QUINTA PARTE: DISSERENASCIT CAPÍTULO LI: LLUVIA SOBRE LOS SURCOS



   ¿Cómo seguir el hilo de una historia cuando hasta ahora me la estaba contando Nike? Actualmente he de continuar con mis propias fuerzas, pero primero es necesario saber de qué fuerzas dispongo o si las tengo. Hasta este momento se trataba de transmitir lo que él me ha ido narrando en las hogueras. Si a partir de ahora he de seguir a solas, mejor imaginar que lo que sigue me lo está contando él, o Lucy, o Luke o cualquiera de ellos. Al menos no me voy a rendir sin intentarlo.

   El primero ha sido Nike, pero todos me han pedido que los escriba, que por una vez quieren leer una historia de mendigos sin que sea una sucesión de hechos trágicos. Agradezco su confianza en mí, pero me veo con poca preparación para hilar tres palabras coherentes.
   Pues ¿cómo desnudar los pensamientos para salpimentar los diálogos? Mi maestro en las hogueras solía hacerlo, mas ahora ya no sigo su voz, y cuando los demás me acompañen, habré de ver si soy capaz de respetarlos. Habrá que seguir intercalando descripciones, símbolos y alguna estrella. Pero ¿puedo ser fiel a su personalidad, la de cada uno? ¿Cometeré un error intentando plasmar el devenir o las reflexiones de sus amigos? Es la desesperación del escritor; castigo, si lo es, a la propia confianza. Miras en tu interior y ves que la tarea debe hacerse, que ellos merecen un retrato, pero temes que no se lleve bien a cabo, que debería encontrarse pronto un alma caritativa, mejor capacitada, que los siga del brazo. Con alguna guía cuento, y si no desfallezco, terminaré estos años.
   ¿Y qué tipo de lector he de esperar? Puede hacerse demasiadas expectativas y que la historia le resulte demasiado increíble: dos hombres que lo dejan todo por un sueño de libertad, amistad, amor; una serpiente de la que no se ha oído hablar anteriormente y que no se vuelve a ver después; una familia inverosímil cuya realidad me consta. Tampoco Achab dio su vida  por terminar con una ballena. Pero ¿no sería mejor dejarlo todo aquí y contar tan sólo lo que me transmitió Nike? ¿Y cómo hacerles justicia y volver verosímiles a cuatro que se vieron forzados, uno que asumió su libertad desde la nada, un hombre de belleza indudable que estuvo seis meses en la violencia para apartarse de ella después y volverse gigante, dos millonarios que renuncian a su fortuna por un sueño de bienestar? Dicen que el dinero no hace la felicidad, pero también dicen lo contrario. Sí, pero nadie se lo cree. ¿Puedo encontrar las palabras exactas para referir lo que sienten? He de intentarlo, pues no voy a contar tan sólo una serie de hechos ocurridos en orden cronológico. Aunque me pase años en esta grata labor, debo dejar que alguna vez se perciba su alma.
   ¿Y a estas alturas quién pensará el lector que soy o con qué ojos me mirará? ¿Lo estaré cansando o habré logrado que los quiera y deseará saber más? Los ocho son mis únicos lectores y si nunca tengo más, con ellos me basta. Y me piden que desnude su corazón y su alma tanto como sea necesario. Que se van reconociendo al leerse. Y por tanto, he de seguir, que su aliento me pide que siga con el esfuerzo mientras me quede tinta. Haré lo que pueda.
   Ya el sábado, 26 de febrero, Nike volvió a Deanforest a que los Protch conocieran a Lucy y a Luke. Otro día traería a sus hijos, a quienes habían explicado que Maude y Herbert eran sus abuelos por parte de papá Nike. Y vendrían con Olivia. Y el lunes acudiría el resto de sus compañeros.
   Saludaron a sus dos parejas por el orden cronológico general. Primera en hablar fue Maude.
−“Bienvenida, Lucy, a casa de tus nuevos amigos –y se dieron un beso-. Ahora pasaremos a enseñaros el palacete. Eres muy hermosa. Sin duda vuestros hijos se parecerán a ti.”
−“Bienvenido, Luke –otro beso-. Deseábamos conoceros y brindaros esta casa.”
−“Gracias, Maude. Tenemos de sobra con el palacete.”
−“Podéis llamarme Maudie.”
−“Lucy y yo hemos pensado en dejar ese vocativo para Nike, y si tú estás de acuerdo, para nuestros hijos, que también serán vuestros nietos.”
−“¿Y para mí?” –preguntó Herbert Protch saludando a Lucy.
−“Si no tienes nada que oponer, y como Nike lo hace ya, los cinco te llamaremos Herbert.”
   Éste asintió y terminó los saludos recibiendo a Luke.
−“Tenía muchas ganas de conocerte. Sé bienvenido a Deanforest.”
   Tras los saludos, fueron conducidos al comedor, adyacente al palacete, donde les rogaron que se sentaran, que les traerían un café, si no querían tomar otra cosa. Lucy respondió que hacía tiempo que sólo tomaban café y los Protch comprendieron y no hicieron comentarios. No tuvieron que esperar mucho. Enseguida se hallaron los cinco sentados cómodamente juntos.
   Se veía bien que el matrimonio Protch tenía algo de qué hablar y no se decidía a soltarlo. Nike los animó a que hablasen y Maude le echó valor.
