CAPÍTULO VIII: SÉPTIMO MOTIVO DE VERÔME



Desnuda y lúgubre, ajada y polvorienta, vacía y desarbolada, la Colina de los Caballeros no es muy alta ni está demasiado a la vista, pero no tiene más accesos que una trocha, ni siquiera me atrevo a llamarla vereda, llena de fango y guijarros que parte desde el mismo Puente de los Caballeros y llega hasta la cima. Luke la subió viendo que esa noche sería nebulosa y algún jirón de niebla comenzó a levantarse cuando llegó a lo alto. Antes de concluir su camino, ya parecía arrepentido de lo que aún no había hecho pero quería hacer. Digamos que acabó la senda por instinto, porque seguía creyendo en ese credo que decía que hay seres humanos inferiores y otros superiores, y debía darles un escarmiento. Al pisar la colina descubrió una tienda al este y no vio ninguna más. Era la tienda de mi compañera Lucy, que no tenía miedo a que se viera dónde dormía cada noche. En el descenso hacia la Alameda de Umbra Terrae, sin caminos pero con bajadas seguras, había algún olmo donde estaban las tiendas de la señora Oakes y de Olivia. La de Bruce y la de Miguel y John estaban también en el descenso, pero en el lado sur. Llegado a lo alto de aquel promontorio comenzó a dar voces como un energúmeno.

