CAPÍTULO XLI: LIBERTAD



     La libertad es la diosa gaviota que continuamente sobrevuela tu mar, pero raramente se posa; nace sin cuna, para todos los hombres, para quien quiera con valor tomarla; crece con sobresaltos y muchas veces se mustia; y si llega a vivir, puede nacer y morir como ese infante mal nutrido que no sobrevive a unos pocos días, mas una vez que se conoce y alcanza, puedes existir toda la vida con su faro. Allí estaba yo, Libertad, cautivo de tus alas, examinando lo que ya tenía en un largo periodo de reflexión. No necesitaba más espejos para saber que con ella me quedaba para siempre junto a mis compañeros. Y que el miedo había dado paso a un ave estremecedora, con alas reparadas, de amor por Lucy y por Luke que ya no requería ocultarse. Esos días de finales de octubre empecé a deliberar. Recordaba un consejo de mi amada que me recomendaba centrarme en la primera parte del enigma y sólo si lo esclarecía, pasar a ver si podía aceptar la segunda  y al fin la tercera. Ese día 21 siguió siendo inesperado verano, pero al día siguiente volvieron el frío y las lluvias y persistían la nubes en mi mente cuando comenzaron en serio mis meditaciones, pero no llegaba a ninguna parte.

   Mientras Lucy andaba en la calle, Luke aprovechó para nadar un rato en el lago ─ese fin de semana esa fue nuestra manera de lavarnos─ y entretanto pasé la mañana con el pequeño rey, pero apenas le hablé. Me ocupé en recordar los viejos cuentos que el abuelo me enseñara, con la intención de contárselos un día, lo aceptara o no como hijo. Pero al fin Lucy llegó de la calle. Venía escasamente provista, mas algo comimos. Después sobre las 3 partimos mi compañero y yo. Había que ocuparse de la cena. Caminamos por  Damascus Road. Yo le había sugerido que, puesto que hoy era día festivo, fuésemos a St Mark. Allí estuvimos, sin mucha suerte, un par de horas. Mi pensamiento se dividió entre el recuerdo de la virgen espejo de Margaret Prancitt y la extraña sensación de ir por primera vez a la calle con mi compañero, ambos enamorados. Mas como siempre Luke me leía.
  ─“Puedo ver lo que estás pensando, Nike, pero aunque no lo sabías, no es la primera vez. El camino de vuelta siempre lo hemos hecho enamorados. Y el camino de ida cada día menos aquel estremecedor 4 de octubre en que aún no te amaba, pero me fuiste enseñando a amarte. Así que hagamos lo que hagamos de nuestras vidas, descansa al menos del miedo. Un mendigo como tú, Compañero, no lo merece. Amémonos en libertad y estrenemos sensaciones.”
   Descanso mental. Pasión. Era extraño caminar con él así, pero tenía razón.
─“Aún no nos hemos besado. Y realmente lo deseo. Pero un antiguo hijo de puta te dice que la calle no es el mejor sitio ─me dijo, casi temblando ante el recuerdo de aquel beso que había sorprendido de Miguel y John que iba a conseguir sellar su destino─. Ya lo haremos una noche en el Arrabal, si estás preparado.”
─“Luke, claro que lo desearía: te amo. Pero aún no he comenzado a meditar y no me parecería correcto. Dame tiempo.”
   Lo adecuado es que guardara sus besos para su mujer. Y aunque meditaba mejor con el frío y comenzara al día siguiente, un viento helado me invadió y me llevó de nuevo a creer que yo era una mancha y me aterraba pensar que por mi causa pudieran separarse.
    Pero fue una tarde infructuosa aquella de St Mark. No estuvimos mucho tiempo hasta que Luke sugirió que quizá deberíamos probar fortuna en la Basílica. Acepté y llegamos a tiempo para la misa de las 6. Entre los mendigos de aquella tarde se hallaban en lo alto de la escalinata Vera y Enoch. Nos saludamos con afecto y nos ubicamos en los peldaños inmediatamente inferiores. Se los veía enamorados y Vera no parecía celosa al ver las continuas “fotos” que Enoch sacaba para su álbum de “chicas guapas”, quizá porque en ellos Vera tuviera siempre varias páginas con inmejorables retratos. Pero nuestra cosecha apenas mejoraba ese día y a Luke lo había visto antes caminar con dificultad. Así que me planteó:
─“Quizá tenga un pequeño esguince y aunque podría llegar a casa, hay otra posibilidad. Con lo que tenemos hoy pasaremos hambre, y hay algo que aún no conoce mi compañero. Nike, podríamos pasar la noche en el RASH”
   Quería ser como ellos y había que conocerlo todo, así que en poco tiempo llegamos al RASH. No muy rápido porque Luke caminaba lento y con dificultades y no me dejó ayudarle: lo habría llevado sobre los hombros. Había una gran cola de mendigos ese día, pero aún confiábamos en conseguir comida y habitación. De hecho entraron unos diez o doce mendigos detrás de nosotros, antes de que la puerta se cerrase con un ruido fúnebre. Mientras esperábamos, Luke me sobresaltó:
─“Se me acaba de ocurrir, Nike, fíjate que con nosotros el azar raramente existe. Y en este momento me estremezco al caer en que mi nombre al fin y al cabo no es más que el principio y el fin de vuestros nombres: las dos primeras letras del de la mujer de mi vida y las dos últimas del tuyo, déjame decir del hombre de mi vida. Así que, una vez más, todo estaba escrito.”
   Me conmoví. Desde entonces me pregunto si la casualidad existe, pero las palabras estaban cambiando mi vida. Y el Universo no sé, pero mi universo se movía por estrellas y nombres, ahora también por sílabas.
   Mis primeras impresiones del RASH fueron oscuridad y frío. Este entraba por extraños conductos, por las ventanas, por las chimeneas. Suponía que darían mejor abrigo las sábanas. Pasillos lóbregos, iluminación escasa y un ambiente desvencijado en las sucias paredes y el exiguo mobiliario, viejo y apolillado. Pero en otoño te libras de extraños visitantes. Toda clase de bichos, incluyendo ratas –me acordé de Miguel y su fobia─ pululan por allí en verano sin ningún tipo de control.
   Nos recibió una mujer, también rubia y voluptuosa, llamada Marilyn Mart. Alguna vez me la habían nombrado y lo siguieron haciendo con afecto los sucesivos mendigos que fui conociendo. Tenía fama de simpática y buena oyente y así se granjeaba la confianza de todos. Me sentí mal al ver que sin ningún motivo a mí sólo me inspiró recelo. Miré a mi compañero y me pareció que a él le producía el mismo efecto. Dimos nuestros nombres y algún dato más y enseguida nos asignó la habitación 60, sexto piso, sin ascensor. Sistema sexagesimal de nuevo, sonreí. No podía ser de otra forma. Pasamos al comedor, a la izquierda.
   Tras un oscuro pasillo, nos introdujimos en este y ocupamos una mesa al fondo, sin mantel. Ese día tuvimos suerte. A veces hay que compartirla con otros mendigos. Esperamos un cuarto de hora y al final nos llegó un único plato, pescado, merluza, creo recordar. Pero también hubo postre. Algo dulce, quizá natillas. Le conté a mi compañero, como excusándome, la impresión que me había producido Marilyn.
─“Nike, no sé muy bien por qué, pero no me gusta esa mujer. Ah ­–suspiró─ está en lo poco que dice. Algunas insinuaciones o guiños me hacen creer que Marilyn sabe que he sido un calvo, y eso me inquieta. Claro que cualquiera puede habérselo contado, es muy natural, pero ella me habla en ocasiones como si tuviéramos algún tipo de complicidad. No estoy tranquilo. Quizá sean recelos naturales tras haber sido lo que fui. Pero pienso en algunos incidentes y… ─y al mirarlo inquisitivo, siguió─, pequeños hurtos, alguna ofensa o agresión de escasa importancia…no sé. Marilyn se gana fácilmente la confianza. Algunos pueden hablar demasiado. Pero no quiero asustarte. No me mires así. Es sólo mi impresión.”
   Pero también era mi impresión y sólo os puedo decir que iba con cautela con ella. Procuraba evitarla y en todo caso no conversaba mucho. Mas enseguida cambié de tema.
─“No te conté ayer, Compañero, que John me señaló la constelación de Leo, enseñándome a reconocer sus estrellas, y que ya se ve Régulo.”
    No le dije que tuve la turbadora impresión de que su estrella estaba bastante cerca de la mía y algo alejada de la de su mujer.
─“Y también puedes ver la estrella de Lucy, Algieba y Denébola, la tuya.”
─“Y Zosma. Seamos lo que seamos en la tierra, en el cielo sí que estamos juntos. Nuestros corazones ya son constelación. Quiero verlas todas, pero sobre todo Régulo. “
─“Se ven sólo un instante antes del amanecer e incluso en el Pueblo la contaminación lumínica nos impediría verlas. Pero si te encuentras capaz de andar, podríamos levantarnos a las 5 y subir a la Colina de los Caballeros o tal vez andar por Umbra Terrae.”
  A Luke le pareció bien la idea y quedamos en que su despertador mental se pondría en marcha a las 5. Terminamos la cena sin mucha más conversación y nos fuimos a la habitación 60.
   Ni siquiera se habían ocupado de que las dos camas, había que dormir dos en cada habitación, fueran del mismo tamaño. Luke se me adelantó al entrar y estaba ya al fondo, donde se hallaba la cama más grande. Entonces me preguntó con ternura en cuál prefería dormir.
─“En ésta, Luke.”
─“¿Por qué?” –me preguntó intrigado.
─“Orden cronológico, Compañero. Te corresponde la más grande. Llevas en la calle más tiempo que yo y…”
─“Sólo once meses, Nike. Ni siquiera llevo un año. Pero te he interrumpido.”
─“Es una tontería. Además iba a decir que tú estás más cerca.”
─ “Está bien, Compañero. Me rindo contigo. Y no vas a conocer el RASH teniendo un leve rifirrafe por las camas. Sólo te digo que si éstas son también disparejas otro día te correspondería dormir en la grande, en tanto no decidas que durmamos juntos.”
   Sí, era verdad que dormíamos juntos, en camas separadas, por primera vez. Era inadecuado. Él debía dormir junto a su mujer, aún no mi mujer. En estas condiciones era difícil adormecerse. Pero pronto concilié el sueño, al tiempo que mi primera experiencia en el RASH me hizo concebir una idea que ya os contaré.
   A las cinco más o menos me despertó Luke. Nos vestimos, desayunamos y salimos al fin del RASH en dirección a la Colina de los Caballeros. Mi compañero caminaba bien entonces y prefirió este arrabal para ver la estrella de su hijo desde el lugar desde el que fue concebido.
   Cruzamos el Puente de los Caballeros y enseguida llegamos a la colina. Era más o menos la hora del lubricán, pero ya estaba Leo en los cielos. Luke se quedó boquiabierto, los ojos húmedos. La visión de su hijo en forma de estrella brillante lo había conmovido. Me insistió en que Lucy también debía verlo, que otro día madrugaríamos los tres, haríamos una hoguera y lo contemplaríamos juntos. Creo que el tiempo debió detenerse mientras estuvimos allí, pasmados de frío. Y hasta el lubricán temblaba. No fueron más de diez minutos, pero no hablamos, como devotos en una misa solemne contemplando nuestro altar, comulgando con la armonía.


