CAPÍTULO VI: EL PRÍNCIPE Y EL REY



   El camino de vuelta fue hecho con ánimo calmado y todavía alguna duda. John conducía de nuevo su Volvo naranja, mientras caía una fina lluvia en aquel día de un enero moribundo. Bendita lluvia. Le había salvado la vida. No sabía si hoy saldría el sol pero en su corazón alumbraban rayos de esmalte y todavía alguna vacilación. Se había encontrado de repente con el hombre de su vida, y era verdad que volvía a sentirse vivo justo el día que debía estar muerto. Que siguiera lloviendo. Las calles así mojadas le recordaban que de esas lágrimas había surgido la felicidad. Podía estar cometiendo una locura, pero él iba a su trabajo con intenciones de abandonarlo e irse a la calle. Sólo se vive una vez, pensó, y sólo había sido feliz dos veces: en Basutolandia, con Mthandeni, en duras condiciones, y anoche, haciendo el amor con un mendigo.

   Llegó tan temprano después de todo que aún estaban las puertas cerradas, y a los dos minutos llegó su querida Anne-Marie. La convenció para que se tomaran un café allí a dos pasos de la Thuban Star, en la cafetería Blue Day, y ella aceptó, porque además intuía que a su amigo le pasaba algo serio que quería contarle.
─“Dentro de poco, lo sabrán todos, pues hoy hay consejo de administración y me propongo  contarlo. De hecho, Anne-Marie, pienso dejar el trabajo. Anoche salí de casa con intención de suicidarme en el Puente Rage, pero en el Puente Wrathfall, me quise parar un segundo a refugiarme de la lluvia, y allí conocí a un mendigo. Miguel se llama. Nos hemos enamorado. Sé que tú me vas a entender, Anne-Marie, esto al menos. Pero no sé si entenderás que me voy a la calle con él.”
─“John, vamos a ver. Me alegro de verdad de que hayas conocido a un hombre que te ama, pero…”
─“¿Sigues enamorada de mí?”
─“Sí, pero ¿qué culpa tienes tú? Ya se me pasará. Pero John. ¿No puedes hablar con ese Miguel y que llevéis una vida normal? Tú en tu trabajo, y él trabajando de lo que sea.”
   Pero él no sabía qué respuesta darle a eso y cambió de tema, pasando a contarle con todos los pormenores su noche de amor. Sabía que Anne-Marie lo entendería y ella lo alentó a continuar, diciéndole que no le hacía daño que le contara su amor por otro, pues sabía de sobra que él no la amaba.
   Se acercó la hora del consejo de administración y se marcharon al interior de la Thuban. Allí estábamos reunidos unos cuantos tiburones, ansiosos por debatir los negocios pendientes, cuando John nos sorprendió a todos pidiendo hablar.
─“Es difícil saber cómo contar todo esto, tío –dijo mirando a Harold-, pues sé que tú nunca has querido que se hable de eso. Pero tengo que hacerlo –y con valentía y como si estuviera contando lo más natural del mundo, dijo-: me gustan los hombres –hubo entonces una serie de miradas escandalizadas, menos la mía, que ya lo sabía, pero que sí fue sorprendida, y bastante. Eso no podía esperarlo. Mas John seguía hablando-. Tuve un idilio con un zulú en mi Sudáfrica natal, pero mi tío me apartó bruscamente de él. Han sido años infelices los que he tenido que pasar aquí, alejado de él y muriendo por dentro. Estaba vacío cuando, como sabréis, llegó la muerte de mis padres. Ya no sentía deseos de vivir y anoche tomé la intención de suicidarme, tirándome desde el Puente Rage.”
    Estuvo hablando media hora, contándonos todo lo que le había pasado aquella noche, su camino al puente Wrathfall, la lluvia, cómo bajó a aquel ojo del puente, y se encontró con aquel mendigo y fue surgiendo una noche de amor entre ellos. También por primera vez expuso su deseo de abandonar el trabajo e irse con él a la calle. Todo ese tiempo los demás lo miraban sorprendidos y reprensivos. Anne-Marie lloraba, notando que su gran amigo podía hacer una locura y sus lágrimas sinceras evidenciaban lo mucho que lo quería, y en ese momento, querer empezó a ser para ella más importante que amar. Yo lo miraba, según mis propios recuerdos, diría que escandalizado, pues parecía sentirse orgulloso de lo que contaba, y yo no podía entender entonces esa satisfacción y que quisiera dejar su trabajo. No lo comprendí, pero sus palabras de esa mañana del 26 de enero fueron un aprendizaje para lo que un día haría yo también.
─“Supongo que estarás satisfecho con lo que acabas de contar, africano –y también su tío Harold lo llamó así una vez despectivamente-. Se ve que es imposible enderezarte.”