─“Escoria –comenzó a gritar-, mendigos, ¿dónde estáis? Salid de vuestros agujeros que aquí está quien os va a dar vuestro merecido.”
Ésta y parecidas lindezas salieron de su boca en aquellos minutos hasta que Miguel salió de su tienda, John muy cerca, y le habló.
─“¿Quién eres tú y qué demonios estás haciendo aquí?”
─“Tenéis que iros de este lugar hoy mismo u os daremos vuestro merecido.”
─“¿Has pensado en lo que estás diciendo? ¿Adónde vamos a ir?”
─“A otra ciudad.”     
─“No queremos irnos de aquí. En esta ciudad hemos pasado toda la vida. Y suponiendo que te hiciéramos caso y nos marcháramos, ¿quién nos garantiza que no nos topemos  con alguien violento como tú y nos expulse de allí también? Y además ¿por qué? No le hemos hecho daño a nadie. Y no sé si te das cuenta de una cosa, ¿qué nos impide que te matemos nosotros ahora a ti, o que te demos una paliza? Creo que en este momento estamos cuatro, pero somos seis.”
─“Sí –comenzó a decir Luke, que se estaba dando cuenta de que se había metido, temerariamente, en la trampa que él estaba preparando-. Pero hay cinco más, y si a mí me pasa algo, vendrán a vengarse de vosotros sin piedad.”
─“Sí, pero tú vas primero.”
─“Pues si es así, dame una paliza. Te reconozco que no lo había pensado, que he sido un tonto. Yo solito me lo he buscado y ahora me lo merezco.”
─“¿Qué te parece si nadie le hace daño a nadie?  Ni siquiera nos conocemos. Si sencillamente nos ponemos a dialogar un rato  –en ese momento salió de su tienda la señora Oakes. A Luke, al verla, se le descompuso la cara. A pesar de las creencias que le habían inculcado esos meses, él siempre se creyó feminista, y no se veía capaz de hacerle daño a una mujer.  Además los calvos no lo habían enseñado a odiar a las mujeres. Se figuró totalmente incapaz de insultarla siquiera-. Voy a presentarme. Me llamo Miguel McDawn. He sido teniente en el ejército y he conocido a muchos soldados y quizá eso me haya dado un instinto especial para reconocer a otros soldados. Tú además estás siendo valiente.”
─“Sí, he estado en el ejército del aire.”
─“Yo también. Un soldado no tendría miedo a decir su nombre. A eso no. Me gustaría al menos saber cómo te llamas.”
Y dijo su nombre verdadero.
─“Me llamo Prancitt, Luke Prancitt. Es mi verdadero nombre. Si me quieres denunciar ya sabes cómo me llamo. Vivo en frente, ahí en el número siete de Knightsbridge Street. Ahora haz lo que quieras.”
─“Te vuelvo a repetir, Luke Prancitt, que eres valiente, y como te decía, ¿no sería mejor si no nos hiciéramos ningún daño y nos ponemos sencillamente a hablar?”
En esos momentos se acercó John, que contemplaba la escena pero no se había aproximado aún. Al verlo, Luke preguntó.
─“Pero, ¿vosotros dos…?”
─“Sí, somos pareja. Eso es lo que querías saber, ¿no? Este es John, el hombre que amo. Y ahora que lo sabes, ¿deseas que siga hablando contigo?”
A esas alturas, Luke ya sólo podía hablar con dificultad, en monosílabos. Los ojos se le estaban humedeciendo y no tardarían en llover.
─“Sí.” –logró responderle.
─“Somos novios, sí, pero somos dos hombres, y te aseguro que aunque más sucios tenemos las misma cosas que tú. Eso es lo único que te debería importar. Déjame ponerte un ejemplo más. Los dos, tú y yo, hemos estado en el ejército del aire, donde llegué a ser el teniente McDawn. Fui amigo de muchos de mis soldados. ¿Descartas que en otras circunstancias tú y yo habríamos podido ser amigos?”
─“No –respondió lacónicamente-, sigue”
─“Pues entonces imagínate que tú y yo hubiéramos sido amigos. Da un paso más. Un día me echo novia. De hecho cuando estaba en el ejército creía que me gustaban sólo las mujeres. Y como somos amigos, te la presento y lógicamente te pregunto la opinión. Y tú me dices que te parece un cardo.”
─“No creo que a un amigo yo le diga que su novia me parece un cardo, pero sigue, termina tu ejemplo.”
─“No se lo dirías a un amigo, pero imagínatelo. Entonces yo te pregunto sin mosquearme contigo: ¿y a ti qué demonios te importa? Tú no tienes que dormir con ella. Sería posible, ¿no?”
─“Sí.”
─“Pues entonces ahora te pregunto lo mismo, Luke. Si yo duermo con John, ¿a ti qué demonios te importa? Tú no tienes que acostarte con él. Y sin embargo, te sigo viendo con asco.”