 
   Pero entonces decidí marcharme. Había pasado con los Protch media tarde y aún
quería mendigar un rato. Al día siguiente, ya 23 de febrero, que seguía teniendo el color de primavera, halláronme de nuevo los dos en el salón. Maudie tenía la apariencia en calma en medio de su zozobra cotidiana. Supe que no había noticias, y eso era tranquilizador, sobre su hermano. Me tenía preparado un café con algo de repostería; y ya, dócil al fin a su agasajo, me puse a comer sin nada que objetar. Protch, de pie en la ventana mirando la calle, caminó con seguridad a su sillón, invitándome afectuosamente a continuar. Y así lo hice. Con el alma de nuevo estallando en sollozos, volví a contemplar el rostro de Júpiter.
 ─Creo que debo deciros algo del RASH, sobre el cual, más tarde, le daría mi impresión a Bruce, pero no sé qué pensareis. Igual os lo he descrito peyorativamente, pero fueron mis primeras observaciones. No todo en mi vida es digno. Pero dormir allí fue una lección importante para algo que hice después.
─Nike, respetaré tus ritmos, como los ha respetado mi marido –intervino Maudie─ pero se me vienen ciertas ideas a la cabeza.
─Te agradezco la paciencia, Maudie. Pero cree en tu intuición. Me parece que averiguas las cosas antes de que se te cuenten. Sin embargo noto que, veas o no lo mismo que yo empecé a discurrir, tu marido sigue a oscuras.
─Gracias a los dos. Pero no es necesario que me iluminéis –dijo entonces este─. Puedo esperar. Y cuánto mejor que las cosas me sorprendan cuando lleguen.