─“Hay cosas que no se enderezan, porque están en la propia naturaleza. Ya soy mayor de edad, tío, y no puedes seguir gobernando mi vida. Pero no quiero usar palabras duras contigo, porque quiero rescindir mi contrato amistosamente con la compañía.”
─“Tienes aún dos años de contrato y no sé qué te hace pensar que voy a estar dispuesto a que nos dejes. Podría tomar medidas legales contra ti. Y además no tenemos quien te sustituya.”
─“De mi parte entretanto podría encargarse Nike –me miró entonces-. Y vamos a llegar a un acuerdo amistoso, porque si no… tío, ¿te gustaría que se supiera que un hombre de la sangre Blessing está emparejado con otro hombre, además mendigo? Aparte de todos vosotros, que ya lo sabéis, se lo diría a todas tus amistades. Así que tío, por favor, rescinde mi contrato y en paz. Renuncio al sueldo que me correspondiera por un trabajo que ya no voy a hacer.”
─“Tú ganas. Hoy puedes marcharte ya, pues ya no trabajas aquí, y tú sabrás lo que estás haciendo con tu vida. Pero mañana tienes que volver, subir a mi despacho y finalizar el contrato. El hijo de mi hermana Nora me ha decepcionado. Puedes irte, John, pero ya lo sabes: si quieres un acuerdo amistoso, mañana tienes que volver. Ahora vete con ese mendigo. Menuda vida has elegido, pero cuando te arrepientas, no vuelvas por aquí llorando, suplicando regresar. No serías admitido.”
    Ahí concluyó ese extraordinario alegato ante los tiburones. Yo lo vi marcharse al lado de Anne-Marie, que le mostraba todo su apoyo, y me quedé pensando, algo ausente en el resto de ese consejo de administración, que siguió, media hora más, ya sin John, y rumiando esperanzado que si ahora quizá me entregaban a mí las funciones que habían sido de John, un día podría heredar todo aquello y presidirlo.
  Se quedó un rato charlando con su querida Anne-Marie, y ésta le propuso que se siguieran viendo, viviese John como viviese, que conocía la dirección de su piso, y que si él finalmente cometía esa locura, le dijo, de hacerse mendigo, ella iría también al Puente Wrathfall a conocer a su pareja. Aunque yo no lo supe, Anne-Marie y John siempre siguieron en contacto.
   John tomó entonces el camino de vuelta al Puente Wrathfall, que de momento era su nuevo hogar. Bajó deseando volver a ver al hombre de su vida, pero sólo se encontró con una mujer de unos 70 años, que le hablaba.
─“Tu eres John, ¿no?”
─“Sí, y usted debe de ser la señora Oakes, la compañera de Miguel. ¿No está él?”
─“Miguel está mendigando, pero regresará pronto. Le dijiste que tu jornada laboral terminaba a las 2, y seguramente volverá sobre esa hora. John –y comenzó a hablarle con mucha ternura-, no sé si esta vida te puede gustar, pero si quieres quedarte aquí, sé bienvenido. Es cierto que ninguno de nosotros podía imaginar a Miguel enamorado de un hombre, pero esta mañana nos ha reunido a todos y nos ha contado lo que ocurrió anoche. Se le veía en la mirada que está enamorado de ti, y nos ha dejado a todos patidifusos. Espero que entiendas nuestra sorpresa. Ahora tú debes decidir qué quieres hacer. Puedes verlo cada día unas horas y no tener que quedarte aquí. De todos modos, si prefieres esta vida, no te voy a engañar, es dura, sí, pero los cinco la vivimos felices.”
─“Esta mañana noté en su mirada que dudaba de que yo lo eligiera. Pero sé por él que hay seres humanos que escogen esta vida, y yo viviría con él hasta en el infierno. Pero dígame la verdad, señora Oakes, ¿qué pensarán todos de mí?”
─“Todos me llaman señora Oakes y aunque me llamo Madeleine, sólo mi niña Olivia me llama así. Llámame como prefieras, sobre todo si acabamos siendo compañeros. Pero por favor, tutéame. En cuanto a los otros tres, mira, para Lucy puede ser incluso un alivio que ahora Miguel no la ame. Y a mi niña le puede costar un poco más, pero no la temas. Sabrá aceptarte, pues hace tiempo que se hizo a la idea de que Miguel no la ama ya, y seguro que sabrá quererte y respetarte. No le tengas miedo.”
─“¿Y Bruce? Sé que también hay otro hombre. Y tengo miedo a su reacción.”
─“Bruce es un hombre sorprendente y no te voy a decir por qué, quizá él mismo o Miguel te lo cuenten, pero para él también será un alivio que ahora Miguel se haya enamorado de ti. Sí de verdad cuando conozcas esto, quieres quedarte con nosotros, te aseguro que te recibiríamos con los brazos abiertos. Bienvenido, John, por todo el tiempo que quieras quedarte.”
