciera que sin coraje, pero su padre sabía que en los momentos de la vida en los que hay que sacar valor, él era valiente. La pregunta era muy simple en apariencia pero Nike se preguntaba si no habría algo más profundo que quisiera averiguar y que sus tres padres temían que inquirieran. Más o menos habían pensado dejar algunas explicaciones para la adolescencia.
─“Así me llamó papá Luke, que, como sabes, me quiere mucho. En realidad, pensándolo bien, fue él también quien me regaló la Estrella Polar. En ambos regalos se ve bien lo que tu padre piensa de mí. Él cree que en ocasiones soy capaz de captar el verdadero nombre de las cosas. O de las personas.”
─“¿Cómo un espíritu?”
─“Sí, supongo que algunos espíritus al menos serán capaces de captar las cosas que atañen a los seres a los que protegen.”
─“Entonces ¿eres capaz de notar algo en mí ahora mismo?”
─“Estás nervioso, preocupado. Algo te inquieta. Yo diría que hay una cosa que me quieres preguntar.”
─“Pues es eso exactamente. Papá Luke supo cómo llamarte. Sabes que otros niños rechazan que dos hombres se amen pero para Kirsten y para mí es un placer ver cómo se aman papá Luke, papá Nike y por supuesto mamá.”
─“Gracias, pequeño rey. Adelante, pregunta. Puedo tener miedo de qué es lo que quieres saber, pero tienes derecho a conocer lo que ignoras.”
─“Yo nunca te haría esta pregunta, papá, si no te aseguro primero que sea cual sea la respuesta os voy a querer siempre a papá Luke y a ti.”
─“Haz la pregunta, hijo mío.” –Temía que al responderle ya no pudiera llamarlo más hijo mío, pero sabía que algún día le podía pasar.
─“Por lo que me habéis contado, primero fueron mamá y papá Luke, ¿no?”
─“Sí.”
─“Y luego tú te enamoraste de los dos y los dos de ti, ¿no fue así?”
─“Sí.” –la hora se acercaba. Nike tenía cada vez más miedo.
─“Y yo nací un año antes que mi hermana. Papá, yo no he conocido más niños que tengan tres padres. Supongo que o papá Luke o tú me engendrasteis, pero debió haber uno que no. Así que la pregunta es…”
─“Eres hijo de papá Luke, como sospechabas.” –se le adelantó Nike.
─“Papá, abrázame. Tú siempre serás mi padre.”
─“Hijo mío, qué miedo tenía. Te he querido siempre tanto…”
─“Y yo a ti. Tenía que saberlo, papá. Kirsten y yo llevábamos unos días hablando y ya no podíamos más. Y ella es…”
─“Yo soy el padre de Kirsten. Biológico, claro. Papá Luke también es su padre. ¿Cómo crees que ella…? es decir, ¿se lo vas a contar?”
─“En tanto lo ignorábamos y como pensábamos que uno de los dos no iba a serlo, ambos recordábamos cuánto os queríamos a los dos.”
─“Dile a tu hermana que le pregunte a papá Luke cómo fue que yo la engendré y cómo fue un acto de amor inmenso lo que supuso que ella llegara a la vida. Y en cuanto a ti, no podría nunca explicarte, Paul, cómo te quise ya antes de que nacieras. Te sentí un día en la barriga de mamá y me diste una patadita. Ya entonces deseé que fueras mi hijo, y no lo eras todavía cuando naciste, pero te vi nacer. Ese 6 de agosto fue un día muy amargo para mí, pero pronto supe que mi mayor amargura fue perderte cuando te acababa de encontrar.”
─“No me perderás más. Ni yo a ti. En esta familia siempre seremos cinco. Ahora sabe la verdad mi mente, pero mi corazón la sabía mucho antes. Somos cinco e igual que siempre querré a mi madre y a mi hermana, siempre he de querer a mis dos padres. Mendigo de los Espíritus. Espíritu de tantas cosas… para mí también espíritu del agua.”
─“¿Sabes? Con dos meses me llamaste un día papá cuando aún no lo era. Lucy, Luke y yo tendremos que contaros un día la historia de nuestra familia. No sabías hablar pero dijiste una palabra que acabaría siendo una realidad. Igual los niños distinguen el mundo tal como es antes de que la materia tome forma. También un día percibí que me estabas diciendo, sin saber hablar, que me esperabas para que en algún momento te enseñara a nadar.”
─“Seguramente te lo estaba pidiendo, papá. Y ahora que ya sé, anda, entremos otra vez en el agua. Siempre nadaremos juntos.”
   Pequeño rey. Toda la vida sería conocido así. Nike se daba cuenta de que su hijo acababa de comportarse como un soberano, como los reyes de verdad deberían saber comportarse. Pero ya no estaba tan seguro de que le cuadrara bien lo de “pequeño”.

