El camino de vuelta fue hecho con ánimo calmado y todavía alguna duda.
John conducía de nuevo su Volvo naranja, mientras caía una fina lluvia en aquel
día de un enero moribundo. Bendita lluvia. Le había salvado la vida. No sabía
si hoy saldría el sol pero en su corazón alumbraban rayos de esmalte y todavía
alguna vacilación. Se había encontrado de repente con el hombre de su vida, y
era verdad que volvía a sentirse vivo justo el día que debía estar muerto. Que
siguiera lloviendo. Las calles así mojadas le recordaban que de esas lágrimas
había surgido la felicidad. Podía estar cometiendo una locura, pero él iba a su
trabajo con intenciones de abandonarlo e irse a la calle. Sólo se vive una vez,
pensó, y sólo había sido feliz dos veces: en Basutolandia, con Mthandeni, en
duras condiciones, y anoche, haciendo el amor con un mendigo.
Llegó tan temprano después de todo que aún estaban las puertas cerradas,
y a los dos minutos llegó su querida Anne-Marie. La convenció para que se
tomaran un café allí a dos pasos de la Thuban Star, en la cafetería Blue Day, y ella aceptó, porque además
intuía que a su amigo le pasaba algo serio que quería contarle.
─“Dentro de poco, lo sabrán todos,
pues hoy hay consejo de administración y me propongo contarlo. De hecho, Anne-Marie, pienso dejar
el trabajo. Anoche salí de casa con intención de suicidarme en el Puente Rage,
pero en el Puente Wrathfall, me quise parar un segundo a refugiarme de la
lluvia, y allí conocí a un mendigo. Miguel se llama. Nos hemos enamorado. Sé
que tú me vas a entender, Anne-Marie, esto al menos. Pero no sé si entenderás
que me voy a la calle con él.”
─“John, vamos a ver. Me alegro de
verdad de que hayas conocido a un hombre que te ama, pero…”
─“¿Sigues enamorada de mí?”
─“Sí, pero ¿qué culpa tienes tú? Ya
se me pasará. Pero John. ¿No puedes hablar con ese Miguel y que llevéis una
vida normal? Tú en tu trabajo, y él trabajando de lo que sea.”
Pero él no sabía qué respuesta darle a eso y cambió de tema,
pasando a contarle con todos los pormenores su noche de amor. Sabía que
Anne-Marie lo entendería y ella lo alentó a continuar, diciéndole que no le
hacía daño que le contara su amor por otro, pues sabía de sobra que él no la
amaba.
Se acercó la hora del consejo de administración y se marcharon al interior
de la Thuban. Allí estábamos reunidos unos cuantos tiburones, ansiosos por
debatir los negocios pendientes, cuando John nos sorprendió a todos pidiendo
hablar.
─“Es difícil saber cómo contar todo
esto, tío –dijo mirando a Harold-, pues sé que tú nunca has querido que se
hable de eso. Pero tengo que hacerlo –y con valentía y como si estuviera
contando lo más natural del mundo, dijo-: me gustan los hombres –hubo entonces
una serie de miradas escandalizadas, menos la mía, que ya lo sabía, pero que sí
fue sorprendida, y bastante. Eso no podía esperarlo. Mas John seguía hablando-.
Tuve un idilio con un zulú en mi Sudáfrica natal, pero mi tío me apartó
bruscamente de él. Han sido años infelices los que he tenido que pasar aquí,
alejado de él y muriendo por dentro. Estaba vacío cuando, como sabréis, llegó
la muerte de mis padres. Ya no sentía deseos de vivir y anoche tomé la
intención de suicidarme, tirándome desde el Puente Rage.”
