CAPÍTULO XXVI: VAMPIROS



   Calores pasionales hacían arder nuestras mejillas con febril intensidad. Nos habíamos colocado cerca de una chimenea y también el ardor de volver a conversar hizo que pasáramos la tarde así, entre rubores y llamaradas. Las luces eran tenues, para resaltar el color argénteo de todo alrededor. En The Silversmith todo era plata, o quizá fueran imitaciones de este metal. La verdad es que no lo sé −les seguía contando Luke−. Hasta las mesas tenían cierto color plateado. Todo a nuestro alrededor, los marcos labrados de los espejos, las repisas con bandejas y ceniceros, alguna figurilla descocada descansando indiferente en el pie de un candelero, era plata o imitación de ella. Estábamos allí casi aislados de la escasa afluencia y los camareros no tardaron en acudir. Ni siquiera habíamos mirado todavía los platos que se servían.


 

−Tengo tanto 4 de octubre que referir que, aunque sé que es todavía temprano, Protch, prefiero contarte mañana el resto del día de un tirón. Y lamento no tener el verbo fácil y florido de Luke, pero tendré que volver a retomar el relato con mis palabras. De lo mucho que hablamos en aquel restaurante, de todos modos, él sólo les hizo a todos un resumen −y como notaba a Protch titubeante, acobardado ante algo que parecía desear preguntarme, me atreví a inquirir−. ¿Qué me quieres decir?
−No sé si hace un rato habrías deseado que te interrumpiera, pero no te dije que conozco The Shining Bread of Dawn. De hecho allí compro el pan cada mañana. En fin, me atreveré a preguntarte esto: ¿No aceptarías que te invite a comer?
−Me alegra que quieras hacerlo. Pero de verdad, Protch, todavía no. Espera un poco más.
−¿Y también dirías que no a un desayuno? −insistió.
−¿Cuál es tu idea?
−Ese brioche que me has descrito… lo veo allí cada mañana. Si me dijeras que sí, en el próximo desayuno tendrías uno igual. De chocolate y naranja amarga, ¿verdad?
−Protch, no me atrevo a negarte también un desayuno. Está bien. Si no es molestia para ti, mañana me lo comeré con un café; y espero que me acompañes.
   Así quedó acordado. Recuerdo que la siguiente mañana era sábado. Protch sólo aguardaba mi llegada para prepararme el café y tras los habituales saludos, nos dirigimos un momento a la cocina. Observé que la mesa ya estaba engalanada por un brioche que nos daría para varias raciones. Le rogué que comiera conmigo.
−Lo haré, Nike. Pero te ruego que te sirvas todo lo que quieras. No quiero dejar nada para otro día. Mañana ya no tendrá el mismo sabor.
   Nos lo comimos en la cocina antes de pasar al salón para que yo reanudara mi historia. Y mientras desayunábamos, evocando el fuego que se licuaba por sus migas, recordando cuál fue para mí la importancia de aquel brioche del 4 de octubre, pero sin decirle nada a Protch por no adelantarle ni un párrafo de mi narración, como de alguna cosa teníamos que hablar, le comenté:
−Por lo que me dijiste ayer, John Ellis no viene los sábados, ¿verdad?
−Así es. ¿Por qué me preguntas eso?
−No estaba en el jardín, pero sí casualmente paseando por Castle Road, yo creo que esperándome. Le hablaste de mí ayer, ¿no?
−Sí, Nike. Tuve que decirle que el mendigo que había visto entrar era el señor Siddeley.
−Como señor Siddeley me saludó. En verdad no hemos hablado mucho tiempo −lo que no me atreví a decirle a Protch era que me sentí incómodo ante John Ellis. Era un hecho que seguía siendo el dinero de los Siddeley el que le proporcionaba el sustento y por esa razón se mostraba ante mí adulador y compasivo− y además sus preguntas eran imposibles. ¿Cómo explicarle que ahora me vea en esta situación? Al final supongo que con cierta frialdad, he tenido que decirle que me esperabas y que se me hacía tarde para poder quitármelo de encima. No hablemos más de él −el café ya estaba servido−. Adelante, Protch, prueba el brioche y dime qué te parece.
   Se sirvió poca cantidad, dejándomelo casi entero, pero lo probó. Me reconoció que le gustaba, que aunque llevara años viéndolo en los escaparates de la panadería, nunca antes lo había comido. Pero ahora sé que para él lo único importante era que por primera vez yo había aceptado que comiéramos alguna cosa juntos.