 
─“Papá, yo quería… -Kirsten estaba de nuevo con su padre Luke. Acababan de encender la hoguera y los demás rondaban por allí, pero aún no se habían sentado-  darte un montón de besos.
─“Y yo te lo agradezco hija, pero ¿por qué?” –Luke tenía miedo. Ya no se podía retrasar lo inevitable. Había notado a sus dos hijos todo el día en conciliábulos con Nike y estaba casi seguro de qué quería hablar su hija.
─“Paul estuvo hablando con papá Nike y  luego me ha contado alguna cosa. Papá me vio después, se acercó y me contó más. Ahora lo sé. Mi hermano y yo llevábamos un mes queriendo conocer el misterio de nuestra paternidad y…”
─“Yo no soy tu padre” –la interrumpió Luke.
─“Querrás decir que SÍ eres mi padre –lo contradijo- por eso quería comerte a besos. Algún día teníamos que saberlo, papá. Y ahora me falta que un día me contéis con detalle vuestra historia de amor, la de los tres. Porque yo soy hija de la Sabiduría y de la Conmoción, sí, pero también de la Belleza. Estoy muy orgullosa de mi padre Luke. Y me ha conmovido saber que sin tu voluntad yo no estaría viva. Cuánto amor hacia mamá y papá Nike. Cómo debiste amarlos cuando les sugeriste que me engendraran. Y sin ti yo no tendría vida. No sólo la sangre, papá. Son todas las cosas que me has ido transmitiendo y que me han ido creando. Los niños no tienen tres padres. Y no todos los niños pueden decir que tengan un padre como tú.” –todo esto lo decía casi comiéndoselo a besos
─“Kirsten, hija mía, no tienes aún nueve años, pero eres muy madura. Mamá, papá Nike y yo no sabíamos cómo o cuándo deciros todo esto. Pero hay otra cosa que nos preocupa. Igual un día hayamos de reprocharnos que viváis en la calle.”
─“Nos habéis dado la vida, y no hay mayor regalo que la vida, papá. Pero no vivimos en la calle. Si alguna vez dormí en el Arrabal de la Mano Cortada, sería tan pequeña que ni lo recuerdo. Algunas veces en casa del tío James, y casi siempre en el palacete de los abuelos Protch. Pero además, papá, con ni siquiera nueve años, soy propietaria de una casa. Te lo recuerdo, Washington Street, 21, al ladito del 19, la de mi hermano. Y siempre los tres a nuestro lado, y la abuelita Olivia, y la abuelita Maudie y el abuelo Herbert. Vamos al colegio por la mañana, pasamos las tardes aquí, sí, como cualquier niño que juega entre los árboles, el río, el lago, que no conocen los niños de esta ciudad, y luego a dormir con alguno de los tres siempre cerquita. No me cambio por nadie. Y además los padres deben entender a los hijos, pero también los hijos a los padres, ¿no es verdad? ¿Y no es cierto que como nuestra querida bisabuelita, que ya se fue, los tres queréis morir en la calle?”
─“Sí, así es, Elased. Pero tú y tu hermano, ¿entendéis todo esto?”
─“No sólo lo entendemos, papá, sino que creemos que otros niños nos envidiarían. Tres padres nada menos. Y los tres se aman. En resumen ahora que sé quién es mi padre y quién es mi padre también te voy a querer toda la vida. Por cierto –y sonreía-, no sé si me he acordado ya de darte algún beso. Te quiero mucho. Gracias, papá.”


 
─“¿Estás llorando?” –Paul acababa de ayudar a su abuela a acarrear leña. Habían encendido ya la hoguera cuando creyó que Olivia soltaba una lagrimilla.
─“No es nada, cariño. Sólo el maldito ábrego que se está levantando.
   El ábrego y el norte. Paul había crecido oyendo a su abuela maldecirlos, pero sospechaba que había algo más.
─“¿La sigues recordando, verdad?”
─“Sí. Ya son cuatro años. Hasta ahora lloraba recordando los momentos en que estábamos juntas, pero ahora lloro también rememorando cuando estábamos muy cerca, pero no al lado. Estos días de ábrego recuerdo cómo se levantaba de repente estando las dos en la escalinata de una iglesia, y a ratos de media hora o así tenía que refugiarme en su interior, pues ella me lo aconsejaba. Eran intervalos en que tu bisabuela pedía por las dos. Pero no quiero contarte amarguras.”
─“Por favor, abuela, cuéntame lo que quieras. Y si es de ella, mejor. Sabes que acabo de enterarme de quién es mi padre y quién no, aunque en realidad los dos lo son. Mi familia no es sólo por la sangre. Intuyo que tampoco serían entonces mis abuelos los abuelos Protch, ¿verdad?”
─“No.”
─“Y mi bisabuelita tampoco lo era de sangre, supongo.”
─“Ni mi madre, pero nunca tuve una madre mejor.”
─“Ni el mío por la sangre es papá Nike, pero que nadie me diga que no es mi padre.”
─“Por la sangre o no, los seres humanos somos árboles, pero árboles muy extraños. Lo normal es perder un día nuestras raíces pero seguimos adelante con vida suficiente para cuidar de los retoños que han brotado de nuestros troncos. Como tú, cariño. No me sería posible expresarte cuánto te he querido siempre, Paul.”
─“Y yo a ti, abuela. Anda, los demás no han llegado aún a la hoguera. Háblame un rato de tu señora, de mi bisabuela Madeleine.”