    Y dejaron ahí la conversación, pues otra mujer bajaba entonces el barranco. Por la edad, diríase que Lucy, el último amor de Miguel. Era bastante guapa, pero más que sentir celos con ella, sintió el deseo urgente de conversar a su lado. Ese fue el día que John de verdad decidió quedarse en la calle, según los iba conociendo a todos y viendo que a su lado tendría el cariño y el respeto que jamás había conocido antes.
   Nada más bajar la empinada y peligrosa loma, Lucy se acercó a John a hablarle.
─“Tú debes de ser John, ¿no?”
─“Sí, y tú Lucy.”
─“¿Qué te parece si damos un paseo?”
    Estuvieron paseando por los alrededores del puente, incluso cruzaron al otro lado. Eran en realidad quince ojos, y tenía también otros tres ojos secos en la parte oriental. Todo aquel paisaje era idílico y John lo contemplaba ya con deseos de quedarse allí para siempre.
─“No debes temerme. Miguel nos contó esta mañana muchas cosas, y aunque no nos lo dijo, sospecho que te habló de su amor por mí. Mira, John, yo lo he sabido siempre y me he sentido mal por no corresponderle, pero siempre lo he querido mucho y me alegro de la felicidad que ahora tiene. Por lo que he leído en sus ojos esta mañana, llorará cuando te vuelva a ver. Se le nota que te ama de verdad, y aquí nadie se opondrá a vuestro amor, de corazón te lo digo. Hace tiempo que somos cinco y nunca ha surgido una pareja entre nosotros. Ahora puede haber una. Y no le temas a mi madre. Te comprenderá y la querrás, ya lo veras.”
─“De momento es un placer conocerte, Lucy. Y si se parece a ti ha de ser una mujer extraordinaria. Sentiría causarle dolor, de verdad. Cielo santo. Esta mañana he conocido a la señora Oakes y ahora a ti. ¿Cómo voy a tenerle miedo a esta vida con vosotros? A estas horas yo no debería existir ya, y sin embargo, este 26 de enero va a ser el día más feliz de mi vida.”
─“En nuestros corazones vas a estar siempre, John, hasta si un día decides marcharte. Miguel nos dijo que eras muy dulce. Sólo te digo que si quieres quedarte aquí, sería un placer ser tu compañera. Y recuerda, no tengas celos. Miguel ya no me ama. Anda, regresemos.”
   John volvió con otra cara, con el corazón colmado de emociones aunque todavía no había vuelto Miguel. Pero sí contemplaba el rostro de otro mendigo bastante sucio que le sonreía. Llegado a su presencia, le estrechó la mano y le habló.
─“¿Qué te parecería otro paseo? Más al sur está el Puente de los Caballeros. Podíamos acercarnos a él y volver. Por cierto, no me he presentado. Me llamo Bruce.”
─“Ya lo había supuesto.” –y le sonrió con cierto miedo. No estaba acostumbrado a tener respeto de los hombres, y temía esta conversación.
─“John –empezó a contarle, ya de camino al Puente de los Caballeros-, antes que nada debes entender la sorpresa de todos nosotros. Ninguno podía esperarlo de Miguel.”
─“Eso es verdad, pero de corazón, Bruce, dime qué piensas de él o que piensas de mi o de los dos juntos.”
─“Es un placer para mí ver que en el Puente Wrathfall ha surgido una pareja. No me importa que sea de dos hombres. Y no siempre se tiene la misma impresión cuando se conoce a alguien. Pero tú pareces una persona en la que se puede confiar, y si te quedas aquí, será un placer hablar contigo –y entonces lo vio llorar y lo abrazó-. Mira, no sé si Miguel te contó que yo también estoy enamorado de Olivia. Sí, es así, aunque nunca se lo haya dicho. Cuando tu pareja llegó los dos teníamos celos el uno del otro, pero en un par de meses ya vimos que no éramos rivales, y nos fuimos haciendo amigos. Créete de verdad que quiero su felicidad. Y ahora voy a querer también la tuya. A mí siempre me tendrás apoyándote.”
─“Gracias, Bruce.” –le dijo deshecho. Cielo santo. Sólo su amiga Anne-Marie lo había comprendido. Nunca un hombre. Y este mendigo desconocido le entregaba su amistad y confianza. Le faltaba conocer a Olivia, que ese día, la señora Oakes se lo había contado, mendigaba sola porque necesitaba reflexionar. Pero ya conocía a tres de los compañeros de Miguel, o sus propios compañeros, pensó. Porque si hoy superaba bien la prueba de la calle y de conversar con Olivia, ya no tendría más dudas: se quedaba aquí. Le gustó el Puente de los Caballeros, y mucho más contemplarlo al lado de aquel caballero, Bruce, y ya deseó que fuera un amigo de por vida.