 
   Así que en The Silversmith nos habíamos sentado a comer Luke y yo. Eran las dos y cuarto, no tuvimos problemas en hallar una mesa libre y enseguida vinieron a atendernos. En el rostro del camarero se veía bien que estaba extrañado de servir, según todas las apariencias, a un hombre de negocios y a un mendigo sentados frente a frente. Pero no hizo ningún comentario. Al preguntarnos qué queríamos, le dijimos que no habíamos tenido tiempo de ver el menú, aunque aceptaríamos sugerencias. Como ya esperaba, nos habló de cinco o seis tipos diferentes de platos de cordero, entre los que recuerdo cordero rosti, cordero relleno de setas y espinacas y cordero en salsa de menta, por el cual opté. Luke prefirió decir que comería lo mismo que yo ordenara. Para beber pedí un refresco y me sorprendió que Luke pidiera uno también.
−“La noche del 3 de agosto tomaste vino. ¿No lo preferirías?”
−“Nike, yo no sé si tú quieres que hablemos de ciertas cosas. Mas el vino no me es imprescindible, y no volveré a beberlo en tu presencia. ¿Te vale?”
−“De mucho. Gracias, Luke. Por favor, ahora vamos a tener tiempo; háblame sin prisas de todos, de tu mujer y tu hijo, de vuestro arrabal…”
−“Está bien; empezaré yo, pero recuerda que también quiero saber de ti.”
−“No tengo mucho que contar. Pero haré un esfuerzo. Por favor, comienza.”
−“Como sé que realmente te interesa que te hable de mi familia, empezaré por ahí, donde sí que hay una novedad que no creo que conozcas −y mirándome inseguro, como dudando cómo lo encajaría yo, siguió−. ¿Recuerdas que te hablé de que Lucy y yo estábamos casados según las leyes de la tierra, sin papel que lo acredite? −y al responderle afirmativamente, me dijo−. Pues bien, al ser padres todo cambió, y Lucy y yo decidimos casarnos. Nos hemos casado, Nike.”
−“Enhorabuena, Luke −le dije con total sinceridad−. Me gustaría también felicitar a tu esposa. ¿Qué día os casasteis?”
−“Decidimos casarnos el mismo día del cumpleaños de Olivia, que es…”
   Pero lo interrumpí.
−“El 16 de septiembre −y al mirarme sorprendido, continué−. No he podido olvidar la noche del 3 de agosto, cuando nos repartimos las estrellas y generosamente me disteis dos. Recuerdo las fechas de nacimiento de todos los que la dijeron. Me faltasteis Lucy y tú.”
−“Cuando lo desees hablamos de eso, pero quiero responderte antes a tu primera pregunta. Decidimos casarnos por nuestro hijo, para darle una mayor apariencia de legalidad a nuestra unión y a nuestra paternidad. Y para ponerle apellido. Pero en cuanto a esto… verás: no te voy a contar toda la batalla legal o el tiempo que nos ha costado, mas con ayuda de Miguel, que, si recuerdas, fue abogado, finalmente hemos conseguido ponerle los dos apellidos unidos por un guión. Y así el nombre de nuestro hijo es Paul Prancitt-Rivers.”
−“Paul Prancitt-Rivers, el pequeño rey, vuestro hijo…”
−“Que ha tenido un privilegio nada frecuente, que no habremos tenido tú y yo, por ejemplo: asistir a la boda de sus padres. Sí, Nike, acudieron todos.”
−“¿Dónde fue?”
−“Verás. Teníamos un problema de religión, como quien dice. Lucy es oficialmente devota de la misma fe de los Rivers, la dominante en el País. Se puede decir que yo soy católico, o que mis padres lo fueron. Ella decidió que nos casáramos en la iglesia de St Mary, al lado de la que fue mi casa en Knightsbridge Street. En realidad ambos nos consideramos paganos, y si en algo creemos es en Dios-Destino y los motivos de Verôme. Pero fue allí, a las 9 de la mañana del día 16, en St Mary. Quiero pedirte disculpas, Nike.”
−“¿Pedirme disculpas a mí? ¿Por qué?”
−“Varios días estuve pensando en invitarte a nuestra boda. Y me habría sido fácil. John podría haberse acercado a tu casa. O Anne-Marie. A ella también la invité pero no pudo venir. Y hablando un día con ella, me dijo que no era momento oportuno para invitarte. No sabía qué hacer. Y no fue, Nike, como puedes estar pensando, porque ya no te considerara amigo mío. Todo lo contrario. Me dio por pensar que estabas en un periodo en que tenías que volver a adaptarte a tu vida y que vernos tan pronto podría causarte dolor. En fin, Nike, al final no sé si hice bien. Si me equivoqué, perdóname.”
−“¿Perdóname? Perdóname tú a mí. He sido un traidor, Luke”
−“¿Es esa la opinión que tienes de ti mismo? −me miró con severidad−. Luego hablaremos de ello. Yo tengo una impresión completamente diferente de mi amigo Nike. Y sí, como ves, porque te veo con intención de llevarme la contraria, me reitero. Sé perfectamente lo que digo. Pero antes de preguntarte por ti, ¿te parece bien que continúe relatándote las pocas novedades que haya habido?”
−“No es poca novedad saber que os habéis casado. Os vuelvo a dar mi más cordial enhorabuena. Pero por favor, háblame un poco de todos −y recordando un delirio que me seguía preocupando, pregunté−. ¿Tuvo Miguel fiebre la noche del 6 de agosto?”
−“Tuvo fiebre un día cuando tú estabas con nosotros, pero se curó y ya no la ha tenido más veces. De acuerdo, no hay que ser siempre estrictos con el orden cronológico. Empecemos por él. Estos dos meses las discusiones entre Miguel y John han sido constantes, pero aun así, yo, que los conozco bien, te puedo asegurar que de cada discusión sacan un nuevo brote de amor imperecedero. De John te puedo decir, que en este tiempo he renovado mi amistad con él. Ahora parece mirarme de otro modo y preferir mi compañía y la de mi mujer. Mi amistad con Bruce también ha crecido enormemente y Nike es un tema de conversación frecuente entre nosotros. Sí, amigo mío; Bruce no ha conseguido olvidarte. No lo hará nunca. La señora Oakes, al igual que Lucy, sólo hacen hablarme de ti con completa confianza. Las dos saben que tarde o temprano volverán a verte, como lo sabía yo, y ya ves: aquí estamos. Y de mi querida Olivia, ¿qué te puedo decir? Ya oigo cada día menos la frase Luke es adorable, la misma que tú pusiste en cuestión y que, sinceramente, no me hacía muy feliz. Ella la decía pero debo confesarte que no por ello ha dudado jamás de su cariño hacia mí o su cordialidad. Y ¿qué más contarte? Todos seguimos más o menos igual.”
−“No sé. Quiero saber tantas cosas de vosotros que te estaría escuchando una hora. Cuéntame algo más. Aunque no sean novedades.”
−“Hay alguna novedad más. Pero no te quiero hacer llorar. Déjame que primero te vuelva a asegurar que todos estamos bien. Y hasta estupendamente alimentados. El verano siempre es una buena época para nosotros. Y el comienzo del otoño ha sido ventoso, pero no muy lluvioso hasta ahora, y nos ha ido bien. Ventoso te acabo de decir. Sabes que hace ocho días la ciudad sufrió un verdadero vendaval −me miraba sin saber si afirmar que ya conocía que yo había estado allí−, que se llevó por delante el gran fresno donde suelen hacerse las hogueras, que cayó sobre la tienda de Olivia. Pero a ella no le hizo ningún daño. Tranquilízate, Nike. No estábamos allí. Y también ha habido alguna baja entre nuestros gatos. ¿Te acuerdas de ellos?”
−“Sí, Luke. No sé si tienen orden cronológico, pero por el orden que yo los conocí eran Telemachus, Terence, Tessa y Ted −e inquieto le urgí−. Dime rápido cómo están todos.”
−“Hay una baja, o quizá dos. No lo sabemos. A Tessa hace dos semanas que no la vemos. Telemachus y Ted están bien. O lo estaban cuando salí esta mañana. Pero Terence sabemos que murió −y al notar mi llanto, me contó los detalles−. Estaba ya muy viejo. Una mañana lo hallamos ahogado bajo el Puente del Menhir. Ya sabes que está roto. Quizá en una ocasión, la última, no haya podido saltarlo y se cayera al río y acaso, en algún desenfreno de la corriente, no pudiera nadar y… pero no me mires así, por favor. Si estás pensando en responsabilizarte de algún modo, te diré que no habrías podido evitarlo.”
−“Eso nunca lo sabré, Luke. Podía al menos haber visto sus últimos días de vida o haberlo llorado con vosotros. O quizá… imagínate. No sabes, ¿verdad?, a qué hora se ahogó. Tal vez, de haber estado yo allí, no habría acudido al río y se hubiera quedado en mis brazos. Si te acuerdas, a vuestros cuatro gatos les gustaba mi presencia y solían hacerlo.”
−“Estaba ya muy viejo, Nike. Incluso así no habría durado mucho tiempo más. Tu presencia podía haber retrasado su muerte unas horas o unos días. Pero al final habría vuelto al río y se habría ahogado.”
−“Está bien, Luke. Aunque yo acudiera a vuestro arrabal hoy mismo, a Terence ya no podré verlo nunca más.”
−“Pero quizá por cada ausencia haya una nueva presencia. Vemos a menudo rondar por allí a un gato, también gris, al que llamamos Teseo. Pero frecuenta más a nuestros vecinos, los Proscritos. Éstos viven ahora más tranquilos, pues no sé si sabes que han cerrado Baphomet.”
−“Drogas…” −insinué.
−“Drogas −me aseguró−. O eso hemos oído. Supongo que se consume en todas partes, pero parece ser que dentro de esa discoteca estaba siendo ya demasiado evidente.”
   No dije nada. Pero no le llevé la contraria. Yo, que había estado tantas veces en su interior, sabía bien que todo tipo de droga circulaba allí como costumbre universal, sin ningún  control. En su lugar, inquirí:
−“Todavía tengo una pregunta: ¿cómo está tu hermano? ¿Acabó la universidad?”
−“Creo que le quedaron pendientes dos. A ver si te las sé decir correctamente: edafología y geomorfología estructural. Este año ha prometido estudiarlas en serio. Pero, por lo demás, está bastante bien. Y eso me recuerda: no te lo pregunté en agosto, ¿qué te pareció mi hermano?”
−“Por lo poco que lo conocí yo diría que es alegre, sincero y algo parlanchín. Asistiría a vuestra boda, ¿verdad? Pero perdóname, antes quiero preguntarte, pues cuando me fui ya había nacido vuestro hijo y tu hermano no pudo estar allí, ¿qué tal se lleva con su sobrino y cuándo lo conoció?”
−“Vayamos por partes. Sí estuvo en nuestra boda, claro. Y recuerdo que te echó de menos y me preguntó por ti. Él esperaba que fueras a verlo.”
−“He sido muy negligente en muchas cosas pero, si te soy sincero, te diré que no me atreví. Para ello, tendría que haberme dejado caer primero por la Mano Cortada. Y no lo he hecho. Lo siento, Luke.”
−“Enseguida hablamos de todo eso, porque no me gusta ver que te haces reproches. Pero sobre tu opinión acerca de él, te diré que una vez más, si aciertas o yerras, yo también acierto o yerro entonces, pues solemos pensar lo mismo sobre los demás. Y es cierto que no estuvo allí a la hora que Paul nació, mas lo conoció el mismo 6 de agosto, sobre las 7 de la tarde, cuando al fin pudo llegar. Y te puedo asegurar que mi hijo quiere mucho a su tío. Y si no tienes más preguntas, déjame que ahora sea yo el que conozca tus novedades.”
    En ese momento el camarero nos trajo los dos platos de cordero en salsa de menta. Realmente sugerente y bien presentado. El olor por sí sólo ya abría el apetito. Aunque además de esperar a que se enfriara un poco, yo tenía entonces un nudo en el estómago, pues ¿cómo contarle a Luke que hubieran pasado dos meses sin haber ido ni una vez a visitarlos? Él debía estar notando mi nerviosismo, pues ayudó, quién lo diría, contándome algunos hechos de mi propia historia.
−“Antes de que empieces déjame relatarte algunos episodios, pues quizá te sea bueno saber que los sé. Para empezar, la misma noche del 6 de agosto, tuviste, digamos, una alucinación, en la que creíste ver a John, y seguramente ahí fue de donde sacaste la idea de que Miguel siguiera con fiebre. Luego, en la misma mañana del 7, sin esperar ni un solo día más, les hablaste a los ¿cómo los llamaste?, ah sí, tiburones, de tu estancia con nosotros y nos defendiste, no permitiendo que se nos ofendiera. Ese mismo día conociste al camarero de la Thuban Star, cuyo nombre creo que es Richard −a esas alturas ya me inquietaba saber cómo había conocido todo este inventario−. Fue una de las dos personas a las que pediste expresamente que si llegabas a olvidarnos, te diera una bofetada. ¿Voy bien?”
