¿Cómo seguir el hilo de una historia cuando
hasta ahora me la estaba contando Nike? Actualmente he de continuar con mis
propias fuerzas, pero primero es necesario saber de qué fuerzas dispongo o si las
tengo. Hasta este momento se trataba de transmitir lo que él me ha ido narrando
en las hogueras. Si a partir de ahora he de seguir a solas, mejor imaginar que
lo que sigue me lo está contando él, o Lucy, o Luke o cualquiera de ellos. Al
menos no me voy a rendir sin intentarlo.
El primero ha sido Nike, pero todos me han
pedido que los escriba, que por una vez quieren leer una historia de mendigos
sin que sea una sucesión de hechos trágicos. Agradezco su confianza en mí, pero
me veo con poca preparación para hilar tres palabras coherentes.
Pues ¿cómo desnudar los pensamientos para
salpimentar los diálogos? Mi maestro en las hogueras solía hacerlo, mas ahora
ya no sigo su voz, y cuando los demás me acompañen, habré de ver si soy capaz
de respetarlos. Habrá que seguir intercalando descripciones, símbolos y alguna
estrella. Pero ¿puedo ser fiel a su personalidad, la de cada uno? ¿Cometeré un
error intentando plasmar el devenir o las reflexiones de sus amigos? Es la
desesperación del escritor; castigo, si lo es, a la propia confianza. Miras en
tu interior y ves que la tarea debe hacerse, que ellos merecen un retrato, pero
temes que no se lleve bien a cabo, que debería encontrarse pronto un alma
caritativa, mejor capacitada, que los siga del brazo. Con alguna guía cuento, y
si no desfallezco, terminaré estos años.
¿Y qué tipo de lector he de esperar? Puede
hacerse demasiadas expectativas y que la historia le resulte demasiado
increíble: dos hombres que lo dejan todo por un sueño de libertad, amistad,
amor; una serpiente de la que no se ha oído hablar anteriormente y que no se
vuelve a ver después; una familia inverosímil cuya realidad me consta. Tampoco
Achab dio su vida por terminar con una
ballena. Pero ¿no sería mejor dejarlo todo aquí y contar tan sólo lo que me
transmitió Nike? ¿Y cómo hacerles justicia y volver verosímiles a cuatro que se
vieron forzados, uno que asumió su libertad desde la nada, un hombre de belleza
indudable que estuvo seis meses en la violencia para apartarse de ella después
y volverse gigante, dos millonarios que renuncian a su fortuna por un sueño de
bienestar? Dicen que el dinero no hace la felicidad, pero también dicen lo
contrario. Sí, pero nadie se lo cree. ¿Puedo encontrar las palabras exactas
para referir lo que sienten? He de intentarlo, pues no voy a contar tan sólo
una serie de hechos ocurridos en orden cronológico. Aunque me pase años en esta
grata labor, debo dejar que alguna vez se perciba su alma.
¿Y a estas alturas quién pensará el lector
que soy o con qué ojos me mirará? ¿Lo estaré cansando o habré logrado que los
quiera y deseará saber más? Los ocho son mis únicos lectores y si nunca tengo
más, con ellos me basta. Y me piden que desnude su corazón y su alma tanto como
sea necesario. Que se van reconociendo al leerse. Y por tanto, he de seguir,
que su aliento me pide que siga con el esfuerzo mientras me quede tinta. Haré
lo que pueda.
Ya el sábado, 26 de febrero, Nike volvió a
Deanforest a que los Protch conocieran a Lucy y a Luke. Otro día traería a sus
hijos, a quienes habían explicado que Maude y Herbert eran sus abuelos por
parte de papá Nike. Y vendrían con Olivia. Y el lunes acudiría el resto de sus
compañeros.
Saludaron a sus dos parejas por el orden
cronológico general. Primera en hablar fue Maude.
−“Bienvenida,
Lucy, a casa de tus nuevos amigos –y se dieron un beso-. Ahora pasaremos a
enseñaros el palacete. Eres muy hermosa. Sin duda vuestros hijos se parecerán a
ti.”
−“Bienvenido,
Luke –otro beso-. Deseábamos conoceros y brindaros esta casa.”
−“Gracias,
Maude. Tenemos de sobra con el palacete.”
−“Podéis
llamarme Maudie.”
−“Lucy
y yo hemos pensado en dejar ese vocativo para Nike, y si tú estás de acuerdo,
para nuestros hijos, que también serán vuestros nietos.”
−“¿Y
para mí?” –preguntó Herbert Protch saludando a Lucy.
−“Si
no tienes nada que oponer, y como Nike lo hace ya, los cinco te llamaremos
Herbert.”
Éste asintió y terminó los saludos
recibiendo a Luke.
−“Tenía
muchas ganas de conocerte. Sé bienvenido a Deanforest.”
Tras los saludos, fueron conducidos al
comedor, adyacente al palacete, donde les rogaron que se sentaran, que les
traerían un café, si no querían tomar otra cosa. Lucy respondió que hacía
tiempo que sólo tomaban café y los Protch comprendieron y no hicieron
comentarios. No tuvieron que esperar mucho. Enseguida se hallaron los cinco
sentados cómodamente juntos.
Se veía bien que el matrimonio Protch tenía
algo de qué hablar y no se decidía a soltarlo. Nike los animó a que hablasen y
Maude le echó valor.