   Al regresar al Puente Wrathfall se llevó por fin la gran sorpresa que esperaba. Allí estaba Miguel y lloraba de felicidad al verlo. Se acercó a John y lo besó en la boca con fuerza sin que ninguno de los allí presentes, lo notaba, sintiera algo diferente a felicidad por verlos así de dichosos.
─“Perdóname, John. No creía de verdad que fueras a volver. He sido injusto contigo. Pero mira, llevo toda la mañana mendigando y he tenido un buen día. No tienes que venir conmigo esta tarde ni ninguna.”
─“Miguel, mientras estabas ausente he conocido a tres de tus compañeros y los he querido tanto que quiero que sean también mis compañeros. Me falta conocer aún a Olivia, pero entretanto voy a vivir como tú y como ellos. Lo tengo decidido. Vámonos a la calle.”
─“Bien, ven entonces, John, pero espero que la experiencia no te resulte amarga.”
    Lo llevó entonces  a St Mary y John pensaba que podía resistirlo, y vivir así el resto de su vida. No tuvo vergüenza,  pero es verdad que en su primer día en la calle se encontró con alguna cosa que no esperaba, entre ellas el que tenemos como sexto signo negativo. Ya te hablaré de eso, Protch. Lo atacó con fuerza, pero resistió. Miguel lo tanteaba con detenimiento viendo que la felicidad de la noche anterior seguía en él y no la perdía, mas dudando de que no lo tentara aún la riqueza. Llegó a hablarle de esto en alguna ocasión y tantas dudas veía en él que llegó a decirle.
─“Miguel, yo no quiero nada de lo que tenía. He empezado a vivir hoy y no estoy tan loco como para querer perder lo mucho que aún me puede aguardar a tu lado. Pero para que estés más tranquilo, mañana vas a venir a la Thuban conmigo, y mientras yo estoy en el despacho de mi tío, tú me esperas en el bar. Y te juro que no tendré problemas en presentarte a quien haga falta, o hasta besarte allí.”
    Todavía con dudas, Miguel las conservó hasta que John dejó trabajo, dinero, casa y coche, regresaron al Puente Wrathfall, que ya era su casa. Allí se hallaba una mujer que se parecía tanto a Lucy que sólo podía ser Olivia. De hecho, como tal la saludó y acertó.
─“¿Se te apetece otro paseo al Puente de los Caballeros?”
─“De acuerdo.”
─“Llevo todo el día mendigando y meditando. Esta mañana lloraba cuando Miguel nos contó que se había enamorado de ti. Todo el día he querido llegar a un pacto conmigo misma y quererte, aunque no te conocía. Mira, John, el amor que le ha surgido puede ser duro para mí, pero no más duro de lo que han sido estos años. Me enamoré de Miguel cuando él aún no estaba en la calle, todavía lo amo y es posible que lo ame siempre. Pero no pudo ser porque él se enamoró pronto de mi hija. Lucy es lo más importante de mi vida y no tuve celos de ella. Pero veía que ella no lo amaba y sufría por los dos: por Miguel y por Lucy. Ahora sé que mi hija encontrará un día al amor de su vida. Y Miguel ya es feliz con alguien, por duro que me resulte. Al fin y al cabo ha encontrado en otro lo que mi hija no le podía dar. Y veo que tú eres un hombre estupendo y no tengo nada que objetar, seguro que ninguno de mis compañeros lo han hecho, a que seáis dos hombres. Dame por favor unas semanas. En estos días no hablaré mucho contigo, pero no hablaré casi con nadie, excepto con mi señora.”
─“Eres un encanto, Olivia. En verdad tengo que hacer esfuerzos para no llorar, pues todos lo sois. No quiero partirte el corazón. Sólo quiero que veas en mí a un nuevo compañero, que también te quiere ya. Tómate el tiempo que desees para meditar lo que necesites. Sólo te repito que te quiero ya, y que ahora que os conozco a todos, ya no tengo ninguna duda: me quedo aquí. Gracias, Olivia.”
   A la mañana siguiente estuvieron juntos mendigando hasta las 11, y John conoció entonces que su pareja era el último en levantarse y a partir de ese día, estarían juntos en la calle al mediodía, de ahí en adelante. Pero a las 11, John había quedado con su tío en su despacho y un poco antes anduvieron hasta Avalon Road. Fueron caminando y no en coche porque John dejó su Volvo definitivamente aparcado en Wall Street, por si un día les hacía falta. Pero él no volvió a usarlo. Subió entonces las escaleras para hablar con su tío mientras Miguel esperaba en el bar.