Estuvo hablando media hora, contándonos todo lo que le había pasado
aquella noche, su camino al puente Wrathfall, la lluvia, cómo bajó a aquel ojo
del puente, y se encontró con aquel mendigo y fue surgiendo una noche de amor
entre ellos. También por primera vez expuso su deseo de abandonar el trabajo e
irse con él a la calle. Todo ese tiempo los demás lo miraban sorprendidos y
reprensivos. Anne-Marie lloraba, notando que su gran amigo podía hacer una
locura y sus lágrimas sinceras evidenciaban lo mucho que lo quería, y en ese
momento, querer empezó a ser para ella más importante que amar. Yo lo miraba,
según mis propios recuerdos, diría que escandalizado, pues parecía sentirse
orgulloso de lo que contaba, y yo no podía entender entonces esa satisfacción y
que quisiera dejar su trabajo. No lo comprendí, pero sus palabras de esa mañana
del 26 de enero fueron un aprendizaje para lo que un día haría yo también.
─“Supongo que estarás satisfecho con
lo que acabas de contar, africano –y también su tío Harold lo llamó así una vez
despectivamente-. Se ve que es imposible enderezarte.”
─“Hay cosas que no se enderezan,
porque están en la propia naturaleza. Ya soy mayor de edad, tío, y no puedes
seguir gobernando mi vida. Pero no quiero usar palabras duras contigo, porque
quiero rescindir mi contrato amistosamente con la compañía.”
─“Tienes aún dos años de contrato y
no sé qué te hace pensar que voy a estar dispuesto a que nos dejes. Podría
tomar medidas legales contra ti. Y además no tenemos quien te sustituya.”
─“De mi parte entretanto podría
encargarse Nike –me miró entonces-. Y vamos a llegar a un acuerdo amistoso,
porque si no… tío, ¿te gustaría que se supiera que un hombre de la sangre
Blessing está emparejado con otro hombre, además mendigo? Aparte de todos
vosotros, que ya lo sabéis, se lo diría a todas tus amistades. Así que tío, por
favor, rescinde mi contrato y en paz. Renuncio al sueldo que me correspondiera
por un trabajo que ya no voy a hacer.”
─“Tú ganas. Hoy puedes marcharte ya,
pues ya no trabajas aquí, y tú sabrás lo que estás haciendo con tu vida. Pero
mañana tienes que volver, subir a mi despacho y finalizar el contrato. El hijo
de mi hermana Nora me ha decepcionado. Puedes irte, John, pero ya lo sabes: si
quieres un acuerdo amistoso, mañana tienes que volver. Ahora vete con ese
mendigo. Menuda vida has elegido, pero cuando te arrepientas, no vuelvas por
aquí llorando, suplicando regresar. No serías admitido.”
Ahí concluyó ese extraordinario alegato ante los tiburones. Yo lo vi
marcharse al lado de Anne-Marie, que le mostraba todo su apoyo, y me quedé
pensando, algo ausente en el resto de ese consejo de administración, que
siguió, media hora más, ya sin John, y rumiando esperanzado que si ahora quizá
me entregaban a mí las funciones que habían sido de John, un día podría heredar
todo aquello y presidirlo.
Se quedó un rato charlando con su querida Anne-Marie, y ésta le propuso
que se siguieran viendo, viviese John como viviese, que conocía la dirección de
su piso, y que si él finalmente cometía esa locura, le dijo, de hacerse
mendigo, ella iría también al Puente Wrathfall a conocer a su pareja. Aunque yo
no lo supe, Anne-Marie y John siempre siguieron en contacto.
John tomó entonces el camino de vuelta al Puente Wrathfall, que de
momento era su nuevo hogar. Bajó deseando volver a ver al hombre de su vida,
pero sólo se encontró con una mujer de unos 70 años, que le hablaba.
─“Tu eres John, ¿no?”
─“Sí, y usted debe de ser la señora
Oakes, la compañera de Miguel. ¿No está él?”
─“Miguel está mendigando, pero
regresará pronto. Le dijiste que tu jornada laboral terminaba a las 2, y
seguramente volverá sobre esa hora. John –y comenzó a hablarle con mucha
ternura-, no sé si esta vida te puede gustar, pero si quieres quedarte aquí, sé
bienvenido. Es cierto que ninguno de nosotros podía imaginar a Miguel enamorado
de un hombre, pero esta mañana nos ha reunido a todos y nos ha contado lo que
ocurrió anoche. Se le veía en la mirada que está enamorado de ti, y nos ha
dejado a todos patidifusos. Espero que entiendas nuestra sorpresa. Ahora tú
debes decidir qué quieres hacer. Puedes verlo cada día unas horas y no tener
que quedarte aquí. De todos modos, si prefieres esta vida, no te voy a engañar,
es dura, sí, pero los cinco la vivimos felices.”