 
   Todavía absortos en las luces del cielo, bajamos la colina con buena disposición. Para Luke era más fácil subirla que bajarla e hizo esto último con cierta dificultad. Prefirió seguir la senda del río, por los arrabales y, lento pero con pasos ciertos, llegamos al fin a casa. Tres compañeros se hallaban sentados en torno a la hoguera, ya que Olivia había desayunado y se había vuelto a su tienda a terminar de leer Los Tres Mosqueteros, que le había prestado su hija, para devolvérselo al fin a James Prancitt, aunque este no tenía prisa por recuperarlo. Conocía bien que en la Mano Cortada eran buenos lectores y mimaban los libros que les prestaban. Allí se hallaban mis compañeros Bruce, fumando tranquilamente a la izquierda, y John, meditativo y taciturno a la derecha, quien se retiró poco después de saludarnos. Y Lucy, sentada enfrente con el sol naciente bañando de oro líquido sus cabellos, que nos miraba. Me atreví a hablarle de amor delante de Luke.
─“Lucy, corazón mío, desde que soy consciente de que te amo, siempre te veo así, con una corona dorada que te hace reina al amanecer o a cualquier hora, siempre iluminada, al menos en mi corazón.”
─“Gracias, corazón mío –me respondió─. Luke me llama ya sin tapujos Hija de la Tierra. ¿Quién soy yo para merecer tan alto título? Pero se ve que para el otro hombre de mi vida soy la Hija del Sol.”
   Siempre la he llamado así, además de corazón mío, y mis compañeros, incluido Luke, me reservan este vocativo para ella y nunca lo han usado. Nos sentamos y hablamos de nuestra noche en el RASH. Ya  habían supuesto que habíamos pasado la noche allí. A Bruce le gustaba caminar y marchaba hoy hacia Evendale y hasta quizá se atreviera a llegar a Fairfields. Pero antes de dejarnos a solas diplomáticamente a los Tres, me preguntó socarronamente mi opinión sobre el albergue.
─“Y no temas dar tu opinión, Nike. Todos aquí lo evitamos si podemos. Hasta los mendigos más solitarios de la ciudad van a su aire y no acuden a él si no es estrictamente necesario para paliar el hambre y el frío.”
─“Eso es lo esencial, Bruce –no quise ser severo─. Demasiado oscuro y algo sucio, tal vez, pero cumple bien esas dos funciones para días extremos. Aunque prefiero mil veces pasar algo de hambre o frío y contemplar vuestros rostros, enmarcados de estrellas.”
    Estaba claro que compartían mi opinión. Bruce se puso en marcha y en la hoguera quedamos Lucy, Luke y yo, casi por primera vez los tres a solas, casi en silencio, dejando que nuestros tres corazones, en sonrisas, miradas y gestos, usurparan nuestra voz. Poco más hablé además de decirle a Lucy que una mañana debía madrugar con su marido y conmigo para ver la estrella Régulo. Poniéndome de acuerdo con Luke en que si a la tarde no se encontraba en condiciones para caminar, iba a ir a la calle yo solo, me levanté y empecé a andar hacia la Thuban.
   Todas las mañanas, mientras Miguel siguiera ausente, me detenía en la fachada siguiendo el mismo ritual: contemplar a Cástor junto a su gemelo Pólux y quizá fuera una tontería, pero me tranquilizaba verlos siempre juntos. La salud de Norman Wrathfall era el tema de conversación estrella. No parecía que fuera a recuperarse y casi orábamos para que tuviera un tránsito pacífico. Por lo demás apenas recuerdo que Samuel Weissmann vino a mi despacho a decirme que dentro de una hora me iba a invitar a un café, que quería hablar conmigo. Yo temblaba al pensar que ahora debía informar a mis amigos de la Thuban de tantas cosas… Así que me tomé la libertad de bajar al bar. Primero debía hablar con Richard.
   Apenas saludarle, vi que poco le tendría que contar, que mi cara transparente me delataba como siempre.
─“Hoy veo en tus ojos una luz nueva. Irradias felicidad, Nike.”
─“Ha sido un fin de semana extraño, Richard. Tengo tanto que contarte. Primeramente me sumí en la mayor desesperación. Pero Luke me ama. No sé por dónde empezar.”
─“Quizá sería bueno que empezase yo. Debo decirte que eso ya lo sabía, Nike –y al notar mi evidente sorpresa, continuó─. No te he contado nada porque Luke me dijo que enseguida te lo contaría y te tranquilizaría. Esa mañana que estuvo aquí en el bar fue muy sincero. Como suponía estás en buenas manos. Ya puedes abrazar con él a la diosa Amistad y a la diosa, supongo que es diosa, Amor. Todo este fin de semana he estado haciendo cábalas: porque él te ama, pero ¿Lucy?”
─“Es una locura, Richard, pero yo también la amo. Sospecho que hay cosas que aún no conoces. Intentaré resumirte.”
   Descubrir de repente que también la amaba, su hijo prodigiosamente hablando y diciendo palabras inadecuadas, errar desesperado por la aliseda, Luke que me encuentra y me rescata con su ternura, la cueva de la mendiga Sally y el Mendigo de la Cuna Dorada –el cuento de mi propia vida, que prometí contarle otro día más adelante─ y todo lo que vino después: Lucy también me amaba, posibilidad de unirnos los tres, de que Paul fuera mi hijo, Luke gigante proponiéndome que tuviera un hijo con Lucy y fuera nuestro segundo hijo, de los tres… no estaba acostumbrado a resumir pero le conté todo esto en menos de media hora.
─“Pero te sigo viendo con miedo, Nike. Ahora temes cómo pueda reaccionar yo. Sólo sabía que  Luke te amaba, pero no todo lo demás. Demasiada información inesperada. Pero la digeriré. Entretanto, abrázame, Nike. Estoy contigo pase lo que pase. Ya te tocaba encontrar un poco de felicidad.”
   Nos abrazamos intensamente pero la conversación hubo de quedar ahí. Acababa de llegar Samuel Weissmann. Pero quedamos de acuerdo en que él vendría a la Mano Cortada dos veces al mes si yo acudía a su casa otras dos, solo o con Lucy, con Luke o con quien quisiera. Desde entonces tu primo y yo, además de cada día en la Thuban, nos vemos todas las semanas, Protch.
  Esa mañana el bar estaba apenas concurrido y Samuel y yo encontramos una mesa alejada junto a las cocinas y hablando en voz baja teníamos suficiente intimidad.
─“No vamos a tener una conversación de trabajo, Nike –comenzó─, sino si me lo permites, una conversación personal. Y casi debo comenzar pidiéndote perdón por no haberte contado nada antes o porque ahora tampoco voy a referirte todo lo que tu compañero y yo hablamos el día que lo conocí. Y debes disculparlo por haberme contado cosas que tú debes de haber sabido más tarde. Pero hay una razón: para Prancitt era muy importante desnudarse hasta donde fuera para hacer saber a alguien “del otro lado”, me explicó, hasta qué punto te quería y no estaba dispuesto a hacerte sufrir. Que más tarde o más temprano te haría saber lo que me hizo saber a mí. Desde entonces me he estado preguntando si debía comentarte algo y esta mañana al verte entrar tu cara me decía que ya lo sabías. Así que la pregunta es, ¿Nike, has decidido algo ya?”
─“Perdóname, Samuel –repuse inquieto─ exactamente ¿de qué estamos hablando?”
─“Está bien. Uno de los dos debe ser el primero en nombrarlo e insisto en que tu cara me lo está diciendo. De todos modos, decide tú si prefieres hablarme de algo. Te respeto lo bastante como para entender que escojas guardar silencio. Vamos a ver. Además de confesarme que te amaba, me aseguró que un día te haría… digamos… una propuesta en tres partes. Respóndeme sólo a esto, y si quieres: ¿Luke te la ha hecho ya?”
─“Sí” –le respondí. Y no supe qué más decirle.
─“Nike, créeme que sólo intento tranquilizarte, que no debes tenerme temor, que ya lo sé. Y que sea cual sea tu decisión, vais a seguir contando conmigo. Los tres –y recalcó el número─, o si seguimos haciendo cuentas, los cuatro o los cinco. ¿Me entiendes ahora?”
─“Ahora entiendo que sí, que estamos hablando de lo mismo. Y es verdad que tenía miedo de hablar con la gente “del otro lado”. Una cosa es que me hayas demostrado, y lo sigues haciendo, que somos amigos, y otra cosa es que acepte toda esta locura. No he dado ninguna respuesta aún, y esta tarde iba a comenzar a meditar. Pero dime la verdad, Sam –lo llamé así por primera vez─, ¿no te parece todo un sinsentido?”
─“Sólo veo que tu felicidad va en ello y no te atreves a cogerla al vuelo porque los reverencias. ¿No es así, Nike?”
─“Todo habría sido algo distinto si nos hubiéramos enamorado los tres casi al mismo tiempo. Pero ellos llevan un año juntos, se aman y yo no soy capaz de pasar de ahí. Es una imagen conmovedora y no quiero que se rompa por culpa de mi inestable corazón. Les demuestro abiertamente que los quiero. Pero no sé si será suficiente.”
─“Sigo pensando que es a gente como tú a quien de verdad quiero conocer. Gracias por tu sinceridad, amigo mío. Este café tenía la única misión de hacerte ver que también “en este lado” tendrás gente que te escuche según avancen tus reflexiones. Y que, digámoslo abiertamente, con uno o dos hijos también. Cuenta conmigo, Nike, y con Richard Protch, que supongo que también lo sabe –asentí─, porque cualquier medida que tomes, me la puedes decir, pues yo estaré siempre de tu lado, apoyándote. Últimamente has tomado decisiones difíciles, mas ahora sí, la felicidad depende tan sólo de ti. Te sigues ganando el respeto de todo el que te conoce. Hagas lo que hagas, es un placer haberte conocido. Si necesitas hablar, o reflexionar en voz alta, llama cualquier día a tu amigo Sam y conversaremos. Y nada más. Me levanto ya. Sé feliz en la vida, Nike.”
─“Gracias, Sam.” –apenas tuve tiempo de decirle mientras se retiraba. Richard y Samuel estaban de mi parte. Había observado a Anne-Marie toda la mañana, pero no me atreví a decirle nada. Temía, esta vez sí, sus reproches. El tiempo pasó y no fui capaz de hablar con ella. Sería al día siguiente, cuando inesperadamente nos visitaría en nuestro Arrabal.
   De regreso a la Mano Cortada, quise llegar a un acuerdo con Luke e ir solo pero éste alegó que ya casi no cojeaba, excepto cuesta abajo y no pude convencerlo. Pronto comprobé que decía la verdad. Lucy había tenido un buen día, a pesar del frío. Lloviznaba y mi compañero y yo salimos con paraguas, hoy rumbo sur.
   Aún no conocía The Holy Ghost Church y la propuse a Luke marchar hacia allí. Infinitas calles estrechas desembocan en una plaza donde se erige, como sabréis, casi una copia exacta de la Basílica, pero anclada en el sur, en el agitado Riverside, y con  una sola torre. Fue una jornada lluviosa y de poca concurrencia pero la tarde se nos dio bien, lo que me hizo estar especialmente taciturno. Luke, que intuía que estaba meditando, ayudó con su silencio, interrumpido escasamente por algún estremecedor “amor mío” y alguna conversación banal.
   Mi mente era, como la plaza, un laberinto de callejuelas estrechas, largas, inmensas, que no tenían desembocadura. Había pasado el fin de semana demostrándoles mi amor y no sabía si eso bastaba. Quise por unos instantes imaginarnos juntos a los tres, pero me entró frío. La instantánea de los dos despedía tanto brillo que mi sucia silueta sólo los oscurecía. Recordaba las palabras de Luke: “que las dos personas que ama se están amando”, y su inmensa felicidad me llenaba. Con eso sólo yo ya era dichoso. Es verdad que dando el salto hacia el Tres sería mucho más feliz. O más amargado, me susurraba un diablillo interior. También era cierto que había sido educado demasiado bien, o demasiado mal, en la persistente idea de que una pareja son dos personas. ¿Dónde se ha visto que se junten tres, aunque todos ellos se amen? Al final no podía pasar de ahí y de la idea de que ser tres, por muy libres que fuéramos, era tan revolucionaria que acabaría fracasando. No había precedentes que pudieran orientarme. Nosotros nos dábamos nuestras propias leyes, sí, pero esto era romper con todas las tradiciones. No sólo ese día, sino todo lo que quedaba de octubre, mi mente se perdía en ese callejón sin salida. La tarde iba pasando y estaba siendo inesperadamente buena y al fin, bien abastecidos, enamorados pero taciturnos, regresamos al hogar. En la hoguera de esa noche quedé con Lucy en que el sábado debíamos madrugar para ver los tres la constelación de Leo, después iría con ella a la calle mientras Luke cuidaba de Paul, y más tarde, al regresar, en tanto mi compañero estaba en la calle, le contaría a ella el cuento de su marido mientras atendíamos los dos al pequeño rey en el Puente del Meandro. Allí también miraba a Olivia y pensé que no podía decidir nada en tanto no tuviera una conversación sincera con ella, pues era directamente implicada. Lo mismo que James Prancitt, súbitamente pensé. Olivia se limitaba a intervenir muy poco pero en su cristalina mirada sólo se leía cariño. Esos días ella debía de estar pasando por lo mismo que yo.