−“Aquí
tenéis las llaves del palacete –introdujo como excusa para hablar de lo que en
verdad le interesaba-. Pero si entráis por la puerta principal de Deanforest,
no tendréis que usarlas. Por lo demás, el lunes queremos ponerlo a vuestro
nombre. Queremos saber al de quién exactamente y qué abogado nos recomienda
Nike.”
−“Mi
abogado es Gerald Rivers. No sé si confiáis en él, pero vuestro primo Richard
ahora lo hace. Si no, tendría que nombraros algún otro, pero no podría daros
opinión. Gerald es honrado y siempre lo
ha sido con su sobrina y sus maridos.”
Maude y Herbert estuvieron de acuerdo. Nike
tenía algo más que decir.
−“Sólo
por mis hijos he aceptado usar una parte de mi antiguo hogar. No deseo nunca
más su propiedad. No, ni del palacete. Y Luke tampoco quiere ser dueño de nada
que no haya logrado con su esfuerzo. En estos casos, confiamos todo a Lucy.
Ponedlo a su nombre. Pero recordad que a efectos legales es Lucy Prancitt.”
Estuvieron hablando un cuarto de hora y Lucy
y Luke les comentaron algo de su vida, sonrientes, y diciendo que sabían que
Nike no podía haberles hablado mal de ellos.
Pasado ese tiempo Maude y Herbert les
enseñaron el palacete. Nike les había hablado de qué se iban a encontrar. Un
pequeño hogar que compartía el estilo de toda la casa, lujoso y cómodo, del que
se encargaron los decoradores, sin que él tuviera nada que decir. Diez
habitaciones, cinco mirando al este, de las que escogieron la más al sur, con
elegantes sillas Reina Ana y llena de tapices y lámparas, como toda la casa, y
protegida por sobrecargados angelotes que parecían mirar boquiabiertos aquel
lujo para tres mendigos. Al día siguiente le tocaba a Nike dormir con Lucy y
les propuso elegir entre hacerlo los dos allí o dejar que lo hiciera Luke
cuidando de los niños. Eligieron la segunda opción. Se despidieron de los dos
asegurándoles que un día después conocerían a sus nietos.
Y llamaron a la puerta principal la mañana
del 27 de febrero. Maudie la abrió y se regocijó de ver aquel cuadro, casi toda
la familia, los tres padres, la abuela y los dos niños.
−“Olivia,
supongo.” –le dijo dándole un fuerte abrazo.
−“Maude,
es un placer conocerte. Nada más verte tengo el pálpito de que nos vamos a
llevar bien.”
−“Herbert
se está ocupando de la cocina. Enseguida sale. Pero antes he de darle un besito
a estas bellas criaturas.” –Kirsten estaba entonces medio adormilada, pero tuvo
lucidez suficiente para darle un beso y llamarla abuelita Maudie
Tras saludarla igual de cariñoso, Paul
escapó de los brazos de su madre y se fue corriendo a la estatua de Júpiter.
−“No
se parece a papá Luke.” –dijo. Se veía que ya le habían hablado del dios. A
continuación empezó a corretear hasta el salón caoba. Al sentir unos pasos,
Herbert intuyó de quién eran y salió de la cocina.
−“¿Abuelo
Herbert?” –preguntó entonces el pequeño.
Su abuelo lo tomó entonces en brazos
evitando que siguiera correteando más por la casa, tenía buenas piernas, y lo
besó.
−“Si
–le sonrió-, y tú eres Paul, ¿no?”
Pero en vez de responder, le lanzó otra
pregunta.
−“¿Tienes
chucherías?”
−“Otro
día, Paul. Hoy nos vamos a tomar un vaso de leche con unas pastas o el dulce
que más te guste. Ahora iremos al palacete. También tienes que conocerlo. Pero
antes tengo que saludar a tu hermana.”
Kirsten estaba ahora bastante despierta.
Había pasado de brazos de su abuela Olivia a los brazos de su ya abuela Maudie.
Herbert y ella se saludaron en el medio lenguaje de la niña. Él parecía
diplomado en ese idioma y no tardaron nada en cogerse cariño.
−“Se
parece a ti, Olivia, y también a Lucy. Y será lo mucho que lo han deseado pero
veo en Kirsten las facciones de Luke y en Paul las de Nike.”
−“Seguramente,
Herbert –respondió Olivia-. Si el Universo se ha rectificado tantas veces para
toda la familia, debe haberlo hecho para ellos también. Y cuando los miro,
Kirsten me recuerda a Luke y Paul a Nike. Puede que el cariño y la educación
estén logrando el milagro. A mí me evocan también los dos a mi hermana. Ahora
estoy recordándola cuando tenía esa edad y yo tenía casi la misma altura. Pero
pensarás que igual chocheo.”
Herbert Protch se apresuró a aseverar que
los sabía a todos bien lúcidos y despiertos. Pasaron al comedor del palacete y
se sentaron a la espera de que Herbert y Maude trajeran el café y los vasos de
leche. Entretanto invitaron a Paul y Kirsten a descubrir todo lo que había en
la despensa. Hallaron dulces de todas clases. Él prefería el chocolate; ella,
la crema. Escogieron dos cada uno de ellos por consejo de sus padres, o habrían
elegido más. Nike les indicó que el resto eran para los tres abuelos, mamá, papá
Luke y papá Nike y en estas se andaba cuando llegó el matrimonio Protch.
−“Maudie
–habló Nike-, creo que me traje algunos de mis viejos juguetes de Siddeley
Priory.”