─“Esta mañana noté en su mirada que
dudaba de que yo lo eligiera. Pero sé por él que hay seres humanos que escogen
esta vida, y yo viviría con él hasta en el infierno. Pero dígame la verdad,
señora Oakes, ¿qué pensarán todos de mí?”
─“Todos me llaman señora Oakes y
aunque me llamo Madeleine, sólo mi niña Olivia me llama así. Llámame como
prefieras, sobre todo si acabamos siendo compañeros. Pero por favor, tutéame.
En cuanto a los otros tres, mira, para Lucy puede ser incluso un alivio que
ahora Miguel no la ame. Y a mi niña le puede costar un poco más, pero no la
temas. Sabrá aceptarte, pues hace tiempo que se hizo a la idea de que Miguel no
la ama ya, y seguro que sabrá quererte y respetarte. No le tengas miedo.”
─“¿Y Bruce? Sé que también hay otro
hombre. Y tengo miedo a su reacción.”
─“Bruce es un hombre sorprendente y
no te voy a decir por qué, quizá él mismo o Miguel te lo cuenten, pero para él
también será un alivio que ahora Miguel se haya enamorado de ti. Sí de verdad
cuando conozcas esto, quieres quedarte con nosotros, te aseguro que te
recibiríamos con los brazos abiertos. Bienvenido, John, por todo el tiempo que
quieras quedarte.”
Y dejaron ahí la conversación, pues otra mujer bajaba entonces el
barranco. Por la edad, diríase que Lucy, el último amor de Miguel. Era bastante
guapa, pero más que sentir celos con ella, sintió el deseo urgente de conversar
a su lado. Ese fue el día que John de verdad decidió quedarse en la calle,
según los iba conociendo a todos y viendo que a su lado tendría el cariño y el
respeto que jamás había conocido antes.
Nada más bajar la empinada y peligrosa loma, Lucy se acercó a John a
hablarle.
─“Tú debes de ser John, ¿no?”
─“Sí, y tú Lucy.”
─“¿Qué te parece si damos un paseo?”
Estuvieron paseando por los alrededores del puente, incluso cruzaron al
otro lado. Eran en realidad quince ojos, y tenía también otros tres ojos secos
en la parte oriental. Todo aquel paisaje era idílico y John lo contemplaba ya
con deseos de quedarse allí para siempre.
─“No debes temerme. Miguel nos contó
esta mañana muchas cosas, y aunque no nos lo dijo, sospecho que te habló de su
amor por mí. Mira, John, yo lo he sabido siempre y me he sentido mal por no
corresponderle, pero siempre lo he querido mucho y me alegro de la felicidad
que ahora tiene. Por lo que he leído en sus ojos esta mañana, llorará cuando te
vuelva a ver. Se le nota que te ama de verdad, y aquí nadie se opondrá a
vuestro amor, de corazón te lo digo. Hace tiempo que somos cinco y nunca ha
surgido una pareja entre nosotros. Ahora puede haber una. Y no le temas a mi
madre. Te comprenderá y la querrás, ya lo veras.”
─“De momento es un placer conocerte,
Lucy. Y si se parece a ti ha de ser una mujer extraordinaria. Sentiría causarle
dolor, de verdad. Cielo santo. Esta mañana he conocido a la señora Oakes y
ahora a ti. ¿Cómo voy a tenerle miedo a esta vida con vosotros? A estas horas
yo no debería existir ya, y sin embargo, este 26 de enero va a ser el día más
feliz de mi vida.”
─“En nuestros corazones vas a estar
siempre, John, hasta si un día decides marcharte. Miguel nos dijo que eras muy
dulce. Sólo te digo que si quieres quedarte aquí, sería un placer ser tu
compañera. Y recuerda, no tengas celos. Miguel ya no me ama. Anda, regresemos.”
