CAPÍTULO VII: LOS CALVOS



Érase una vez un mendigo que nació en una cuna de madera, porque los espíritus del Universo, siempre indescifrables pero siempre justos y sabios, quisieron confundir su nacimiento y escribieron que recorriera su camino como árbol. Y tuvo copas y tuvo raíces, y raíces muy sólidas, que le aportaban los nutrientes imprescindibles para que su savia le aportara dignidad, y si es cierto que hasta las nubes del respeto un día hicieron nido en su copa, también es cierto que en una ocasión, como les pasa a todos los árboles, la savia se le pudrió y su madera se secó. Y si su historia te parece la más dura, es verdad que algunos árboles necesitan primero consumirse, para brotar floridas hojas después.

La familia Pennington había encontrado en el arte de hacer vidrieras trabajo y placer durante años, por no decirte siglos, y se esmeraban en lo que hacían. Eran grandes artesanos, que ya te he nombrado, pues fueron los Pennington los que hicieron la vidriera de Hunter’s Arrows, entonces casa de Olivia, la de la escena de cacería con cisnes. Y James Pennington engrandeció los lujos de algunas casas de esta Ciudad, que no los templos, poniendo un toque personal en lo que hacía. Era un hombre sincero que mereció la mujer sincera y tierna que tuvo, pues sin haberla conocido lo sé -conozco las palabras de su nieto-. James Pennington se casó con Jessica Bowles, y no vivieron peor el día que los Pennington se vieron forzados a transformar su negocio en una carpintería, pues poco después de la vidriera de los cisnes, hicieron una o dos más, hasta que se vieron obligados a reconocer que el trabajo ya no les daba para vivir.
Jessica Bowles y James Pennington tuvieron una única hija y la llamaron Margaret. Creció con curiosidad por el arte, por las esculturas, por el  sobrecogimiento de sentir que con esa maestría se le podía dar vida a los recuerdos, al momento actual y a las personas, de ayer o de hoy, y siempre sintió deseos de conocer y la necesidad de esculpir algún día.
En la Capital vivía entretanto la familia Prancitt, y su hijo Paul siempre había sido reflexivo y religioso, muy religioso, sin fanatismos, como sus padres, Lionel Prancitt y Cora Bayne. Católico de toda la vida, vivía la experiencia de dialogar con Dios a menudo, y un día fue llamado al sacerdocio. No sé nada de sus años en el seminario, pero consiguió ser impuesto sacerdote y destinado a Hazington, a la iglesia de St Mark, en Jerusalem Street. Allí pasó varios años ejerciendo su ministerio con fe y vocación, y  ayudando a los demás, comprendiendo sus necesidades sin compasión.
Paul Prancitt estaba una tarde en su templo después de misa cuando se topó con una escena digna de ser narrada. Ya la iglesia se dijera vacía cuando creyó tener una experiencia mística. Sintió que María caminaba para verse a sí misma, y le llevó un tiempo recuperar su cordura para saber que estaba viendo a una mujer, después supo que se llamaba Margaret Pennington, contemplando a la virgen con respeto fijándose en la talla, pues ella era religiosa, también católica, pero llevaba dentro a una artesana.  
