CAPÍTULO XLII: HORROR



   El Horror es un rufián que penetra tu cuerpo como un virus, un invasor que tapona la sangre, exacerba los nervios y corroe los huesos y, también carcome la mente y el alma y te deja próximo a anular el corazón y paralizarte. En la cosmología de la señora Oakes era un don positivo y era difícil verlo así. Pero los años me han hecho ver que tenía razón. Es un maestro indispensable que te da una madurez necesaria para evolucionar. Y si es verdad que tras él me iba a llegar alguna Sabiduría, os puedo decir que tras el Horror de ese día con dos caras, asumí la única Sabiduría que he considerado imprescindible: encontrarme al fin y formar una familia.

  Ese lunes 19 de noviembre me iba a mostrar caras muy variadas. Hacía tiempo que lo esperaba para ser mi  primer día de amor con Luke. Pero la semana empezó torcida. Cuando quise preguntarles a mis dos amores cómo les había ido la noche, me encontré a mi compañero febril.
─“¿Qué te pasa, Luke?” –le pregunté.
─“Nada serio, Nike. Algo alterado y un poco de exceso de temperatura, quizá. Consecuencia, creo yo, de una noche agitada y plena. Descanso para que no se interponga nada a la primera noche de amor contigo…”
─“La segunda –lo interrumpí─, al menos para mí. Primera en la carne, segunda en las palabras.”
─“Creo que tienes razón. Yo también creo que será nuestra segunda noche de amor, y me alegro de que lo veas así. Pero para que nada lo impida, te voy a pedir algo que nunca te pediría: que vayas a la calle solo hoy: mira, al salir del trabajo, puedes ir a la Basílica. Y si veo que estoy mejor, me reuniría allí contigo.”
─“Luke, recupérate. Puedo ir perfectamente solo, de verdad.”
─“Es nuestro día, Nike, y también quiero ser tu compañero –pero viéndome aún inquieto, añadió─. Está bien. En todo caso, ve a la Basílica. No te prometo nada, pero si estoy mejor, hoy precisamente no te voy a dejar solo.”
   Le estuvimos dando vueltas y no llegábamos a ninguna parte,  así que al final lo dejaríamos ahí. Me fui al trabajo pensando en pasar la tarde solo y toda la noche con él. En aquella pequeña discusión también intervino Lucy, pero no tenía claro a quién de los dos dar la razón. Finalmente, dejando al hijo con su padre, partió a la práctica diaria.
   Esa mañana en la Thuban fue un constante ir y venir por pasillos y despachos, un persistente runrún sobre la salud de Norman Wrathfall. Parecía ser que había empeorado esa noche y que ya era cuestión de días o de horas. Nunca le había tenido un profundo afecto pero en las últimas jornadas antes de enfermar, casi nos habíamos entendido o al menos respetado. Así que poco trabajo se hizo esa mañana. Pendiente de la noche con Luke anduve nervioso e inquieto constantemente. Y por eso me tomé la licencia de bajar al bar antes de tiempo.
   Richard y yo conversábamos algo perdidos y yo anduve deshilvanado. Quise centrarme en la noche anterior y aunque quería pasar a la de hoy, me distraía constantemente con la mirada perdida en un cartel fijo al fondo de la barra: “Se necesitan camareros.”
─“Estás un poco perdido esta mañana, Nike. ¿Qué te pasa?”
─“Me distrae ese cartel, Richard. ¿Necesitáis camareros?”
─“Arnold y Mia se han casado, como sabrás, y curiosamente en su luna de miel encontraron otro trabajo mejor remunerado. Nos han dejado, pero pensé que eso ya lo sabías.”
─“Debería saberlo. Seguramente me lo has contado, pero he tenido últimamente la cabeza en las nubes.”
─“Bueno, pues como veo que te importa, te digo que ahora sólo estamos Jeff y yo, y que entre los dos no damos abasto. ¿Por qué te interesa de repente tanto todo esto?”
─“¿Cuántos camareros necesitáis?”
─“Al menos dos.”
─“¿Podrían ser tres?”
─“Mucho mejor, desde luego. Pero, Nike, ¿en qué estás pensando?”
─“Nada, Richard. Más que pensar, almaceno información. Dime la verdad. ¿Tú me ves trabajando aquí?”
─“Nike, veo al fin por dónde vas. Yo creo que ahora eres capaz de superar cualquier reto que se te ponga por delante. Menos difícil que la vida que has elegido. Y para mí sería un placer tenerte a mi lado y enseñarte lo que sea necesario.”