John volvió con otra cara, con el corazón colmado de emociones aunque
todavía no había vuelto Miguel. Pero sí contemplaba el rostro de otro mendigo
bastante sucio que le sonreía. Llegado a su presencia, le estrechó la mano y le
habló.
─“¿Qué te parecería otro paseo? Más
al sur está el Puente de los Caballeros. Podíamos acercarnos a él y volver. Por
cierto, no me he presentado. Me llamo Bruce.”
─“Ya lo había supuesto.” –y le
sonrió con cierto miedo. No estaba acostumbrado a tener respeto de los hombres,
y temía esta conversación.
─“John –empezó a contarle, ya de
camino al Puente de los Caballeros-, antes que nada debes entender la sorpresa de
todos nosotros. Ninguno podía esperarlo de Miguel.”
─“Eso es verdad, pero de corazón,
Bruce, dime qué piensas de él o que piensas de mi o de los dos juntos.”
─“Es un placer para mí ver que en el
Puente Wrathfall ha surgido una pareja. No me importa que sea de dos hombres. Y
no siempre se tiene la misma impresión cuando se conoce a alguien. Pero tú
pareces una persona en la que se puede confiar, y si te quedas aquí, será un
placer hablar contigo –y entonces lo vio llorar y lo abrazó-. Mira, no sé si
Miguel te contó que yo también estoy enamorado de Olivia. Sí, es así, aunque
nunca se lo haya dicho. Cuando tu pareja llegó los dos teníamos celos el uno
del otro, pero en un par de meses ya vimos que no éramos rivales, y nos fuimos
haciendo amigos. Créete de verdad que quiero su felicidad. Y ahora voy a querer
también la tuya. A mí siempre me tendrás apoyándote.”
─“Gracias, Bruce.” –le dijo
deshecho. Cielo santo. Sólo su amiga Anne-Marie lo había comprendido. Nunca un
hombre. Y este mendigo desconocido le entregaba su amistad y confianza. Le
faltaba conocer a Olivia, que ese día, la señora Oakes se lo había contado,
mendigaba sola porque necesitaba reflexionar. Pero ya conocía a tres de los
compañeros de Miguel, o sus propios compañeros, pensó. Porque si hoy superaba
bien la prueba de la calle y de conversar con Olivia, ya no tendría más dudas:
se quedaba aquí. Le gustó el Puente de los Caballeros, y mucho más contemplarlo
al lado de aquel caballero, Bruce, y ya deseó que fuera un amigo de por vida.
Al regresar al Puente Wrathfall se llevó por fin la gran sorpresa que
esperaba. Allí estaba Miguel y lloraba de felicidad al verlo. Se acercó a John
y lo besó en la boca con fuerza sin que ninguno de los allí presentes, lo
notaba, sintiera algo diferente a felicidad por verlos así de dichosos.
─“Perdóname, John. No creía de
verdad que fueras a volver. He sido injusto contigo. Pero mira, llevo toda la
mañana mendigando y he tenido un buen día. No tienes que venir conmigo esta
tarde ni ninguna.”
─“Miguel, mientras estabas ausente
he conocido a tres de tus compañeros y los he querido tanto que quiero que sean
también mis compañeros. Me falta conocer aún a Olivia, pero entretanto voy a
vivir como tú y como ellos. Lo tengo decidido. Vámonos a la calle.”
─“Bien, ven entonces, John, pero
espero que la experiencia no te resulte amarga.”
Lo llevó entonces a St Mary y
John pensaba que podía resistirlo, y vivir así el resto de su vida. No tuvo
vergüenza, pero es verdad que en su
primer día en la calle se encontró con alguna cosa que no esperaba, entre ellas
el que tenemos como sexto signo negativo. Ya te hablaré de eso, Protch. Lo
atacó con fuerza, pero resistió. Miguel lo tanteaba con detenimiento viendo que
la felicidad de la noche anterior seguía en él y no la perdía, mas dudando de
que no lo tentara aún la riqueza. Llegó a hablarle de esto en alguna ocasión y
tantas dudas veía en él que llegó a decirle.