─“Sí, siento asco, Miguel, pero siento asco de mí mismo. Tienes razón. ¿A mí qué demonios me importa? Tú deberías vivir según tus propias leyes.”
─“Así he vivido siempre. No sé si te lo creerás, pero estoy en la calle porque yo mismo lo elegí. Somos vecinos. Me gustaría hablar contigo en más ocasiones. Subiste creyendo que éramos escoria y ahora empiezas a creer que somos seres humanos. Dime la verdad, ¿te gustaría que volviéramos a hablar?”
─“Sí –y en ese momento dijo algo más-, pero no soy sólo yo, Miguel. Hay otros que quieren hacerte daño.”
─“Me gustaría contarte un sueño que tuve una vez. ¿Quieres oírlo?”
─“Adelante.”
─“Supongo que como muchos seres humanos, un día habrás soñado que morías o que moría un ser querido, ¿no?”
─“Sí, supongo que es bastante habitual.”
─“Seguramente lo es. Pero yo conozco, no lo que es morir, sino lo que es matar. Te aseguro que no he matado a nadie, pero sé lo que se siente, porque lo he soñado. Un día en mi adolescencia soñé que había matado a un hombre.”
─“¿Por accidente o a propósito?”
─“Sólo recuerdo que era un hombre y que fue a propósito. No recuerdo quién era, cómo lo maté o por qué lo maté. Pero te aseguro que fue el sueño más angustioso de mi vida. Fue un auténtico alivio despertar. Después, durante un mes me sentí mal conmigo mismo. Hasta que tuve que decirme: tú no has hecho nada, no eres responsable de lo que has soñado. Pero te aseguro que aquel sueño me puso un freno moral para toda la vida y por si acaso siempre respiro profundo antes de encolerizarme en serio con alguien. Y ese temor me llevó a abandonar el ejército. Porque sé cuál es el precio que voy a pagar. ¿Tú crees de verdad eso de que todos tenemos un precio?”
─“Quizá. No lo he pensado a fondo.”
─“Déjame recalcarte la palabra UN. Todos tenemos UN precio. Pero no todos tenemos todos los precios. Y además tenemos que pagar algo más y yo sé qué sería: mi propia vida. Tú has llegado aquí con intención de hacernos daño cuanto menos por odio o por venganza. Imagínate ahora que alguien te ofreciera dinero por hacerlo. Supón que viene un multimillonario y te ofrece una fortuna por matarme. El caso es que soy capaz de imaginarme a mí mismo tentado por una fuerte suma de dinero, me puedo imaginar a mí mismo haciéndolo, y como ya lo he hecho gozaría de una fortuna, pero cuánto tiempo, ¿dos horas? ¿Un día entero? No creo que lograra gozar de esa fortuna más de dos horas, porque acabaría pagándolo con mi propia vida. Yo no conozco por ejemplo el sabor del caviar. Como ahora tengo una fortuna me puedo permitir ir a un restaurante a pedirlo. Sería incapaz de reconocer qué sabor tiene. Todo ese tiempo estaría pensando inevitablemente cuál es la forma menos dolorosa de quitarme la vida. No gozaría de esa fortuna más de un día. ¿Merece la pena?”
─“Pero existen los asesinos a sueldo. Tienen sangre fría, lo hacen y viven la vida.”
─“Habría que ver si muchos de ellos no acaban suicidándose. Pero si no lo hacen, viven determinado tiempo, el que sea, gozando de un dinero, pero ¿gozando la vida en esas condiciones? ¿Tú lo crees posible, Luke?”
─“No. Pero me estás hablando de la conciencia. Mi padre fue sacerdote católico. Lo dejó para casarse con mi madre.”
─“Pues entonces, con todos mis respetos para tu familia, Luke, los cristianos pueden haberles dado valor a muchas palabras que ya eran importantes, y no les niego ese mérito, pero ¿tú crees de verdad que ellos han inventado algo que antes no existiera? La conciencia es ese freno moral del que te hablaba antes, sin el cual la humanidad no habría podido tirar hacia adelante. Imagínate ahora dos hermanos jugando con un perrito. El mayor no deja que su hermano menor intervenga. Si no existiera la conciencia, si se pudieran obtener beneficios sin un precio a cambio, el menor mataría a su hermano mayor y jugaría con el perrito. Claro que después se daría cuenta de que habría perdido más, y lloraría al ver que ya no puede jugar con su hermano. ¿Te das cuenta de que ninguno llegaríamos entonces a adultos? ¿Quién no ha tenido de niño una bronca con alguien?”
─“Miguel, me gustaría seguir hablando contigo, y ojalá otro día podamos hacerlo. Pero han pasado las ocho y he quedado con los demás en reunirme con ellos a las 9, en un local que tenemos en Churchway y explicar qué ha pasado aquí esta tarde. Ojalá pueda convencerles de que no os hagan nada. Pero ese peligro sigue existiendo.”