−“Aquí tenéis las llaves del palacete –introdujo como excusa para hablar de lo que en verdad le interesaba-. Pero si entráis por la puerta principal de Deanforest, no tendréis que usarlas. Por lo demás, el lunes queremos ponerlo a vuestro nombre. Queremos saber al de quién exactamente y qué abogado nos recomienda Nike.”
−“Mi abogado es Gerald Rivers. No sé si confiáis en él, pero vuestro primo Richard ahora lo hace. Si no, tendría que nombraros algún otro, pero no podría daros opinión.  Gerald es honrado y siempre lo ha sido con su sobrina y sus maridos.”
   Maude y Herbert estuvieron de acuerdo. Nike tenía algo más que decir.
−“Sólo por mis hijos he aceptado usar una parte de mi antiguo hogar. No deseo nunca más su propiedad. No, ni del palacete. Y Luke tampoco quiere ser dueño de nada que no haya logrado con su esfuerzo. En estos casos, confiamos todo a Lucy. Ponedlo a su nombre. Pero recordad que a efectos legales es Lucy Prancitt.”
   Estuvieron hablando un cuarto de hora y Lucy y Luke les comentaron algo de su vida, sonrientes, y diciendo que sabían que Nike no podía haberles hablado mal de ellos.
   Pasado ese tiempo Maude y Herbert les enseñaron el palacete. Nike les había hablado de qué se iban a encontrar. Un pequeño hogar que compartía el estilo de toda la casa, lujoso y cómodo, del que se encargaron los decoradores, sin que él tuviera nada que decir. Diez habitaciones, cinco mirando al este, de las que escogieron la más al sur, con elegantes sillas Reina Ana y llena de tapices y lámparas, como toda la casa, y protegida por sobrecargados angelotes que parecían mirar boquiabiertos aquel lujo para tres mendigos. Al día siguiente le tocaba a Nike dormir con Lucy y les propuso elegir entre hacerlo los dos allí o dejar que lo hiciera Luke cuidando de los niños. Eligieron la segunda opción. Se despidieron de los dos asegurándoles que un día después conocerían a sus nietos.
   Y llamaron a la puerta principal la mañana del 27 de febrero. Maudie la abrió y se regocijó de ver aquel cuadro, casi toda la familia, los tres padres, la abuela y los dos niños.
−“Olivia, supongo.” –le dijo dándole un fuerte abrazo.
−“Maude, es un placer conocerte. Nada más verte tengo el pálpito de que nos vamos a llevar bien.”
−“Herbert se está ocupando de la cocina. Enseguida sale. Pero antes he de darle un besito a estas bellas criaturas.” –Kirsten estaba entonces medio adormilada, pero tuvo lucidez suficiente para darle un beso y llamarla abuelita Maudie
   Tras saludarla igual de cariñoso, Paul escapó de los brazos de su madre y se fue corriendo a la estatua de Júpiter.
−“No se parece a papá Luke.” –dijo. Se veía que ya le habían hablado del dios. A continuación empezó a corretear hasta el salón caoba. Al sentir unos pasos, Herbert intuyó de quién eran y salió de la cocina.
−“¿Abuelo Herbert?” –preguntó entonces el pequeño.
   Su abuelo lo tomó entonces en brazos evitando que siguiera correteando más por la casa, tenía buenas piernas, y lo besó.
−“Si –le sonrió-, y tú eres Paul, ¿no?”
   Pero en vez de responder, le lanzó otra pregunta.
−“¿Tienes chucherías?”
−“Otro día, Paul. Hoy nos vamos a tomar un vaso de leche con unas pastas o el dulce que más te guste. Ahora iremos al palacete. También tienes que conocerlo. Pero antes tengo que saludar a tu hermana.”
   Kirsten estaba ahora bastante despierta. Había pasado de brazos de su abuela Olivia a los brazos de su ya abuela Maudie. Herbert y ella se saludaron en el medio lenguaje de la niña. Él parecía diplomado en ese idioma y no tardaron nada en cogerse cariño.
−“Se parece a ti, Olivia, y también a Lucy. Y será lo mucho que lo han deseado pero veo en Kirsten las facciones de Luke y en Paul las de Nike.”
−“Seguramente, Herbert –respondió Olivia-. Si el Universo se ha rectificado tantas veces para toda la familia, debe haberlo hecho para ellos también. Y cuando los miro, Kirsten me recuerda a Luke y Paul a Nike. Puede que el cariño y la educación estén logrando el milagro. A mí me evocan también los dos a mi hermana. Ahora estoy recordándola cuando tenía esa edad y yo tenía casi la misma altura. Pero pensarás que igual chocheo.”
   Herbert Protch se apresuró a aseverar que los sabía a todos bien lúcidos y despiertos. Pasaron al comedor del palacete y se sentaron a la espera de que Herbert y Maude trajeran el café y los vasos de leche. Entretanto invitaron a Paul y Kirsten a descubrir todo lo que había en la despensa. Hallaron dulces de todas clases. Él prefería el chocolate; ella, la crema. Escogieron dos cada uno de ellos por consejo de sus padres, o habrían elegido más. Nike les indicó que el resto eran para los tres abuelos, mamá, papá Luke y papá Nike y en estas se andaba cuando llegó el matrimonio Protch.
−“Maudie –habló Nike-, creo que me traje algunos de mis viejos juguetes de Siddeley Priory.”