Se pusieron a hablar y se presentaron, primero los nombres, después ella le contó su pasión por la escultura y él le hablaba de su vocación. Y se hicieron amigos y el sacerdote se dio cuenta, tres meses después ya no tenía ninguna duda, de que se había enamorado de Margaret. Y la notaba enamorada de él, y se lo preguntó y efectivamente ella lo reconoció. Tuvo un tiempo de desgarro cuando tuvo que plantearse en serio qué iba a hacer con el resto de su vida hasta que comprendió que ya no podría al menos ser un buen sacerdote pues predicaría con su recuerdo en sus pensamientos, y puede que en sus palabras. Y decidió que, puesto que no le quedaba más remedio que elegir, la elegía a ella, y finalmente un día le propuso matrimonio. Margaret no le dijo inmediatamente que sí porque sabía lo que era él y el dolor que le podía producir, pero al final aceptó a Paul Prancitt por esposo y una mañana de abril se casaron. Se fueron a vivir a Knightsbridge Street. Y unos meses después quedó embarazada y Paul y Margaret Prancitt al cabo tuvieron un varón bautizado con dos nombres, de un evangelista y de un patriarca bíblico, fuente de tres religiones, que vino al mundo con el nombre de Luke Abram Prancitt.
Luke creció en la seguridad de un buen hogar, con unos padres que comprendían bien sus problemas de niño, equivalentes a nuestros problemas de adulto, y un tronco que transportaba a su copa su savia fértil y creadora. Su imaginación y su memoria eran inagotables y fue brotando hojas y flores perfumadas de esfuerzo y dignidad. Y tuvo tiempo de parir raíces y abonos para otros arbolitos, mucho antes de que con su propia vida posterior el árbol fuera talado.
Y a los 6 años vivió feliz el segundo embarazo de su madre y se ilusionaba esperando a su hermanita o su hermanito. Y no tardó en dar a luz a una segunda plantación, un niño al que se le llamó, por su abuelo materno, James. Y siempre se quisieron mucho los dos hermanos, y Luke y James Prancitt jugaban, reían y se abrazaban. En sus primeros años, a Luke le gustaba contarle cuentos a James. Y es plenamente capaz de recordar todas las historias que ha ideado y retener, si no cada palabra, al menos todas las principales. Lo llevaba al parque, corría con él, jugaba con él, hablaban, imaginaban, y James fue viendo en Luke a un verdadero padre, hermano y amigo.
Pero aún estaba por llegar el momento más amargo en la vida de Luke. El ya había cumplido doce años y su hermano James seis, pero no sé siquiera en qué mes fue. Una tarde regresó su madre cansada de hacer la compra y se tuvo que sentar. Al momento se encontró desmayada, se recuperaba inmediatamente pero se volvía a desmayar. Su familia quiso convencerla de que se echara unas horas pero Margaret, que debía suponer que podía ser el último día de su vida, no se quiso acostar. Por la noche ya estuvo inconsciente hasta el final y toda su familia prefirió que se fuera así, sin enterarse. Y a las 2 de la madrugada se fue. Llamaron a un médico para certificar lo que ya sabían, y fue entonces cuando el padre y sus dos hijos comenzaron a llorar a lágrima viva, los dos menores abrazados a su padre, asegurándole que siempre estarían a su lado. Y efectivamente lo cumplieron. Descansa en paz, Margaret Pennington. Toda la vida vivirás en el recuerdo de tus tres amores.
Los años siguientes estaba casi siempre al lado de su padre. Al salir del instituto, veía la tele con él,  leían juntos y hasta la Biblia. Su hermano James era muy niño y pocas veces lo hacía, pero Luke llegó a reconocer al menos de qué libro de la biblia era tal capítulo y comentaba con sus padres sobre el personaje que estuvieran leyendo y le daba su opinión sobre lo que estuviera ojeando. Acabada la secundaria no quiso ir a la universidad y buscando empleo halló uno, como Miguel, en el ejército del aire, donde pasó tres años.