   Del día siguiente no tendría nada que contarte si no fuera por la inesperada visita de Anne-Marie. Llegó de noche a traer una nueva carta de Miguel. Luke y yo no habíamos regresado aún y cuando llegamos nos dieron noticias de que ambos estaban paseando. Anne-Marie debía de estar demostrándole su amistad, lo que yo no había hecho. Tenía tanto que meditar que temí que él me hablara de Miguel y yo le llenara la cabeza con Lucy y con Luke. Mientras aguardaba su regreso supe que Miguel le decía que la situación de su padre no empeoraba pero tampoco mejoraba y que de momento se quedaba en Cádiz. Esto lo supe después, pero enseguida regresaron.
   Al verme, algo debió notar Anne-Marie en mi cara, que me sugirió un nuevo paseo. Estuvimos media hora paseando por la aliseda.
─“En verdad no me he ocupado de John tanto como quisiera. Debe de notar mi aliento, pero apenas ha hablado con él. Mira, sé que no te va a gustar lo que te voy a decir, pero mi vida ha cambiado este fin de semana. Y temo contártelo porque temo tus reproches, pero pronto has de enterarte, sobre todo si digo que sí. Pero todavía no he dicho que sí. Esto he de pensar.”
   Por los siniestros, a aquella hora, caminos de la aliseda, la fui poniendo al día de las últimas novedades y de aquel fin de semana, tan extraño. Tenía miedo a su respuesta, pero no fue tan terrible.
─“Nike, llevo meses intentando hacerte ver que un día te vas a arrepentir. Pero llevas medio mes aquí y ya he visto que aquí sigues. Eres realmente testarudo, pero parece que hasta ahora te has salido con la tuya. De  todos modos, lo que acabas de contarme… no diré mucho, sólo que insisto en que me parece una locura. He tardado meses en asumir que amabas a Luke, y ahora me dices que también a Lucy. Sabes que soy lenta. Quizá un día lo comprenda. Pero juntaros los tres y tener dos hijos…no tiene ni pies ni cabeza e insisto: un día te vas a arrepentir. No puede salir bien. En realidad ya me he equivocado una vez contigo. Bien puede ser que vuelva a errar. Pero si algo he aprendido es que con todas tus rarezas no puedo evitar quererte. No me temas, Nike. Ahora tengo que pensar en todo esto.”
   Poco más dijimos, pero lo importante era que ya se lo había contado. Ese día no prolongó su estancia y yo me quedé allí con mis compañeros, notando que estos casi no me hablaban por no interrumpir mis reflexiones. Mas me miraban con cariño. Y era curioso: en sus caras quise notar que suponían que más tarde o más temprano aceptaría. Lo único cierto es que mi lugar ya siempre fue junto a Lucy y a Luke, en la hoguera por el lugar por donde nacen los astros.
   De los tres días siguientes no tengo nada que contaros. Mis pensamientos eran ríos que no encontraban su mar. Y así llegamos al sábado 27. Ya había ido a la calle con Luke y con Bruce. Ese día me tocaba ir con Lucy. El reloj mental de Luke se puso en marcha para despertarme a las cinco menos cuarto. Al salir de mi tienda vi a ambos sentados junto a la hoguera y por primera vez me sobrecogí cuando los dos me dieron los buenos días besándome en la mejilla. Estaban vueltos de cara al este y me senté con ellos en la misma posición. Me preparé el café y volví a contemplar el prodigio. A esa hora no se veían todavía la estrella de Luke y la mía, pero sí la de Lucy, la de Paul y la de un posible segundo hijo, pero a la vista de Algieba, Luke y yo dijimos a la vez:
─“Ahí estás tú, Lucy.”
   Pero ella, como antes nosotros, se detuvo con los ojos húmedos en Régulo, y yo, la tercera vez que lo veía, no pude evitar volverme a emocionar.
   Tres pequeños reyes me habían de morder para siempre, le conté a Protch un día, y si aún no los veis, han sido un basilisco, el pequeño Paul, y ahora la contemplación de la estrella Régulo, con su luz maestra haciéndomelo ver. Con estas tres serpientes he ido reptando por la existencia.  
─“Y aún me queda por ver a los dos hombres de mi vida” –dijo ella.
  No tuvimos que esperar demasiado. Denébola y Zosma aparecieron poco después y el cielo se desperezó gozoso.
─“Es conmovedor –siguió diciendo Lucy─. Estoy convencida de que estoy viendo el cuadro de lo que seremos. No temas, Nike: perdona si hablo antes de tiempo, pero mi mente ya lo sabe, como el cielo sabe que estamos juntos ya. El Universo sigue una armonía, pero Leo no será posible sin ti.”
   Había cosas que ya no me asustaban, mas no dije nada. Ignoraba dónde desembocarían mis pensamientos pero cada vez veía más claro que estos amaneceres con ellos se iban a prolongar, que nos besaríamos y no sólo para darnos los buenos días, que reiríamos y lloraríamos juntos, que ellos eran en mí, que yo sería más yo con ellos. Callamos los tres y nos detuvimos en silencio para observar aquel espectáculo celeste y por primera vez, viendo las cinco estrellas, comprendí a la señora Oakes leyéndome el Tarot: “El uno se convertirá en cinco.” Sólo entonces lo asumí. Me estremecí, pero ya no me asustaba. Me daba cuenta de que evolucionaría por haber perdido el miedo. Hubo un tiempo para el miedo, pero ahora comenzaban los días de la armonía. Estuvimos allí hasta que el sol volvió a navegar por la Eclíptica de los cabellos de Lucy. Me sugirió salir sobre las 9. Yo le dije que iríamos por donde ella sugiriese y me habló del Pueblo, no sólo las iglesias, y al final la Basílica. Estuve de acuerdo en ir por primera vez con ella a donde había ido con él.
   Pasé un par de horas leyendo, y como era una mañana templada, en el umbral de mi tienda,  a veces distraído por el hermoso cuadro que divisaba en frente. Paul en los brazos de Luke, y Lucy y su marido jugando con él. Pensé que yo no era quién para romper esa imagen.
   Pero la hora llegó de ir con Lucy a la calle. Ella me explicaba cómo desde agosto había sentido el deseo de ir conmigo pero no olvidaba a Luke y más de una vez me expresó cuánto lo amaba. Y yo marchaba a su lado concentrado en su belleza y a ratos taciturno. Íbamos recorriendo las calles hablando de hechos recientes y yo le pedía a mi compañera que me contase algo de cómo había sido su vida. Pero me dijo que esperara a que estuviéramos sentados en alguna plazuela. Ella decidió que nuestra primera parada fuera en St John’s Gospel. Allí estuvimos cerca de dos horas en aquella mañana de octubre infructuosa. Enseguida comenzó a contarme la historia que ya os he referido.
─“Sobre mi nacimiento, ya sabes que nací el mismo día que Luke y que tú, mismo mes, mismo año, mas según me ha dicho mi madre separada de ti por diez minutos, cinco de Luke. En nuestro caso, Nike, tú primero, Luke segundo y yo tercera, invirtiendo nuestro orden cronológico. Claro que yo no era consciente, pero nací en la calle, en la Colina de los Caballeros, en un tiempo en que mi madre pasó entre la señora Merton y la señorita McDawn. Sí, el apellido te suena. Brenda McDawn era la tía de Miguel. Los primeros seis años de mi vida tuve una vida prestada, pues los pasé en un hogar con buena comida y sábanas limpias y cálidas.”
    Así que aquella mañana no fue del todo infructuosa y en esa plazuela conocí los vaivenes de su infancia mientras yo a ratos me distraía porque estaba en una posición en que el sol volvía a convertirse en trigo en sus cabellos. Me habló de sus primeros años en casa de Brenda, de cómo su madre se había vuelto a ver en la calle y cómo conocieron a la señora Oakes y empezó a gestarse nuestra galaxia. Su gran amiga y compañera y que con ella su madre, sin saberlo, se halló por fin feliz y protegida. Y me impresionó que con nueve años le llegara, la más joven, su motivo de Verôme. Encuentro casual con un hombre que ella no sabía que era su tío Gerald, quien le contó que tenía una abuela que se hallaba agonizando y quería conocerla, visita a Hunter’s Arrows y besos y ternuras con su desconocida abuela Linda, últimas horas de ésta y gran tentación de sacarlas de la calle o recibir una herencia sustanciosa. Regreso a su vida y comprobar que su madre moriría si se la apartaba de la señora Oakes. No decir nada y sólo recordar la dirección de su tío Gerald y seguir los vaivenes de este por la vida. Más o menos ahí se detuvo.
─“Nike, se nos está dando mal la mañana. Dos horas aquí y ni una sola moneda. Podíamos mudarnos a St Mary. La misa debe de haber acabado ya pero por allí pasa más gente”
   Acepté y probamos suerte en la iglesia principal del Pueblo. Allí Lucy me comentaría su adolescencia y juventud. Pero antes me sorprendería con un comentario:
─”Compañero del sol. Voy a tener que llamarte así. Ahora eres tú el que se ha colocado de forma que su luz te bañe para que si dorada fue tu cuna, dorados hayan de ser también tus pasos recientes y que el amor le dé un matiz de trigueña belleza a tus cabellos.”
   Iba a replicarle cuando a ella le llovió la primera moneda, y a los pocos segundos también a mí. La historia se repetía. Era otra señora de pelo cano. 20 dains también. Sólo habría faltado que hubiera sido mi primera limosnadora. La recordaba muy bien: sus facciones, su pelo, el color de su vestido. Mas con todo nuestro caudal estaba siendo insuficiente.
   Allí supe de sus años de juventud y su lenta evolución hacia la madurez. Pero fuimos de repente interrumpidos por un mendigo alto, rubio, cuyo rostro parecía castigado por años de ebria destrucción. Saludó a Lucy como si la conociera de toda la vida.
─“Hola, Lucy, cariño. ¿Cómo estás?”
─“En la calle con un compañero. Se llama Nicholas, pero le llamamos Nike. Y tú, ¿cómo estás, Ephraim? Se me hace extraño verte sin Jessy.”
─“Está visitando a un familiar y he venido solo. La echo de menos, pero es sólo un día. Con ella la vida se me hace llevadera y ahora estoy rehabilitado.”
   Nunca he sido un hombre celoso y no me importó que la llamase cariño. Al tal Ephraim la mañana le estaba yendo bien y la conversación siguió unos diez minutos. Parecía ser que este mendigo estaba emparejado con una tal Jessica Parker y yo escuchaba con atención, queriendo saber algo de cada mendigo que conocía. Lucy no me lo llegó a decir pero por muchas razones supuse que también para él el alcohol había sido, o era, una lacra. Al final se fue bien provisto para él y su pareja y yo le pregunté a Lucy por él.
─“Se llama Ephraim Hugg, y lo conozco de toda la vida. A su madre le arruinó la vida el alcohol y se vio en la calle, y conozco a su hijo desde que tenía 15 años. Es mayor que yo, pero somos casi iguales y hemos compartido juegos y risas. Su madre era un encanto cuando estaba sobria y era tierna y  buena profesora. Había sido peluquera y ella fue quien me enseñó el oficio. Puedes hacerme reproches, Nike, porque nunca he trabajado, pero decidí que mientras vivieran mi madre y la señora Oakes, yo había de compartir su vida.”
─“¿Y quién soy yo para hacerte reproches, corazón mío? Estamos atrapados todos por todos y ahora siento lo mismo que tú. John me habló de una trampa, sí, y en ella estamos los ocho, pero creo que todos felices”
─“Así me lo parece, Estrella Polar. Siempre nos has visto como nos vemos –y mirándome unos segundos, añadió─. Pronto voy a tener que arreglarte los cabellos, pero todavía no. Nike, ¿te parece bien que nos mudemos a la Basílica? Allí te contaré lo que seguro que deseas oír: cómo llegó Luke a mi vida y como me enamoré de él.”
   Me pareció una gran idea y caminamos hacia allí. Al pasar por el RASH vi que estaba abarrotado de mendigos. Era ya la una y se acercaba la hora del almuerzo. Pero era mediodía y se diera como se nos diera la jornada hoy no tenía que dormir allí.
   La Basílica estaba colmada de pobres que agotaban el templado mediodía. Estos ocupaban la gran escalinata, la plaza, las aceras. Nos sentamos prácticamente en el mismo lugar en que había estado sentado con Luke el cuatro de  octubre. Hasta estaba también el matrimonio Trelawney y al poco rato llegó Gwenda.
   Allí me contó cómo conoció a Luke, cómo éste había llorado arrepentido en su primera conversación con ella mientras Lucy le prestaba ropas en el interior de su tienda, todavía no enamorados, la decisión de tener un hijo juntos, la resolución de Luke de quedarse allí con ella, con ellos. La aquiescencia de Olivia. Su historia coincidía con lo que me había contado él punto por punto. ¿Y después? Meses de ternura y el amor llegando en un crepúsculo de marzo en el puente Wrathfall, heridas que se abrieron con él para no cicatrizar nunca, desnudos en una noche no demasiado cálida, el amor descubierto entre nubes de algodón, el escaso viento una música suave que nunca se apagó y seguía sonando, canción de cuna para acompañar un amor que yo quería eterno. Y hasta tuvo tiempo para contarme que en agosto había surgido la pasión por un tal Nike, que iba a volver a sacudir su vida. Y ahí se detuvo.
─“Gracias, corazón mío. Otro día te contaré mi historia. Pero hoy no. Hoy tengo que contarte la historia de Luke, para que no lo olvidemos, para que lo ames cada día más. ¿Sabes, corazón mío? Me gusta que en mi primer día en la calle contigo tampoco hayamos conseguido nada. Nos queda Luke. Nos debe estar esperando. ¿Volvemos?”