─“No digamos más, Richard. Tendría que hablar con mucha gente primero. Sólo era una idea y hoy no soy capaz de concentrarme en nada. Como tantas cosas que me han pasado últimamente, primero es necesario madurarlo.”
   Dejamos la conversación ahí e intenté concentrarme en el escaso trabajo que se hizo ese día, todos pendientes de que una llamada urgente nos informara de la salud de Norman.
    Acabado el trabajo, me fui a la plaza de St Paul’s. Luke no estaba y hasta me alegré de estar solo e imaginarme a mi compañero recuperándose para la noche. La tarde en la Basílica se me dio inesperadamente bien. No estuve más de una hora. Esos días el tiempo nos dio una tregua, y casi no vimos ni niebla. Quizá algo de smog. Pero incluso este desapareció antes de que una ofensa con la fuerza de un relámpago me cayera inesperadamente encima. Me iba a retirar, pero miraba mis bolsillos –Lucy también había traído una gorra. Tendría que hacerme pronto con una, pensé─, recontando las ganancias de aquella tarde –algo cercano a los 7 dains─ cuando una voz inesperada, pero conocida, me sobresalto.
─“Estás muy solo hoy. ¿Dónde has dejado a tu novio?”
   Levanté la mirada. Era William Rage. La inesperada pregunta en aquella afilada cara de cuervo me azotó. Debí haberle contestado cualquier otra cosa pero la sorpresa no me dejó pensar. Habló el Nike inconsciente, que ya no quería mentir.
─“Hoy está con fiebre, señor Rage.” –respondí. Ante aquel rostro mezquino me fui empequeñeciendo.
─“Veo que sabes mi nombre. Y eso no me gusta. Tanto mejor sería que me llamaras tan sólo señor.”
─“Sí, señor –respondí con un hilo de voz. Seguía allí y me preguntaba por qué─, ¿qué desea de mí?”
─“Eres un sujeto interesante, pollo. Un día desprecias mi moneda y hoy me hablas educadamente. ¿Te interesa el dinero?”
   Era una curiosa pregunta en mis actuales circunstancias pero era incapaz de pensar y le respondí que sí.
─“¿Estarías dispuesto a venderte?”
─“¿Venderme?” –acerté a preguntar. Aquella pregunta era como si el mundo inesperadamente se me estuviera cayendo encima. El señor Rage, entretanto estaba consiguiendo lo que quería: humillar a un hombre, gratis.
─“60 dains. Esto es lo que tendrías que hacer.”
  Me estuvo hablando diez minutos, haciéndome una proposición indecente, e insistiendo en que si la aceptaba, podría suponerme una repentina fuente de dinero, con más de una sesión. Yo lo escuchaba pensando en Paul. Oh,  pequeño rey, como aceptarte sin contribuir a tu bienestar o manchar a Lucy y a Luke utilizando lo que tenía y que ellos no podían darle. Debíamos estar los tres al mismo nivel. Quería principalmente que yo aceptara dejarme humillar, con golpes o insultos y cosas que mi pudor no se atreve a nombrar. Luego supe que el señor Rage había tentado a los mendigos hombres con el mismo estiércol, pero como entonces no lo sabía, una vez más tenía que navegar a ciegas y guiarme de mi propia intuición, y esta sólo me decía que mi dinero, que mis compañeros nunca me pidieron, ya no me servía de nada, sólo para separarme de ellos, para no ser en todo igual. Con la mente hecha una lluvia de sangre, me puse a imaginar sus siete semblantes. Compañeros, igual habéis tenido que pasar por lo que yo estoy pasando en estos momentos y sus siete venerables rostros fueron una luz. Nuestra vida era dura, tal vez más dura de lo que había imaginado y a todos el Horror les pudo llegar en el momento en que más felices eran. Tal vez alguno lo había hecho. De ninguna manera sería capaz de expresar cuánto los quise entonces. Pero si alguno había pasado por esta infecta cloaca, yo también debía vivirlo. Así que acepté. Acepté. Tal vez los momentos más duros de la vida tendrían otra salida si a uno se le da tiempo para pensar. Pero no lo tuve y no tenía la guía de mi compañero que me explicara qué habría hecho él en mi lugar. Al responderle que sí, me indicó que era un trayecto corto, Castle Road y poco más.  Él no podía saber que yo conocía muy bien dónde vivía. No dije nada y me levanté. Qué locura, yo tenía millones y estaba a punto de prostituirme por no tener dinero. Anduve por Castle Road como un zombi que marcha a su holocausto. Miré la plaza y me asusté de mí mismo. Allí se hallaba la mujer que me había dado mi primera moneda.