   De la escena entre tío y sobrino también te contaré algo, pues John me la ha referido. Tuvo que firmar unos cuantos documentos pero su contrato quedó rescindido en breve tiempo. Pero Harold Blessing tenía algún latigazo más que soltar.
─“No me parece que lleves la sangre Blessing. Va a ser un placer que ya no trabajes aquí.”
─“Para mí también va a ser un placer perderte de vista, tío –le respondió-. He pasado, debido a ti, los años más amargos de mi vida. Pero ahora, y te lo digo con convicción, camino hacia la felicidad, con Miguel y nuestros compañeros…”
─“Adiós, John.”
─“Adiós, tío.”
    No parecía fácil que volvieran a verse. Pero John sólo estaba preocupado entonces por reunirse con Miguel en el bar.
   Allí estaba también Anne-Marie. Y John inmediatamente le presentó a Miguel. No se cayeron bien, eso te lo puedo asegurar, porque para Anne-Marie lo importante era que no querían encontrar un trabajo y vivir como una pareja respetable. Que John se fuera a la calle le parecía una locura y presentía que al lado de Miguel nunca se iría de ahí. Hablaron pues contenidos, pero se hablaron.
    A los pocos minutos entró el capullo de Nicholas Martin Siddeley, y déjame ser duro conmigo mismo, Protch, para contarte el episodio más vergonzoso de mi vida. En el bar estaba Richard, que sería testigo de lo que pasó. Yo en ese momento desconocía casi todo sobre mí mismo y verlos allí juntos, cogidos de la mano, me impresionó desagradablemente. Todavía hoy ignoro si me molestó también que fueran dos mendigos, y si los insulté por eso además. Tiempo después mi contador de historias me diría que no, que por eso no los insulté, y no recuerdo sinceramente que les lanzara palabras duras por ser mendigos. John me vio y enseguida, aunque nuestra relación era casi inexistente en aquellos días, me lo presentó.
─“Hola, Nike. Te presento a Miguel, mi pareja.”
─“Tú sabrás lo que estás haciendo con tu vida, John.” –le dije fríamente.
─“Sí, siento que no me entiendas, Nike. Pero Miguel me da la luz que me faltaba en mi ciega oscuridad. Es fuego en el corazón.”
   Ahora sí sé, pero no lo sabía entonces, por qué aquellas palabras me habían molestado tanto. En mi se fue propagando otro fuego, el de la ira, y lo insulté.
─“Africano, maricón, vete a la mierda.”
   Miguel y John se fueron entonces sin marcado desprecio hacia mí. Pero yo… ¿qué decirte? Me temo que a partir de esa mañana empecé a morir. Al menos a envenenarme. Comencé a ser un alcohólico después de ese día. Aquel 27 de enero empecé a matarme. Me pedí un segundo whisky y me lo tomé notando que Richard tenía una clara mueca de disgusto en su mirada. Empecé a aborrecerme.
   Llevaban un mes allí cuando un día de febrero, y mientras la señora Oakes y Olivia estaban de visita en Basin Hall, falleció Estella Oakes. Había llegado a los noventa, pero había estado muerta en vida durante muchos años. Su hija la lloró con fuerza pero también se alegraba de que ahora la bailarina hubiera terminado su danza amarga, para comenzar otro baile, de eso estaba segura, en la tercera estancia, en otra vida.
   El Arrabal de la Seductora empezó a ser un lugar inseguro también para los mendigos, y los seis eran atracados para conseguir las escasas ganancias de cada día. Aquella situación era insostenible. A todos les gustaban los alrededores del Puente Wrathfall, pero un día debatieron qué podían hacer de verdad. Sentían todos que aquella era la primera expulsión. Habría sido agradable volver a la Alameda de Umbra Terrae. Además ninguno de los tres hombres la conocía. Pero aquel lugar estaba ya abarrotado de mendigos y no tendrían intimidad. Pero quizá sí, la señora Oakes sugirió, en la Colina de los Caballeros. Allí estarían demasiado a la vista, pero sería temporal, hasta que encontraran otro lugar mejor. Se fueron un 3 de marzo y en la colina estuvieron hasta el 15 de diciembre. 9 meses de los que también tendré alguna cosa que contarte.
    Pero fuera donde fuera Miguel y John continuaron juntos, felices cada día a pesar de sus numerosas discusiones, pues siempre han sido una pareja extraordinariamente celosa, y si recordaban al imbécil de Nike, ahora sé que lo hacían entristecidos más que airados. Pero todo fue distinto para este capullo que te habla, que se fue envenenando sin posibilidad de redención. Vivía cada día borracho hasta en el trabajo y casi conseguí pudrirme del todo, permitiendo que se apolillase por completo mi inútil madera.