   Así que un hado poético había querido que mi primer día con ella fuera como mi primer día con él. De vuelta en el Arrabal, así se lo contamos a Luke, que se alegró de que nuestra historia en común comenzara. Desde ese 27 de octubre, voy con ella a menudo a la calle. Un día cada fin de semana por la mañana y entre semana con mi compañero de tarde.
   Luke se marchó dándonos a ambos otro beso en la mejilla. Ahora él tenía que conseguir algo más para los tres. En esto sí que éramos ya una sociedad. Nos quedamos a cargo de Paul, y en brazos de su madre nos encaminamos sin prisas al Puente del Meandro.
─“No sé si se la contaré a alguien más, pero en todo caso tú has de ser la primera, y debe verse cuánto nos quiere Luke, y que mientras batalla en la calle para los tres, él esté aquí con nosotros. Decida yo lo que sea capaz de decidir, ama a ese hombre siempre.”
─“No temas, compañero del sol, siempre lo amaré. Háblame de su belleza.”
   Empecé a contarle el cuento del Mendigo de la Cuna Dorada, y el Kilmourne quiso acompañar con su campanilleo agitado las palabras y el ritmo del ausente que estaba tan presente en nuestras mentes. Lucy me interrumpía en contadas ocasiones y cuándo él me contó que sabía que lo amaba, me dijo:
─“Luke es así. Es capaz de eso y más. Pero después de un año con él, todavía me sorprendo. Continúa, Nike. Cuánto amor hacia ti.”
─“Y hacia ti, corazón mío. Soy incapaz de olvidar cómo le temblaba la voz cuando nombraba a su Hija de la Tierra. Queda mucho aún. Pero quiero contártelo todo hoy, tal como lo recuerdo. Y evocando sus palabras, no siento ni hambre.”
─“Ni yo tampoco. Pasemos hambre por él. Tienes buena memoria. Y estás consiguiendo que tanto amor se quede aquí con nosotros.”
   Y así, cansinamente, fuimos agotando la tarde y al fin llegué a lo que él había visto de mi 4 de octubre y a lo poco que faltaba para completar su cuento.
─“Ahora no sólo lo conozco más, sino que a través de él, también te conozco más a ti. Y os amo más a los dos. Quizá a él o a ti os haga repetir un día este cuento. Eres asombroso, Nike. Este primer día contigo has conseguido lo que querías: que mi amor por él aumente. Por eso, mendigo, te amo más también. Así que no debes temernos.”
─“Y yo también os amo más a los dos. Es increíble, Lucy. Aún no he tomado ninguna decisión, pero hace tiempo que ya nada me asusta. Y tiene razón Luke. No hay nada como mecerse en tu mirada. En ella todo es calma. De una forma o de otra, quiero estar siempre contigo.”
   Paul se había portado muy bien y no nos había interrumpido. Quizá comprendía que dos almas que podrían ser sus padres necesitaban conocerse. Volvimos al Campamento con él ahora en mis brazos. Estaban ya todos allí y Luke había vuelto cansado pero con algo de comer. El cuento nos había llevado a mi compañera y a mí hasta las primeras estrellas. Comimos bien a pesar de todo. Ese 27 de octubre, gracias a los esfuerzos de Luke, se pareció bastante pero el desenlace fue diferente a mi 4 de octubre. Oh, Lucy, compañera, también la luna se hace corona en tus cabellos. Y las estrellas son fuego que construyen la estructura que ahora quiero crear contigo. Vengan así más días como éste y que la noche cálida nos arrope valiente.
  Y octubre fue pasando sin que mi callejón sin salida encontrase al menos una bifurcación por alguna calle a media altura o quizá es que yo no estaba seguro de torcer, a la izquierda o a la derecha, donde estaban ellos esperándome, y prefería volver al punto de partida: lo inevitable de amarnos los tres desde la distancia. Prefería que fuéramos de algún modo un dos más uno y la felicidad nunca podría hallarme sumándome, pues pensaba que por ser tres corríamos el riesgo de ser uno más uno más uno.
   De este modo, llego al primer día de noviembre, donde hube de sostener dos conversaciones decisivas. El día se nos había dado tan bien a mi compañero y a mí que regresamos muy temprano. Sólo estaban en casa la señora Oakes, Olivia y Lucy. Si no me atrevía a hablar con la segunda, necesitaba al menos conversar con la primera y conocer su parecer. Ésta de nuevo me leía y con los ojos me indicaba que me esperaba en el Puente del Menhir. Hacia allí me dirigí. Efectivamente me estaba esperando.
─“Hola, Nike. Intuía que querías hablar.”
─“El otro día –le dije como excusa─, al ver Leo con Luke y con Lucy entendí al fin qué me querías decir con que el uno se convertiría en cinco. Pero no sé si se hará realidad. No llego a ninguna parte. ¿No me puedes ayudar?” –supliqué.
─“Nike, podrías verlo por ti mismo, si quisieras mirar. De veras. Sé que aún no me crees, pero tú también tienes ese poder. No puedo resolverte el enigma. La resolución está en tus manos. Pero podemos hablar de él. ¿Qué te preocupa?”
   Le estuve hablando media hora, argumentándole lo feliz que podría ser con ellos si me uniera. No me preocupaba lo inverosímil que era todo, sino que si por mi culpa dejaban de amarse, les estaría faltando el respeto.
─“Así que es eso lo que te preocupa .Tú tienes que decidir, pero sí puedo decirte algo. Nike, ten cuidado con el respeto. Es una palabra preciosa, pero también es un arma de doble filo. Durante años oía a la gente decir “hay que respetar a todo el mundo” y no sabía por qué, pero esa frase de apariencia tan imponente me sonaba falsa y hasta dañina. Hasta que un día conversando con Luke, sí, precisamente con él, me dio que pensar al decirme que no todo el mundo es respetable. Él, como sabrás, no respeta a los calvos, y es más, yo coincido con él en que tampoco hay ningún motivo para que lo haga. Así que ambos decimos ahora la frase así: hay que respetar a todo el mundo que sea respetable. Y también te digo, querido Nike, que mires bien que no faltes el respeto a nadie precisamente por quererlos respetar.”
   No estaba seguro de haberla entendido, pero aquella frase me dio que pensar. Añadió algo más.
─“Y no sé si esto te ayudará, pero no le tengas miedo a mi niña. Debéis hablar, sí, pero me consta que ella está de tu parte.”
   Se fue y yo quedé allí junto al puente, reuniendo valor para afrontar una conversación con Olivia que ya no podía aplazarse y quise ver el agua del Kilmourne, dudando también si alguna vez hallaría algún mar. Con desgana torné al campamento. Ya había llegado John y sólo faltaba Bruce. Temblando me dirigí hacia ella y hablé.
─“Olivia, me gustaría tener contigo una conversación privada.”
   Se levantó y marchó conmigo de nuevo al mismo puente.
─“Nike, antes de nada, déjame decirte que te quiero mucho, y que eso no va a cambiar. Y no has de temerme: todos los amores que han surgido son inocentes.”
─“No puedo avanzar sin ti. Es cierto lo que me dices y veo en tus ojos que me quieres y no sé como agradecértelo. Pero dime la verdad. ¿No te parece todo un desatino?”
─“Es un desatino, pero ya no se puede hacer nada, sólo ver en qué dirección remar. También he pasado días meditativa y no llego a ningún lado, excepto a recordar que hagáis lo que hagáis, os quiero a los tres.”
─“Nos amamos, vale, pero ¿y si dejamos las cosas tal como están?”
─“Yo no te puedo decir qué has de decidir, Nike, pero piensa en esto. Conozco a mi hija, y sé que no es un amor pasajero. Tú no quieres que ella y Luke se separen, pero no olvides que te aman y que al no tenerte podrían distanciarse y perder su amor. No sé si que os unáis los tres es la mejor solución, pero tal como están las cosas sería la menos mala. No te puedo decir lo que debes hacer. Pero cuenta conmigo siempre. Te quiero mucho, Nike, y eso te lo has ganado solo. Si decides unirte, te querré también como yerno. Y si no, te querré hagas lo que hagas o vayas donde vayas.”
   Me sentí sacudido por sus palabras. Le daban un nuevo enfoque a todo y lo alteraba. Ahora tenía que pararme a meditar.
─“Gracias, Olivia.” –le dije.
  Sin duda necesitaba una profunda reflexión a solas, donde nadie pudiera hallarme. Por ello caminé pensativo por la aliseda. Me iré al parque de Rivers´ Meet, pensé. Tuve que saltar una valla, pues estaba ya cerrado. Todo era salvaje y rebelde, quizá como mi alma a aquella hora, con leyes propias, como nosotros, una anarquía que les daba vigor. Y en un banco a solas me puse a meditar, mientras una felicidad insospechada comenzaba a invadirme. Ya no se trataba de mí. Olivia me había orientado hacia un rumbo en el que no me había detenido. No podía avanzar porque consideré siempre inadecuado que se rompiera esa pareja, para mí sagrada. Pero ahora veía que podría romperse algún día si me pasaba en la medida del respeto. Olivia me había hecho ver que ya nada se podía hacer, que los tres peones habíamos tomado lugar y nos movíamos por el tablero sin deriva cierta. Pero si era así… A mí mente la empezó a asediar una paz nueva, un viento de calor, un susurro de gloria. Éramos tres personas libres y, sabias o necias, se nos había dado la belleza, hallada por azar en una curva de la vida, y que mi corazón se licuase para que las gotas rojas de mi sangre se fundieran con las de ellos y la felicidad estallara. Ya éramos tres, pero ellos aún no lo sabían. Volví a saltar la valla y casi corrí por Millers’ Lane de regreso a la Mano Cortada.
   Ya estaban todos allí, pero quería hablar con Lucy y con Luke en privado, y tuve suerte. Estaban a la puerta de su tienda cambiando a Paul los pañales.
─“Querida Pareja Sagrada –titubeé─, tengo que hablaros aunque intuyo que algo sabéis por mi rostro. No puedo esconder nada. Vengo del parque de Rivers’ Meet, donde he tomado al fin una decisión –me miraron expectantes─. Acepto la primera parte, si vosotros no tenéis dudas de qué puede ofreceros mi corazón. Ahora tendré que pensar en la segunda y en la tercera. Pero si queréis aceptar a este pobre náufrago mendigo que sólo sabe dar tumbos por la vida, entonces soy vuestro, ya somos tres.”
─“Albricias, Nike –me dijo Luke─, compañero, amor mío, me he quedado sin palabras. Claro que te aceptamos. Pero que hable también nuestra mujer.”
─“Toda va a salir bien, Nike. Nos queremos tanto que será, créeme, para siempre. Iremos construyendo nuestra historia cada día. Oh, mi vida, que placer que estés aquí ya con nosotros.”
   Casi llorábamos en ese nuevo Reconocimiento de la Aceptación. Pero tenía que decir algo más.
─“Acepto tu plan, Luke. Aunque ya seamos tres, habéis de cumplir un año juntos, solos. No antes del 18 dormiré con vosotros. Esperaré a los días 19 y 20, pero entretanto ya somos tres. Ahora nuestros compañeros deben saberlo.”
─“Nike –añadió─, si ya somos tres, antes de que llegue el día 18, ¿te atreverías a besarnos?”
─“Antes o después lo voy a hacer –me atreví a decir─, así que ¿por qué no ahora?”
    Era ya momento de apartar ese miedo. Nos besamos. Primero fueron Lucy y Luke, como yo les había pedido. Luego los besé a ellos. Si había tomado una decisión, ya no sería conveniente echarme atrás. Lucy me recordó una fruta de verano, exuberante de vida. Luke era más bien licor de anís. Pero yo, que había pasado años embriagado, sabía que ya con él estaría siempre beodo de belleza derramada y con ella siempre vivo y en calma.
─“Y no me cansaré de pasarme las horas hablándole a Luke de ti –dije mirándola a ella─ ni a Lucy de ti ─mirándolo a él─. Y yo estaré tanto más enamorado y feliz mientras compruebe vuestro amor cada día.”
   Con estas palabras nos fuimos al fin a la hoguera de nuestros compañeros. Éstos notaban en nuestras tres miradas que algo había pasado. No sé de dónde saqué el valor, pero fui yo quien habló.
─“Sé que contaremos con vuestro respaldo, pero debéis saberlo. Ya somos tres. Has sido tú, Olivia, quien me ha orientado. Siempre cuidaré de ellos, te lo prometo.”
─“Queridos nietos –habló la señora Oakes─, me habéis dado una familia y me habéis hecho bisabuela. Ahora la familia sigue creciendo por más que Nike ya estuviera aquí. Cerca de la muerte, ya podré decir que mi vida no ha sido en vano.”
  Estaba realmente emocionada y ninguno supo qué decir. Mis compañeros realmente, locura o no, nos apoyaban, como pronto comprobé. Le tocó el turno a Olivia.
─“Querido Nike. Yo no pretendía decirte qué era lo mejor pero una vez que has decidido, debo comunicarte que es un placer que seas mi yerno. Y he de quererte tanto como a Luke. Benditos seáis los tres.”
   Interrumpí el orden cronológico para decir.
─“Gracias, Olivia. Pero, y estas palabras valen para todos, esto no puede saberse fuera de nuestro Arrabal. Legalmente nunca seremos un Tres. Si alguien os pregunta, aquí sólo hay una pareja: Lucy y Luke, que tienen un hijo. En nuestros corazones somos tres, pero nada más.”