 
   Luke había tenido una mañana agitada. Mejoraba pero iba creciendo en él, sin saber por qué, una clara sensación de peligro. No podía quitársela de encima. Nunca antes y nunca después había tenido un presagio tan acuciante. Se tranquilizó al ver que llegaba sana y salva su mujer, bien surtida y no demasiado cansada. Se calmó media hora mientras estuvo hablando con ella y la fiebre se perdía. Después se quedó a solas y la sensación volvía. Peligro, peligro, peligro. Y entonces casi gritó: ¡Nike! Ignoraba por qué, pero hoy no debía dejar a su compañero solo. Lucy cuidaba de Paul y él salió de allí a todo correr. Su compañero lo necesitaba. Corrió como loco por Temple Road. Se estaba quedando sin aliento y paró un segundo. Pero al alcanzar la plaza no pudo hallarlo. Allí estaba sin embargo una mujer que se acercaba a él. La recordaba bien: la primera limosnadora de Nike. Iba decidida a hablarle.
─“Joven, usted no me conoce, pero creo que yo sí. He vivido durante años en Damascus Road, y me parece que hemos sido vecinos. ¿No es usted el hijo de Paul Prancitt?”
─“Sí –dijo con orgullo─ soy su hijo Luke. Perdone, pero tengo prisa. He de hallar a mi compañero.”
─“De verdad que por eso le hablo. Su compañero va caminando por Castle Road, acompañando a William Rage. No decimos nada, pero todos los que hemos sido sus vecinos sabemos para qué. No tardarán en llegar a Knightsbridge Street. Si lo quiere de verdad, corra.”
─“Gracias, señora” –le dijo antes de salir a todo correr. Ahora sí que no había tiempo que perder.