−“Sí,
Nike. Los pusiste en el hueco de la escalera. Hace años que los encontramos. Hemos
desempolvado algún que otro viejo peluche y como nos dijiste que a Kirsten
–dijo mirándola- le gustaban tanto los patos, hemos metido varios en la bañera
del palacete, por si hoy se le apetece darse un chapuzón.”
−“Sí,
papá Nike. Quiero lavarme hoy.” –rogaba insistentemente.
−“Esta
noche la pasaréis aquí con la abuela y conmigo –dijo Luke-. Luego nos daremos
un baño. Y tu hermanito también.”
−“Sé
que os vais a llevar muy bien, nietos y abuelos, pero –le decía Lucy a los
Protch- no los miméis demasiado. Mi madre me dice a menudo que muy traviesa no
fui, pero que me gustaba esconderme y darle un susto de vez en cuando a Brenda.
Y me parece que Kirsten se asemeja a mí.”
−“No
nos dejaremos asustar, ¿verdad, pequeña?” –le decía Maudie jugando con ella.
−“Si
primero hubiéramos sido padres, estaríamos más entrenados, pero al menos nadie
nos tiene que enseñar a quererlos –argumentaba Herbert. Y también añadió-. Ayer
me atreví al fin a visitar a mi primo Rich y le comenté que durante dos semanas
hemos tenido en casa a un contador de historias al que él conoce muy bien.
Quería disculparse pero no se lo permití. Sólo le dije que ahora también podía
hallarlo con su familia en Deanforest, cuando se acercara por aquí.”
Y quería que también James y Rosa de Lima
pasaran por la casa.
Lucy volvió al campamento con sus dos hijos
mientras Luke y Nike, como cada domingo, estaban en la calle. Allí se encontró
con Rosa, que le traía un libro que le había prometido, Muerte de un Viajante, que podría considerarse una sátira contra el sueño americano y que los tres
querían leer. La hoguera ornaba sus cabellos castaños, limpios y bien
recogidos, como con una cinta de fuego con el aire remoto de un lubricán
caribeño, de un continente que crecía entre sobresaltos pero con luz suficiente
para alumbrar a toda una ciudad ciega. Rosa brillaba en su albor de rebeldía. Y
Luke y Nike llegaron entonces y la vieron chispa de un motor que nunca se
detenía y se sentaron a su lado. Y finalmente ella les decía.
−“James
y yo hemos llegado a un acuerdo. Iremos a mi país en vacaciones a echar una
mano y a ver a mi familia. Mi hermano Jairo ha sido detenido acusado de
provocar unos disturbios de los que él no es responsable. Pero ya sabemos que
nos quedamos en Hazington. Así que podéis traer a casa a vuestros hijos con
frecuencia.”
−“Los
llevaremos más a menudo a visitaros. Pero ahora duermen en el palacete de
Deanforest. De hecho me iba ya hacia allí.” –dijo Luke.
−“Espera,
Luke. Tu hermano debe de estar a punto de llegar. Mira –dijo señalando a Millers’
Lane-, en esa furgoneta debe venir.”
La furgoneta estaba cargada de algo que
parecía leña. James salió de ella y presentó a su amigo Bailey, profesor de
historia, como Rosa.
−“Fueron
viejos pupitres –comenzó a decir-, y otros enseres y mobiliario. Iban a ser
arrojados a la basura, pero me dieron una idea. Me los llevé a casa y los he
convertido en leña. A Bailey le venía bien traerla hoy y me ha hecho el favor.
Con esta madera tenéis para varias semanas.”
−“James
–le dijo su hermano cuando se quedó a solas con él-, yo no lo he hecho todavía,
pero voy a hacerlo ahora por primera vez: regalar una estrella. Deberías tener
una muy brillante que no ha sido dada: Procyon.”
Procyon, alfa
canis minoris, es la estrella llamada así porque sale antes que el perro,
el can mayor, con la brillante Sirio. Está tan cerca de Leo que podría
considerarse, como James, un perro fiel junto a los leones. En sus ladridos
adelanta orgulloso la caza a los pies de los félidos.
Esa noche en la hoguera, Nike recordó lo que
ya había hablado con ellos: ir a visitar a los Protch. Y parecía que todos
asentían, pero al rato Miguel pidió hablar a solas con él y ambos se
encaminaron al Puente del Menhir.
−“Nike
–empezó nervioso- hace tiempo no supe entenderte, ni supe ver a Luke. Después
ha habido años de calma y sabes que de verdad te aprecio. No quiero nuevos
malentendidos contigo. Pero me temo que no me vas a comprender.”
−“Se
trata de Deanforest, ¿no?”
−“No
voy a ir, pero quiero explicarte por qué.”
−“Dame
tus razones, Miguel. Sean las que fueran, quiero ser justo contigo.”
−“Ser
justos. De eso se trata. Si acudiera ahora, no le haría justicia a John.”
−“Cuéntamelo.”
−“Cuando
él y yo nos conocimos… bueno, es verdad que tenía celos de su riqueza y quizá
lo atosigué más de lo necesario. Mira, durante seis meses conservó su casa. Al
final se deshizo de ella. La puso en manos de Anne-Marie, que la vendió un año
después. Durante el tiempo que la tuvo me quiso convencer alguna vez de que
entrara en ella, sobre todo en noches de frío. Me negué en redondo. Quizá
discutiéramos más de la cuenta, pero ya sabes que por entonces no podía creerme
que John renunciara para siempre a lo que había tenido y nunca comprendí que no
le importaba nada de todo aquello, sólo lo conservaba por nosotros. En fin,
Nike, no le hice por entonces verdadera justicia, pero el caso es que nunca
entré en su casa. Y por tanto, no quiero hacerle ahora una nueva iniquidad
visitando la que fue propiedad de otro compañero. Sé que ya no es tuyo, pero en
fin… no creo que me comprendas.”