−“Sí, Nike. Los pusiste en el hueco de la escalera. Hace años que los encontramos. Hemos desempolvado algún que otro viejo peluche y como nos dijiste que a Kirsten –dijo mirándola- le gustaban tanto los patos, hemos metido varios en la bañera del palacete, por si hoy se le apetece darse un chapuzón.”
−“Sí, papá Nike. Quiero lavarme hoy.” –rogaba insistentemente.
−“Esta noche la pasaréis aquí con la abuela y conmigo –dijo Luke-. Luego nos daremos un baño. Y tu hermanito también.”
−“Sé que os vais a llevar muy bien, nietos y abuelos, pero –le decía Lucy a los Protch- no los miméis demasiado. Mi madre me dice a menudo que muy traviesa no fui, pero que me gustaba esconderme y darle un susto de vez en cuando a Brenda. Y me parece que Kirsten se asemeja a mí.”
−“No nos dejaremos asustar, ¿verdad, pequeña?” –le decía Maudie jugando con ella.
−“Si primero hubiéramos sido padres, estaríamos más entrenados, pero al menos nadie nos tiene que enseñar a quererlos –argumentaba Herbert. Y también añadió-. Ayer me atreví al fin a visitar a mi primo Rich y le comenté que durante dos semanas hemos tenido en casa a un contador de historias al que él conoce muy bien. Quería disculparse pero no se lo permití. Sólo le dije que ahora también podía hallarlo con su familia en Deanforest, cuando se acercara por aquí.”
   Y quería que también James y Rosa de Lima pasaran por la casa.
   Lucy volvió al campamento con sus dos hijos mientras Luke y Nike, como cada domingo, estaban en la calle. Allí se encontró con Rosa, que le traía un libro que le había prometido, Muerte de un Viajante, que podría considerarse una sátira contra el sueño americano y que los tres querían leer. La hoguera ornaba sus cabellos castaños, limpios y bien recogidos, como con una cinta de fuego con el aire remoto de un lubricán caribeño, de un continente que crecía entre sobresaltos pero con luz suficiente para alumbrar a toda una ciudad ciega. Rosa brillaba en su albor de rebeldía. Y Luke y Nike llegaron entonces y la vieron chispa de un motor que nunca se detenía y se sentaron a su lado. Y finalmente ella les decía.
−“James y yo hemos llegado a un acuerdo. Iremos a mi país en vacaciones a echar una mano y a ver a mi familia. Mi hermano Jairo ha sido detenido acusado de provocar unos disturbios de los que él no es responsable. Pero ya sabemos que nos quedamos en Hazington. Así que podéis traer a casa a vuestros hijos con frecuencia.”
−“Los llevaremos más a menudo a visitaros. Pero ahora duermen en el palacete de Deanforest. De hecho me iba ya hacia allí.” –dijo Luke.
−“Espera, Luke. Tu hermano debe de estar a punto de llegar. Mira –dijo señalando a Millers’ Lane-, en esa furgoneta debe venir.”
   La furgoneta estaba cargada de algo que parecía leña. James salió de ella y presentó a su amigo Bailey, profesor de historia, como Rosa.
−“Fueron viejos pupitres –comenzó a decir-, y otros enseres y mobiliario. Iban a ser arrojados a la basura, pero me dieron una idea. Me los llevé a casa y los he convertido en leña. A Bailey le venía bien traerla hoy y me ha hecho el favor. Con esta madera tenéis para varias semanas.”
−“James –le dijo su hermano cuando se quedó a solas con él-, yo no lo he hecho todavía, pero voy a hacerlo ahora por primera vez: regalar una estrella. Deberías tener una muy brillante que no ha sido dada: Procyon.”
   Procyon, alfa canis minoris, es la estrella llamada así porque sale antes que el perro, el can mayor, con la brillante Sirio. Está tan cerca de Leo que podría considerarse, como James, un perro fiel junto a los leones. En sus ladridos adelanta orgulloso la caza a los pies de los félidos.
   Esa noche en la hoguera, Nike recordó lo que ya había hablado con ellos: ir a visitar a los Protch. Y parecía que todos asentían, pero al rato Miguel pidió hablar a solas con él y ambos se encaminaron al Puente del Menhir.
−“Nike –empezó nervioso- hace tiempo no supe entenderte, ni supe ver a Luke. Después ha habido años de calma y sabes que de verdad te aprecio. No quiero nuevos malentendidos contigo. Pero me temo que no me vas a comprender.”
−“Se trata de Deanforest, ¿no?”
−“No voy a ir, pero quiero explicarte por qué.”
−“Dame tus razones, Miguel. Sean las que fueran, quiero ser justo contigo.”
−“Ser justos. De eso se trata. Si acudiera ahora, no le haría justicia a John.”
−“Cuéntamelo.”
−“Cuando él y yo nos conocimos… bueno, es verdad que tenía celos de su riqueza y quizá lo atosigué más de lo necesario. Mira, durante seis meses conservó su casa. Al final se deshizo de ella. La puso en manos de Anne-Marie, que la vendió un año después. Durante el tiempo que la tuvo me quiso convencer alguna vez de que entrara en ella, sobre todo en noches de frío. Me negué en redondo. Quizá discutiéramos más de la cuenta, pero ya sabes que por entonces no podía creerme que John renunciara para siempre a lo que había tenido y nunca comprendí que no le importaba nada de todo aquello, sólo lo conservaba por nosotros. En fin, Nike, no le hice por entonces verdadera justicia, pero el caso es que nunca entré en su casa. Y por tanto, no quiero hacerle ahora una nueva iniquidad visitando la que fue propiedad de otro compañero. Sé que ya no es tuyo, pero en fin… no creo que me comprendas.”