 
    Es difícil saber si a la larga lo habría hecho. Caminaba por Castle Road con una sola idea. Oh, Luke, al final no vas a ser el primer hombre de mi vida. El tirano que marchaba a mi lado me humillaba constantemente considerándome una presa fácil. Le daba vueltas una y otra vez a la misma cuestión ahora que, a pesar de sus insultos, tenía tiempo para pensar. Más de una vez estuve a punto de desistir, pero nunca arrojé la toalla. De nuevo me equivocaría, era absurdo. Pero en todas mis locuras pensar que ellos podían haber pasado por aquí me guiaba y, bien o mal, no llegué a marcharme. Las luces de Castle Road comenzaban a encenderse, pero a mi mente alterada pareciéronle fantasmas que se iban difuminando al ritmo de mis latidos enloquecidos que retumbaban con tal fuerza que se convirtieron en el último sonido del condenado. Pero percibía también unos pasos detrás de mí. Alguien parecía correr dejándose el resuello. A punto de torcer a Knightsbridge Street lo vi. Era Luke. Venía a rescatarme. Entonces, con una fuerza desconocida, hablé.
─“Siento haberle hecho perder su tiempo, señor Rage –y recalqué su nombre─, pero al final no voy a hacerlo. Y no se le ocurra volverme a hablar de esto.”
   Pareció contrariado y realmente enfadado. Pero allí estaba Luke para salvarme. Entonces me puse a llorar. Él me calmaba con su ternura y entre abrazos y algún beso furtivo, me llevó a la cercana plaza de St John’s Gospel. Cuando al fin nos sentamos con voz tierna y enamorada me habló.
─“Sé lo que has podido hacer, Compañero, amor mío, pero ya pasó.”
─“Luke, no te merezco, he dicho que sí y tal vez lo habría hecho.”
─“¿Por qué, Nike? Y créeme que no te reprocho nada.”
─“Paul –titubeé─ últimamente no le hemos llevado nada y…”
─“Siempre he pensado, Nike, que todo padre debería estar dispuesto a hacer algo así por su hijo. Nike, tranquilízate, yo también dije que sí a ese engreído hijo de mala madre…”
    No sabía por qué pero lo suponía. Lo quería tanto que en vez de hacerle reproches, lo besé y le pedí que me lo contara.
─“¿Recuerdas el viernes 12 de octubre? Vine a la calle solo, porque tú tenías que trabajar ese tarde y reunirte con un tal señor Dewes. Me encontré con él y me propuso lo mismo que a ti, con el aliciente añadido para él de que soy su vecino y quizá se sintiera atraído por la idea de humillarme. Pensé en Paul y también le dije que sí. Caminé por Castle Road hundido y sin esperanzas. Pero al acercarse Knightsbridge Street pensé que allí vivía mi hermano. Qué locura. No suelo pedirle nada, pero se me ocurrió pensar que si un día la situación de Paul era desesperada, recurriría a él. En ese estado de ánimo saqué fuerzas de no sé muy bien dónde y tampoco lo hice.”
─“Luke –me atreví por fin a contárselo─, tu hermano me dejó una llave de su casa con una intención: evitar que nuestra necesidad fuera desesperada.”
─“Ahora comprendo por qué te quiere tanto mi hermano. Está bien, Nike. Debo hacer una tregua contigo y con él y quizá tengamos que visitarlo más a menudo. Y si es necesario, agacharé la  cabeza, me tragaré el orgullo y me dejaré ayudar por él. Pero en este momento me preocupas tú. Ha sido un mal sueño, Compañero, pero ya se desvanece.”
─“He estado tentado a hacerlo, Luke. No lo olvidaré fácilmente.”
─“Nike, ¿te das cuenta de lo que has estado a punto de hacer por él? Ahora que lo sé, me siento más orgulloso de ti. ¿Qué más necesitas probarte a ti mismo para saber que eres su padre?”
   Pero antes de aceptar o no tenía que hacerle una pregunta. Una idea me vino entonces a la mente que me había ocupado toda la mañana y había ido olvidando.
─“Luke, no puedo aceptar un hijo sin hacerte esta pregunta antes: ¿estarías dispuesto a trabajar?”
─“A eso te respondo que rotundamente sí, Nike. ¿En qué estás pensando?”
─“¿Trabajarías en la Thuban?”
─“Trabajaría recogiendo basura, de barrendero, de lo que sea necesario. Pero, Nike, no sé una palabra sobre acero.”
─“Ni es necesario. Esta mañana he visto que se necesitan camareros. Habría que hablar con Richard y con Samuel, pero creo que ambos dirán que sí. Y yo, estaré en el piso de arriba hasta que en junio acabe mi contrato y después me quedaría en la Thuban bajando de piso, trabajando contigo. De ese modo, si se lo explico bien a Samuel, pueden consultarme cuando quieran sobre lo que quieran, pues me verían cada día. Y habría que hablarlo con ella, pero seguramente también hay plaza para Lucy.”
─“Lo hablaremos con ella, pero quizá prefiera encontrar trabajo en una peluquería. Nike, he trabajado de camarero de joven. Habla con quién tengas que hablar, pero si te dicen que sí, mañana mismo trabajaré. Una llave de las duchas, y poco más, porque ropa limpia y nueva se la puedo pedir a mi hermano. Así que, como ves, Nike, trabajaríamos los tres. Y una vez que se ha cumplido la condición que pedías, ¿tienes algo que decir?”
─“Me rindo, Luke. Todo lo que me ha pasado hoy ha acelerado mis reflexiones. Lo quiero como a un hijo, me quiere como padre, vamos a trabajar todos para su bienestar. Luke, esto ya no es un tres. Es una familia. Pero no puedo más y digo que sí. Oh, pequeño rey, digo que sí.”
   Y en ese momento estallamos los dos en lágrimas. Nos abrazamos y lloramos durante diez minutos. Comenzaba mi familia. Cuando logramos calmarnos un poco, me contó cómo había pasado la mañana con sensación de peligro por mí, sus carreras por Temple Road y el encuentro casual con aquella señora de pelo cano y vestido color azul chillón que me había dado mi primera moneda, quien le había referido a dónde iba y con quién. No logré asustarme. Pocas cosas me asustaban ya. Pero al nombrarla, pareció materializarse, caminando reflexiva por la plaza en dirección a Damascus Road. Nuestras miradas se cruzaron y ella pareció respirar, aliviada. Tan importante era aquella señora en los hechos más transcendentales de mi vida, que como un resorte me puse en pie: tenía que hablarle. Pero al encontrarme junto a ella, no supe qué decirle. Titubeé, pero al final hallé una pregunta que hacerle.
─“¿Cómo se llama usted, señora?”
─“Soy la señora Miley. Rebecca Miley. Siempre he sido vecina de su amigo y lo fui de su padre, el reverendo Paul Prancitt, incluso al dejar su ministerio. Vivo ahora con un hijo en Chamberlain Street, pero mi antigua casa sigue aquí en Damascus Road. Me complace verla aunque ya no me pertenezca, y hago frecuentes visitas a las que fueron mis vecinas. ¿Desea saber algo más, joven?”
─“No, sólo quería darle las gracias. Al final me ha salvado y créame: no volveré a hacerlo.”
─“No lo veo un hombre inestable, joven. Pero ¿sabe? Yo no tentaría más a la suerte. Y usted, ¿puedo preguntarle cómo se llama?”
─“Nicholas” –y no le di más explicaciones. Pero sí un rotundo─: “Gracias, señora”
   Y finalmente se fue, y nuevamente me quedé contemplando su afable silueta hasta que se perdió de mi vista. Rebecca Miley, siempre la llevaré en el corazón. Cuántas cosas me gustaría preguntarle. De los muchos pasajeros con que nos topamos por la vida, hay algunos anónimos que están a tu lado y dejan su estela sin que el barco en el que navegas, al cruzarla, sea capaz de notarla.