 
   Era una mañana tórrida de principios de junio. El curso estaba a sólo unos días de acabar. Paul y Kirsten se habían demorado unos minutos hablando con un compañero de clase de Paul, Wilson Burnaby. El colegio estaba situado en la avenida Rage, en Riverside, y se llamaba, ¡cómo no!, Philip Rage. Sus padres lo habían escogido no sólo por estar cerca de casa sino por el tipo de educación que se impartía, aleccionando sobre la vida en general. A Paul le gustaban las matemáticas; Kirsten era buena en literatura.
   Wilson Burnaby era un niño metomentodo. Bastante espigado para su edad, pelo rubio con cierta tendencia a perderlo, algo grueso y extraordinariamente bien vestido, demasiado vestido para ese día de verano. Esperaba a su madre, que aún venía a recogerlo. Los dos hermanos eran recogidos algunos días por su madre o por papá Luke. Algún día venía a recogerlos papá Nike, sí, como venían su abuela o en numerosas ocasiones Bruce, pero la mayoría de las veces se volvían solos al Arrabal. Hoy no volverían tan temprano porque Wilson se había detenido a hablar con ellos.
─“Ayer domingo creí ver a tu padre en la iglesia de St Mary, creo que pidiendo limosna.”
   Hacía dos años que papá Nike les había explicado detenidamente su medio de vida. En el colegio, Paul y Kirsten no decían nada, pero era inevitable que algún compañero de clase viera algún día a sus padres. Kirsten ya sabía lo que decir.
─“Tienen amigos mendigos y a veces los acompañan o imitan algo de su vida. Pero mi madre es peluquera y mi padre camarero.” –sólo podían hablar de uno de sus padres.
─“Ayer estaba con él ese hombre que a veces viene por vosotros, ese del nombre tan extraño, ah sí, Nike.”
─“Son amigos, sí.” –dijo Paul, preguntándose a dónde querría ir a parar Wilson.
─“Un amigo de mi padre –dijo inesperadamente- acaba de dejar a su mujer y dicen que se ha ido con su chófer. Una vez vi cómo se miraban. No lo entendí entonces, claro, yo era muy pequeño. Pero ese Nike miraba ayer así a tu padre. Yo de tu madre me empezaría a preocupar.”
─“El amor entre mis padres no se va a romper por nada.” –dijo Kirsten.
─“No sé. Alguien debería hacer que tu padre llevara mejor camino. Pidiendo en la iglesia, con un hombre a su lado que quizá lo quiera más de la cuenta…”
   Paul ya no podía más. Wilson estaba cada vez más insufrible y era evidente que le encantaba entrometerse en los asuntos ajenos. La de su familia era una historia difícil de entender y su hermana y él no decían nada. Pero recordando la historia que papá Luke alguna vez les había contado y mirándolo a los ojos y a su cabeza, con algo de sorna exclamó:
─“Ten cuidado, Wilson, te estás quedando calvo.”

5 comentarios:

  1. Preciosa conversación de Kirsten con Luke, 9 años tiene ya... Dónde duermen las estrellas, dónde se esconden?. Y otra conversación entre ambos hacia mitad del capítulo donde, por boca de Kirsten conocemos cómo es la vida cotidiana de los niños, cómo se ha ido desarrollando.
    Lo mismo con Mamá Lucy...por qué te llaman Hija de la Tierra? Mi abuelo es el Padre Tierra... También por Olivia se entera de muchas cosas...de que tiene una gran familia aunque no toda sea de sangre.
    Paul a Nike: Tú siempre serás mi padre...
    Asumir que se tienen dos padres y ujna madre y que todos se aman...que son Cinco.