−“Son buenas razones, Miguel. Y ya no es mi casa: es el hogar de unos buenos amigos. Pero es verdad que me perteneció. Y lo que me has dicho me vale.”
−“No tengo problemas en conocer a los Protch, pero quizá algún día en un bar, o si ellos pasan por aquí…”
   Y Nike no pudo hacer nada más, ni siquiera intentó convencerlo. Le habría gustado que fueran por primera vez los ocho a Deanforest, pero se hizo a la idea de que sólo irían siete.
   Ya en la mañana del 28, Luke notó que alguien llamaba a la puerta de comunicación. Era Maude. Le dio los buenos días y la hizo pasar. Le explicó que Olivia se hallaba en la pequeña cocina del palacete haciendo el desayuno a los niños.
−“Mucho mejor, Luke. Quería hablar en privado contigo.” –le aclaró. Se acomodaron en cómodos sillones de un coqueto salón a la izquierda.
−“Herbert y yo hemos estado hablando toda la noche. Deseamos ser una especie de abuelos de los niños de nuestro niño, pues así vemos ya a Nike. Y sé que a Lucy y a ti os parece bien la idea. Pero no sin sus padres.”
−“¿No sin sus padres?”
−“Herbert y yo nunca hemos tenido hijos. Creímos que no los deseábamos y empezamos a intentarlo bastante tarde, justo para descubrir entonces que era eso lo que verdaderamente ansiábamos. Pero nunca llegaron. Supongo que uno de los dos es estéril, pero nunca nos hemos hecho pruebas. Nunca hemos tenido hijos, pero los dos hemos sentido estos días que Nike era como si hubiéramos tenido uno. Y ha sabido describiros a todos con tanto amor que os queríamos a los ocho y os querremos siempre. Pero ha puesto su corazón hablándonos de su mujer y su marido. Quizá nunca hayamos tenido hijos para quereros ahora a vosotros. Y en verdad, Luke, al veros a los tres juntos, podíamos notar como cada uno de los tres ama a los otros dos. Vuestra historia de amor es singular, pero no deja de ser estremecedora. Quiero decirte que además de que a Paul y Kirsten los queramos como a nietos, a Lucy y a ti nos gustaría quereros como a hijos.”
−“Gracias, Maude. Nike sabe cómo es la gente y quien merece ser querido. Y vuelve a tener razón. Pero quieres añadir algo, ¿no?”
−“El palacete estará pronto a nombre de Lucy Prancitt, pero quiero que entréis a Deanforest, que desayunéis con nosotros, que todos seamos una familia.”
−“Mira, Lucy, Nike y yo podemos pasar por muchas cosas por nuestros hijos, y además os queremos de verdad. Por eso podemos entender que sus abuelos Protch les den a nuestros hijos chucherías, juguetes, como les darían cosas que no cuestan nada: cuentos, cariño, compañía. Todo eso nos parece bien mientras permitáis que sus padres sigan siendo mendigos y…”
−“Por supuesto nunca nos meteremos en eso.”
−“Y que seamos nosotros los que busquemos para ellos lo que les hace falta. Maude, podemos ser una familia, pero para no tener nunca ningún problema, dejadnos a los tres cuidar de su bienestar, aunque por supuesto permitiremos que sus abuelos les hagan regalos. Esta noche Lucy os traerá el dinero que hemos ahorrado para ellos estos años. Sé que aprecias a Olivia. Puedes ponerte de acuerdo con ella y comprar lo necesario. Y ese dinero durará años y un día les pagaremos su educación. En resumen, mimadlos pues son vuestros nietos, pero no demasiado. Y a nosotros dejadnos pasar hambre. A veces la sentimos pero nuestro objetivo no se altera con tentaciones: queremos morir aquí.”
−“Seguramente era necesaria esta conversación, Luke. Espero que no te parezca ahora una locura si te digo que a cualquiera de los tres que le toque dormir solo venga ahora a desayunar con nosotros a Deanforest.”
−“Olivia debe estar preparando el café. En todo caso, Maude, fuera de esta noche, aunque podéis invitarnos a desayunar, no lo hagáis con el almuerzo o la cena.”
 −“Sabes que nos gustaría invitaros. Y si vuestra hambre llega a ser extrema no nos perdonaríamos si no lo notamos y coméis entonces con nosotros, y eso vale por los ocho. Pero entretanto, respetaremos vuestras leyes. Pasa al comedor, por favor. Herbert ya debe tener listo el desayuno. Ahora hablaré con Olivia, y que vengan con ella los pequeños.”
   Paul, Kirsten, Olivia, Luke, Maude y Herbert se sentaron a desayunar. En sus seis rostros se podía notar cierta timidez, pero al poco tiempo, el apocamiento fue pequeños charcos de lluvia que se engrandecieron hasta formar un pequeño embalse. Y pronto vieron que acabarían siendo río. Fueron minúsculas ondas arrojadas al estanque las intervenciones de Paul reclamando a sus nuevos abuelos alguna chuchería, dulce o juego. Al poco se hablaban ya como si hubiesen sido una familia de toda la vida. Luke se despidió pronto, pues tenía que ir a trabajar. Maude le dijo a Olivia que quería hablar con ella. Ésta asintió y se aislaron en la cocina.