 
─Finalmente podéis hablar. Ya sabéis lo que hice y podéis juzgarme.
─¿Lo que hiciste? –dijo Protch─, al final no hiciste nada.
─No consigo olvidar aquella tarde. Para mí el peso de la tentación es igual que si lo hubiera hecho, porque acepté. No puedo olvidar que acepté.
─Nike ─me dijo Maudie con cariño─, te habríamos querido igual si lo hubieras hecho. Coincido con lo que te dijo Luke. Si yo me viera con un hijo en tus circunstancias, haría exactamente lo mismo. Todo padre debería al menos sucumbir a la tentación. Y si sigues teniendo dudas de nosotros, ahora mismo te daríamos un abrazo.
─Pero yo –seguí objetando─ no tenía hijos por entonces. Y además poseía millones.
─Pero querías igualarte con Lucy y con Luke –dijo Protch─, que no los tenían. Puede parecer una locura y en general lo es. Pero es tu vida y has sido coherente con tus circunstancias. Mi mujer y yo hemos hablado mucho de esto cuando el otro día nos insinuaste algo y decidimos quererte creyendo que habías caído. Tanto más si no.
─Caído, sí. Fui como un ángel caído. Pero ya me dijeron que éste sólo es el príncipe de la sabiduría. Y no sé si sabio, pero en aquella caída, comenzó, si lo fue, mi Sabiduría. Gracias, queridos Maudie y Protch.