Le encantaba volar y ni la primera vez saltó de su paracaídas con miedo. Se lanzaba desde 1.500 metros y gozaba con cada tramo de descenso. Era varias veces a la semana y daba sorbos del aire de los 1.500 metros, de los 1.000, de los 500… sentía los columpios de viento donde se mecía, los toboganes por los que se deslizaba. Era ave de varios nidos en el aire, y uno al final en la tierra, a la que llegaba respirando y anhelando volver a saltar. Cuando la avioneta se iba elevando veía un aire por el que sabía que volaría y que otros podían mirar, pero no sorber. Hizo amigos a los que nunca olvidó, amigos de verdad, algunos volanderos como él, amigos gaviota, amigos golondrina.
Pero un día lo avisaron de que tenía una llamada de teléfono. Y al cogerlo, oyó la voz de su hermano James, que le hablaba entre lágrimas. Le contaba que su padre había fallecido la noche anterior, algo de una hemorragia extendida por todo el cuerpo. Se sintió vacio y derramó todo un río de lágrimas allí, en aquella sala donde tuvo que dar explicaciones a los militares que en ella se encontraban. Y a los dos días dejó el ejército para regresar a Hazington, con esperanzas de volver de nuevo, aunque él ya no sabía qué hacer con su vida. Había atravesado una gran depresión con la muerte de su madre, y no se vio capaz de resistir la de su padre. Ojalá tuviera tu fe, papá, pero no creo en nada. Así lloraba en el avión que lo traía de vuelta a su ciudad. Y así se secaría un día este árbol hasta pudrirse, pues había perdido las raíces, y no tenía fe o savia que alimentara su sólida madera. De vuelta con su hermano, en el funeral, con él después, sólo sabía que ahora mismo no sería capaz de volver al ejército. Y entretanto permaneció con James en Knightsbridge Street, pensando qué iba a hacer a continuación. Y en ello se andaba cuando un día volvió a toparse con Brian Philisey, antiguo compañero de la escuela.
   A Luke le llamó la atención que estuviera casi calvo, y le preguntó si padecía algún tipo de alopecia. Brian le respondió que no y que ya le explicaría por qué llevaba la cabeza así. Su amigo era un hombre muy difícil de definir. Ya de pequeño era reservado y en ocasiones algo cruel, pues como todo el mundo ha matado cucarachas pero él se regodeaba y al pisarlas les decía que no tenían derecho a vivir. Hacía tiempo que no se veían y no se le apreciaban más cambios que el pelo y que se lo notaba contenido, con ganas de decir mil cosas y estar reservándoselas. Le dijo a Luke que esa noche iba a ver un partido de fútbol, y que si quería lo invitaba. Jugaban los Hazington Spurs, que podían subir de categoría, aunque estaban en una muy baja. Era mayo y le bastaba ganar un partido para ascender. Esa noche jugaban contra el Midrover. Luke consintió en acudir a aquel partido.
El fútbol es un deporte y un espectáculo. No se le puede culpar de que genere violencia. La gente violenta es la que va al fútbol, igual que la gente pacífica. Es una competición, y te puedo asegurar Protch, yo que he sido campeón de natación, que es atractivo ganar  para el que compite  y para el espectador, y que he oído de todo mientras nadaba, a gente colérica que me deseaba lo peor y me insultaba o a gente que me elogiaba. No soy aficionado al fútbol, pero lo considero un bello deporte donde el balón se puede hacer poema, cuando 22 hombres lo patean con los latidos más que con las piernas.
El partido de fútbol no tiene importancia, pero algo te contaré. En el equipo visitante su figura era un negro de orígenes nigerianos: Bill Abuye. Era un maestro del balón y marcó dos de los tres goles que el Midrover hizo ese día. Pero los calvos allí presentes se llevaron los 90 minutos insultándolo y comenzaron a lavarle el cerebro a Luke. Decían que podía haberse  quedado en su país, que seguro que en el nuestro había portentos similares. Luke nombró que había tenido un teniente negro que le había dado órdenes en el ejército y los calvos dijeron que ese era el problema, que de no haber ocupado ese trabajo, Luke podía haberlo hecho, y mi compañero asintió a sabiendas de que él no tuvo deseos en el ejército de ascender.