   Las dos mujeres se entendieron muy bien. Olivia sabía más o menos qué intrigaba a Maude y llevaba lista una especie de agenda.
−“Lucy se llevará a mis nietos de vuelta al arrabal cuando le toque a ella y yo vendré a recogerlos cada vez que le toque a uno de mis yernos. Nike se reincorpora al trabajo mañana. Pero mi hija y Luke duermen dos días seguidos y veréis a Nike esta noche y mañana por la noche. Yo vendré por Paul y Kirsten y él acudirá a la Thuban. Es fácil pero aquí te dejo una lista con el día que viene cada uno. Hablaré con los tres para convencerlos de que desayunen con vosotros. Y como sé lo que me vas a decir, de acuerdo, desayunaré también cuando venga por los niños.”
   Las dos mujeres se entendían bien y lograron ponerse de acuerdo en muchos temas. Se tratarían como familia, sí, pero para los niños lo que quisieran, dentro de ciertos límites; nada para ellos. Alguna vez podrían visitarlos los demás, pero sería una corta visita. Aceptarían un café pero poco más. Y de tanto en tanto una ducha; el palacete tenía también su cuarto de baño. Todos querían la amistad con los Protch, pero deseaban seguir viviendo como habían vivido siempre. Maude la entendió y le rogó a Olivia que la avisara si se pasaban o se quedaban cortos.
   A las 8 y media de la noche sonó puntualmente el timbre de la puerta y los Protch estaban anhelantes. Iban vestidos de manera elegante, pero sencilla, suponiendo acertadamente que ellos lo preferirían. Al abrir la puerta se encontraron con rostros ya conocidos, mas pronto cayeron en la cuenta de que sólo eran siete. Herbert comprendió enseguida que faltaba Miguel. Se dirigió a John.
−“Sois siete. Espero que no le haya pasado nada a tu compañero. Supongo que prefieres que te llame John.”
−“Sí, por supuesto, Herbert. Ha pasado mucho tiempo desde que vine por última vez a Deanforest como señor Richmonds. Miguel os manda saludos. Pero tengo que deciros –se lo veía molesto- que no tiene inconveniente en conoceros en otro sitio, pero que tiene sus razones para no querer pisar Deanforest. Sin embargo desea conoceros.”
−“No tienes que darnos más explicaciones, John. Llévale un fuerte abrazo de nuestra parte. Y sé bienvenido a Deanforest. Y por favor, venid todos a visitarnos con frecuencia. Deseamos querer a todos los compañeros de nuestro niño Nike. Y esperamos que aquí os sintáis todos como en casa.”
−“Y ya que nos hemos saltado el orden cronológico, que sabemos, ahora le daremos la bienvenida a los dos que nos falta por saludar. Es un placer recibirla en esta casa, señora Oakes. Y también es un verdadero placer besar al fin a la mujer que recuerdo desde hace años, la dama que me profetizó algo de imposible cumplimiento y que no obstante se ha hecho realidad.”
−“Sí, te recuerdo también, Herbert. Yo misma no entendí mis propias palabras, lo que suele pasarme a menudo, pero memoricé tu rostro. Paul y Kirsten me llaman bisabuela y es un placer abrazar a sus nuevos abuelos.”
  Venía vestida en un elegante traje de seda verde que le habían oído nombrar a Nike. Tal vez fuera el mismo. A Olivia le sentaban mejor los colores claros y venía embutida en un elegante vestido de lana rojo. Su hija vestía de amarillo. Era la única a la que sentaba bien ese color. Los hombres vestían más sencillamente. Bruce venía también de crema, como lo recordaban. John vestía sencillo, pero pareciera que en su caso la ropa no se desgastaba. Iba bien afeitado y aseado. Luke y Nike estaban como los días anteriores, en tonos grises y sin jerséis.
−“Bienvenido de nuevo, Bruce –lo saludó Maude-. Ya conoces esta casa. Y ahora quisiéramos que nos visitaras con frecuencia. Olivia –continuó-, hoy estás guapísima también. Es un placer volverte a recibir. Ojalá te encuentres cómoda aquí y en nuestros corazones. Y lo mismo decimos a nuestro querido tres. Bienvenida, Lucy. Bienvenido, Luke. Y otro beso enorme para ti, nuestro ya siempre querido hijo Nike.”
   Terminados los saludos, se acomodaron los siete y los dos niños un rato en el comedor, esperando que los Protch terminaran de calentar la cena y se la trajeran. Todos lanzaban miradas subrepticias a Nike, entretanto, como si aún fuese el anfitrión. Fue tan evidente que al final tuvo que decir algo.
−“Esta ya no es mi casa. En realidad nunca lo fue. Y si quisiera haceros un tour, sólo os llevaría a donde más feliz he sido, a la biblioteca. Pero vosotros ya me habéis enseñado vuestra casa y en ese hogar decidí quedarme.”
   No hubo tiempo para mucho más, pues en ese momento entraron los Protch con la cena. Todos quisieron ayudar, pero Nike volvió a hablar.