 
   El camino de vuelta fue hecho por dos siluetas estremecidas. Luke me oía murmurar casi sonámbulo “eres mi hijo, oh pequeño rey, ahora sí, eres mi hijo”. Régulo brillante entre las estrellas brillantes, para mí siempre la más luminosa, tanto más encendida cuánto más risueña, tus ojos fuente de dulzura, cristalino espejo del amor de tus padres. Y yo iba a ser uno de ellos, para guiarte por la vida y ayudarte por donde transitaran tus pasos. Súbitamente Luke interrumpió mis delirios y ya en Alder Street me habló.
─“La paternidad, Nike, biológica o no, hay que ganársela, y tú, en más de una ocasión, te la has merecido. No sé es padre por parir ni por la sangre. Hay que luchar siempre por él, acunar, reír, llorar y en muchas ocasiones hay que dar más de lo que podemos. Estoy muy orgulloso de ti. Por tu amor, nuestra familia comienza y ya somos cuatro.”
   Y, acunado por sus caricias emocionales, llegamos poco después a casa. Tenía que hablar con mi mujer de todo lo que me había pasado ese día. Y asegurarme también de que ella estuviera de acuerdo en que formáramos una familia, de momento de 4. Estaba sola en la puerta de su tienda haciéndole cosquillas a Paul y me miró. Me senté a su lado, con el amor de nuestras vidas a mi derecha. Pronto seríamos los tres una sola carne.
─“Corazón mío ─comencé sin miedo─, tengo que contarte muchos hechos de este extraño día en que me han pasado tantas cosas…”
   Le conté con cierto temor, pero no avergonzado, aquella hora de horror con William Rage, en la que pude caer. Ella no podía conocer todavía que de ese horror había sacado un desconocido impulso que me había llevado a saltar con ellos por los cielos despejados dispuesto a captar los aromas del aire, a mecerme con la brisa cálida, resplandeciente, de ser al fin una familia. Pero aún sin saberlo, me interrumpió para decirme.
─“Tranquilízate, Nike. Casi todos los hombres que conozco que viven en la calle han pasado por lo que  tú. Las mendigas no, no sé por qué, porque como llevo toda la vida aquí puedo decirte que a ese halcón también le gustan las mujeres. Tiene esposa e hijo,  por lo que yo sé, y me lo he encontrado a menudo con los ojos furtivos de la mano de alguna mujer, empingorotada y altiva. Parece que le gustan así. Si su esposa lo sabe o no, o cómo consigue serle infiel sin que se entere, lo ignoro. Pero te veo agitado. Veo que tus ojos están decididos a llorar cada una de nuestras lágrimas.”
─“Nunca olvidaré este 19 de noviembre ni esa hora de horror. Pero hay algo más. Recordaré este día también por otra cosa. Tienes que saberlo.”
   Y con ojos brillantes le hablé también de mi aceptación de Régulo y de que me había decidido a formar con ellos una familia.
─“He sido siempre un hombre inconstante y orgulloso, vano, sin corazón. Tengo poco que ofrecer, porque ni siquiera sé si ese capullo puede regresar ni sé si podría donarle a Paul mi sangre resucitada y acompañarlo en el camino guiándolo por vuestra Sabiduría y vuestra Belleza. Pero aun con mis dudas estoy dispuesto a formar con vosotros una familia, y ya ser cuatro.”
─“Qué felicidad, corazón mío. De algún modo, cuando me enamoré de ti en agosto, ya imaginé que un día seríamos uno de los fresnos del río con al menos cuatro ramas sanas, vigorosas, puras. Bienvenido a nuestra familia, Nike, corazón mío. Cuánta dicha en esta hora sin hogueras. Y olvida el Horror. Esta noche te has de fundir con la Belleza.”
   Luke, la Belleza, no había intervenido porque ya lo sabía y añoraba que tuviera ese momento de intimidad con nuestra mujer. Pero ahora me decía:
─“Pero antes de la belleza, tienes que salir del Horror, amor mío, y aún te veo en él. Como he pasado recientemente por lo mismo que tú, te recomiendo que antes que nada hables con la señora Oakes. Ya ha llegado y se dirige al Puente del Menhir. Creo que te está esperando.”
   Respiré profundo y me levanté. Luke tenía razón e intuí que ella sería capaz de sacarme los últimos demonios y tranquilizarme. No tardé en llegar al puente. Y tras saludarla, le dije que la necesitaba, que tenía que contarle algo.
─“Lo sabía, Nike, tal vez porque el marido de mi nieta también ha de ser mi nieto. Desahógate con tu abuela.”
   Estuve un cuarto de hora tímidamente contándole todo lo que me había pasado ese día, el horror y la belleza, mientras ella me miraba con ternura.
─“¿Sabes, Nike? Yo también he sido tentada. Te diría que casi todos. Y aquí donde me ves, yo de joven tenía una figura agraciada y era, aunque me esté mal decirlo, una mujer muy atractiva.”
─“De eso estoy seguro –y añadí con convicción─, y todavía lo eres.”
─“Gracias, Nike. De modo que también fui tentada. ¿Pero lo hice? Compañero, tienes un poder, el poder de leerme y me tranquiliza que seas tú, porque me consta que leas lo que leas, sabrás interpretarme con justicia y quererme. Por eso te digo, Nike, que el momento ha llegado. Usa tu poder por esta vez.”
   Fue tan convincente que me persuadió. Ya no tenía miedo a ver sino a leer lo más privado de mis seres queridos. Pero la miré efectivamente y vi y supe la respuesta.
─“Y ahora marcha en paz, con Luke a la cueva, y comenzad a ser.”
   Por efecto de haberme atrevido a mirarla, ella me estaba leyendo también y sabía lo que pasaba por mi cabeza. Querida señora Oakes. No me extrañaba que todos hayamos ido volando, como un enjambre sin rumbo, para acabar en tu miel.
  Me senté un rato a solas, ya tranquilizado, con Lucy y con Luke y la primera me pasó un rato a mi hijo a los brazos. Sus latidos me arañaban y su calor derretía mis lágrimas. “Oh, hijo mío. Todo lo que pueda haber de bueno en mi sangre será para ti. Para tu pequeño corazón he de vaciarme.” Supe al fin que en ese crepúsculo de llama llegaba el milagro.
   Luke echaba subrepticias miradas a la puerta de su tienda, ¿qué digo su tienda?, ya nuestra casa grande, aguardando la hora en que me decidiera a penetrar en ella con él. Lucy se ocuparía, ya lo habíamos hablado, de recordar a nuestros compañeros la próxima deriva, mientras ella se encargaba de dormir a solas y cuidar de Paul.
─“Amor mío –le dije a Luke─, se lo que estás esperando. Pero de repente tengo un capricho, no sé si loco. Una vez, hace muy poco, nos fundimos en un lugar con las palabras. Me gustaría que allí también fuéramos carne.”
─“Capricho loco o no, amor mío, es verdad que allí fuimos verbo y aprendimos a conjugar lo que ya somos. Estoy de acuerdo contigo en que vayamos a la cueva; ya es hora de que el verbo se haga carne.”
    Y caminando por la aliseda pensaba que cinco meses de deseo tenían que brotar en unas pocas horas. Íbamos casi sin hablar con los labios, de la mano cogidos, sudorosos y asustados, pero ilusionados como un niño que observa de lejos un regalo nuevo. Allí estaba, la cueva de la mendiga Sally, adonde un mes después dos regresaban para ser uno y, humanos o divinos, eternizarse.


 
   Nunca me contaron la segunda noche de amor de Luke y Nike, pero puedo suponer que ambos se entregaron. No hubo dolor, suciedad, oscuridad o frío del que no sacaran una enseñanza con la que fueron aprendiendo, lentamente, el idioma del sudor y la herida. El escaso viento soplaba del norte y les dejaba caer hojas y astillas con las que se hizo granos de piel, oscuridad menguada e intimidad del tacto haciéndose lenguaje en los poros, tierra en sus orillas, barnizados de arenisca y barro. Tanto deseo y tan pocas agujas en su reloj. No cabía todo en una noche. Ahora disponían de toda una vida para conocerse y darse, para ir modelando la mariposa que ya habían construido. Y los profanos ya estuvieron listos para comenzar a ser sagrados.