Fue presentado a Sebastian Fraser, que más o menos, sin haber sido designado, era el líder de los calvos. Era un hombre que podía hacer muchas cosas por odio o por dinero sin excesivos remordimientos, y el problema con él es que no se sabía adónde podía llegar, aunque en apariencia podía incluso ser una persona encantadora. Pero ese día no. Entonces tocaba enseñar su peor cara. A su lado Agatha Fraser, su mujer, quien compartía las ideas de su marido pero era más dulce y contenida. Ella lo acompañaba en ocasiones, pero un día Luke dejó de verla y Sebastian, a quien ya llamaba Seb, explicaba que habían tenido alguna riña y que ella se había ido una temporada con su madre a otra ciudad.
A su lado estaba un vecino de Luke, llamado Bart. No me ha dicho su apellido, aunque me lo puedo figurar. Era el más cruel de ellos, el más ofensivo. Los demás iban casi calvos, pero no totalmente. Él no llevaba nada de pelo. Se divertía insultando y humillando y él sí que es capaz de todo. El tiempo en que fueron vecinos, no compañeros de este sucio credo, casi no se hablaban, a pesar de que vivían muy cerca. Para Luke fue una sorpresa encontrárselo allí y por supuesto no tuvo que ser presentado.
Gran amigo de Bart a pesar de todo era Gareth Gains. Era el más joven y el más lampiño. En otras circunstancias podría haber sido un placer haber llegado a conocerlo. Se pasaba las horas contándole secretos a Bart y a menudo reían juntos, incluso durante las frecuentes peleas con los punkies.
No lo conoció en el partido, sino al día siguiente. Se llama Bill Dempsey. Un hombre reservado. No es fácil averiguar qué es lo que está pensando. Algo violento, seguro, pues cuando habla se traiciona, pero no se sabe si cruel. Moreno y cejijunto, es el único que tenía entonces un trabajo estable, como expendedor de billetes en la estación de autobuses, cerca del lugar habitual de reunión de los calvos, un sótano de la casa de Brian Philisey, en Churchway.
El partido terminó 3-0 a favor del Midrover. De todos modos los Spurs ascendieron la semana siguiente, de visitantes, y todos vieron algún partido de la próxima temporada como local, ya de una división superior, pues Luke estuvo con ellos hasta noviembre.
Contarte la historia de los skinheads no va a ser fácil porque yo tampoco sé mucho de estas cosas. Sólo conozco lo que mi compañero Luke me ha ido contando, pero te puedes llevar alguna sorpresa. ¿Quién no daría por hecho que son necesariamente violentos y neonazis? Muchos de los primitivos skinheads fueron negros jamaicanos que emigraron a nuestro país. ¿Cómo es posible entonces que después se volvieran contra los negros? Es que nunca lo hicieron, Protch. Fueron brotando varios grupos que, a veces influenciado por un partido político xenófobo, se volvieron racistas. Pero todo tipo de pensamiento político está en ellos, desde la izquierda a la derecha, desde anarquistas o comunistas a cristianos. Y no han de ser necesariamente violentos. Claro que muchos lo son, como todo grupo humano, y muchos son gamberros y pelean, pero después respetan color, condición sexual o circunstancias, como la de ser mendigos. A todos los une la música y oyen ska, o ska reggae, sobre todo. Suelen llevar, además del pelo corto o rapado, ropas similares, identificados con obreros, y suelen ir con vaqueros  y tirantes, además de los bumpers, un tipo de chaqueta. En esta ciudad incluso en mayo, junio o septiembre, Luke y todos los demás las vestían con orgullo. Los neonazis, a menudo llamados boneheads, sí que se pelean con los punkies, pero de mutuo acuerdo. Ambos grupos desean la pelea y por lo que Luke me ha contado ni punkies ni boneheads han salido gravemente heridos.