−“Sorprendentemente bien” −le dije, sin atreverme a añadir nada más.
−“Después te contaré cómo sé todas estas cosas. Pero sigamos. Al llegar a casa cada día, te refugiabas en la biblioteca, o te ibas por ahí en coche para no tener que departir con tus criados. Pero un día, finalmente, no los soportaste más y decidiste despedirlos y quedarte solo. Así pasaste todo septiembre. Por no alargar todo esto demasiado sólo me resta contar que si te reprochas no haber venido, finalmente lo hiciste. Estuviste aquí la madrugada terrible del huracán. Y no pudiste hallarnos. Estábamos, como ya habrás sospechado, en casa de Anne-Marie. Mis compañeros se han refugiado en ella cinco o seis veces. Pero yo llegué más tarde, como ya sabes, y hasta esa noche no conocí su precioso hogar en Evendale.”
−“Anne-Marie entonces…” −le dije preocupado. No sabía qué más podía haber contado.
−“Anne-Marie −empezó a contarme en tono evocador−… me gusta esa mujer. Sí, Nike. Yo sé que ella no me aprecia de verdad. Nunca me ha querido demasiado, en realidad. Pero estos últimos meses parece casi aborrecerme −me sentí realmente perturbado ahora−, pero yo no puedo evitar quererla mucho. Y si te preguntas por qué, te diré que ella representa para mí la fidelidad perruna. Es amiga de John; y se lo demostrará en cualquier circunstancia. No creo que a los demás nos considere sus amigos, pero nos habla con educación y cortesía. Pero su amistad con John está por encima de toda consideración. Lo viene a ver a la calle como lo seguiría a la cárcel o al infierno. En el tiempo en que la he conocido, ella ha sido un espejo en el que mirarme, por si algún día Lucy y yo decidiéramos apartarnos de aquí. Es un desafío que tengo conmigo mismo: mis compañeros son mis amigos, y lo han de ser siempre.”
−“Y como puedes comprender −continuó−, siendo la única persona que estaba en contacto al mismo tiempo contigo y con John, ella le contaba cosas de tu vida reciente. Y yo ahora suelo pasar varias horas al día con él, a veces con Miguel al lado. Y como John sabe lo mucho que te aprecio, le hago preguntas sobre ti y él me refiere algunas cosas. Pero imagino que se guardará otras. Las más privadas sobre ti no me las contará ni yo se las pregunto.”
   Arenas movedizas. Me inquietaba y a ratos espantaba lo que pudiera saber Luke. Pero no me arrepentía de haberle contado la realidad a John y Anne-Marie. Me hacía muchas preguntas acerca de si él habría averiguado la verdad, pero todo lo que tenía claro en ese momento es que Luke parecía quererme, a pesar de la distancia de esos dos meses. Y eso me bastaba.
   La comida ya estaba lo suficientemente fría pero aún no la habíamos probado. Y yo tenía un trozo de pan en la mano dispuesto a introducirlo en la salsa. Pero Luke no comenzaba, aunque sí había saboreado ya su refresco de cola, y yo estaba bastante nervioso, a pesar de estar satisfecho de tener esta conversación con él, como para empezar.
−“Así que, Nike, ¿qué te parece si comienzas tú ahora a contarme lo que quieras?”
−“¿Qué te puedo contar sobre mí estos meses, que no te haga pensar que me he comportado como un traidor?”
−“Nike, te haré saber algo más. Tú puedes pensar sobre ti mismo lo que quieras. Pero yo no he pensado ni un solo segundo mal de ti y no voy a comenzar ahora. Así que te diré que también sé indirectamente por Anne-Marie que no podías evitar nombrarnos en cada una de tus conversaciones con ella. ¿No es cierto?”
−“Es cierto, Luke. Pero maldita sea, no puedo ocultarte lo que ya de sobra sabes. No he ido a veros. ¡No he ido a veros! ¿Cómo pasar de ahí?”
−“Nadie tendría por qué venir a ver a unos mendigos y…”
−“Eso sí que no, Luke. No te puedo dejar que pienses eso. Sí, sois mendigos −y bañado en lágrimas proseguí−, pero también sois, me creas o no, lo que más quiero en el mundo.”
−“Te creo. Sigues siendo el mismo Nike que yo tuve la suerte de querer en verano. Y como me permitiste conocerte por eso puedo decirte que sé perfectamente que lo que me cuentas es verdad. Si me lo permites, te diré que ese Nike que entonces conocí habría querido venir a vernos.”
−“Entonces, Luke… ahí lo tienes. No he ido.”
−“Fíjate, Nike, que quizá el problema lo tengamos en un verbo. El amigo que yo conocí habría querido ir a vernos. Luego si no ha venido es sencillamente porque no ha podido.”
−“No me sirve, Luke. Tenía todas las tardes libres. De hecho cada mañana pensaba “Esta tarde iré”, pero cuando ésta llegaba, al final flaqueaban mis fuerzas.”
−“Déjame decirte, Nike, que cuando nos conociste en verano, fuimos una parte tan fundamental para ti que podríamos decir que desde entonces vives en dos mundos. Y puesto que me has dicho que nada en uno de ellos te impedía venir, al final es lo que pienso. Hay una circunstancia, que yo desconozco, que te hace imposible el regreso a este mundo, al Arrabal de la Mano Cortada. Supongo que no será esto, pero supongamos, es sólo una suposición ¿eh?, que con uno de los siete hubieras tenido una discusión y no te sintieras cómodo con él. Siendo así, no vendrías por no encontrarte con esa persona.”
−“Yo no he tenido ninguna discusión con nadie. No es eso, Luke. Os quiero a los siete.”
−“Perfectamente, Nike. Y yo te aseguro que eso lo tengo muy claro. Era solo un ejemplo. Déjame aventurar otra suposición. Pero primero te pregunto otra vez: ¿hay o no hay una circunstancia en nuestro mundo que te impide venir?”
    Sí. Y esa circunstancia eres tú, Luke. Mas como no podía responderle esto, tuve que hallar otra razón que explicara mi ausencia. Y no tardé en encontrarla.
−“No sé si me entenderás o me creerás. Podía haber ido a visitaros.  Pero así me habría sentido mal después. Tanto llegué a apreciaros en verano que me identifiqué con cada uno. Esos días el destino me hizo parar allí para que aprendiera a quereros. Una sensación nueva en mi vida. Tras la muerte de mis abuelos yo no sé si de verdad he vuelto a querer a alguien como os quiero a vosotros. Y no podía, Luke. No podía ir a visitaros y después volverme a mi casa como si nada. Necesitaba sentirme de nuevo uno más, el octavo, no un amigo que os quiera pero no comparta vuestra vida. Varias veces, de las palabras de Miguel y de la señora Oakes, deduje que al menos ellos dos esperaban que me quedara siempre con vosotros. Los últimos tres lo habéis hecho. Fue una decisión instantánea y yo no fui capaz de hacer lo mismo.”
−“Nike, ninguna decisión es mejor que otra por ser instantánea. Y recuerda que nada te obliga. ¿Entiendes algo tan sencillo como que no se te pueda hacer ningún reproche, ni a ti ni a nadie, por no volverse inmediatamente mendigo? Por el amor de Dios, nosotros te queremos. No podemos hacerte eso. Y cada vida tiene sus circunstancias.”
−“No hay nada en mi vida que me ate, Luke. Eso te lo puedo asegurar. Así que admitiré que, como tú me acabas de decir, hay una “circunstancia”. Dejémoslo ahí. Me basta porque sé que al menos tú me crees.”
−“Cuando uno no se quiere mucho a sí mismo, Nike, y sé de qué te hablo, se pueden extraer muchas deducciones erróneas. Podemos creer equivocadamente que los demás no nos quieren o no nos entienden. Te hablo así, libremente, porque sigues siendo mi gemelo, y de este modo te sentirás más cómodo. Damos por hecho entonces que hay una “circunstancia”. Y espero que des un paso más y tengas muy claro que te comprendo y te quiero. Ahora de verdad me gustaría saber de ti.”
−“Pasaba las horas recordándoos. El trabajo era lo único que me hacía pensar en otras cosas por algún rato, mas aún así cada mañana volvía a pasar por lo mismo: me retaba diciendo que hoy sí iría a veros. Cuando salía del trabajo, desistía, no sin antes replantearme, al menos, ir a ver a tu hermano y que me hablara de todos. Pero tampoco me sentía con fuerzas. Y al final hacía otras cosas sintiéndome vil y, no te lo voy a negar, la pobre impresión que tenía de mi mismo empeoraba. Sólo me consolaba que Anne-Marie iba a veros y me contaba que seguíais bien. Excepto el 26 de septiembre, cuando ya no pude más y me acerqué al Arrabal temiendo de veras por todos, y al no hallaros, realmente me inquieté, hasta que al fin ella me dijo que habíais pasado la noche en su casa. Y de lo demás poco tendré que contarte que no me dijeras tú primero.”
−“De todos modos, cuéntamelo, Nike. Quiero conocer tu versión. Pero sin reprocharte nada.”
−“Será inevitable que me haga reproches. ¿Qué te puedo contar? Sin vosotros todo ha sido desazón, desesperación, desierto… Cuando me iba a la cama, la soledad me daba frío, sentía que las sábanas se habían vuelto escarcha. Y no podía distraerme viendo la televisión, porque temía siempre toparme por sorpresa con la información del tiempo. Si decían que iba a hacer frío, que iba a llover, que el viento heriría como puñales antes de volverse huracán, sentía que me moría por no estar junto a vosotros y padecerlo a vuestro lado. Los informativos a lo mejor pasaban a hablar del hambre en el mundo y entonces es cuando ya los oídos me sangraban. Sé que no arreglaría vuestra vida viniéndome a la calle pero no me atrevía a imaginaros muertos de hambre o a recordar lo bien alimentado que estuve con tanto como me regalasteis. Y yo tenía en Deanforest lo que habría podido saciaros. Así que al final no veía la televisión y me refugiaba, como ya sabes, en la biblioteca. Pero entonces recordaba a Olivia y me ponía a llorar. Aunque al menos allí estaba a solas y podía hacerlo. Hasta que no pude más y hube de quedarme solo. Si algo bueno te puedo contar es que en estos dos meses, y gracias a mis recuerdos, no he caído en la tentación y no he bebido una sola gota de alcohol. Y cuando se vive una vida despierta y lúcida hasta el dolor se agradece. Al menos en mi tierra de nadie me mantenía sobrio, y con vuestro recuerdo a mi lado, sea como sea, vivía, Luke. En verano los siete fuisteis para mí la imagen de un cuadro imperecedero y sus óleos vivos seguían derramándose en mi memoria. Y ya he aprendido que ese cuadro no se me borrará. Pero puedo perder el asidero. Lo que yo necesitaba era estar seguro de que ese paisaje no se iba a caer. Necesitaba puntillas, los clavos con que fijarlo. Eso es lo que me pedía el corazón. Si tengo paredes, éstas os necesitan para mantenerse sólidas y no dejar caer las mejores imágenes, las que un buen día me traje de vuestro arrabal. No sé si será suficiente el amor que os tengo para asentarlas definitivamente. Sin embargo, Anne-Marie me recomendaba que intentara olvidar. Era imposible, porque ni podía ni quería olvidaros. Y eso es básicamente todo, Luke. No creo que te tenga nada más que contar.”
−“Si me lo vuelves a permitir, yo tendría algo más que contarte sobre ti: lo que ha pasado esta mañana. Es que no creo que sepas que yo he oído las palabras que el señor Weissmann te ha dirigido cuando salíais de The Golden Eagle. ¿Eran una oferta para que presidieras la compañía, ¿no?”
−“Sí, Luke. Era eso.”
−“Entonces, si me permites que te pregunte: ¿qué le has respondido?”
−“No he sido capaz de darle una respuesta.  Es difícil explicarlo, pero te diría que en estos momentos lo que me ocurre es que no sé quién soy. Debería haberle respondido inmediatamente que acepto, pero algo me lo impedía. Todavía podría hacerlo, aún estoy a tiempo, pero no veo… no consigo ver que presidir la Thuban Star sea lo que yo deseo para mi futuro. No es fácil hacerme entender ni que me comprendas.”