−“Son
buenas razones, Miguel. Y ya no es mi casa: es el hogar de unos buenos amigos.
Pero es verdad que me perteneció. Y lo que me has dicho me vale.”
−“No
tengo problemas en conocer a los Protch, pero quizá algún día en un bar, o si
ellos pasan por aquí…”
Y Nike no pudo hacer nada más, ni siquiera
intentó convencerlo. Le habría gustado que fueran por primera vez los ocho a
Deanforest, pero se hizo a la idea de que sólo irían siete.
Ya en la mañana del 28, Luke notó que
alguien llamaba a la puerta de comunicación. Era Maude. Le dio los buenos días
y la hizo pasar. Le explicó que Olivia se hallaba en la pequeña cocina del
palacete haciendo el desayuno a los niños.
−“Mucho
mejor, Luke. Quería hablar en privado contigo.” –le aclaró. Se acomodaron en
cómodos sillones de un coqueto salón a la izquierda.
−“Herbert
y yo hemos estado hablando toda la noche. Deseamos ser una especie de abuelos
de los niños de nuestro niño, pues así vemos ya a Nike. Y sé que a Lucy y a ti
os parece bien la idea. Pero no sin sus padres.”
−“¿No
sin sus padres?”
−“Herbert
y yo nunca hemos tenido hijos. Creímos que no los deseábamos y empezamos a
intentarlo bastante tarde, justo para descubrir entonces que era eso lo que
verdaderamente ansiábamos. Pero nunca llegaron. Supongo que uno de los dos es
estéril, pero nunca nos hemos hecho pruebas. Nunca hemos tenido hijos, pero los
dos hemos sentido estos días que Nike era como si hubiéramos tenido uno. Y ha
sabido describiros a todos con tanto amor que os queríamos a los ocho y os
querremos siempre. Pero ha puesto su corazón hablándonos de su mujer y su
marido. Quizá nunca hayamos tenido hijos para quereros ahora a vosotros. Y en
verdad, Luke, al veros a los tres juntos, podíamos notar como cada uno de los
tres ama a los otros dos. Vuestra historia de amor es singular, pero no deja de
ser estremecedora. Quiero decirte que además de que a Paul y Kirsten los
queramos como a nietos, a Lucy y a ti nos gustaría quereros como a hijos.”
−“Gracias,
Maude. Nike sabe cómo es la gente y quien merece ser querido. Y vuelve a tener
razón. Pero quieres añadir algo, ¿no?”
−“El
palacete estará pronto a nombre de Lucy Prancitt, pero quiero que entréis a
Deanforest, que desayunéis con nosotros, que todos seamos una familia.”
−“Mira,
Lucy, Nike y yo podemos pasar por muchas cosas por nuestros hijos, y además os
queremos de verdad. Por eso podemos entender que sus abuelos Protch les den a
nuestros hijos chucherías, juguetes, como les darían cosas que no cuestan nada:
cuentos, cariño, compañía. Todo eso nos parece bien mientras permitáis que sus
padres sigan siendo mendigos y…”
−“Por
supuesto nunca nos meteremos en eso.”
−“Y
que seamos nosotros los que busquemos para ellos lo que les hace falta. Maude,
podemos ser una familia, pero para no tener nunca ningún problema, dejadnos a
los tres cuidar de su bienestar, aunque por supuesto permitiremos que sus
abuelos les hagan regalos. Esta noche Lucy os traerá el dinero que hemos
ahorrado para ellos estos años. Sé que aprecias a Olivia. Puedes ponerte de
acuerdo con ella y comprar lo necesario. Y ese dinero durará años y un día les
pagaremos su educación. En resumen, mimadlos pues son vuestros nietos, pero no
demasiado. Y a nosotros dejadnos pasar hambre. A veces la sentimos pero nuestro
objetivo no se altera con tentaciones: queremos morir aquí.”
−“Seguramente
era necesaria esta conversación, Luke. Espero que no te parezca ahora una
locura si te digo que a cualquiera de los tres que le toque dormir solo venga
ahora a desayunar con nosotros a Deanforest.”
−“Olivia
debe estar preparando el café. En todo caso, Maude, fuera de esta noche, aunque
podéis invitarnos a desayunar, no lo hagáis con el almuerzo o la cena.”
−“Sabes que nos gustaría invitaros. Y si
vuestra hambre llega a ser extrema no nos perdonaríamos si no lo notamos y
coméis entonces con nosotros, y eso vale por los ocho. Pero entretanto,
respetaremos vuestras leyes. Pasa al comedor, por favor. Herbert ya debe tener
listo el desayuno. Ahora hablaré con Olivia, y que vengan con ella los pequeños.”
Paul, Kirsten, Olivia, Luke, Maude y Herbert
se sentaron a desayunar. En sus seis rostros se podía notar cierta timidez,
pero al poco tiempo, el apocamiento fue pequeños charcos de lluvia que se
engrandecieron hasta formar un pequeño embalse. Y pronto vieron que acabarían
siendo río. Fueron minúsculas ondas arrojadas al estanque las intervenciones de
Paul reclamando a sus nuevos abuelos alguna chuchería, dulce o juego. Al poco
se hablaban ya como si hubiesen sido una familia de toda la vida. Luke se despidió
pronto, pues tenía que ir a trabajar. Maude le dijo a Olivia que quería hablar
con ella. Ésta asintió y se aislaron en la cocina.