   Todos asintieron. Sabían bien qué consecuencias legales podría tener que se supiese. La discreción se extendía a unas pocas personas que lo supieron y siempre guardaron bien nuestro secreto: los Proscritos, tres amigos en la Thuban Star, James Prancitt…
─“Amigos míos –le tocó ahora el turno a Bruce─. No sé muy bien qué decir, pero haré un esfuerzo. Lucy, te merecías una familia así. Luke, no le des más vueltas a lo que fuiste; ese fantasma calvo quedó bien atrás; fíjate ahora dónde estás. Nike, ya no estás sólo. Te has ganado mujer y marido, y si quieres entenderlo así, cinco padrinos más. Sed felices. Contad conmigo.”
─“Creo que resumo el sentir de todos –habló John─ si digo que desde que supimos el proyecto, deseábamos que se llegara a realizar, porque os queríamos y nos estremecía vuestro amor. Que la felicidad os inunde siempre. Caminad por la vida en paz.”
  Qué belleza esa otra hoguera del 1 de noviembre. Paul en mis brazos, despierto y en calma, viendo la felicidad de sus padres y tentándome a ser uno de ellos. Las lenguas de la hoguera parecían bailar una obertura febril y venturosa, pero mi corazón iba a otro ritmo. Ahora tenía que pensármelo mucho mejor, Régulo, tengo que estar muy seguro. Claro que se completaría mi dicha contigo, pero no sé si es adecuado. Pero si no soy tu padre, sí vas a tener otro corazón que luche por ti. Duerme tranquila, estrella mía, y no llores más por mi ausencia. Ya no me volveré a separar de ti.
  Así fueron pasando los días de mi primer noviembre con mi familia. Ya no escondíamos a nadie besos o abrazos y nuestros compañeros se acostumbraron a oír  “mi amor”, “amor mío” y “corazón mío” y a identificarnos con nuestros vocativos, según de qué pareja se tratara. Nació entre ellos un nuevo deseo de dejarnos a solas y así íbamos ensayando lo que seríamos. Yo no tenía prisa por explorarlos en carne pues ya era capaz de examinarlos en mente y alma. Sea como fuera, ambos conocían bien mi deseo vehemente de que al menos cumplieran un año a solas. Y ya no me daba miedo, sino que sentía la urgencia, de hablar de mi amor por Lucy con Luke y de mi amor por Luke con Lucy. Podíamos estar cometiendo los tres un error pero había que luchar con nuestra ternura para que así no fuera. Y nunca me he arrepentido, Maudie, Protch, de haber tomado esa decisión. Llevamos más de tres años juntos y nuestro amor, lejos de disminuir, se expande como el Universo. Esos días yo era muy dichoso mirándolos y viendo cómo su felicidad crecía, notando atónito y orgulloso, que yo había contribuido a ella.
   Todos los sábados iba a la calle con Lucy –permitidme que, ahora sí, la llame ya mi mujer─, pero ambos nos cuidábamos mucho de que nos identificaran como a una pareja y siempre decíamos, si alguien nos interpelaba, que yo era amigo de ella y de su marido, pero que éste se había levantado con fiebre, y veníamos por él. Y nos fuimos conociendo mejor. También le conté mi historia, o mejor dicho, mi prehistoria, porque mi camino desde ese julio ya lo conocía. Y comoquiera que nos hubiera ido el día, hablábamos de él después con su madre y con Luke.
  El domingo 4 vino a visitarnos James Prancitt y a pesar de mis recelos, me recibió con una sonrisa. Hablamos junto a mi tienda.
─“Hola, Nike. Ya no sé si llamarte hermano de mi hermano, pues veo que ya eres algo más y que ahora somos familia.”
─“Lo somos, James, pero dime la verdad, ¿no tienes nada que objetar?”
─“¿Tú crees que me parezco a Luke?”
─“Estoy seguro de que sí, James.”
─“Nike, hablemos en serio. Te doy la bienvenida a mi familia. Contigo lo voy a tener más fácil que con Olivia. Sé que somos cuñados. Pero esto ya me lo veía venir. Cuando te vi en agosto, ya te quise. Eras un hermano para mi hermano, y Luke nunca me dijo nada, pero leí entre líneas, y en tu cara, que ya lo amabas. Pero nunca pude averiguar nada hasta que un día que estabas con mi querida Lucy en la calle, él se acercó a mi casa con su hijo en brazos a contarme que se había enamorado de ti. Me quedé de piedra, Nike, como podrás suponer. Nunca habría podido imaginarlo enamorado de un hombre, pero tuvo mi respeto, y mucho más porque ese hombre eras tú. Todas mis dudas eran, en ese momento, por Lucy. La quiero mucho y es para mí una satisfacción ver cómo mi hermano ha crecido con ella. Pero en medio de mi perplejidad, me contó vuestro proyecto de tres y, si un día te decides, también de cuatro o de cinco. Así que dame un abrazo, cuñado.”
   Nos abrazamos y no pude evitar llorar. En la calle, más que perder, lo había ganado todo, y todos me querían. Lucy, Luke, Olivia, James, todavía no Paul, tenía una familia inmensa y afectuosa, y unos compañeros que también fueron parientes.
─“Quiérelos constantemente. Siempre he pensado, desde el primer momento, que mi hermano te necesita. Y estoy seguro de que su amor por Lucy, teniéndote a su lado, también continuará. Tienes la llave de mi casa, mas confío en ti y sé que no han pasado necesidad. No lo permitas nunca, Nike. Pero ahora que somos familia, usa tu llave también para venir cuando quieras a mi casa a charlar conmigo. Y para que Lucy y él vengan también más a menudo. Convéncelos. Y todo saldrá bien. Pero hablo demasiado y no te dejo decir nada.”
─“Estoy abrumado, James, y no sé qué decirte. Sí, te pareces mucho a Luke. Y no sé si todo va a salir bien, pero haré todo lo que esté en mi mano. Si depende de mí, Lucy y Luke nunca se separarán. Y es un placer contar contigo.”
   Hablamos un rato más pero de nada importante que contaros. Se levantó y se fue, no sin antes darles un beso a Lucy y a Luke y asegurarles, como conmigo, que podían contar con él. Sólo cuando se marchaba fui consciente de que ese día yo cumplía mi primer mes en la calle. Estaba seguro de que un día, como Luke, cumpliría con ellos también un año, aunque él me llevara siempre once meses de ventaja. Pero como Lucy… Hablando un día con mi mujer le dije, sin embargo:
─“Nunca llegaré a ser como tú, corazón mío, aunque si quieres mirarlo metafóricamente, conmigo los dones del Universo se han invertido, y he vivido dos vidas: el Horror en mis años siendo Nicholas, ebrios y mal aprovechados, y la Libertad desde que un día un basilisco me dio una segunda vida y resucité con su mordedura. Mi verdadera existencia comenzó entonces y el mendigo Nike también nació y creció en la calle.”
─“Así es, corazón mío. Siéntelo siempre así. El oro, la madera y la tierra se han hecho una sola cuna y han creado un solo viento solar que no nos traerá, sin embargo, tempestades.”
   En la Thuban, Richard, Samuel y Anne-Marie supieron al fin de mi aceptación. Y no hubo reproches. Sólo esta última me miraba con dudas y creyendo que no funcionaría. Pero afectuosa, me dijo que contara con ella. Ya nunca más me habló mal de Lucy o de Luke, y vino a vernos con frecuencia. Querida Anne-Marie.
   Yo tenía que debatir a solas ahora si sería justo compartir con ellos la paternidad de Paul. Con tanto que dilucidar, no me había atrevido aún a acercarme a John, que sabía que me necesitaba, pero al siguiente fin de semana, días 10 y 11, llegué a un acuerdo conmigo mismo y me acerqué por fin a él.
  Estábamos solos una mañana junto a su tienda, todos en la calle menos Luke, que había llevado a su hijo a dar un paseo. Me acerqué a John y le dije:
─“He sido un egoísta, John, y vengo a entonarte un mea culpa. En los momentos de mi vida en que más te he necesitado, has estado siempre ahí. Ahora que igual tú me necesitas, no hablo contigo.”
─“No te reproches nada. He sentido tu apoyo y los avatares de tu vida me han ayudado mucho a pensar en otras cosas. Ya tienes una familia, Nike, y me alegro mucho por ti.”
─“No nos vamos a pasar la vida recordando al viejo capullo que te insultó, pero si no hay verdadero arrepentimiento y tu compañero no está siempre contigo, es que en algo falla el mendigo Nike. Sé cuánto lo echas de menos, pero no tengas dudas: Miguel volverá.”
─“¿Y si construye una segunda vida en Cádiz? Soy celoso, sí, y no digiero bien que me escriba tanto sobre su prima Brenda Dolores.”
─“John, no construye una segunda vida quien ya tiene una. Tú sabes que Miguel y yo no siempre nos hemos llevado bien, pero eso no ha impedido que haya visto siempre en sus ojos lo mucho que te quiere. Incluso en medio de vuestras discusiones. Hablando en serio, hasta he pensado que las buscáis porque luego os reconciliáis y vuestro amor se hace más sólido. No temas: Miguel volverá.”
─“Gracias, Nike. Me has ayudado más de lo que crees. Llevo mal estar sin él, es lo que me pasa. Intuyo que tienes razón y además sé lo que me quiere, pero estos malditos celos me van a matar.”
─“Cada día sacaré un hueco para que me hables de él. Tenía tanto que pensar que por eso no lo he hecho todavía. No estabas para que yo te llenara la cabeza de pájaros sobre Lucy y sobre Luke. Acércate tú también a mí a hablar de lo que quieras, a contarme momentos felices, a llorar sobre mi hombro si es necesario. A partir de hoy, te lo juro, sacaré un hueco cada día para hablar contigo.”
   Y como pude cumplí esa promesa. Ese sábado en la hoguera, lo notaba más cercano con todos y hasta se atrevió a contar un cuento corto, que reflejaba su estado de ánimo. Me estremecí al darme cuenta de que estaba continuando el cuento sobre los osos hermanos que nos contara Miguel en verano.
─“El oso Patrick había sido convertido en la estrella Pólux, pero no lo sabía. Sólo sentía que no era capaz de hallar a su gemelo y lo echaba de menos. Su tiempo de encantamiento había pasado y se movió para buscarlo. Estrenó el movimiento, primero lentamente, y notó que, a pesar de que en el Universo no hay aire, no lo necesitaba para respirar, quizá porque ya era una estrella. Anduvo buscándolo por astros y planetas, por galaxias y nebulosas, y no lo hallaba, temiendo que hubiera caído a un agujero negro. Vagaba sin rumbo y desesperaba, porque sin Charles no era nadie. En algún lugar celeste topó con otro viajero cósmico. Hallaron acomodo en un planeta y se pusieron a hablar. “Soy Ícaro, le dijo, hijo de Dédalo. Seguro que no lo sabes todo sobre mí. Una vez construí unas alas, pero me atreví a desafiar al sol y éste derritió la cera con la que fueron en parte construidas. La ambición me hizo desperdiciar esa vida, caí al agua y fallecí. Ésta es mi vida conocida, la segunda, el Horror. Pero después de siglos difunto, renací para crear mi Sabiduría, y aquí he construido una nueva Icaria, en este lugar donde estás sentado. Tú no sabes aún que ya has vivido el Horror y que la Sabiduría está en ti. Hace tiempo que has encontrado a Charles y él a ti. Sólo te hace falta abrir los ojos y lo verás. Hallarás a tu hermano cuando destierres los celos. Nunca se ha apartado de ti.” Entonces abrió los ojos y lo supo. Después de tanto vagar por el Universo, sabía que debía volver a Géminis. Y allí lo halló. Siempre lo había tenido enfrente, la estrella Cástor, qué ironía. Navegar tan lejos para volver tan cerca y hallarlo. Aprendió también que ya era inmortal, que les quedaban muchas vidas. Conversaban sin poder tocarse, mas se querían y ya esperarían siempre juntos a que el Universo los llevara a la Dignidad, la cuarta vida, y allí pudieran amarse. Entretanto, qué dicha conversar y observar el cielo estrellado de invierno.”
   Fuera que mi conversación anterior le hubiera sentado bien, fuera que se había calmado porque había conseguido volver a Cástor inmortal, todos lo comprendimos y parecía que en la noche estrellada hasta llegamos a ver a Ícaro aconsejándole y a Pólux un poco más cerca de Cástor.
  También acentuaban su brillo Algieba, Denébola y Zosma, y se acercaban. Y al fin llegó el 18 de noviembre. Era domingo y en la calle con mi compañero, éste casi saltaba de felicidad.
─“Al fin cumplo un año en la calle, amor mío, y un año amando a nuestra mujer. Siento que el maldito calvo muere hoy, como tú sientes que ya no existe Nicholas. Entraré en nuestra tienda a colmarla de dicha, como tú quieres, pero tú nos has de dar primero tu bendición, porque ya, qué placer, amor mío, somos tuyos. Desearía que antes de entrar y dejar a Paul en la tienda pequeña, por primera vez nos besemos los tres a la vez.”
   Y así ocurrió. Nos besamos los tres a la vez antes de que me dejaran a Paul, y nuestro tres empezara a hacerse una realidad. Penetraron al fin en la tienda y yo me fui con el pequeño rey a la que por última vez sería sólo mi casa. Desde ese día hablamos sin ambages de la tienda grande y de nuestra casa de campo. Me tendí sucio y desposeído, y al tenderme reí a carcajadas al darme cuenta de que ahora sí era millonario, que mi mujer y mi marido se estaban amando, y como si lo supiera Paul me dio una buena noche, y suspiré con cada latido suyo. Tan pequeño y tan feliz. Tus padres, Paul, la Primera Pareja Sagrada, se están amando, le dije antes de que con este pensamiento lograra conciliar al fin el sueño.