−“Te comprendo, mendigo.”
−“¿Para qué desearía estar en un trono, alejado de quienes quiero y…” −y de repente interrumpí la frase. Casi se me pasa por alto el vocativo que acababa de emplear.
−“Luke −le dije derramando verdaderas lágrimas−, me has llamado mendigo. Gracias.”
−“Ha sido la Urgencia. Cuando realmente he comprendido que lo necesitabas. Y si te fijas bien, en este tiempo has vivido como un mendigo, con lo único que verdaderamente hace falta: la belleza de los recuerdos, de la amistad, hasta evocar la escasez debe haberte aportado alguna luz. En tus sábanas has pasado frío; y recordando nuestra hambre, has sentido hambre. Has recorrido las primeras etapas del viaje iniciático necesario para ser feliz en la vida: apartar todo aquello que no le hace a uno dichoso y quedarse con lo que verdaderamente sí sea preciso. Tú has sobrevivido gracias a tus recuerdos; nosotros recordándote, porque tú no has sido uno más, nunca serás uno más. Nos conmoviste a todos, a mí especialmente, porque efectivamente vas vestido de la Conmoción. Y dejaste caer muchas frases que para mí son perlas. Pero me estoy acordando especialmente de una que soltaste en tu primera hoguera con nosotros, ya casi restablecido: “Si el olvido es un demonio, vade retro.” Y realmente has exorcizado al olvido. Con un hombre como mi amigo Nike siempre estaremos vivos en tus recuerdos y podremos ser, si tú lo deseas, tu ancla para cada vez que tengas un mal momento. Y en ese caso, ya sabes dónde estamos.”
−“Si voy a veros.”
−“Vendrás a vernos, Nike. La batalla interior ya terminó. Ya conoces su desenlace. Confía en ti. Y si me permites volver a lo que pasó esta mañana, Nike, de repente aparece un mendigo sucio en la esquina de enfrente y lo abrazas con verdadero afecto. Nunca voy a olvidar esa imagen de ti con los brazos abiertos. Yo sí que tengo ya las puntillas para que no se me caiga el paisaje de amistad que me hice de ti en verano.”
−“Estos dos meses me poseían en ocasiones unas palabras de tu mujer que igual recuerdas. Tú estabas a su lado. Me dijo esto: “Cuando nos veas, nos reconocerás.”
−“Sí, las recuerdo”
−“Cada día me acordaba de ese reto, diciéndome para mis adentros: “no por no ir a verlos, vas a evitar cruzarte con alguno de ellos en alguna ocasión. Y ¿qué harás entonces?”
−“Harías exactamente lo que has hecho. Esas palabras no eran un reto, eran…” −pero lo interrumpí.
−“Eran un constante desafío a la sobriedad de Nicholas Siddeley, que habría de demostrarse a sí mismo si llegado a la hora de la verdad, sabría comportarse como un hombre de verdad debería saber hacerlo.”
−“No me gusta ver que te acuchillas con reproches. Pero de ese modo, percibo una vez más lo mejor de tu sangre. Somos como hermanos. Yo me vi un día limpio en los ojos de Lucy y un buen día de verano, limpio en los tuyos. Déjame intentar que de la mirada de mi hermano Nike desaparezca la suciedad. Amigo mío, ¿de veras crees que al vernos habrías podido actuar de forma diferente? Mira en tu interior y piensa en nosotros uno a uno. Evoca las otras seis imágenes, y dime la verdad: ¿no es cierto que a todos y cada uno le habrías dado el mismo abrazo fuerte que me has dado a mí?”
   Y entonces hice lo que me pedía. Me imaginé a los otros seis uno por uno y en ese momento realmente creí que en verdad habría respondido de la misma forma. Me tranquilicé en cierto sentido hasta que él siguió hablando.
−“En realidad, Nike, la contienda que sostenías sobre el reconocimiento era más difícil conmigo −ahí sí que verdaderamente me inquieté. Pero en cada conversación con Luke se pasaba de bravo oleaje a mar en calma−. No te alteres. Era más difícil porque tú y yo hablamos de amistad. De hecho, si lo recuerdas, fuiste tú quién nombró primero esa palabra sagrada. Y yo pude ver, conmovido, que un hombre hasta ese día desconocido no tendría problemas en desear ser amigo de un mendigo. Y amigos seguimos siendo. Y lo seremos siempre. La vida, una ramera en muchas ocasiones, hace a menudo que de tus mejores amigos te separen el tiempo o la distancia. Pero a pesar de todo, uno sabe reconocer, cerca o lejos, a sus mejores amigos. Y quizá con los otros seis, no lo sé en realidad, no hablaras claramente de amistad. Por eso era más difícil conmigo. Y no te inquietes más con el futuro. O ¿tienes todavía alguna duda de que cuando me vuelvas a ver, a mí o a cualquiera de los otros seis, harías exactamente lo mismo?”
−“Lo que me sucede, como verás, es que no tengo ninguna confianza en mí. Y te parecerá una locura, pero en ese momento, si no llego a reconoceros, mi corazón habría estallado para siempre. Quizá sea esa la razón de que no le haya podido dar una respuesta esta mañana al señor Weissmann: el hecho innegable de que al menos en este momento de mi vida lo más importante sois vosotros; y no me he atrevido a dar ese paso, pero quisiera estar siempre a vuestro lado.”
−“Mírame a los ojos, Nike. Te lo he permitido hasta ahora porque es muy importante dejar que cada persona pueda derramar la sangre de lo que lleva en su interior. Pero a partir de este momento tendré que usar la severidad. Ésta no es siempre un látigo, un reproche o un castigo. Muchas veces es un analgésico necesario para al menos aliviar bastantes dolores, una palabra en su tiempo oportuno, desnudarte la seguridad de que siempre contarás con mi amistad y la de mis compañeros. Desde el día que te conocí hasta hoy tu camino ha estado lleno de dignidad. De dignidad, Nike. Espero que, pienses lo que pienses, te haya quedado clara la opinión de Luke sobre su gran amigo Nike.”
−“Cada vez que hablo contigo, tú me haces ver las cosas de otra forma. Te necesito, Luke.”
−“Tú me necesitas. ¿Te has parado a pensar cuánto te necesito yo a ti? No es suficiente el amor de mi mujer para saber quién soy. Todos necesitamos a un mejor amigo que te vea con ojos diferentes. Yo no sé si soy un capullo, como tú solías referirte a ti mismo, o una buena persona. Pero en el espejo por donde me miras acabo viéndome siempre, si no como soy, como me gustaría ser. Si recuerdas tus propias palabras, todos los compañeros me dieron en su día una bofetada. Pero me faltaba la que tú también me diste, un cachete de ternura que me unió a ti como un hermano gemelo. ¿Lo vas teniendo claro ya?”
−“Gracias por tus palabras, Luke. Creo que es muy cierto lo que dices, que amigos somos y no tenemos por qué dejar de serlo. Pero estarás conmigo que hasta ahora el amigo Nike no ha demostrado de verdad su amistad.”
   El cordero se enfriaba. Y ninguno de los dos lo había tocado aún. No es fácil explicarte, Protch, que en aquella hora, estábamos desnudando verdades, lágrimas, sentimientos. Y en momentos así el hambre desaparece. Al menos mi hambre. Tuve varias veces la tentación de contarle a Luke la verdad de mi amor por él. Pero quizá ese cuatro de octubre no fuera el día adecuado. Sólo importaba que lo veía de nuevo y me quería. Lo volvía a demostrar en sus siguientes palabras.
−“Nike, amigo mío. Te sigo viendo con muchas dudas acerca de si has demostrado la amistad de la que hablamos en julio. Entonces te hice unas preguntas. Ahora quizá te vuelva a hacer las mismas y algunas más. Y no temas responderme lo que piensas realmente. Sigo queriendo conocer tu opinión sobre algunas cosas. ¿Puedo empezar?”
−“Adelante.”
−“¿Piensas o no que soy un idólatra?”
−“Luke… has tenido un momento oscuro en tu vida, que yo tengo la suerte de que me contaras. Ahora, si en verdad somos gemelos, yo paso por un camino diferente, pero igual de oscuro. Me has hablado un par de veces de luces. Yo creo que tu mujer, tu hijo y tus compañeros son faros. Y con su claridad, no es posible perder la orientación porque ya sabes, sin dudarlo, dónde está tu puerto. A los ídolos se los venera, y sin duda, en tu tiempo entre los calvos, lo hiciste. Pero en muchas ocasiones ya nos dejan de servir y se los abate. Tú ya no necesitas esos tótemes y tus compañeros son las aguas calmas de un estanque, imagínate, que no tiene orillas, y sus lindes son inabarcables. Con la aguja de esa rosa de los vientos no volverás a extraviarte.”
−“¡Dios! −volvía a oír su exclamación favorita−. Y aún creerás, Nike, que no has demostrado tu amistad. Está bien, siguiente pregunta. ¿Crees que soy un niño, un adolescente pueril, o que en verdad soy un hombre?”
−“Un hombre hecho y derecho, Luke. Y junto a tu mujer, ambos crecéis y evolucionáis cada día. Tus compañeros deben notar lo que noto yo. Cómo nos asumes tal como somos, y no sólo sabes leernos, sino que nos reescribes con las líneas adecuadas. No soy capaz de ver ni un solo átomo de puerilidad ni en ti ni en tu esposa. Los dos sois, mujer y hombre, maravillosamente reales.”
−“Gracias, amigo mío. Ahora te haré un par de preguntas que no te he hecho aún. Dime lo que piensas de verdad. Sé tan valiente como ya me has demostrado ser. A ver, Nike: ¿qué piensas de mi olor?”
   Esa pregunta sí que era delicada. Y no podía esquivarla sin darle el verdadero nombre a las cosas.
−“Quieres saber qué pienso de tu olor. ¿De tu olor a sudor? ¿De tu suciedad?”
−“Nunca me has dicho nada, quizá por no ofenderme. Pero los verdaderos amigos han de hablar de todo. ¿Qué piensas, Nike?”
−“Te quise mucho y te quiero mucho. Esas cosas no me importan.”
−“Eso lo percibo bien. Atrévete a dar un paso más. ¿Por qué no te molesta?”
  Y como no podía responderle porque te amo, estuve unos segundos intentando ver a qué me recordaba su olor.
−“Quizá la época más feliz de mi vida fue mi infancia, junto a mis abuelos, siempre rodeado de aguas, de árboles y de gatos. Tu olor me evoca el olor de la madera de los árboles de Siddeley Priory.”
−“Impresionante. Nos has dado nombre a todos, aunque no lo creas. Y a mí me pusieron al nacer en una cuna de madera. Dime algo más.”
−“Supongo que tu olor le gustará a Lucy −pero enseguida me desdije, interpretando en los de su mujer mis propios sentimientos−. No es eso. Lucy te ama. Y en cualquier condición que estés te seguirá amando. También habrás estado muchas veces limpio ante ella.”
−“Muchas veces, sí. Aunque aún no me has visto así, no dejo que pase un mes sin haberme dado un buen baño. Pero ¿por qué crees que lo hago?”
−“No es fácil averiguarlo −y en ese momento, por unos segundos, supe la respuesta. Pero se me escapó en seguida. Fue la primera de muchas veces que tuve esa idea fugaz, sintiendo siempre que era muy importante asirla−. A ver, Luke, yo diría que un hombre como tú, en plena juventud y en el apogeo de sus fuerzas, lo haría, es decir se lavaría con mucha frecuencia. Sin querer ofenderte, yo diría que entonces, por alguna razón que desconozco, tu suciedad es deliberada. Pero no logro saber por qué. He tenido un relámpago de cordura en que creí saber la respuesta. Mas se me ha ido. ¿No me la quieres decir?”
−“Vas muy bien, Nike. Es deliberada. Pero no te voy a decir por qué, porque sé que mi amigo acabará por averiguarla sin mi ayuda. Efectivamente, hay un motivo, para mí importante. Tranquilo, hermano. Como te conozco bien, sé que tarde o temprano encontrarás la respuesta. Permíteme una pregunta más: ¿Qué piensas, de corazón, de que Lucy y yo hayamos tenido un hijo en la miseria?”
   Cada nueva pregunta era más inquietante que la anterior. Sólo sabía que para mis adentros no les había hecho jamás ningún reproche. Era difícil, pero no imposible. Tenía que bucear en mi interior en busca de las soluciones que mi corazón hubiera dado ya a ese enigma.