─“Llegados a ese momento, Luke, vas a tener que elegir un ejército. Ver si ese en el que ahora estás realmente te merece la pena. Hay mucho más en ti de lo que en un principio me dejabas ver. Y al menos eres valiente, respetuoso y tierno.”
─“Gracias, Miguel. Lo mismo podría decirte yo. Pero entonces debo entender que he de traicionar a un ejército.”
─“A veces es necesario. Imagínate que te has pasado la vida viviendo en el país A y un día descubres que tus padres están en el país B. Allí conoces a una buena mujer y nacen tus hijos que crecen también en ese país. Tú has creído siempre que la primera era tu patria, pero un día ambas naciones se declaran la guerra y tienes que luchar en uno de los dos bandos necesariamente. Yo no te voy a decir cuál de los dos bandos has de elegir, no a cuál traicionas sino a cuál expresas tu lealtad. Ahora piensa, Luke, mientras te pones en camino, cuál es tu ejército, y qué precio has de pagar si te quedas en uno o en otro. A lo mejor tu propia vida va en juego. Anda, vete. Pase lo que pase después, ha sido un placer conocerte.”
─“Dame la mano, Miguel. Al menos te puedo asegurar que si dependiera tan sólo de mí, no recibirías ningún daño. Hasta la vista.” –y se puso en camino.
Es imposible describirte en qué condiciones bajó la colina, y recorrió el camino a la guarida en Churchway. Su mente estaba a punto de estallar. Sacó en conclusión que él no deseaba que hubiera ninguna lucha y no podía elegir el ejército de aquellos a los que acababa de conocer, en realidad sólo Miguel. Recordaba las noches de juerga con sus amigos y… y ahí tuvo que detenerse. ¿He dicho amigos? Me han lavado el cerebro y han estado a punto de conducirme al asesinato. Pero sí eran colegas, camaradas… Inevitablemente aunque fueran unos hijos de puta, no se veía capaz de traicionarlos. Ay si él pudiera evitar que se produjera alguna lucha. Se dedicó a pensar qué palabras podía decir ahora. Sabía que no podría pronunciar el nombre de Miguel. Un skinhead no le dice a otro el nombre de aquél al que quiere salvar. Meditó cautelosamente qué iba a decir ahora.
Sintió frío al entrar en el sótano de Churchway donde solían reunirse. Estaban todos allí, aguardando el relato de Luke.
─“¿Qué ha pasado?” –preguntó Sebastian Fraser.
─“He hablado con ellos. Han podido matarme, Seb. Era uno contra cuatro. Pero no lo han hecho.”
─“¿Has hablado con uno de los dos hombres que hoy hemos visto besarse?”
─“Sí.”
─“¿Cómo se llama?”
─“No le he preguntado su nombre, y él no me lo ha dicho.” –mintió deliberadamente. Miguel era mendigo, estaba enamorado de otro hombre y por si fuera poco tenía un nombre extranjero. Demasiadas cosas como para que no lo machacaran-. En realidad es un hombre estupendo, Seb. Ha podido matarme y se ha dedicado a hablar pacíficamente conmigo.”
─“Estás diciendo muchas tonterías, Luke –lo interrumpió Bart-. Son escoria y no quiero toparme con esa basura de nuevo cuando llegue esta noche a casa.”
Luke pasó por alto este ofensivo comentario y mirando a Sebastian, le preguntó.
─“¿Qué razón hay para luchar contra ellos, Seb?”
─“Llevas unos meses con nosotros y sabes que ciertos seres humanos merecen un escarmiento o la aniquilación. ¿O has cambiado de opinión?”
─“No lo sé, Seb. Sólo sé que un hombre al que quería matar me acaba de salvar la vida.”
─“Al menos se tienen que marchar de allí.” –fue la intervención del lacónico Bill Dempsey.
─“Quizá –volvió Luke-, pero una cosa es que se aparten y otra que les demos una paliza, o algo peor. ¿De verdad nos han hecho algo?”
─“A lo mejor nos hacen daño sólo por existir, Luke –dijo Gareth Gains-. No se puede ser ciertas cosas y no pagar por ellas.”
─“Tienen sus propias leyes, pero ¿qué nos importa cuáles sean o cómo vivan mientras no interfieran en las nuestras?”
─“Se tienen que ir de allí esta misma noche –dijo de nuevo Sebastian Fraser-. Si quieres vuelve a la colina a decirles que si no se han ido, subiremos sobre las 11, que no pueden estar allí ni una hora más o lo pagarán.”
─“Subiré entonces, Seb.” –dijo mientras oía a Bart dándole la razón a Gareth en algo, y diciéndole que se iban a tomar una copa y después volverían.