Las dos mujeres se entendieron muy bien.
Olivia sabía más o menos qué intrigaba a Maude y llevaba lista una especie de
agenda.
−“Lucy
se llevará a mis nietos de vuelta al arrabal cuando le toque a ella y yo vendré
a recogerlos cada vez que le toque a uno de mis yernos. Nike se reincorpora al
trabajo mañana. Pero mi hija y Luke duermen dos días seguidos y veréis a Nike
esta noche y mañana por la noche. Yo vendré por Paul y Kirsten y él acudirá a
la Thuban. Es fácil pero aquí te dejo una lista con el día que viene cada uno.
Hablaré con los tres para convencerlos de que desayunen con vosotros. Y como sé
lo que me vas a decir, de acuerdo, desayunaré también cuando venga por los
niños.”
Las dos mujeres se entendían bien y lograron
ponerse de acuerdo en muchos temas. Se tratarían como familia, sí, pero para
los niños lo que quisieran, dentro de ciertos límites; nada para ellos. Alguna
vez podrían visitarlos los demás, pero sería una corta visita. Aceptarían un
café pero poco más. Y de tanto en tanto una ducha; el palacete tenía también su
cuarto de baño. Todos querían la amistad con los Protch, pero deseaban seguir
viviendo como habían vivido siempre. Maude la entendió y le rogó a Olivia que
la avisara si se pasaban o se quedaban cortos.
A las 8 y media de la noche sonó
puntualmente el timbre de la puerta y los Protch estaban anhelantes. Iban
vestidos de manera elegante, pero sencilla, suponiendo acertadamente que ellos
lo preferirían. Al abrir la puerta se encontraron con rostros ya conocidos, mas
pronto cayeron en la cuenta de que sólo eran siete. Herbert comprendió
enseguida que faltaba Miguel. Se dirigió a John.
−“Sois
siete. Espero que no le haya pasado nada a tu compañero. Supongo que prefieres
que te llame John.”
−“Sí,
por supuesto, Herbert. Ha pasado mucho tiempo desde que vine por última vez a
Deanforest como señor Richmonds. Miguel os manda saludos. Pero tengo que deciros
–se lo veía molesto- que no tiene inconveniente en conoceros en otro sitio,
pero que tiene sus razones para no querer pisar Deanforest. Sin embargo desea
conoceros.”
−“No
tienes que darnos más explicaciones, John. Llévale un fuerte abrazo de nuestra
parte. Y sé bienvenido a Deanforest. Y por favor, venid todos a visitarnos con
frecuencia. Deseamos querer a todos los compañeros de nuestro niño Nike. Y
esperamos que aquí os sintáis todos como en casa.”
−“Y
ya que nos hemos saltado el orden cronológico, que sabemos, ahora le daremos la
bienvenida a los dos que nos falta por saludar. Es un placer recibirla en esta
casa, señora Oakes. Y también es un verdadero placer besar al fin a la mujer
que recuerdo desde hace años, la dama que me profetizó algo de imposible
cumplimiento y que no obstante se ha hecho realidad.”
−“Sí,
te recuerdo también, Herbert. Yo misma no entendí mis propias palabras, lo que
suele pasarme a menudo, pero memoricé tu rostro. Paul y Kirsten me llaman
bisabuela y es un placer abrazar a sus nuevos abuelos.”
Venía vestida en un elegante traje de seda
verde que le habían oído nombrar a Nike. Tal vez fuera el mismo. A Olivia le
sentaban mejor los colores claros y venía embutida en un elegante vestido de
lana rojo. Su hija vestía de amarillo. Era la única a la que sentaba bien ese
color. Los hombres vestían más sencillamente. Bruce venía también de crema,
como lo recordaban. John vestía sencillo, pero pareciera que en su caso la ropa
no se desgastaba. Iba bien afeitado y aseado. Luke y Nike estaban como los días
anteriores, en tonos grises y sin jerséis.
−“Bienvenido
de nuevo, Bruce –lo saludó Maude-. Ya conoces esta casa. Y ahora quisiéramos
que nos visitaras con frecuencia. Olivia –continuó-, hoy estás guapísima
también. Es un placer volverte a recibir. Ojalá te encuentres cómoda aquí y en
nuestros corazones. Y lo mismo decimos a nuestro querido tres. Bienvenida,
Lucy. Bienvenido, Luke. Y otro beso enorme para ti, nuestro ya siempre querido
hijo Nike.”
Terminados los saludos, se acomodaron los
siete y los dos niños un rato en el comedor, esperando que los Protch
terminaran de calentar la cena y se la trajeran. Todos lanzaban miradas
subrepticias a Nike, entretanto, como si aún fuese el anfitrión. Fue tan
evidente que al final tuvo que decir algo.
−“Esta
ya no es mi casa. En realidad nunca lo fue. Y si quisiera haceros un tour, sólo
os llevaría a donde más feliz he sido, a la biblioteca. Pero vosotros ya me
habéis enseñado vuestra casa y en ese hogar decidí quedarme.”
No hubo tiempo para mucho más, pues en ese
momento entraron los Protch con la cena. Todos quisieron ayudar, pero Nike
volvió a hablar.