−“Verás, mendigo −fue la primera vez que me atreví a llamarlo así. Pero con su mirada, me dio las gracias−… si sólo se pudiera tener un hijo en la riqueza, yo diría que tres cuartas partes de la humanidad no habrían nacido. Lucy y tú teníais tanto derecho como cualquier padre a prolongaros en un hijo. Y si no te parece bastante, y aunque creas que no te estoy respondiendo, mírame, Luke. A mis 29 años, mis últimas vivencias alcoholizadas, y más tristezas que alegrías, si en este momento de mi vida alguien me preguntara si felicitaría o culparía a mis padres por haberme traído a la vida, ¿qué crees que respondería?”
−“Comprendo.”
−“Luke, no sé si de verdad comprendes. Déjame acabar, porque podrías estar interpretando lo contrario de lo que te intento decir. Si en este momento de mi vida me hicieran esa pregunta, respondería que doy sinceramente las gracias a mis padres por haberme traído a este mundo, a la libertad y las esclavitudes, a la belleza y la fealdad y los momentos en que hay que pasar una prueba, a la felicidad y al dolor. La vida, con sus muchas caras, es siempre un regalo, y yo agradezco estar aquí, con lágrimas o sin ellas. Cuando vuestro hijo sea mayor, y si le hicieran un día esa pregunta, responderá algo parecido y os dará las gracias.”
   ¿Cómo empezar a comer? Luke lloraba, y no por primera vez, en mi presencia, un llanto de agradecimiento. Retiré el pan de mi mano, y me propuse en serio no empezar hasta que él comenzara.
−“No podía ser de otra forma −me respondió emocionado−, mi gemelo se reprocha no haber demostrado su amistad y en cada palabra o cada gesto lo hace. Lo vuelve a hacer. Pues incluso en la ausencia yo te podría decir lo que hizo mi amigo Nike. Aún recuerdo, mendigo, que el 6 de agosto te alejaste unos minutos a dialogar con John. Bueno, yo no sé de qué hablasteis −intentaba calmarme, como si estuviera seguro de que yo no quería hablar de eso−, pero creo que en algún momento debiste mencionarme. Y a mi mujer. Y lo creo, Nike, porque la visión que tenía John de los dos dio un giro radical. Desde esa mañana, a mí parecía volver a verme como me veía cuando llegué. Ahora me busca con frecuencia, quiere intercambiar opiniones conmigo de casi todo, y tengo un respeto nuevo como si hubiera tenido los ojos llenos de arena y de repente se le hayan limpiado. Pero lo más importante es que se nota en sus palabras que ha vuelto a sus primeras impresiones sobre Lucy, considerándola de nuevo inteligente y perspicaz, como la había juzgado siempre. Y quizá sus opiniones se hayan extendido a todos un poco. Ya Luke no es adorable, ni Lucy pueril. También ha cambiado Bruce. Pero yo creo que en su caso no ha sido por John. Se suele apartar la idea, en la que coincido contigo, de que Bruce es muy inteligente. Pero es más despierto de lo que se le supone. A mí me parece que en su caso se guió también por ti, pero no a través de John. Te tuvo en tanta consideración en verano, agradeciéndote sin duda tu forma de juzgarlo, que seguramente miraba en tus ojos la impresión que tenías de mí. Y tan diferente se le nota que ahora Bruce es uno de mis mejores amigos.”
−“Háblame especialmente de él. Lo echo tanto de menos, Luke. ¿Le has notado algo diferente en su salud, algún peligro…?”
−“Estás pensando en el Vaticinio.”
−“No sé si es que no puedo creerlo o que no quiero creerlo. Pero no puedo evitar pensar en eso cada día.”
−“No le he notado nada, tranquilízate. Y sí, estuvo nadando con frecuencia en agosto y algunos días yo lo acompañaba. Creo que la última vez fue el 15 de septiembre, cuando decidió lavarse para nuestra boda. Nada le ha pasado. Le regalaste el dominio del agua y cada vez que se sumerge en el lago, piensa en ti.”
−“Luke. Cuéntame, por favor, que opinión tienen todos de mí. Con sinceridad.”
−“No hay ninguna mala opinión de ti, déjame empezar por ahí. En todo caso alguna duda. La señora Oakes tiene la absoluta seguridad de que te reencontrará. Ella no desconfía de ti. Y lo que en ella es seguridad, en Lucy y en mí es verdadera fe. Ni un solo segundo hemos dudado de ti. Quizá Bruce no esté seguro de cuándo volverá a verte, pero te espera con su mejor sonrisa. Yo diría que John conoce algunas razones que le hagan pensar en que no debe esperar tu regreso inmediatamente.”
   Y viéndole vacilar sobre los dos que quedaban, pregunté:
−“¿Y Olivia y Miguel?”
−“Es difícil saber qué piensa mi querida Olivia. En sus palabras se hace evidente siempre lo mucho que te quiere, el buen sabor de boca que le dejaste. No te puedo asegurar… bueno, qué piensa ella de si te verá otra vez. Pero si habla de ti, lo hace estremecida, como lo hacemos todos. Y en cuanto a Miguel, bueno, no te voy a engañar, te quiere también pero creo que en su caso únicamente hay una especie de seguridad de que no te volverá a ver.”
−“Y sin embargo, yo lo quiero mucho, Luke. No he podido olvidar ninguna de las palabras de Miguel. Eran a menudo más que desafíos, necesarios espolones, luces guías que no siempre he seguido, pero que me marcaban el camino.”
−“Todos te queremos.”
−“Luke. No puedo más. Verte ha sido el impulso necesario. Ha de ser esta tarde o nunca. Quiero acercarme al arrabal y abrazaros por fin a todos.”
−“Ya sabes que puedes ir cuando quieras.”
−“Es verdad. Pero si me has entendido antes, no puedo haceros una simple visita. Necesito hacer algo más. Sentirme como en verano. Quiero dormir con vosotros. Esta noche al menos no quiero pasarla en Deanforest.”
−“Uno de nuestros códigos dice que hay que entenderse sin hablar, y que si quieres aprender, mejor hacerlo sin preguntar. No podía dejarte que siguieras teniendo una pobre opinión sobre ti mismo. Y por eso he hablado. Pero no sé si has notado que en realidad me he estado mordiendo la lengua. No quería que mis lágrimas o mi sangre te produjeran un maremoto. ¿Dormir con nosotros dices?”
    Lágrimas y sangre eran todos los ingredientes. De ellos participaba yo, y Luke conmigo. Si ya te dije que el hambre no es sólo la necesidad de alimentos, comer no es sólo ingerirlos. Debe de ser algo más. Nuestros corazones se vertían, y tiernamente nos devorábamos. El cordero nos miraba sarcástico. Seguíamos sin tocarlo.
−“Sí, Luke. Quiero pasar la noche allí. Pero óyeme: no quiero quitarle de nuevo la tienda a Bruce. Y mucho menos, incomodando a los demás. Me gustaría tener mi propio lugar allí. Para esta noche o quizá para muchas otras. Poder decir que entre vosotros se haya la tienda de Nike, para veros con frecuencia y estar allí entre todos.”
−“Sabes que cómodamente Bruce te la volvería a dejar, encantado de dormir en “la casa” con el placer de abrazarte de nuevo.”
−“Lo sé, Luke. Pero no quiero hacerle eso. Si es necesario, sería yo el que se fuera a dormir a “la casa”, y al menos cenaría allí con vosotros. Imagino que ahora en otoño seguiréis haciendo vuestras hogueras. Dime si sería más o menos posible encontrar una tienda.”
−“Podríamos buscarla en el vertedero. De allí son casi todas. Olivia y la señora Oakes consiguieron traerse la suya desde la Colina de los Caballeros. Éstas las compraron en el Ejército de Salvación, en una tienda en Castle Road. Si lo hubiéramos sabido antes, te habríamos buscado una, pero ahora… no sé si en el vertedero encontraremos algo digno donde dormir.”
−“La buscaré en el vertedero. Y si no, dormiré en la casa. Pero en Deanforest, no. Esta noche, no. Luke… −vacilaba ahora. Sabía que más que nunca iba a ser difícil hacerme entender−, me has llamado ya mendigo. Y no creas que me ofende o que tus palabras hayan sido precipitadas. Es lo que quiero ser. Al volver a veros, más que nunca, no puedo ser un señorito de los mendigos. En verano me faltaron muchas cosas por conocer. Tengo que saberlo todo, por si ese destino me estuviera aguardando, como yo deseo. No sé si me entenderás, pero quisiera ir a la calle hoy mismo.”
−“¿Estás seguro, Nike? Te vamos a querer igual si no lo haces.”
−“Estarás pensando que es una locura.”
−“Yo no te voy a decir eso. Ya sabes que, locura o no, yo también caí y nunca me he arrepentido de estar donde estoy.”
−“Sí, Luke. Quiero ir a la calle. Dame solamente, por favor, alguna indicación de a dónde ir, las mejores horas, qué tengo que hacer, etc.”
−“¿Es que estás pensando en ir solo?”
−“Todos habréis ido solos.”
−“Alguna vez, sí. Pero John y yo no comenzamos solos.”
−“Mi idea, Luke, aunque te parezca un sinsentido, es la siguiente: quiero ir a la calle esta tarde, regresar después a la Mano Cortada y dormir con vosotros. Mas por la mañana volvería a mi trabajo, y de nuevo, las tardes y las noches, mendigo. No puedo presidir la Thuban Star. Ahora lo sé. No es para mí. Pero necesito seguir de momento en mi trabajo. Aunque no te pueda aún explicar por qué, es preciso que siga allí por si las cosas se torcieran o algo no vaya bien. O por si mi resistencia fuera menor de lo que yo pensaba. Aún tengo que conocer la calle y la Vergüenza.”
−“Te daré entonces la información que me pediste. Pero recuerda, Nike, que en cualquier momento puedes echarte atrás y no creas que voy a pensar mal de ti por eso. Horas o lugares. Ya habrás imaginado que nos guiamos a menudo por los horarios de misa. Nos los sabemos de memoria en todos los templos, de tan diferentes confesiones. Pero a menudo cualquier lugar de la ciudad nos sirve. Hoy me has visto en Longborough Street. Y si no nos acercamos a una iglesia, no hay una hora conveniente, sino días de más o menos suerte, dependiendo también mucho del clima. No creo que esta tarde, por ejemplo, sea una jornada afortunada. El cielo está lleno de nubes que amenazan lluvia. Pero en cualquier clima seguimos haciendo nuestro trabajo. Y en cuanto a qué tienes que hacer… me sería más fácil explicártelo si me dejas que te acompañe.”
−“Pero tú debes ir con Lucy, Luke.”
−“A la calle se puede ir solo o acompañado. En parejas alimentadas por el amor, como Miguel y John o Lucy y yo, o por amistad, como la señora Oakes y Olivia. Como seguro que ya sabes, de nosotros siete, sólo Bruce acude en solitario. Pero desde que nació nuestro hijo, Nike, Lucy y yo no vamos juntos, no podemos ir juntos. Ella prefirió quedarse a cuidarlo por las mañanas, que es cuando salgo a la calle yo. Después regreso, me hago cargo de nuestro hijo y sale ella. Y así en toda ocasión uno de los dos está en la calle y el otro cuidando de nuestro pequeño rey. Y a Lucy no le importará quedarse todo el día cuidándolo y que yo haga el trabajo de los dos del amanecer al ocaso. No mucho, pero algo le llevo ya y ella estará feliz de saber dónde estoy y con quién. Debes decidirlo tú. Pero si de verdad quieres ir, para mí sería un placer acompañarte.”
−“Para mí también sería un verdadero placer ir contigo. Pero Luke, no quiero tener que responsabilizarme de tu hambre. Y ya te he robado horas valiosas −y mirando su plato inquirí−: ¿No vas a comer?”
−“Nike −me dijo con severidad−, voy a ir a la calle contigo. Pero quiero que me prometas que en ningún momento vas a ir al límite de tus fuerzas por querer demostrarme una amistad que ya me has demostrado con creces. El objetivo es únicamente que vengas a vernos y buscarte una cama para esta noche o para cada vez que quieras. Y después te lo volveré a preguntar. Si a pesar de todo, sigues decidido, tu amigo Luke te acompañará. Pero ten claro en todo momento que a cada paso puedes retroceder. No me importa si aguantas toda la tarde o cinco minutos. Yo no te voy a querer menos por desistir. Si tienes esto claro, te respondo sobre mi comida. Hay muchos días, incluso para los mendigos, que tienen conversaciones que llenan más que los alimentos, así como los relatos calman el frío. No voy a comer, Nike. Pero deberías hacerlo tú. Si quieres ir a la calle, nunca se sabe qué clase de día te va a tocar. O si comerás.”