−“Hoy no. Sus corazones sencillos quieren agasajarnos como amigos y ahora somos sus invitados. ¿No es así, Maudie, Herbert?”
−“Así es, Nike –respondió Maudie-. Hemos servido la cena a gentes que no nos importaban nada. Y queremos que vosotros seáis nuestros amigos y que os sintáis en casa.”
   Herbert había consultado con Nike la cena. Quería saber si eran más de carne o de pescado. Nike les recordó que un mendigo saciaba su hambre con todo y que no harían falta dos comidas a elegir, que en general eran más de carne. Así que hubo rosbif con ensalada, sopa de pescado como entrante. Y de postre pudding, de dos tipos por los niños, de chocolate y de crema.
   La conversación la inició Maudie preguntándoles cómo se encontraban sus gatos.
−“A Telemachus y a Teseo se los nota ya un poco mayores –respondió la señora Oakes-. No sabemos la edad de Ted, pero aún se ve ágil.” 
−“Conocemos a todos por Nike. Nos encantaría verlos –siguió Maudie-, igual que queremos conocer vuestros árboles y vuestras estrellas. Supongo que no se relacionan –intentó explicarse mejor-, quiero decir que vuestros gatos no tendrán estrellas.”
−“No se las hemos entregado. Aunque mentalmente –confesó Nike nervioso-, como ahora nuestros gatos son tres, bueno… los he emparejado con las Tres Marías, el cinturón de Orión. Como no sé si tienen orden cronológico, por el orden en que los he conocido Telemachus tiene Alnitak, Ted tiene Alnilam y Teseo Mintaka. “
−“Árboles, estrellas, gatos, vuestro río y principalmente vuestro compañero Miguel. Queremos conocer a todos y todo –decía Herbert-. Y sobre este último, Luke, me has contado una frase que me ha estremecido, pero Maude aún no la conoce. Quizá se la quieras contar. Eso del hijo de puta muerto.”
−“Ah –dijo súbitamente recordando-. Fue así, Maude. El día de mi motivo de Verôme, Miguel me estremeció preguntándome de qué servía un hijo de puta muerto. Imagina, me dijo, una reunión de cuatro amigos en la que uno es favorable al amor entre dos hombres y tres se oponen. Si uno de estos últimos muere, seguirían siendo dos contra uno. Ahora imagina, como era mi caso, que uno de los hostiles cambia de bando, y piensa justo lo contrario. En ese caso serían dos contra dos y las fuerzas se equilibrarían. Me persuadió y mi manera de mirar a muchas cosas cambió desde entonces. Coincido con él en su conclusión. Convencer es más importante que  vencer.”
−“Sí –dijo Maude-, Miguel también está aquí esta noche. Ahora quisiera pedirle permiso a John o a Luke para llevarle estas palabras a mi hermano. Le gustarán.”
−“Miguel está aquí –aseguró John- y se alegrará de que sus palabras, que por supuesto no le pertenecen, le sean útiles a tu hermano.”
   Habían llegado a los postres. Los nueve adultos parecieron de acuerdo en repartirse una parte para que Paul  y Kirsten no se atiborraran, pero les dejaron la mitad de cada pudding. En ese tiempo los Protch contaron algo de su tiempo en Siddeley Priory y de cómo se conocieron y enamoraron, de su primera etapa en Deanforest como criados de Nike. Y algo les contaron de su estancia en Orleáns, y prometieron contarles su regreso a Hazington y hablarles también de Richard y su familia en días sucesivos y así se aseguraban de que todos volvieran otros días.
   La primera cena con los Protch había sido cálida y sincera y ya todos se vieron como parte de la misma familia. Paul y Kirsten contribuyeron dando sentidos besitos a sus nuevos abuelos.
   Marzo comenzó también con sobresalto. Maude y Herbert habían prometido visitar el arrabal la primera noche. Y efectivamente allí estaban, tarde pero cumpliendo su promesa. Pero algo anormal se percibía en los ojos de Maudie. Saludó tímidamente a todos los que entonces estaban –faltaban Miguel, al que esa noche tampoco conocieron, y John- pero enseguida les informaron de que querían hablar a solas con Nike.
−“Hoy he llamado al hospital. No se ha puesto mi hermano. Me ha informado una doctora. Mitch ha tenido otra crisis y esta vez parece definitiva. Me dicen que puede ser inminente. No le dan más de un mes de vida. O tal vez mucho menos. Por eso quería verte, Nike. No sé si mantienes tu intención de visitarlo, pero es o ahora o nunca.”
−“Me gustaría verlo, pero sabes bien, Maudie, que no tengo dinero para el viaje.”
−“Sabes que podemos pagártelo. Mira, Nike. Nos has hablado más de una vez de elegir entre dos vilezas: o no acudir a verlo o dejarte ayudar por nuestro dinero, que es en gran parte lo que queda del dinero de los Siddeley. Piensa que sigues siendo el señor Siddeley con los sentimientos del mendigo Nike. Usarías una ínfima parte para ir al hospital. Y sobre todo, no olvides que él quiere verte.”
−“Está bien, Maudie, transijo. Es tu hermano y quiero abrazarlo.”
   Maude habló un rato más con Olivia, a la que convenció de hacerse cargo de Deanforest en su ausencia, pues habían quedado con los albañiles para obrar un antiguo despacho de la planta baja, que sería su nueva habitación. Esos días la señora Oakes iría sola a la calle y los niños podían pasar gran parte del día en Deanforest.