─“Miguel, yo no quiero nada de lo
que tenía. He empezado a vivir hoy y no estoy tan loco como para querer perder
lo mucho que aún me puede aguardar a tu lado. Pero para que estés más
tranquilo, mañana vas a venir a la Thuban conmigo, y mientras yo estoy en el
despacho de mi tío, tú me esperas en el bar. Y te juro que no tendré problemas
en presentarte a quien haga falta, o hasta besarte allí.”
Todavía con dudas, Miguel las conservó hasta que John dejó trabajo,
dinero, casa y coche, regresaron al Puente Wrathfall, que ya era su casa. Allí
se hallaba una mujer que se parecía tanto a Lucy que sólo podía ser Olivia. De
hecho, como tal la saludó y acertó.
─“¿Se te apetece otro paseo al
Puente de los Caballeros?”
─“De acuerdo.”
─“Llevo todo el día mendigando y
meditando. Esta mañana lloraba cuando Miguel nos contó que se había enamorado
de ti. Todo el día he querido llegar a un pacto conmigo misma y quererte,
aunque no te conocía. Mira, John, el amor que le ha surgido puede ser duro para
mí, pero no más duro de lo que han sido estos años. Me enamoré de Miguel cuando
él aún no estaba en la calle, todavía lo amo y es posible que lo ame siempre.
Pero no pudo ser porque él se enamoró pronto de mi hija. Lucy es lo más
importante de mi vida y no tuve celos de ella. Pero veía que ella no lo amaba y
sufría por los dos: por Miguel y por Lucy. Ahora sé que mi hija encontrará un
día al amor de su vida. Y Miguel ya es feliz con alguien, por duro que me
resulte. Al fin y al cabo ha encontrado en otro lo que mi hija no le podía dar.
Y veo que tú eres un hombre estupendo y no tengo nada que objetar, seguro que
ninguno de mis compañeros lo han hecho, a que seáis dos hombres. Dame por favor
unas semanas. En estos días no hablaré mucho contigo, pero no hablaré casi con
nadie, excepto con mi señora.”
─“Eres un encanto, Olivia. En verdad
tengo que hacer esfuerzos para no llorar, pues todos lo sois. No quiero
partirte el corazón. Sólo quiero que veas en mí a un nuevo compañero, que
también te quiere ya. Tómate el tiempo que desees para meditar lo que
necesites. Sólo te repito que te quiero ya, y que ahora que os conozco a todos,
ya no tengo ninguna duda: me quedo aquí. Gracias, Olivia.”
A la mañana siguiente estuvieron juntos mendigando hasta las 11, y John
conoció entonces que su pareja era el último en levantarse y a partir de ese
día, estarían juntos en la calle al mediodía, de ahí en adelante. Pero a las
11, John había quedado con su tío en su despacho y un poco antes anduvieron
hasta Avalon Road. Fueron caminando y no en coche porque John dejó su Volvo
definitivamente aparcado en Wall Street, por si un día les hacía falta. Pero él
no volvió a usarlo. Subió entonces las escaleras para hablar con su tío
mientras Miguel esperaba en el bar.
De la escena entre tío y sobrino también te contaré algo, pues John me
la ha referido. Tuvo que firmar unos cuantos documentos pero su contrato quedó
rescindido en breve tiempo. Pero Harold Blessing tenía algún latigazo más que
soltar.
─“No me parece que lleves la sangre
Blessing. Va a ser un placer que ya no trabajes aquí.”
─“Para mí también va a ser un placer
perderte de vista, tío –le respondió-. He pasado, debido a ti, los años más
amargos de mi vida. Pero ahora, y te lo digo con convicción, camino hacia la
felicidad, con Miguel y nuestros compañeros…”
─“Adiós, John.”
─“Adiós, tío.”
No parecía fácil que volvieran a verse. Pero John sólo estaba preocupado
entonces por reunirse con Miguel en el bar.