 
    Segunda misa negra. Luke se había saciado sin tocar alimento, y segundo fue en rechazar el cordero y el vino. Las lágrimas de su cuerpo fueron la carne y la sangre la bebida. Con el corazón y el alma de Nike entró en comunión y prefirió morderlo así, depredador vampiro de olor a noches de hogueras, con ternura y aceptando la religión verdadera de los sentimientos desnudos, amistad de dos licántropos que se devoran.


 
−“No parece que tenga apetito tampoco, Luke. Y si esta noche me hubiera de llegar el hambre, que así sea. Pero en estos momentos no soy capaz de probar bocado. Bien se ve que comer cordero estando con alguno de vosotros es imposible −sonreí−. A partir de ahora, habrá que comer pescado.”


 
   Habrá que comer pescado. La Precesión de los Equinoccios ya había hecho que el sol en primavera no entrara en Aries en la actualidad, sino en Piscis. Y para que Nike pasara de la antigua estrella polar Thuban a la actual, su precesión debía moverlo de Thuban a Polaris, y quizá ese cuatro de octubre la brújula del cielo del norte ya lo situara en la Osa Menor. Y justo enfrente, en la Eclíptica, con el impulso que le acababa de dar Luke, su navegación en el Zodiaco también había variado, entrando con seguridad en Piscis.