3 comentarios:

  1. Quijotesca hazaña, que cuanto más avanza más turbadora resulta. Algo inverosímil el episodio de "ilustrar" con pelos y señales, al consejo de administración de una importante empresa, sobre los sentimientos de un empleado, hecho que se eleva a irracional si lo que se les hace es partícipes de "como manejo mis genitales", son cosas confidenciales. Este capítulo me ha resultado un tanto fabuloso, en el más literal sentido de la palabra. Anne Marie.

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    1. No estoy de acuerdo con Anne Marie, para mi es el más creíble de los capítulos, algunos le llamarían "revancha" que a veces le da la vida a un@, para poner a cada quien en su lugar, cuando se ha sido ninguneado por no ir... "con la corriente", declarar su decisión de abandonar todo por amor, ante el Consejo, fue declarar ante el que era "su mundo" y sobre todo ante sí mismo, esto es lo que soy, esto es lo que quiero :)

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  2. Habría que mirar más allá de lo que se ve, ya no basta con ver lo inmediato. la constancia de los hechos cotidianos o el discurrir de la vida e historia de los personajes. Hay un global en la novela, el código de valores, y es ahí donde hoy quiero dirigir la mirada. Ni lejanía, ni cercanía, solo apreciación de lo que se destila y se desliza patentemente en esta historia.