Fueron seis meses en los que se fue corrompiendo, nutriéndose con ese credo, que más tarde en su vida le dolería. Durante años tuvo miedo a cometer los mismos errores. Se rapó por completo la cabeza, porque todos lo hicieron, y tenía problemas con su hermano, porque notaba que lo observaba con preocupación, el pelo calvo, la ropa distinta y la sospecha de que había cambiado su modo de pensar, aunque Luke no le hablaba a James de sus doctrinas. De verdad que comenzó a creerse todas esas ideas y que había seres humanos superiores y otros inferiores a los que había que eliminar o cuanto menos apartar. Para redimirse un día, primero tuvo que hundirse en el lodo, y yo no te lo voy a esconder porque entre otras cosas para hacerle justicia a Luke ahora has de conocer lo que fue. Básicamente fueron seis meses de continuas peleas, pero con punkies, y al fin y al cabo eso no se lo reprocho, porque es una violencia absurda, pero ambas partes estaban de acuerdo, y Luke tuvo varias heridas pero estaba dispuesto a pagar ese precio.
A veces humillaba o insultaba a algún ser humano incluido en la lista de personas a las que tenía que despreciar. Y a veces pegaba a alguno, aunque sólo tuvo una víctima de verdad. Walter Venture estaba en la calle y en ella sigue. Un día había decidido beber, él no lo hace nunca, porque hacía mucho frío y quería entrar en calor. Había terminado de mendigar ya y estaba a punto de echarse a dormir en un banco de una plazuela del pueblo, cuando pasaron por allí los calvos y lo vieron. Lo insultaron, le metieron el miedo en el cuerpo primero y después pasaron a pegarle. No le rompieron nada, pero estuvieron golpeándolo durante diez minutos, todos, Luke también. Al final lo dejaron. Walter terminó bien, habiéndose llevado el susto de su vida, pero nada peor, y te lo puedo asegurar pues lo veo a menudo. Los otros cinco habían disfrutado, Luke no, pero lo hizo consciente de que ciertos seres humanos lo merecían.
Pero llegaría un 18 de noviembre que cambiaría su destino. Miguel y John mendigaban juntos en la plaza de St Paul’s. Estos cobardes siempre atacan en manada, y sólo por ver a dos mendigos los habrían atacado ya. Mas de repente Miguel y John, inconscientes de quienes los miraban decidieron besarse allí, un beso en la boca. Si no llega a ser junto a la Basílica, los calvos los habrían matado, pero en esa plaza no se atrevieron a nada, mas fueron madurando sus planes. Más cuando Luke les dijo que prácticamente estaba seguro de haberlos visto alguna vez. Eran, digamos, vecinos. Si estaba en lo cierto, esos dos acampaban en la Colina de los Caballeros, enfrente de su casa. Y quería que se fueran de allí. Así que estuvo dispuesto a subir y hablar con ellos, a darles un susto o un buen escarmiento. Iría solo porque Bart, también vecino, tenía cosas que hacer. Quedó en verlos en su guarida de Churchway a las 9, eran entonces las 6, para contarles qué había pasado. Y con ese acuerdo, temerariamente subió la Colina de los Caballeros. Sus pensamientos se dividían con algún remordimiento y un comienzo de ponerse en la piel de aquellos a los que odiaba. No había niebla entonces, pero sus emociones de ese instante, como el color del paisaje, eran lúgubres.