 
−“Perdóname, pero déjame que vuelva a insistir. ¿Estás seguro de que quieres ir a la calle esta tarde?”
−“Completamente seguro, Luke.”
−“Entonces… no podía decírtelo antes. No quería moverte precisamente a esto. Me has preguntado por la opinión acerca de ti que tienen todos. Y me ha faltado algo que decir. Verás, Nike, el 6 de agosto debería haber sido un día de verdadera felicidad para todos, o al menos para Lucy y para mí, que, sin embargo, en medio de nuestra dicha, estuvimos todo el día melancólicos. Fue un día extraño de llegada y salida. Venía nuestro hijo; te ibas tú. Pero el día que te fuiste aquello parecía un funeral. Los compañeros nos acompañaron en nuestra ventura con un dolor en sus corazones imposible de curar. Y a la noche, ya no pudieron más y… dos hombres lloraron. Sí, amigo mío. Al empezar el crepúsculo, John, quien no se había atrevido a hacerlo antes por los celos de Miguel, de repente no pudo contenerse y vertió unas lágrimas amargas, sin esperanzas de verte pronto. Y ya en la hoguera, un llanto convulso nos estremeció a todos, una erupción inesperada de angustia desgarrada. Creo que después de ese sonido espasmódico que nos llegó con verdadero sobresalto, todos le seguimos en cascada. Era un hombre que no ha conseguido olvidarte. Una faz que llevará por siempre tu nombre en su mirada. Era Bruce.”
   Bruce. Cuánto lo quería. Era imposible intentar detenerlos. Sin pestillo en los ojos las lágrimas se me desgajaban. El corazón me dio un vuelco para colocarme en mi verdadero lugar. Pero este día, esta noche, tenía que ser mendigo, tenía que acercarme a él y asegurarle mi amistad. Cuántas veces a lo largo de mi vida creí que moriría sin cortejo. Allí estaban, sin embargo, quienes me lloraban. Ellos eran mi tierra, mis nombres y mi apellido, mis únicas luces, mis únicos quereres, mis cálidas estrellas. Todavía llorando, pero con una determinación desconocida, le dije.
−“Luke, seamos prácticos. Son las tres. Y yo debo pasar por Deanforest. Porque, bueno, veo las ropas que llevo y no creo que sean las más adecuadas para la calle. Necesito cambiarme. Y quiero ir andando y volver al Arrabal andando. Así que, calcula el tiempo, pero supongo que llegaré sobre las cuatro.”
−“A las 4 entonces. Un necesario intercambio de lágrimas y abrazos con todos, de palabras y noticias, e iremos al vertedero. Si encontramos una tienda, luego seguirá un breve intervalo para montarla, y volver con ellos a hablar un rato más. En esos momentos quiero que estés pendiente de mi mirada. Yo te haré tarde o temprano una señal. La señal de que es la hora de irse. Y si sigues en la misma decisión, partiremos juntos entonces.”
−“¿Adónde, Luke?”
−“¿Tienes alguna preferencia en cuanto a lugares?”
−“Ninguna. Apenas estoy seguro de por dónde os movéis. Iré por donde tú prefieras ir.”
−“Déjalo en mis manos entonces.”
−“De acuerdo. ¿Nos vamos? No tengas ninguna duda de que en breve nos volveremos a ver.”
−“No tengo la más mínima incertidumbre, Nike. Salgamos. Y hasta dentro de muy poco, amigo mío.”
   Salimos al fin. Luke al arrabal, a informar a su mujer de que esa tarde no tendría que ir a la calle; a hablarles a sus compañeros de mi llegada y de mis intenciones. Fui a pagar a la barra los platos que no habíamos comido. En la mesa, algunos cigarrillos y dos refrescos consumidos. Y el cordero intacto, como una burla a mis años de opulencia. Quizá debimos comerlo. Pero allí quedó para siempre señal de que cuando te quieren de verdad, el hambre no puede con esas imágenes de ternura. Nos habíamos devorado el corazón el uno al otro. Y los seguiríamos rondando, carroñeros, mientras un alba nebulosa no disolviera nuestros huesos. En mi delirio le rogaba a la chimenea que me siguiera dando el calor que necesitaba para esa tarde. “El manto y abrigo de tus llamas, de sus siete llamas”, le dije, “es cuanto necesito.” Y así vestido de fuego, me separé de Luke al fin, para encaminarme como otras tardes a Deanforest y, contrariando la costumbre de los dos últimos meses, dar la vuelta para regresar al fin a mi país.