  Con Nike quedaron de acuerdo en partir al día siguiente si la presidenta –estaban seguros de la reacción de Anne-Marie- le concedía varios días. Al final todo se llevó a cabo sin problemas y pudieron coger un vuelo hasta la Capital y en breve estuvieron en el hospital. Nike aguardó en la sala de espera a que Maudie y Herbert saliesen de su habitación y cuando al final entró se encontró con un espectro mísero, casi intangible, pero consciente, que le sonreía. Todo el sistema inmunológico fallaba pero se veía que en el último minuto podía fallarle el corazón.
−“Hola, señor Siddeley” –lo saludó.
−“Sólo Nike, por favor. En realidad ahora estoy por debajo en la escala social –sonrió-. ¿O pretendes que te llame señor Heath?”
−“Nike, tenía muchas ganas de conocerte, aunque ya estoy en el final. Pero mi hermana me contaba lo que tú le ibas diciendo a mi cuñado y a ratos pensaba que se estaban inventando una fábula. Pero tu transición de millonario a mendigo me gustaba tanto que quería saber más. Y me ha hecho más llevadera mi espera en el andén para mi último viaje, y ya no debe tardar el tren. Escúchame, por favor. Mi hermana no necesita que la cuiden, pero mantente siempre a su lado, que se apoye en tus hombros. Contigo siempre le llegará, déjame usar las expresiones de Luke, agua de lluvia sobre los surcos. Tú has de fertilizar a todo el que te conozca.”
−“Gracias, Mitch. Siempre estaré a su lado, te lo prometo. Déjame preguntarte si tienes pareja.”
−“La tuve, pero al borde de la muerte no me siento capaz de hablarte de él.”
   Lo dejaron por el momento ahí, pero al día siguiente Mitch se encontró con fuerzas para hablarle de su marido.
−“Se llamaba Neil. He estado con él diez años. Nos conocimos en la oficina en la que ambos trabajábamos. He sido enormemente feliz con él, pero esta maldita enfermedad se lo llevó hace cuatro meses, justo para empezar yo con los mismos síntomas. Deberíamos habernos ido los dos al mismo tiempo. Pero lo he tenido y pronto nos reuniremos. Nike, si el sentido de la vida es aprender, ¿el sentido de la muerte es olvidar?”
−“Depende, Mitch. Yo no soy un filósofo, pero puedo hablarte de nuestras creencias. Puede que tengan razón los cristianos o puede que esté en lo cierto la señora Oakes y vayamos a la tercera vida, la Sabiduría. Mas en cualquier caso, si vamos a otro lugar, vamos cargados con un saco de experiencias y un aprendizaje.”
−“¿Y si no hay nada?”
−“¿Eres creyente, Mitch?”
−“Me temo que no.”
−“Quizá el olvido sea necesario, el descanso del dolor, la soledad, el hambre. La muerte es la paz, pero mientras vives, ¿qué sentido le das a la existencia? Para mí hay miles de cosas que aprender.”
−“He conocido el amor y de vuestras palabras más importantes también la libertad y la amistad, pero me han faltado, quizá, la felicidad y la belleza. Pero hay gente que muere y no ha conocido el amor, por ejemplo.”
−“Según nuestra cosmogonía, el amor lo habrían aprendido en la primera vida, la Libertad. Ahora pasamos por el Horror y esa experiencia ya no debe ser ejercitada.”
−“Debí haberte conocido hace años.”
−“Hace años yo era un capullo, Mitch.”
−“Si de mí dependiera,  viviría cien años más. Pero gracias por venir, Nike. Ahora quiero un tránsito corto. Y puedo decirlo en voz alta: he vivido.”
   Mitch no resistió más de dos días. En sus últimos minutos parecía un hombre feliz que consolara a Maude y Herbert. Después Nike se fundió con ella en un abrazo interminable y los tres lloraban el mismo río.
    De vuelta a Hazington, Nike quiso pasar al lado de Maude más de un mes. Y tuvo a Herbert, a Olivia y a sus nietos como rosas en su jardín que en tímidos brotes se anunciaran. Volviendo al arrabal una tarde un fuerte chaparrón lo sorprendió, y mirando a las nubes, les hizo un guiño diciendo: “agua de lluvia sobre los surcos, Mitch”.
   Estuvo constantemente junto a los Protch y se prometió visitarlos a diario el resto de su vida. “Y si no es bastante, silbad que me multiplique y Olivia, mi mujer, mi marido y mis hijos seremos mantas que conservarán para vosotros su calor así pasen los años.”

3 comentarios:

  1. Ese personaje que al final del capítulo anterior oyó a Nike contarle (durante 11 días también) esos 11 días que habló a los Protch, retoma ahora la voz del narrador pues todos los del Arrabal, empezando por Nike, se lo han pedido…que escriba algo sobre mendigos que no sea una sucesión trágica. Sigo sin saber qué personaje es…pero me gusta este misterio. Él mismo dice: “¿Y a estas alturas quién pensará el lector que soy o con qué ojos me mirará?”
    Lucy y Luke van con Nike a conocer a los Protch. Maudie les da las llaves del Palacete y acuerdan que Gerard se ocupará de ponerlo a nombre de Lucy. Poco después también conocerán los Protch a Olivia y los niños.