 
   Pero aquella noche de la carne tuvo algo más. Era tan feliz que un pensamiento me rondaba tanto que me ocupaba la mente incluso en los minutos más intensos de nuestra belleza. Y en un momento determinado hube de preguntarle a Luke:
─“Amor mío, para un instante: ¿De verdad te gustaría tener un segundo hijo?”
─“Luz de mi vida. Te vuelvo a asegurar que sí, porque es tuyo, y como ha de ser ya el resto de nuestras vidas, también será mío. Y no habrá celos ni reproche alguno. Si quieres hacerme el hombre más feliz de la tierra, dime que sí.”
─“Después de vivir todo lo que he vivido hoy, mis reflexiones se detienen al fin, y al detenerse hallo definitivamente la paz que sé que siempre voy a tener con Lucy y contigo. Pero tenía que preguntártelo y responderte con lo que aquí mismo una vez oí de ti: “Tienes de mí una promesa que si no la cumplo, merecerá tu desprecio”.  Sea. Mañana hablaremos con nuestra mujer. Pero ella está fértil y si mi semilla es fecunda, muy pronto seremos cinco.”


 
   La felicidad no quería detenerse y pasó de Luke a Nike como una nueva flor en su sembrado. Se presagiaba una fructífera cosecha de cinco espigas, porque tres ya estuvieron de acuerdo en ser trigo abundante para llegar a cinco. La oscuridad los cernía y, en medio del calor de los cuerpos, tuvieron frío. Pero varias estrellas se colaban por alguna rendija para, con ellos y con su piel, arroparlos y acariciarlos como una estremecida llama.

4 comentarios:

  1. Luke se levanta con algo de fiebre…éste le dice a Nike que cuando salga de la Thuban se reúnan en la Basílica, aunque quizá no pueda ir si no mejora. Es 19 de Noviembre, por la noche les aguarda su primera velada haciendo el amor (con los cuerpos…que con las palabras ya lo hicieron en la cueva de Sally).
    Ya en la Thuban, Nike coquetea con la idea de trabajar con Richard, que necesita camareros…
    La tarde en la Basílica se le dio bien a Nike: 7 dains…pero…aparece William Rage y le ofrece 60 dains por “venderse”, por dejarse humillar y apalear y… Nike supo con el tiempo que ya había hecho ese ofrecimiento a otros mendigos. Nike acepta…y eso nos deja absolutamente perplejos y, de pronto, pensamos que no es coherente con el alma de Nike entregarse a otro hombre antes que a Luke y, menos, por dinero y con humillación incluida. Pero seguimos leyendo…y Luke, presintiendo un peligro irracional, sale corriendo del campamento a la Basílica. No encuentra a Nike, pero…allí ve a la señora de azul chillón, la primera limosnadora de Nike –que resultó ser vecina de Luke, y que viendo que éste busca a Nike, le dirá que va junto con Rage por Castle Road…que si lo quiere de verdad, corra tras él. Nike oye los pasos de Luke e inmediatamente le dice a Rage que no lo hará. Ahora bien, ¿lo hubiera hecho de no aparecer Luke? No sabemos, pero…sí sabemos que Luke también aceptó la proposición de Rage (pensando en Paul…igual que Nike). Sin embargo, al pasar cerca de casa de su hermano, pensó que si alguna vez necesitaba algo para Paul con urgencia se lo podía pedir a James. Así que desistió y dejó plantado a Rage.
    Seguidamente, Nike le propone a Luke trabajar de camarero en la Thuban. Trabajo que también desempeñaría él cuando dejara su cargo en la Thuban –en Junio. Incluso hay plaza para Lucy, si quiere. Nike confía en que Richard aceptará (ya lo hizo esa mañana de alguna manera) y Samuel también. El desvelo de Nike por Paul le lleva a decir que ya ellos ya no son un tres, sino una Familia. Lloran…y a la vuelta se encuentran con la señora azul chillón, de nuevo. Nike no puede evitar saludarla y darle las gracias. Se llama Rebecca Miley y Nike siempre la recordará y le estará agradecido.
    Ante Protch y Maudie, Nike no puede olvidar que aceptó aquella proposición, aunque al final no hiciera nada. En esa “caída”, tras el horror, se inicia, según Nike, su Sabiduría.
    A la vuelta al campamento, Luke y Nike hablan con Lucy sobre lo sucedido. Luke le aconseja a Nike hablar con la Señora Oakes. Esta le cuenta que también ha sido tentada, como casi todos los mendigos…y que la respuesta a si ella aceptó o no está escrita en sus ojos… Nike, lee en ellos…pero al lector no le queda claro lo que ve. ¿O sí?
    ─“Y ahora marcha en paz, con Luke a la cueva, y comenzad a ser.”
    Luego aparece el narrador desconocido sugiriendo la hermosura de esa noche en la cueva de Sally. Allí, Nike acepta definitivamente tener un hijo con Lucy.
    Inor

    ResponderEliminar
  2. Morir al horror para resucitar a la sabiduría.