−“Hoy
no. Sus corazones sencillos quieren agasajarnos como amigos y ahora somos sus
invitados. ¿No es así, Maudie, Herbert?”
−“Así
es, Nike –respondió Maudie-. Hemos servido la cena a gentes que no nos
importaban nada. Y queremos que vosotros seáis nuestros amigos y que os sintáis
en casa.”
Herbert había consultado con Nike la cena.
Quería saber si eran más de carne o de pescado. Nike les recordó que un mendigo
saciaba su hambre con todo y que no harían falta dos comidas a elegir, que en
general eran más de carne. Así que hubo rosbif con ensalada, sopa de pescado
como entrante. Y de postre pudding, de dos tipos por los niños, de chocolate y de
crema.
La conversación la inició Maudie
preguntándoles cómo se encontraban sus gatos.
−“A
Telemachus y a Teseo se los nota ya un poco mayores –respondió la señora
Oakes-. No sabemos la edad de Ted, pero aún se ve ágil.”
−“Conocemos
a todos por Nike. Nos encantaría verlos –siguió Maudie-, igual que queremos
conocer vuestros árboles y vuestras estrellas. Supongo que no se relacionan
–intentó explicarse mejor-, quiero decir que vuestros gatos no tendrán
estrellas.”
−“No
se las hemos entregado. Aunque mentalmente –confesó Nike nervioso-, como ahora
nuestros gatos son tres, bueno… los he emparejado con las Tres Marías, el
cinturón de Orión. Como no sé si tienen orden cronológico, por el orden en que
los he conocido Telemachus tiene Alnitak, Ted tiene Alnilam y Teseo Mintaka. “
−“Árboles,
estrellas, gatos, vuestro río y principalmente vuestro compañero Miguel.
Queremos conocer a todos y todo –decía Herbert-. Y sobre este último, Luke, me
has contado una frase que me ha estremecido, pero Maude aún no la conoce. Quizá
se la quieras contar. Eso del hijo de puta muerto.”
−“Ah
–dijo súbitamente recordando-. Fue así, Maude. El día de mi motivo de Verôme,
Miguel me estremeció preguntándome de qué servía un hijo de puta muerto.
Imagina, me dijo, una reunión de cuatro amigos en la que uno es favorable al
amor entre dos hombres y tres se oponen. Si uno de estos últimos muere,
seguirían siendo dos contra uno. Ahora imagina, como era mi caso, que uno de
los hostiles cambia de bando, y piensa justo lo contrario. En ese caso serían
dos contra dos y las fuerzas se equilibrarían. Me persuadió y mi manera de
mirar a muchas cosas cambió desde entonces. Coincido con él en su conclusión.
Convencer es más importante que vencer.”
−“Sí
–dijo Maude-, Miguel también está aquí esta noche. Ahora quisiera pedirle
permiso a John o a Luke para llevarle estas palabras a mi hermano. Le
gustarán.”
−“Miguel
está aquí –aseguró John- y se alegrará de que sus palabras, que por supuesto no
le pertenecen, le sean útiles a tu hermano.”
Habían llegado a los postres. Los nueve
adultos parecieron de acuerdo en repartirse una parte para que Paul y Kirsten no se atiborraran, pero les dejaron
la mitad de cada pudding. En ese tiempo los Protch contaron algo de su tiempo
en Siddeley Priory y de cómo se conocieron y enamoraron, de su primera etapa en
Deanforest como criados de Nike. Y algo les contaron de su estancia en Orleáns,
y prometieron contarles su regreso a Hazington y hablarles también de Richard y
su familia en días sucesivos y así se aseguraban de que todos volvieran otros
días.
La primera cena con los Protch había sido
cálida y sincera y ya todos se vieron como parte de la misma familia. Paul y
Kirsten contribuyeron dando sentidos besitos a sus nuevos abuelos.
Marzo comenzó también con sobresalto. Maude
y Herbert habían prometido visitar el arrabal la primera noche. Y efectivamente
allí estaban, tarde pero cumpliendo su promesa. Pero algo anormal se percibía
en los ojos de Maudie. Saludó tímidamente a todos los que entonces estaban
–faltaban Miguel, al que esa noche tampoco conocieron, y John- pero enseguida
les informaron de que querían hablar a solas con Nike.
−“Hoy
he llamado al hospital. No se ha puesto mi hermano. Me ha informado una
doctora. Mitch ha tenido otra crisis y esta vez parece definitiva. Me dicen que
puede ser inminente. No le dan más de un mes de vida. O tal vez mucho menos.
Por eso quería verte, Nike. No sé si mantienes tu intención de visitarlo, pero
es o ahora o nunca.”
−“Me
gustaría verlo, pero sabes bien, Maudie, que no tengo dinero para el viaje.”
−“Sabes
que podemos pagártelo. Mira, Nike. Nos has hablado más de una vez de elegir
entre dos vilezas: o no acudir a verlo o dejarte ayudar por nuestro dinero, que
es en gran parte lo que queda del dinero de los Siddeley. Piensa que sigues
siendo el señor Siddeley con los sentimientos del mendigo Nike. Usarías una
ínfima parte para ir al hospital. Y sobre todo, no olvides que él quiere
verte.”
−“Está
bien, Maudie, transijo. Es tu hermano y quiero abrazarlo.”