Impotencia era el estado de ánimo de Luke mientras trepaba por segunda vez ese día la Colina de los Caballeros. Había de decirles a Miguel y a todos ellos que corrían peligro, que él no había logrado convencerlos de que no hubiera lucha. La niebla ya cubría todo el río. Él vivía allí y estaba acostumbrado a verla y a saber que aún se pondría más espesa. Miguel lo esperaba y le preguntó sencillamente.
─“¿Qué?”
─“Hola otra vez, Miguel. No he podido convencerlos y me han dicho que subirán a las 11. Seguramente están ciegos, pero yo no he sabido devolverles la vista. ¿No podríais al menos iros de aquí y esconderos?”
─“¿Adónde podríamos ir que nunca más nos encuentren, Luke? Sea como sea, hemos de afrontar esta situación. Y tú también, pues aunque todo va muy deprisa y no tienes tiempo de pensar, al final te has de decidir en uno u otro sentido y… -y se calló de repente notando que Luke estaba descubriendo entonces la presencia de Olivia y parecía pensar “otra mujer”-. Es mi compañera Olivia. Aún falta por llegar Lucy, su hija. Este hombre que ves a tu lado es mi compañero Bruce.  Somos tres mujeres y tres hombres. –madre e hija, pensó. Se debatía angustiosamente entonces. El no podía hacer daño a tres mujeres y menos a dos que eran familia-. En cuanto al horario, yo creo que te han engañado, Luke. No creo que vengan a las 11. Van a venir antes para pillarnos a todos debatiendo qué podemos hacer.”
─“Yo no sé si me han engañado, Miguel, sinceramente te lo digo. Pero los creo capaces.”
─“Mira, Luke –y señaló a Castle Road, muy cerca ya del Puente de los Caballeros, a unas figuras que venían caminando-. ¿Son ellos?”
Eran sólo cuatro, pero distinguió bien a Sebastian, a Bart, a Brian y a Bill. Faltaba uno. Llegados al fin a la cima, Luke los miró y preguntó.
─“¿Dónde está Gareth?”
─“Se estuvo tomando una copa conmigo –comenzó Bart-. Después me dijo que se marchaba a nuestro local, pero cuando yo llegué no estaba allí y…” -no se lo notaba muy tranquilo.
─“Basta de palabras –cortó en seco Sebastian-. Tenemos algo más importante que hacer y se ve que Gareth se ha acobardado. Supongo que sabéis por qué estamos aquí, escoria.”
─“Con lo cual te estarás refiriendo a nosotros –lo miró Miguel desafiante-. Y se ve que estáis comenzando con una mentira. Son las diez y cuarto. Ni siquiera son las once.”
─“No podíamos esperar para daros un buen escarmiento –continuó Sebastian-. Cuando Bart y Luke vuelvan a sus casas, no os pueden ver enfrente.”
─“Yo no tengo ningún problema en seguir viéndolos aquí, Seb.”
─“No me gusta que digas mi nombre.”
─“Tú acabas de decir el mío. Ellos ya saben que me llamo Luke Prancitt y dónde vivo. No se lo he ocultado.”
─“Ni yo tampoco –intervino inesperadamente Miguel-. Me llamo Miguel McDawn. Antes fui abogado y puedo volver a ejercer. Sé que la policía no se molesta con individuos como vosotros, pero me puedo encargar de que paséis todos una buena temporada en la cárcel.”
─“Pues entonces habrá que matarte primero –sentenció Sebastian-. Somos cinco, y aunque vosotros sois cinco también, dos son mujeres y acabaremos pronto con esta molestia que nos suponéis.”
─“No somos cinco, Seb. Yo no voy a luchar.” –dijo Luke.
─“Tú sabrás lo que haces. Pues cuatro contra cinco. Podremos con todos.”
─“O cuatro contra seis. Puedo luchar con ellos.”
─“Eso sería una traición. Cuidado con lo que haces, Luke. Podríamos matarte.”
Todo estaba yendo muy deprisa, pero finalmente cuando ya no tuvo dudas de qué era lo que iba a suceder, Luke acabó hallando su valentía. Bart lo miraba con asco y su antiguo amigo Brian con más pena que otra cosa.
─“Prefiero morir que matar –y respirando profundo y mirando a Miguel, le dijo- he escogido ejército” –y se acercó a una hoguera que tenían al lado sin encender. Los mendigos habían cogido varios palos y él cogió otro también.
─“Pues cuatro contra seis –se dio ánimos Sebastian-. Empecemos.”