 
   Un año de amor y tenían que celebrarlo como si fuera la primera vez. El lenguaje de los cuerpos quiso hacerse esa noche poesía. Luke sólo tuvo que tener cuidado porque Lucy estaba en sus días fértiles y no quería que Nike, que sin saberlo también estaba en esa cama, si se decidía, tuviera ninguna duda sobre la paternidad. Los cuerpos escribían líneas de amor y deseo, ya curtidos en esa batalla. Aunque había pasado un año, tocarse, besarse, acariciarse… era como la primera vez. Habían vivido muchas cosas juntos, y no concebían que un día se pudieran separar. Esas tres noches, el viento rodeaba sus cuerpos como un beso, el frío los abrigaba. Fueron tres días cálidos y hasta el interior de la tienda parecía ornado de estrellas y la Hija de la Tierra o Hija del Sol y el hombre que había aprendido a que le creciera el pelo, crearon armonía. Dos en la cama, tres en el corazón y el Universo iba creando otro big bang, infinito y armónico, expandiéndose creador, rectificando sus oquedades, haciéndose más grande. Atlas lo sostenía, y a pesar del peso sobre los hombros, se atrevió a sonreír.


 
    Pero antes de conciliar el sueño, una felicidad etérea iba rellenando mis paredes. Esta era la noche de ellos y no creía que los dos días siguientes, cuando batallara con su carne, pudiera ser más feliz. Me los imaginaba sudorosos hablando de amor y ventura, de los hitos compartidos en un año, de belleza, sabiduría y libertad. Sus cuerpos ya se pertenecían para siempre. Amor, amor, mendigo vil, mendigo hermoso, quédate siempre a su lado, aunque en las horas de luna cambiemos de pareja. Ésta es su noche; éste ha sido su año. Y el fruto de su amor lo tengo a mi lado y duerme tranquilo.
   No puedo hablar sin sentir escalofríos de aquellos días de octubre y noviembre, días que llevo en mis recuerdos como un escapulario y que no han de volver. La libertad había sido mi guía verdadera en toda esa etapa, para mí imborrable. La sabiduría estaba cerca. Tan cerca esa noche que yacía dichosa junto a la belleza. Libertad fecunda como trigales con agua abundante, quédate con nosotros y protégenos con tus alas. Pero ya me habían enseñado que, para alcanzar la Sabiduría, debía pasar previamente por el Horror.