    Una noche, Miguel le dice a Nike que él no irá a Deanforest porque jamás fue a la casa de John ni siquiera en las noches de frío, hasta que John vendió esa casa. Es normal que ahora no quiera ir a la casa de otro compañero y Nike lo comprende. Miguel prefiere conocer a los Protch fuera de Deanforest.
    Maudie le confiesa a Luke que ven a Nike como a su hijo, y ahora también a Lucy y a él. A sus hijitos como nietos. Que desayunen todos juntos como una familia cada día en Deanforest.
    Una noche se reúnen los siete (a falta de Miguel) más los niños con los Protch para cenar todos juntos. Al poco tiempo, Maudie y Herbert visitan el Arrabal. Mitch se muere…y Nike acepta que los Protch le paguen el viaje para ir a verlo y vayan los tres juntos. En el hospital, Mitch le dice a Nike que cuide de su hermana. Y le dice también que él (Nike) es agua de lluvia sobre los surcos y ha de fertilizar a todo el que lo conozca. Mitch le habla de Neil, su compañero ya fallecido de la misma enfermedad que sufre él. Muere a los pocos días…
    Inor

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  2. El Vaticinio de la Sra. Oakes, hacía Herbert se cumplió, tendrás nietos sin haber sido padres.
    Libertad y amistad, grandes palabras dichas por Mitch casi en su lecho de muerte. ( Qué poca gente conoce esos términos).

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  3. Enantiodromía: término griego para significar aquello que se torna en su opuesto. El Sol debe convertirse en la Luna y así formar un ciclo; este es el ritmo de la vida, en cuya coincidencia de opuestos yace la alquimia del universo.

    Como discípulo tuyo, Nike, sabré amar con derroche los atardeceres, el Arrabal, las estrellas, y en tus espejos moteados de azogue: lo mítico, la dicha y su contrario, el disfrute sencillo de la Belleza, pero con sosiego. Aunque mis ojos no vieron ese puro destello que te deslumbró, tus palabras me lo dibujaron, aunque ya nada pueda devolverme, para mi goce, tu hora de esplendor, tu relato y mi imaginación hicieron el milagro, y acaso de mis pasos en el camino, sin afligirme, sin infelicidad, encontraré la Belleza que siempre perdura en el recuerdo y permanece en el futuro. Y ya me parece que esa Belleza es más elevadora que una plegaria, y que llenara un paraíso más amplio que todos los recovecos de mi vida interior.

    Buenas, me presento, soy...narrador, espero que la curiosidad sea un aliciente, hoy empiezo (más bien continuo en solitario pues ya fui sombra en breves pasajes) mi narración. ¿Mi motivo?: no dejar una página sin terminar. Entre el miedo y la esperanza se mueve mi incertidumbre, saber contarlo. Es difícil emular a quien en hogueras fue mi maestro, poder relatar, dibujar almas. Yo llevo ocho de esas almas. Con el miedo de no enredarme con las palabras, en algún momento cultivaré la esperanza, porque aun en soledad no se está solo, las voces que ocuparan mi voz os hablaran de la rueda de la vida, de personas bellas, las que han conocido la derrota, el sufrimiento, la perdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Su apreciación, su sensibilidad y una comprensión de la vida que los ha llevado a la conmoción, humildad y una profunda inquietud amorosa, os harán ver que la gente bella no surge de la nada. Y no faltarán astros, símbolos, cábalas, pues todo esto forma parte de su universo, continuar desde este punto, narrar estos años, es el empeño que me gustaría alcanzar.

    Una trama meritoriamente estructurada y contada, después del arranque del capítulo con una introspección meditada, compartimos tiempo y vivencias, entre corretear de niños y quehaceres de adultos, narrativa que lleva al lector de la mano, un ejercicio que asienta otra de las virtudes del autor, la de narrar la parte más cálida y luminosa del ser humano y sus relaciones con los demás, los Protch, Los niños, Luke Nike, Lucy, los del Arrabal, etc., todos viven y conviven. Siempre se ha dicho que los niños no hacen más que "enredar", nada que ver en este capítulo en el que el protagonismo de Paul y Kirsten no infantiliza el relato, ni resta interés al lector, al contrario lo dota de mayor atracción y dinamismo. También hay tiempo para las reflexiones, Dignidad y Respeto en Miguel. Convencer mejor que vencer, reflejado en la "parábola" del hijo de puta muerto. Todo ello en un capítulo en que la esencia del ser humano transita por una esperanza que trasciende a un estado de bondad y justicia, narrado con la exigencia de una sencillez sucinta pero dulce e irrefutable.

    La metáfora de este capítulo: Nike y sus decisiones fertilizan.

    "Agua de lluvia sobre los surcos, Mitch". La enfermedad que se convirtió en estigma, en el dedo moral de "diosecillos" señalando a las almas cuyo corazón de varón ama a otro corazón de varón. ¡Ay! Mitch, mis ojos dejaron de leer para poderte contemplar. El autor ha querido dejar su respeto en la sensibilidad de tu corto relato, al final del capítulo, tu final. Tu vida requería cuidados, y los cuidados necesitaban de los zarpazos de la vida, de la fragilidad, necesitaban de las heridas. ¿Quién quiere la perfección? El amor y la vida necesitan sanar, sanarse a cada instante, la perfección no tiene cura.

    Pol

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