    ResponderEliminar
  3. Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. Nike es alguien con respeto hacia sí mismo, dureza de espíritu y valor moral, lo que podríamos llamar "carácter", esa disposición de aceptar la responsabilidad por la propia vida la hace extensible a los demás y es la fuente de donde brota esa autoestima. La dignidad está en sus propias manos y ni de nada ni de nadie más depende. Hay que ser responsable y eso implica buscar un sustento para el pequeño Rey. La Thuban, Richard y un anuncio podrían ser la solución: un trabajo de camarero, ¿camareros?, asegurar su crianza y sus necesidades.

    Si nos obligan a ser, en el fondo no somos. 60 dains, el precio de su humillación y también de su dignidad, de aceptación a Paul, de igualdad con Luke y Lucy, dignidad al entender que su riqueza solo era una desigualdad que le podría separar más de su destino. Así el camino se hizo largo acompañando al señor "Rage", que exigió ser llamado solo "Señor". La sombra de Rage estaba hecha de una masa mitad indiferencia y mitad ruindad. Nike cedió en su dignidad o talvez cayo en ella y en ese sinsentido, en esa vileza, podría acabar por perder todo el sentido de su vida. Si la sangre llama a la sangre, el alma se turba cuando presiente que un alma hermana está en dificultades, Luke corrió desesperado; cuando acucia el miedo corres más rápido, no sientes fiebre ni dolor y las palpitaciones son signos de que eres más fuerte, ya que en la debilidad encontramos nuestra verdadera fuerza. Otra vez aquella señora vestida de azul chillón (Rebecca Miley) se cruzó en su destino y dio certeza a la inquietud presentida, orientando sus pasos. Nike sintió la sombra de Luke que corría desesperada en su búsqueda y en ese momento rechazó la indignidad de los 60 dains.

    La paternidad implica esfuerzos, velos y desvelos, Nike la asumió y con ella formó su familia. "eres mi hijo, oh pequeño rey, ahora sí, eres mi hijo". Esa paternidad fue verdad revelada desde el Horror y forjada con Sabiduría y Belleza, porque los actos no se dicen, se hacen, y los actos de Nike mostraban su preocupación y el deber ante el desafío de la asunción de una responsabilidad. Para Nike la verdad solo era verdad, sin relativismos, ni engaños tránsfugas, ni escapatoria, sucedía lo mismo que con el amor, pero a diferencia de este la verdad, su causa, vino del impacto del horror, solo quedaba asumirla pues verdad se debe conjugar solo con verdad, no admite morder las palabras, y ese reconocimiento le trajo su propia sabiduría, una certeza que exigía la inmolación de sus íntimas reticencias, pues con ella llegaban mezcladas la dignidad, la responsabilidad y el compromiso, en aras de esa certidumbre dejó de ser un yo, ese yo forjado a base de convencionalismos de vida y moral. Y al fin esa certeza fue asumida y verbalizada: "estoy dispuesto a formar con vosotros una familia, y ya ser cuatro".

    Lo que convierte a nuestra historia en vivida no son los pasos que damos sobre un camino recto y asfaltado, sino los puentes que construimos sobre los ríos y desniveles. Por eso, es importante recordar que cada uno de los maderos, cuerdas y clavos que ponemos en nuestro puente no son una pérdida de tiempo, sino una parte imprescindible de nuestro sendero.

    Sra. Oakes, fulgor de experiencia, de sus palabras se abrió el velo que con suavidad descubría el convencimiento de la aceptación de la tercera opción para Nike, porque él leyó la verdad en ella y ella en él, y ese conocimiento para el lector no es necesario pues ya basta con su esencia.

    En la cueva de la mendiga Sally donde el amor se había hecho verbo, ahora el verbo se hacía carne: "No hubo dolor, suciedad, oscuridad o frío del que no sacaran una enseñanza con la que fueron aprendiendo, lentamente, el idioma del sudor y la herida".

    "¿De verdad te gustaría tener un segundo hijo?......muy pronto seremos cinco.”

    Otro capítulo breve en el que se destila intensidad y belleza, donde el amor en la cueva es descrito hermoso, sutil y elegante, emociona leerlo.

    Pol

    ResponderEliminar