5 comentarios:

  1. (I)

    Nike se queda con el pequeño Rey. Lucy y Luke salen a mendigar según lo acordado. Mientras, el capítulo se inicia con un pequeño y hermoso canto a la Libertad.
    Por la tarde, cuando salen Luke y Nike a mendigar, el primero le dice que el camino de vuelta siempre lo hicieron enamorados, aunque sólo fuera algo tácito… Luke habla de besarse, Nike requiere su tiempo. Parece que Nike tiene un pequeño esguince y le propone pasar la noche en el RASH. El azar no existe para Luke, su nombre empieza por la L de Lucy y acaba por la E, como el de Nike. Un nuevo personaje, Marilyn Mart, que les asigna habitación en el RASH, no parece agradar a los dos hombres…
    Al despertar, sobre las 5 de la mañana, marchan a la Colina de los Caballeros para lograr ver al León…y sus estrellas, algo que Nike definirá a los Protch como “comulgar con la Armonía”.
    De vuelta al campamento, Nike vuelve a llamar a Lucy Hija del Sol. Los tres en la hoguera: Miradas, gestos, complicidad, amor.
    Vuelta a la Thuban al amanecer y conversación con Richard en la que le desvela que Luke lo ama –algo que ya sabía Richard, y le cuenta también sobre el Tres. Richard, comprensivo: estoy contigo. Richard, al que Nike va a ver todas las semanas, además de verlo por las mañanas en la Thuban, según le cuenta a Protch. Un gran amigo. Y aparece Samuel, que había quedado con Nike para una conversación personal, según le dice. Samuel le inquiere sobre el Tres, del que ya le hablara Luke en aquella conversación que tuvieron y que quedamos sin saber los lectores. Otra conversación que ahora se desvela. Nike, con miedo a hablar con la gente “del otro lado” de ciertas cosas, acaba viendo que Samuel es un gran amigo que va a seguir ahí, a su lado.
    Al día siguiente aparece en el campamento Anne Marie con carta de Miguel. Pasea con Nike y éste, con miedos por su reacción, le cuenta lo que ha acontecido. Anne Marie no acaba de digerirlo pero…lo seguirá queriendo y aceptando. Sea como sea, ya el lugar de Nike será para siempre junto a Lucy y Luke en la hoguera, orientados a donde nacen los astros. Leo no será posible sin ti, le dice Lucy a Nike… Y entonces, al ver las cinco estrellas, Nike cae en la cuenta del Tarot aquel de la Señora Oakes: “El uno se transformará en cinco…”. Nike pasaba poco a poco de los miedos a la Armonía. Otro pequeño secreto desvelado para el lector…que ya empieza a pensar en ese otro hijo/a de Lucy, esta vez con Nike. Probablemente Hija, y sea la Emperatriz de aquel Tarot lleno de misterios…una intuición mía que ya me desveló el autor.
    Lucy y Nike salen a mendigar juntos y, mientras, Lucy le cuenta parte de su vida y lo llama “Compañero del Sol”. Aparece la figura de otro mendigo, Ephraim Hugg, cuya madre fue quien enseñó a Lucy a cortar el pelo.

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  2. Inicio de Noviembre, día 1… Luke habla con la Sra Oakes, que lo tranquiliza. Y después, con Olivia, que le dice de entrada que “todos los amores que han surgido son inocentes”. Nike va a dar un paseo, a reflexionar…y al volver a la Mano Cortada, les dice claramente a Lucy y Luke su intención de formar parte definitivamente el Tres, pase lo que pase. Se besan los tres entre ellos…y vuelven a la hoguera. Allí la Sra Oakes los recibe con palabras emocionadas…y seguidamente Olivia, Bruce y John. Surge un dato temporal: Nike le dice a Protch y Maudie que el Tres lleva junto más de tres años, felizmente unido. El día 4 viene James, que le da a Nike la bienvenida a “su familia” y lo llama ya “cuñado”. Nike ha pasado del Horror de su vida anterior a la Libertad. Ahora todos saben que Nike ha aceptado el Tres, en el Campamento y en la Thuban (Richard, Anne Marie, Samuel).
    Respecto al cuento de Miguel en la hoguera, me pareció muy apropiado para su tranquilidad, pues intenta quitarse de encima esos celos que tiene con Miguel por su prima Brenda Dolores. “Hallarás a tu hermano cuando destierres los celos”.
    18 de Noviembre… Luke cumple un año en la calle. El maldito calvo muere “hoy” igual que ha muerto el maldito Nicholas. Se besan los tres esa noche, los Tres, que ahora viven en una “casa de campo” –me hizo mucha gracia esa salida del autor. Nike no cabe en felicidad por esa hermosa Libertad que ha logrado…pero aún recuerda que para llegar a la Sabiduría es preciso pasar por el Horror…


    En resumen, un capítulo en el que Nike acaba aceptando el Tres y gozando de una Libertad y armonía que jamás sospechó en su anterior vida. Capítulo en que los “amigos” del campamento también aceptan al Tres (a pesar de las reservas de Anne Marie). Y los miembros del campamento bendicen también a ese Tres, que en realidad es un Cuatro y que en breve dará lugar a un Cinco con el que se cumplirá el designio del Tarot de la Sra. Oakes.
    Inor

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  3. Perdón, el 1 de Noviembre, al principio, hablaba de Nike, no de Luke.
    Inor

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  4. Recta ratio agibilium "Recta Razón en el obrar" es la forma de denominar a la Prudencia. La virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela. La prudencia es la sabiduría de reflexionar sobre las consecuencias de los actos antes de realizarlos, es la opción de Nike ante el beso deseado, pero aún importuno, hilo conductor de sus reflexiones ante las dudas asumidas y no resueltas en el triángulo del que formaba parte (esa figura perfecta cuyos tres lados tienen un punto en común entre ellos de modo que no hay lado que no se toque en sus vértices con los otros dos lados). La prudencia, hija sensata del temor y la dignidad, le hacía mantener la distancia con los que amaba sabedor de que su presencia podía precisamente poner en peligro lo que quería preservar, el amor entre Luke y Lucy, hasta en el hecho de elegir cama donde dormir en el RASH optó de forma justa, adecuada (siguiendo el orden cronológico) y cauta (reteniendo el final de sus palabras). La reflexión debida parecía buscarla y encontrarla en el cielo de Leo, donde sus estrellas, amadas, y con las que formaba perfecta familia, desplegaban, en su contemplación, la serenidad de su pensamiento.

    Otras estrellas de otra constelación, la Thuban, cuyo brillo era necesario para alumbrar las penumbras de su mente en oposición con la claridad de su corazón. El alma de Nike vibraba en un tono cómodo ante Richard que leía en su cara lo que había escrito el traidor del "Mendigo Rey", le explico lo ocurrido, pues Richard ya sabia por Luke que este le amaba, y de este conocimiento nació la aceptación, pero no resolvió las dudas. La siguiente estrella podía tener el regusto amargo del café que compartían, Samuel que facilitó el tema poniendo sobre la mesa la propuesta de tres, o de cuatro o de cinco (Luke de nuevo se había adelantado), templando a Nike, pero sin decantar su decisión, un interrogativo ¿no te parece un sinsentido, Sam?, selló el diálogo.

    El amor dibujaba un triángulo en la cabeza de Nike. La existencia irreductible de tres vértices rompía sus convicciones, sus reglas y la sensación de que estaba abocado al fracaso, un fracaso que provocaría su presencia. No se marchaba de su mente: que resultaría de los tres vértices que observaba en tres dimensiones, tres afectos y tres espíritus.

    No tardó en aparecer Anne-Marie, su lógica y rigidez suavizada con cariño condescendiente; solo pudo pedir tiempo a Nike para forjarse una opinión.

    La hora de ir con Lucy (la ya para él Hija del Sol) a la calle, llegó, en las plazas donde tendían la mano Lucy le fue contando su vida, los restos de sus memoria, y como conoció a Luke, el amor exige ese darse al conocimiento mutuo, y tras encuentros con otros mendigos, Nike le contó el cuento del Mendigo de la Cuna Dorada, estas dos historias fueron como dos virtudes que reforzaron el amor de los tres y que atenuaron miedos en Nike.

    "Hay que respetar a todo el mundo que sea respetable y no faltes el respeto a nadie precisamente por quererlos respetar" Ese fue el sabio consejo de la Sra. Oakes.

    "¿No te parece todo un desatino?" empezó Nike la conversación con Olivia, su respuesta "Si decides unirte, te querré también como yerno" dio luz al pensamiento de Nike, ya había tomado la primera decisión.

    Todo camino empieza con un primer paso: riesgo. Con arrojo y audacia, poniendo rumbo a sus sueños. Lo que importaba era encontrar su propio destino, no un destino cualquiera, y vivirlo por completo. La primera opción de la propuesta había sido aceptada, comunicada al resto y abrazada por todos.

    No puede ser libre una persona que no sabe por qué actúa ni como. La vida de Nike sabía a insensatez, a locura, y a ensueño, como la de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos, buscó en las estrellas, en las almas y comenzó a escuchar la enseñanza que su sangre murmuraba en él.

    El beso de los tres celebrando la primera aceptación cerró la noche en la que Lucy y Luke viven el gozo del doble primer año, y Nike la ensoñación del arrullo del pequeño Paul. Libertad.

    Pol

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