4 comentarios:

  1. Las bandas, espantosa realidad con que a menudo nos amenizan la comida los telediarios. Efectivamente "los cobardes siempre atacan en manada". Menos mal que entre esta marabunta planetaria de la que formamos parte aún quedamos unos pocos con principios. Son los que "van a gobernarnos en el futuro", aunque, visto el panorama político de hoy ...

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  2. Todos coexistimos y depende de nosotros el cambiar el panorama, ya sea político y/o social... cada un@ desde su lugar. :)

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  3. Aunque ya venía sobre aviso, uno siempre se siente impotente cuando intenta buscarle sentido a la diégesis de un personaje que se mete en el mundo de las bandas callejeras.

    Con Luke me ha pasado, igual que comenta el primer Anónimo, como con las historias de telediario; me he visto gritándole en silencio "ese no es el camino", "por ahí no, idiota".

    Ojalá consiga redimirse en capítulos próximos. Me encantará leer su evolución.

    Con cariño, Rubén. :)

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  4. Luke (Amplius lava me ab iniquitate mea: et a peccato meo munda me. Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper.) (*)

    LOBO BUENO
    Empieza la historia esta vez desde las vidrieras, los irisados colores y las escenas de cisne tan gratamente recordados. Empieza una nueva saga. Hijo de Paul (Prancitt), nieto de James (Pennington) y hermano de James (Prancitt), curiosa simbologia apostólica que rodea el primer trazo de Luke Abram (Prancitt), al que conoceremos como Luke, y que marcará una infancia donde acunado por el referente moral de sus progenitores, crece feliz y tranquilo, siendo un "verdadero padre, hermano y amigo" para su hermano James

    LOBO MALO
    No todo fue apacible y los sucesos luctuosos le llevan al reencuentro con "amigos" de estudios, a conocer una banda llamada "Los Calvos" e igual que antes bebió de las fuentes de una moral religiosa, ahora adopta los principios de una rebeldía malentendida, la ley de la calle, de ideología supremacista que niega la igualdad. Y Luke sufre la metamorfosis, y no solo estéticamente se adapta a su nuevo credo, también a su liturgia: peleas con otras bandas, humillación y desprecio manifiesto hacia los considerados inferiores, así hasta alcanzar la comunión como parte final de su particular sagrado oficio, atacando y golpeando a un mendigo, reforzándose con cada patada e insulto en su equivocada ideología.

    LOBO ¿BUENO O MALO?
    Afortunadamente los tiempos cambian, despacio eso si, pero para John y Miguel aún no había llegado ese cambio, tuvieron la mala idea de desearse, de decirse estoy aquí a tu lado, rozándose los labios en un intento de beso, en que mal lugar y en que dulce circunstancia fueron vistos por "Los Calvos". Luke abanderó el futuro ataque. Y acabamos el capítulo a las puertas de esa agresión, inusualmente en solitario, por parte de Luke.

    LA DECISIÓN DE LUKE
    La Pelea de los lobos es una leyenda de los indios Cherokee. Narra una gran pelea entre dos lobos:
    … Un lobo representa: el miedo, la ira, la envidia, la pena, la superioridad y el ego entre otros.
    … El otro lobo es: la alegría, la paz, el amor, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe entre otros.
    Esa misma lucha está teniendo lugar en el interior de Luke como en el de cualquier persona que viva.
    La pregunta es ¿Quién ganará?. La respuesta de la leyenda es: Ganará el lobo al que más alimentes.

    Capítulo corto, magistral como siempre, vuelve de nuevo a prender la magia del narrador, y somos sorprendidos, ya no solo por la calidez narrativa de algunos pasajes, sino también por el conocimiento que el autor tiene sobre lo escrito. Paremos la vista en algunos aspectos: La simbologia del trazado vital con un árbol, acertadamente descrita; Los toboganes y columpios de viento por donde volaba Luke, pareciera o parece que esta terminología es nacida de una experiencia personal del autor, sea como fuese, el pasaje está descrito con una esmerada y asemejada prosa poética; En la descripción de las bandas, tan bien situada y contextualizada, uno reconoce y agradece el gran y arduo trabajo de documentación que ha hecho el autor.

    Y sin embargo el punto al que quería llegar es al oficio que se nota en este capítulo, se aprecia un crecimiento exponencial del que escribe, tanto en la narrativa, como también en la capacidad de crear ambientes e historias. Pareciera que el lector se encuentra ante un tesoro por largo tiempo guardado, que generosamente es ofrecido extramuros.

    Este corto capítulo de introducción bien podría ser la parte inicial del siguiente, pero el lector es tentado por el gozo del misterio y la intriga, dejando en el momento álgido del relato un punto y final del capítulo que no es más que un punto y seguido, invitándonos, sabiendo que no vamos a rechazar, a voltear la hoja y comenzar el siguiente capítulo.

    Pol

    (*) Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones; Y mi pecado está siempre delante de mí. (Miserere o Miserere mei, Deus - Salmo 51 del Antiguo Testamento)

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