Maude habló un rato más con Olivia, a la que
convenció de hacerse cargo de Deanforest en su ausencia, pues habían quedado
con los albañiles para obrar un antiguo despacho de la planta baja, que sería
su nueva habitación. Esos días la señora Oakes iría sola a la calle y los niños
podían pasar gran parte del día en Deanforest.
Con Nike quedaron de acuerdo en partir al día
siguiente si la presidenta –estaban seguros de la reacción de Anne-Marie- le
concedía varios días. Al final todo se llevó a cabo sin problemas y pudieron
coger un vuelo hasta la Capital y en breve estuvieron en el hospital. Nike
aguardó en la sala de espera a que Maudie y Herbert saliesen de su habitación y
cuando al final entró se encontró con un espectro mísero, casi intangible, pero
consciente, que le sonreía. Todo el sistema inmunológico fallaba pero se veía
que en el último minuto podía fallarle el corazón.
−“Hola,
señor Siddeley” –lo saludó.
−“Sólo
Nike, por favor. En realidad ahora estoy por debajo en la escala social
–sonrió-. ¿O pretendes que te llame señor Heath?”
−“Nike,
tenía muchas ganas de conocerte, aunque ya estoy en el final. Pero mi hermana
me contaba lo que tú le ibas diciendo a mi cuñado y a ratos pensaba que se
estaban inventando una fábula. Pero tu transición de millonario a mendigo me
gustaba tanto que quería saber más. Y me ha hecho más llevadera mi espera en el
andén para mi último viaje, y ya no debe tardar el tren. Escúchame, por favor.
Mi hermana no necesita que la cuiden, pero mantente siempre a su lado, que se
apoye en tus hombros. Contigo siempre le llegará, déjame usar las expresiones
de Luke, agua de lluvia sobre los surcos. Tú has de fertilizar a todo el que te
conozca.”
−“Gracias,
Mitch. Siempre estaré a su lado, te lo prometo. Déjame preguntarte si tienes
pareja.”
−“La
tuve, pero al borde de la muerte no me siento capaz de hablarte de él.”
Lo dejaron por el momento ahí, pero al día
siguiente Mitch se encontró con fuerzas para hablarle de su marido.
−“Se
llamaba Neil. He estado con él diez años. Nos conocimos en la oficina en la que
ambos trabajábamos. He sido enormemente feliz con él, pero esta maldita
enfermedad se lo llevó hace cuatro meses, justo para empezar yo con los mismos
síntomas. Deberíamos habernos ido los dos al mismo tiempo. Pero lo he tenido y
pronto nos reuniremos. Nike, si el sentido de la vida es aprender, ¿el sentido
de la muerte es olvidar?”
−“Depende,
Mitch. Yo no soy un filósofo, pero puedo hablarte de nuestras creencias. Puede
que tengan razón los cristianos o puede que esté en lo cierto la señora Oakes y
vayamos a la tercera vida, la Sabiduría. Mas en cualquier caso, si vamos a otro
lugar, vamos cargados con un saco de experiencias y un aprendizaje.”
−“¿Y
si no hay nada?”
−“¿Eres
creyente, Mitch?”
−“Me
temo que no.”
−“Quizá
el olvido sea necesario, el descanso del dolor, la soledad, el hambre. La
muerte es la paz, pero mientras vives, ¿qué sentido le das a la existencia?
Para mí hay miles de cosas que aprender.”
−“He
conocido el amor y de vuestras palabras más importantes también la libertad y
la amistad, pero me han faltado, quizá, la felicidad y la belleza. Pero hay
gente que muere y no ha conocido el amor, por ejemplo.”
−“Según
nuestra cosmogonía, el amor lo habrían aprendido en la primera vida, la
Libertad. Ahora pasamos por el Horror y esa experiencia ya no debe ser
ejercitada.”
−“Debí
haberte conocido hace años.”
−“Hace
años yo era un capullo, Mitch.”
−“Si
de mí dependiera, viviría cien años más.
Pero gracias por venir, Nike. Ahora quiero un tránsito corto. Y puedo decirlo
en voz alta: he vivido.”
Mitch no resistió más de dos días. En sus
últimos minutos parecía un hombre feliz que consolara a Maude y Herbert.
Después Nike se fundió con ella en un abrazo interminable y los tres lloraban
el mismo río.
De vuelta a Hazington, Nike quiso pasar al
lado de Maude más de un mes. Y tuvo a Herbert, a Olivia y a sus nietos como
rosas en su jardín que en tímidos brotes se anunciaran. Volviendo al arrabal
una tarde un fuerte chaparrón lo sorprendió, y mirando a las nubes, les hizo un
guiño diciendo: “agua de lluvia sobre los surcos, Mitch”.
Estuvo constantemente junto a los Protch y
se prometió visitarlos a diario el resto de su vida. “Y si no es bastante,
silbad que me multiplique y Olivia, mi mujer, mi marido y mis hijos seremos
mantas que conservarán para vosotros su calor así pasen los años.”
Ese personaje que al final del capítulo anterior oyó a Nike contarle (durante 11 días también) esos 11 días que habló a los Protch, retoma ahora la voz del narrador pues todos los del Arrabal, empezando por Nike, se lo han pedido…que escriba algo sobre mendigos que no sea una sucesión trágica. Sigo sin saber qué personaje es…pero me gusta este misterio. Él mismo dice: “¿Y a estas alturas quién pensará el lector que soy o con qué ojos me mirará?”