5 comentarios:

  1. Pobre cordero, lo dejaron mirando pal páramo,

    ResponderEliminar
  2. Cuando nos veas, nos reconocerás.
    Y se hizo realidad el designio de Lucy. Y Luke se sentó a la mesa a comer con Nike, y no probaron bocado, se alimentaron de emociones, recuerdos y palabras, historias que alejan el frío y el hambre.
    “Te comprendo, Mendigo”. He ahí el meollo. Nike, el millonario, el futuro presidente de la Thuban, si quisiera, tiene alma de mendigo. Y Luke lo sabe. La decisión de Nike de ser mendigo a tiempo parcial es bien acogida por aquel que nació en cuna de madera y creció como un árbol de savia inquebrantable. No puede ser de otro modo. Dios-dualidad. Ahora que Nicholas es un fantasma evanescente, queda Nike, mitad mendigo (su alma, sus afectos), mitad hombre de negocios (su rutina pasada y presente). Nadador entre dos aguas que sólo llora por amor.
    Inor

    ResponderEliminar
  3. Como en todos los reencuentros, la juntada es el pretexto para compartir vivencias, sentimientos y darse cuenta de que a pesar del tiempo y la distancia, cuando hay amor verdadero, es como si fuera ayer que un@ estuvo junto a esa persona "preciada" :)

    ResponderEliminar
  4. Precioso reencuentro, frases que llegan al corazón de cualquier persona con un mínimo de sentimiento.
    Valiosa amistad que perdurará por los tiempos.
    Frases nacidas de un sentimiento muy profundo. Muy emotivo!!!

    ResponderEliminar
  5. Brioche de chocolate y naranja amarga

    Nike y Luke son, quizás, dos de los protagonistas que mayor expectación crean en el lector y más si se trata de sus diálogos. Ambos, en su reencuentro, con una honda ansia de reconocerse y de compartirse, en una profunda unión que los lleva a estar continuamente comunicados con sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos y, cómo no, y sobre todo, con aquello que les une: la amistad.

    Sin duda este capítulo nos ayuda a sumergirnos en el interior del propio ser humano, del propio hombre. Un hombre —o dos hombres, mejor dicho— que se ven abocados a sobrevivir y a encontrarse. Y así en el espejo de sus propias vidas hallan la energía vital que les lleva a hermanarse, a pensar, a sentir. Leer este capítulo es leer sobre el amor profesado del ser humano a sus congéneres, es leer literatura, su por qué y para qué, es leer sobre la historia de dos hombres, Nike y Luke.

    Si antes fue hermano, gemelo...... ahora un nuevo vínculo les une, mendigo, -"Te comprendo, mendigo."-pronunciado por Luke con toda la intención del que no quiere ser intencionado, viene a dar la bienvenida de nuevo a Nike, que por unos segundos parece no advertir de su nueva jerarquía. Pero el corazón estalla cuando la sangre lleva este grado hasta él, y uno de los motivos que durante toda la narración van inclinando a Nike hacia la decisión final.

    -Y esa circunstancia eres tú, Luke-. Aceptarlo todo por amor al amigo, sería lo ideal, pero el hombre no es un ser ideal, es limitado e imperfecto, por lo tanto la amistad, que es una relación humana, es imperfecta. Y el hombre no puede dejar de establecer límites, los necesita como una defensa para no sufrir. Nike pone sus límites, aún no todo vale en su amistad, amistad salpicada, tiznada de amor hacia Luke, verdad perjudicial, por eso responde con verdad para no responder con su verdad, sintiéndose como en casi toda la conversación acorralado, conducido, sorprendido, en continuo desmayo emocional por Luke.

    También hay momentos para el remordimiento, ese dolor de una culpa silente que produce en Nike una necesidad de autocastigo que no se agota nunca. Es precisamente cuando Luke se crece -Harías exactamente lo que has hecho- y su opción nos lleva a la parte final y quizás la más hermosa (todo el capítulo lo es). Donde un Luke dominante cuyo comportamiento es el resultado de la extroversión y la emoción, dirigiendo su energía directamente a Nike. Mostrándose abierto, locuaz, inspirador y poco discreto, desafiante.

    ¿Poco discreto, desafiante? ese temple -"¿qué piensas de mi olor?"- usado en las preguntas, que entrelazadas con las diferentes querencias de los mendigos hacia Nike y viceversa, nos llevan a la decisión final de Luke. En estos momentos el lector ya tiene el lagrimal seco y la resolución no atempera esta situación, al contrario el nivel narrativo sube a su máxima expresión........(imposible una opinión que se acerque sin enturbiar la claridad de este final de capítulo, hay que leerlo y vivirlo). El autor de nuevo nos deja el alma preparada para lo que se prevé, una continuación sublime, y van ya.........

    ¿Mi opinión?: MAGNIFICO

    ¡No llames a ningún sentimiento indigno ni pequeño! Todos son muy buenos. No vivimos más que de y para nuestros pobres sentimientos, bellos y maravillosos. Y todo aquel sentimiento con el que somos injustos es una estrella que apagamos.

    Pol

    ResponderEliminar