Ya no se distinguía ninguna luz en la calle cuando empezó la batalla. Fueron diez minutos intensos, Luke como último soldado del ejército de los mendigos. Los calvos traían armas que daban miedo. Todos llevaban lo que se conoce como puño americano, con el que podían desgarrar la piel. Habían acarreado puñales e incluso cuchillos y podían hacer mucho daño con ellos. Luke sabía ya qué camino estaba siguiendo y no iba a permitir que se los tocara. Bart iba a descargar su puño americano contra la cara de John y Luke, para impedirlo, colocó el brazo en el momento oportuno allí, y el corte se lo llevó él. Su muñeca comenzó a sangrar con fuerza, pero siguió en la lucha. Más de un mendigo acabó sangrando y casi siempre Luke se colocaba como escudo. Se veía que los calvos iban a seguir, pero cada vez menos seguros de que pudieran ganar. Pero a los diez minutos otros pasos empezaron a subir la colina. Miguel habló entonces.
─“Ese es Maxwell Conrad, inspector de policía. Lo he tenido algunas veces como testigo en varios juicios.”
─“Entonces por el bien de todos disimulemos –dijo Brian Philisey-. Aquí no ha pasado nada.”
─“¿Estaba sucediendo algo en esta colina?” –preguntó entonces el policía. Venía con tres oficiales más.
─“Una discusión amistosa, inspector.”
─“Tiene sangre en el brazo.” –dijo el inspector mirando a Luke.
─“Puede usted ver que estábamos recogiendo leña. Me acabo de cortar con una astilla.”
─“Nada ha sucedido aquí como puede ver. Soy Miguel McDawn, abogado. Igual me reconoce, señor Conrad.”
─“Me suena su cara, sí. Pero es otro asunto el que me trae aquí. ¿Quién de ustedes es Sebastian Fraser?”
Este se adelantó.
─“Yo, inspector.” –respondió apocado. Luke observaba a Sebastian notando que no parecía muy sorprendido, como si llevara tiempo esperando que sucediera algo así.
─“Queda usted detenido por el asesinato de Agatha Fraser. Hemos encontrado su cadáver oculto en la casa de campo de su madre.”
─“No digo nada, inspector. Hacía tiempo que había notado su desaparición. Supongo que tendré abogado.”
─“Sí.”
─“Hablaré entonces en su presencia.”
─“Debe acompañarnos a la comisaría en Riverside Avenue. Es necesario que lo esposemos.”
   Y dócilmente se dejó esposar. Luke recordaba a Miguel hablando del precio que debíamos pagar por ciertas acciones y Sebastian ya parecía estar dispuesto a pagarlo. Brian, Bill y Bart se alejaron entonces, los dos primeros parecía que aliviados de que todo se hubiera acabado sin consecuencias para ellos. En la Colina quedaron cinco mendigos y Luke los oía dándoles las gracias y sin tener consciencia de ello, se sentó en el suelo y comenzó a llorar. De repente se sintió asqueado de verse con aquellas ropas y no pareció darse cuenta de que había ojos mirándolo. De haberlo pensado detenidamente, no lo habría hecho, pero en ese momento no era dueño de sus actos. Se bajó los tirantes y se desgarró la camisa con tanta furia que sería imposible volver a ponérsela. En aquel momento escuchó a Bruce decir una frase que sería una sentencia que recordaría siempre, una evidente contradicción en los términos.
─“Pobre hijo de puta.”
Aquella frase le hizo sentir más ira contra sí mismo. No quería ser un hijo de puta ni ser compadecido, pero ya no sabía quién era él. Con palpable furia, queriendo eliminar de alguna forma todo su pasado, con rabia y asco se quitó los pantalones e hizo todo lo posible para romperlos. Justo a tiempo pareció darse cuenta de que había ojos mirándolo, y al fondo de una niebla espesa, creyó ver una aparición. Era una mujer muy hermosa, pelirroja de fuego, como un astro que venía subiendo el Puente de los Caballeros y se detiene a brillar allí.
Parecía evidente que era la hija de Olivia que le habían nombrado y con ella se detuvo a hablar unos segundos.
─“¿Quién es ese hombre, mamá? Y ¿qué ha estado pasando aquí?”
─“Es un skinhead y se ve que se llama Luke. Subió aquí esta tarde con pésimas intenciones. Yo no estaba pero me lo ha contado Miguel. Al final otros skins llegaron y ha habido una lucha. Y no te lo creerás, pero ese hombre ha luchado con nosotros y contra ellos. Ha venido la policía y acaba de detener a uno por asesinato. En fin, hija, es todo muy confuso. Ya lo irás conociendo.”
Luke seguía en el suelo, en calzoncillos, llorando a mares, cuando aquel astro errante se le acercó con una sonrisa como un sol que atravesara tímido la niebla. Moría el día 18. Pero aún quedaba media hora y Luke, en su motivo de Verôme, toda la vida recordaría aquellas hojas cargadas de niebla de aquel árbol de noviembre.