ResponderEliminarLucy y Luke van con Nike a conocer a los Protch. Maudie les da las llaves del Palacete y acuerdan que Gerard se ocupará de ponerlo a nombre de Lucy. Poco después también conocerán los Protch a Olivia y los niños.
Una noche, Miguel le dice a Nike que él no irá a Deanforest porque jamás fue a la casa de John ni siquiera en las noches de frío, hasta que John vendió esa casa. Es normal que ahora no quiera ir a la casa de otro compañero y Nike lo comprende. Miguel prefiere conocer a los Protch fuera de Deanforest.
Maudie le confiesa a Luke que ven a Nike como a su hijo, y ahora también a Lucy y a él. A sus hijitos como nietos. Que desayunen todos juntos como una familia cada día en Deanforest.
Una noche se reúnen los siete (a falta de Miguel) más los niños con los Protch para cenar todos juntos. Al poco tiempo, Maudie y Herbert visitan el Arrabal. Mitch se muere…y Nike acepta que los Protch le paguen el viaje para ir a verlo y vayan los tres juntos. En el hospital, Mitch le dice a Nike que cuide de su hermana. Y le dice también que él (Nike) es agua de lluvia sobre los surcos y ha de fertilizar a todo el que lo conozca. Mitch le habla de Neil, su compañero ya fallecido de la misma enfermedad que sufre él. Muere a los pocos días…
Inor
El Vaticinio de la Sra. Oakes, hacía Herbert se cumplió, tendrás nietos sin haber sido padres.
ResponderEliminarLibertad y amistad, grandes palabras dichas por Mitch casi en su lecho de muerte. ( Qué poca gente conoce esos términos).
Enantiodromía: término griego para significar aquello que se torna en su opuesto. El Sol debe convertirse en la Luna y así formar un ciclo; este es el ritmo de la vida, en cuya coincidencia de opuestos yace la alquimia del universo.
ResponderEliminarComo discípulo tuyo, Nike, sabré amar con derroche los atardeceres, el Arrabal, las estrellas, y en tus espejos moteados de azogue: lo mítico, la dicha y su contrario, el disfrute sencillo de la Belleza, pero con sosiego. Aunque mis ojos no vieron ese puro destello que te deslumbró, tus palabras me lo dibujaron, aunque ya nada pueda devolverme, para mi goce, tu hora de esplendor, tu relato y mi imaginación hicieron el milagro, y acaso de mis pasos en el camino, sin afligirme, sin infelicidad, encontraré la Belleza que siempre perdura en el recuerdo y permanece en el futuro. Y ya me parece que esa Belleza es más elevadora que una plegaria, y que llenara un paraíso más amplio que todos los recovecos de mi vida interior.
Buenas, me presento, soy...narrador, espero que la curiosidad sea un aliciente, hoy empiezo (más bien continuo en solitario pues ya fui sombra en breves pasajes) mi narración. ¿Mi motivo?: no dejar una página sin terminar. Entre el miedo y la esperanza se mueve mi incertidumbre, saber contarlo. Es difícil emular a quien en hogueras fue mi maestro, poder relatar, dibujar almas. Yo llevo ocho de esas almas. Con el miedo de no enredarme con las palabras, en algún momento cultivaré la esperanza, porque aun en soledad no se está solo, las voces que ocuparan mi voz os hablaran de la rueda de la vida, de personas bellas, las que han conocido la derrota, el sufrimiento, la perdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Su apreciación, su sensibilidad y una comprensión de la vida que los ha llevado a la conmoción, humildad y una profunda inquietud amorosa, os harán ver que la gente bella no surge de la nada. Y no faltarán astros, símbolos, cábalas, pues todo esto forma parte de su universo, continuar desde este punto, narrar estos años, es el empeño que me gustaría alcanzar.
Una trama meritoriamente estructurada y contada, después del arranque del capítulo con una introspección meditada, compartimos tiempo y vivencias, entre corretear de niños y quehaceres de adultos, narrativa que lleva al lector de la mano, un ejercicio que asienta otra de las virtudes del autor, la de narrar la parte más cálida y luminosa del ser humano y sus relaciones con los demás, los Protch, Los niños, Luke Nike, Lucy, los del Arrabal, etc., todos viven y conviven. Siempre se ha dicho que los niños no hacen más que "enredar", nada que ver en este capítulo en el que el protagonismo de Paul y Kirsten no infantiliza el relato, ni resta interés al lector, al contrario lo dota de mayor atracción y dinamismo. También hay tiempo para las reflexiones, Dignidad y Respeto en Miguel. Convencer mejor que vencer, reflejado en la "parábola" del hijo de puta muerto. Todo ello en un capítulo en que la esencia del ser humano transita por una esperanza que trasciende a un estado de bondad y justicia, narrado con la exigencia de una sencillez sucinta pero dulce e irrefutable.
La metáfora de este capítulo: Nike y sus decisiones fertilizan.
"Agua de lluvia sobre los surcos, Mitch". La enfermedad que se convirtió en estigma, en el dedo moral de "diosecillos" señalando a las almas cuyo corazón de varón ama a otro corazón de varón. ¡Ay! Mitch, mis ojos dejaron de leer para poderte contemplar. El autor ha querido dejar su respeto en la sensibilidad de tu corto relato, al final del capítulo, tu final. Tu vida requería cuidados, y los cuidados necesitaban de los zarpazos de la vida, de la fragilidad, necesitaban de las heridas. ¿Quién quiere la perfección? El amor y la vida necesitan sanar, sanarse a cada instante, la perfección no tiene cura.
Pol