    Wilson Burnaby, un metomentodo bravucón y el golpe final de Paul... "TEN CUIDADO, WILSON, TE ESTAS QUEDANDO CALVO". Risas de cualquier lector que se precie...
    Inor

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  2. Qué niños tan inteligentes!!! Como son capaces de desarrollar y pensar y diría de contestar también al entrometido de Wilson. :D

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  5. El frío, los mendigos que piden limosna en las plazas, los que sobrevivían con las mandíbulas apretadas como talladas en piedra, a pesar de tantas desgracias, suficientes como para hundirse mil veces, con miedo sí, pero con dignidad, y de este infortunio nace la fortuna que los hijos heredan: la dignidad de sus padres, la riqueza de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos, ni de luchar por el futuro, unos hijos que adquieren, por esta comprensión, la madurez del pensamiento. La curiosidad infantil que no tiene fronteras se agudiza, las preguntas saltan en las mentes de Paul y Kirsten, a su edad descubren y aprenden, que una verdad revelada ha de tener cabida en su universo y que toda respuesta tiene en sí una enseñanza, que la felicidad, una vez más, es también una manera de resistir.

    MOMENTO LUMINOSO LUKE-KIRSTEN

    "Papá, ¿Dónde duermen las estrellas?". ¿Una inocente pregunta?, no tanto, las estrellas no se mueven están siempre ahí, aunque no las veamos no desaparecen, una lección básica de astronomía hace entender a Luke que es momento de ver las estrellas que permanecen ocultas sin explicación. Los ríos de sangre, el enigma del delta que los une tiene que ser resuelto.

    MOMENTO LUMINOSO KIRSTEN-LUCY

    "¿Por qué te dicen Hija de la Tierra?". Solo una madre puede explicar con dulzura la dureza de la vida, de su vida, discernir entre lo bueno y lo malo en un niño, no es fácil, se tiende a confundirlo, por eso las piezas tienen que ser movidas, no quedarse en suspenso, porque nunca nada se queda inmóvil, Kirsten sé sabia hija de "la Hija de la Tierra" y también de "la Hija del Sol". Para ella la fruta de la comprensión ya maduraba en su rama.

    MOMENTO LUMINOSO PAUL-NIKE

    "¿Por qué te llaman Mendigo de los Espíritus?". En los ojos, en el lenguaje gestual, se advierten las inquietudes de los niños, otra pregunta poco inocente, la explicación encadenaba nuevas preguntas, Paul heredó la dignidad y nobleza de sus padres, y su discurso, espíritu, amor entre hombres, y amor a tres, caminaba hacia la pregunta que Nike atajó: "Eres hijo de papá Luke, como sospechabas.". Para Nike era el secreto que guardó celosamente, no por precioso, sino por miedo a que Paul dejase de amarle. Tal vez era al revés, para Paul el secreto fue que alguien se enterase de cuanto amaba a papa Nike. "Papá, abrázame. Tú siempre serás mi padre."

    MOMENTO LUMINOSO LUKE-KIRSTEN

    "Papá, yo quería…". Lo maravilloso de esta vida es que en lo más recóndito de cualquier sombra hay hueco para la belleza, siempre florece la esperanza, la pequeña Kirsten llenó de luminosidad las indecisiones y las dudas de Luke. ¿Cómo se enfrenta un padre a decir que no lo es?. Completaron el puzzle, no en el sentido de caos y confusión, sino en el sentido de armonía, de encajar, un puzzle que hicieron juntos pieza a pieza.

    MOMENTO LUMINOSO PAUL-OLIVIA

    "¿Estás llorando?". Abuela tus ojos brillan tristes y los míos quieren ahondar en tus secretos como la luna en el mar, sé que por quien lloras no es sangre de mi río. Tantas sangres siento que no son del mismo manantial que me podría afligir si no supiera, abuela, que vengo del amor nacido en mi manantial, y si mi dicha no fuera completa, otra sangre, esta de amorosa lluvia, también llena mi caudal, "Háblame un rato de tu señora, de mi bisabuela Madeleine."

    IRONÍA -PAUL-KIRSTEN-WILSON

    "No sé. Alguien debería hacer que tu padre llevara mejor camino. Pidiendo en la iglesia, con un hombre a su lado que quizá lo quiera más de la cuenta…". No hay puñal más afilado que la impertinente e insufrible ironía de los niños, duele tanto como la sensatez de la respuesta que otro niño les pueda dar, "Ten cuidado, Wilson, te estás quedando calvo."

    Esta es la historia de preguntas entre las tiendas del Arrabal, de un universo que se empeña en resistir, en seguir pareciéndose a sí mismo en la pupila del ojo del huracán, de una respuesta que amenazaba con volverlo todo del revés, y no lo consiguió.

    Pol

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