Allí estaba también Anne-Marie. Y John inmediatamente le presentó a
Miguel. No se cayeron bien, eso te lo puedo asegurar, porque para Anne-Marie lo
importante era que no querían encontrar un trabajo y vivir como una pareja
respetable. Que John se fuera a la calle le parecía una locura y presentía que
al lado de Miguel nunca se iría de ahí. Hablaron pues contenidos, pero se
hablaron.
A los pocos minutos entró el capullo de Nicholas Martin Siddeley, y
déjame ser duro conmigo mismo, Protch, para contarte el episodio más vergonzoso
de mi vida. En el bar estaba Richard, que sería testigo de lo que pasó. Yo en
ese momento desconocía casi todo sobre mí mismo y verlos allí juntos, cogidos
de la mano, me impresionó desagradablemente. Todavía hoy ignoro si me molestó
también que fueran dos mendigos, y si los insulté por eso además. Tiempo
después mi contador de historias me diría que no, que por eso no los insulté, y
no recuerdo sinceramente que les lanzara palabras duras por ser mendigos. John
me vio y enseguida, aunque nuestra relación era casi inexistente en aquellos
días, me lo presentó.
─“Hola, Nike. Te presento a Miguel,
mi pareja.”
─“Tú sabrás lo que estás haciendo
con tu vida, John.” –le dije fríamente.
─“Sí, siento que no me entiendas,
Nike. Pero Miguel me da la luz que me faltaba en mi ciega oscuridad. Es fuego
en el corazón.”
Ahora sí sé, pero no lo sabía entonces, por qué aquellas palabras me
habían molestado tanto. En mi se fue propagando otro fuego, el de la ira, y lo
insulté.
─“Africano, maricón, vete a la
mierda.”
Miguel y John se fueron entonces sin marcado desprecio hacia mí. Pero
yo… ¿qué decirte? Me temo que a partir de esa mañana empecé a morir. Al menos a
envenenarme. Comencé a ser un alcohólico después de ese día. Aquel 27 de enero
empecé a matarme. Me pedí un segundo whisky y me lo tomé notando que Richard
tenía una clara mueca de disgusto en su mirada. Empecé a aborrecerme.
Llevaban un mes allí cuando un día de febrero, y mientras la señora
Oakes y Olivia estaban de visita en Basin Hall, falleció Estella Oakes. Había
llegado a los noventa, pero había estado muerta en vida durante muchos años. Su
hija la lloró con fuerza pero también se alegraba de que ahora la bailarina
hubiera terminado su danza amarga, para comenzar otro baile, de eso estaba
segura, en la tercera estancia, en otra vida.
El Arrabal de la Seductora empezó a ser un lugar inseguro también para los
mendigos, y los seis eran atracados para conseguir las escasas ganancias de
cada día. Aquella situación era insostenible. A todos les gustaban los
alrededores del Puente Wrathfall, pero un día debatieron qué podían hacer de
verdad. Sentían todos que aquella era la primera expulsión. Habría sido
agradable volver a la Alameda de Umbra Terrae. Además ninguno de los tres
hombres la conocía. Pero aquel lugar estaba ya abarrotado de mendigos y no
tendrían intimidad. Pero quizá sí, la señora Oakes sugirió, en la Colina de los
Caballeros. Allí estarían demasiado a la vista, pero sería temporal, hasta que
encontraran otro lugar mejor. Se fueron un 3 de marzo y en la colina estuvieron
hasta el 15 de diciembre. 9 meses de los que también tendré alguna cosa que contarte.
Pero fuera donde fuera Miguel y John continuaron juntos, felices cada
día a pesar de sus numerosas discusiones, pues siempre han sido una pareja
extraordinariamente celosa, y si recordaban al imbécil de Nike, ahora sé que lo
hacían entristecidos más que airados. Pero todo fue distinto para este capullo
que te habla, que se fue envenenando sin posibilidad de redención. Vivía cada
día borracho hasta en el trabajo y casi conseguí pudrirme del todo, permitiendo
que se apolillase por completo mi inútil madera.