    En este capítulo seguimos tensionados aun con John y su historia con Miguel, en esa tensión continuamos cuando vamos conociendo del resto del grupo, hasta ahora solo seis, la presentación y aceptación de John y al final del capítulo el abanico se abre intuyéndose la historia personal de Nike, en la que por fin parece ser un inicio de un arco narrativo tan esperado.

    Pero vuelvo al principio del comentario: los valores humanos de estos mendigos, confieso que al saber el tema de la novela me asaltó la idea de que serian retratos de personajes, algunos al menos, donde la beligerancia, el hurto, la mentira, las luchas jerárquicas y unos valores humanos escasos o prácticamente inexistentes fueran parte del discurso narrativo. No me tengo por mal pensado, ni acudo con un concepto a priori, de hecho he conocido a algún mendigo con distinta suerte en la relación, pero es lo que el consciente colectivo parece dictarnos a los que no sabemos nada o poco de estas personas.

    Gratamente sorprendido por ese espíritu colectivo de aceptación, bondad y generosidad, que en este capítulo queda patente, el ser humano que solo quiere vivir, encontrarse, compartir y teniendo consciencia de colectivo aceptar y ayudar al resto, el bien común. Tantas veces caemos en el error de confundir una persona por el adjetivo que la sitúa en un grupo social, solamente por ignorancia, por pereza de no querer esforzarnos en tener un mínimo conocimiento de ella.

    Ni ñoñería, ni cuento de Navidad, la crudeza de los valores la hace auténtica y creíble, simplemente unas historias que se siguen cruzando, un relato atrevido y valiente, y un interés que no decae, al contrario, capítulo a capítulo.

    Leído, devorado más bien y aun con los ojos húmedos del capítulo anterior, no me ha defraudado este capítulo, sigo a John, me puede la curiosidad por este personaje, y por tener al grupo de ocho al completo. Difícil mantener la querencia por un solo personaje, cuando parece que el interés se centra en uno, aparece el siguiente y te cautiva de nuevo, dejando caminos pendientes de recorrer, e incrementando la impaciencia por lo que deparara el siguiente capítulo.

    He querido cambiar el tono, que últimamente vengo utilizando, en este comentario, aunque solo sea por cambiar el tempo de los mismos, intentando no caer en el aburrimiento, ni personalismo, lo que digo es lo que pienso, ni adulación, ni seguidismo, ni ningún otro escondido propósito. Tiempo habrá para la crítica, que seguro ha de llegar, pero aun así siempre desde un espíritu constructivo y desde el cariño que siento por esta novela.


    Quizás me puse melodramático, lo siento, pero escribo en zapatillas, quitando tiempo a los pucheros y las tareas diarias, para leer, en un día con poco humor en el que ando perdido en extrañas melancolías.


    Pol

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