5 comentarios:

  1. Muy buen capitulo, al menos todo termino bien.

    ResponderEliminar
  2. La novela sigue sorprendiéndome en cada recodo, su singular guión se hace maniobra eficaz para narrar las disyuntivas ante las que nos sitúa la vida de vez en cuando. Ana.

    ResponderEliminar
  3. "Sacó en conclusión que él no deseaba que hubiera ninguna lucha y no podía elegir el ejército de aquellos a los que acababa de conocer, en realidad sólo Miguel. Recordaba las noches de juerga con sus amigos y… y ahí tuvo que detenerse. ¿He dicho amigos? Me han lavado el cerebro y han estado a punto de conducirme al asesinato."

    Empiezo el comentario con esta cita porque me ha parecido que es ahí, en esta reflexión, donde verdaderamente comienza el episodio de cambio de Luke; el séptimo Motivo de Verôme.

    Es un placer poder compartir el florecimiento de las nuevas convicciones de un personaje tan especial, ojalá más personas tuviésemos el coraje que ha tenido Luke, sería estupendo tener el valor de cuestionarnos las ideas en las que vivimos, las que nos hacen sentirnos seguros.

    Att. Rubén. :)

    ResponderEliminar
  4. Impresionante capítulo. Valiente de principio a fin.

    Pol

    ResponderEliminar
  5. Y ahora que por fin me repongo y puedo respirar, continuo:

    (Intentando encontrar una manera de quitarme el sombrero ante ti)



    Germán LLanes (no podía ser otro el encabezado)

    Quisiera encontrar las palabras justas, el comentario apropiado, hacer justicia a tanta fuerza, al regalo que nos haces en el séptimo motivo de VERÔME, después del Puente Wrathfall creía que tardaría en conmoverme, al menos que no sería tan pronto, ni con tanta intensidad. Valentía y riesgo, que asumes con total naturalidad, valentía y riesgo que uno presume nacidas desde la humildad y por eso aún más valiosas, dedicar todo un capítulo solo a un continuo (espacio-tiempo) diálogo es jugárselo todo por el todo, pero otra vez lo consigues, otra vez sorprendes, Miguel y Luke se perfilan como dos grandes personajes, y ahora solo me queda que me sorprendas con una narrativa coral y se acaba de rizar el rizo. En estos diálogos/reflexiones se desliza toda una filosofía de vida, una declaración de intenciones y un planteamiento vital que hace entender el posterior posicionamiento de Luke, no solo esto, que de por sí ya es perfecto, si no también que nos sitúa la trama en la redención de Luke y su verdadero motivo de VERÔME a la vez que abre otro arco narrativo, Sebastián Fraser.

    Pobre hijo de puta. La frase que en labios de Bruce se convierte en un estigma para Luke, descubriendo así una soledad fría, pero también vacío, un vacío inmenso como el espacio frío donde se mueven las estrellas. Luke durante un tiempo creyó que había escapado, que había encontrado un refugio, las palabras de Miguel, apaciguadoras, le mostraron que incluso era peor, que todo había sido baldío, no podía escapar a su esencia, que no veía la vida con la maldad que "Los Lobos" la veían, y sin embargo seguía siendo incapaz de cambiarla. Esta frase se convierte en la puntilla clavada por si faltaba algo en todo el relato, que no falta, y a mi mente llega el final de Tormento (B. Pérez Galdos) - "Puta, puta, puta", que cierra magistralmente la novela y en este caso el capítulo, donde se reafirma, más si cabe, la fuerza como autor. Frase que cierra el círculo con el que comienza el capítulo: "Escoria".

    ¡Por dios! ¿Cómo lo haces? ¿Cómo logras conmover de esa forma?, menudo regalo, un capítulo entero a pleno diálogo, manteniendo la tensión emocional in crescendo, y repito valiente, arriesgado y conseguido.

    Podría seguir y seguir y seguir, pero tengo, muy a mi pesar, que moderarme y no caer en el exceso, escribo en caliente con las letras aun pegadas a mi pupila y el corazón vibrando en do mayor, la más brillante de las escalas. Hoy no me podré sentar a leer "el como se hizo" que, con toda tu paciencia, me vienes contando, y se me hace extraño.

    Gracias

    Pol


    PD: No me gustan las comparativas, cada creador es único y auténtico y es de necios querer establecer analogías, pero en esta ocasión no pude evitarlo, solo quise expresar el impacto que causó esa frase en mí.

    ResponderEliminar