Quijotesca hazaña, que cuanto más avanza más turbadora resulta. Algo inverosímil el episodio de "ilustrar" con pelos y señales, al consejo de administración de una importante empresa, sobre los sentimientos de un empleado, hecho que se eleva a irracional si lo que se les hace es partícipes de "como manejo mis genitales", son cosas confidenciales. Este capítulo me ha resultado un tanto fabuloso, en el más literal sentido de la palabra. Anne Marie.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con Anne Marie, para mi es el más creíble de los capítulos, algunos le llamarían "revancha" que a veces le da la vida a un@, para poner a cada quien en su lugar, cuando se ha sido ninguneado por no ir... "con la corriente", declarar su decisión de abandonar todo por amor, ante el Consejo, fue declarar ante el que era "su mundo" y sobre todo ante sí mismo, esto es lo que soy, esto es lo que quiero :)
EliminarHabría que mirar más allá de lo que se ve, ya no basta con ver lo inmediato. la constancia de los hechos cotidianos o el discurrir de la vida e historia de los personajes. Hay un global en la novela, el código de valores, y es ahí donde hoy quiero dirigir la mirada. Ni lejanía, ni cercanía, solo apreciación de lo que se destila y se desliza patentemente en esta historia.
ResponderEliminarEn este capítulo seguimos tensionados aun con John y su historia con Miguel, en esa tensión continuamos cuando vamos conociendo del resto del grupo, hasta ahora solo seis, la presentación y aceptación de John y al final del capítulo el abanico se abre intuyéndose la historia personal de Nike, en la que por fin parece ser un inicio de un arco narrativo tan esperado.
Pero vuelvo al principio del comentario: los valores humanos de estos mendigos, confieso que al saber el tema de la novela me asaltó la idea de que serian retratos de personajes, algunos al menos, donde la beligerancia, el hurto, la mentira, las luchas jerárquicas y unos valores humanos escasos o prácticamente inexistentes fueran parte del discurso narrativo. No me tengo por mal pensado, ni acudo con un concepto a priori, de hecho he conocido a algún mendigo con distinta suerte en la relación, pero es lo que el consciente colectivo parece dictarnos a los que no sabemos nada o poco de estas personas.
Gratamente sorprendido por ese espíritu colectivo de aceptación, bondad y generosidad, que en este capítulo queda patente, el ser humano que solo quiere vivir, encontrarse, compartir y teniendo consciencia de colectivo aceptar y ayudar al resto, el bien común. Tantas veces caemos en el error de confundir una persona por el adjetivo que la sitúa en un grupo social, solamente por ignorancia, por pereza de no querer esforzarnos en tener un mínimo conocimiento de ella.
Ni ñoñería, ni cuento de Navidad, la crudeza de los valores la hace auténtica y creíble, simplemente unas historias que se siguen cruzando, un relato atrevido y valiente, y un interés que no decae, al contrario, capítulo a capítulo.
Leído, devorado más bien y aun con los ojos húmedos del capítulo anterior, no me ha defraudado este capítulo, sigo a John, me puede la curiosidad por este personaje, y por tener al grupo de ocho al completo. Difícil mantener la querencia por un solo personaje, cuando parece que el interés se centra en uno, aparece el siguiente y te cautiva de nuevo, dejando caminos pendientes de recorrer, e incrementando la impaciencia por lo que deparara el siguiente capítulo.
He querido cambiar el tono, que últimamente vengo utilizando, en este comentario, aunque solo sea por cambiar el tempo de los mismos, intentando no caer en el aburrimiento, ni personalismo, lo que digo es lo que pienso, ni adulación, ni seguidismo, ni ningún otro escondido propósito. Tiempo habrá para la crítica, que seguro ha de llegar, pero aun así siempre desde un espíritu constructivo y desde el cariño que siento por esta novela.
Quizás me puse melodramático, lo siento, pero escribo en zapatillas, quitando tiempo a los pucheros y las tareas diarias, para leer, en un día con poco humor en el que ando perdido en extrañas melancolías.
Pol