Érase una vez un mendigo
que nació en una cuna de madera, porque los espíritus del Universo, siempre
indescifrables pero siempre justos y sabios, quisieron confundir su nacimiento
y escribieron que recorriera su camino como árbol. Y tuvo copas y tuvo raíces, y raíces muy sólidas, que le aportaban
los nutrientes imprescindibles para que su savia le aportara dignidad, y si es
cierto que hasta las nubes del respeto un día hicieron nido en su copa, también
es cierto que en una ocasión, como les pasa a todos los árboles, la savia se le
pudrió y su madera se secó. Y si su historia te parece la más dura, es verdad
que algunos árboles necesitan primero consumirse, para brotar floridas hojas
después.
La familia Pennington había encontrado en el arte de hacer
vidrieras trabajo y placer durante años, por no decirte siglos, y se esmeraban
en lo que hacían. Eran grandes artesanos, que ya te he nombrado, pues fueron
los Pennington los que hicieron la vidriera de Hunter’s Arrows, entonces casa
de Olivia, la de la escena de cacería con cisnes. Y James Pennington
engrandeció los lujos de algunas casas de esta Ciudad, que no los templos,
poniendo un toque personal en lo que hacía. Era un hombre sincero que mereció
la mujer sincera y tierna que tuvo, pues sin haberla conocido lo sé -conozco
las palabras de su nieto-. James Pennington se casó con Jessica Bowles, y no
vivieron peor el día que los Pennington se vieron forzados a transformar su
negocio en una carpintería, pues poco después de la vidriera de los cisnes,
hicieron una o dos más, hasta que se vieron obligados a reconocer que el
trabajo ya no les daba para vivir.
Jessica Bowles y James Pennington tuvieron una única hija y la
llamaron Margaret. Creció con curiosidad por el arte, por las esculturas, por
el sobrecogimiento de sentir que con esa
maestría se le podía dar vida a los recuerdos, al momento actual y a las
personas, de ayer o de hoy, y siempre sintió deseos de conocer y la necesidad
de esculpir algún día.
En la Capital vivía entretanto la familia Prancitt, y su hijo Paul
siempre había sido reflexivo y religioso, muy religioso, sin fanatismos, como
sus padres, Lionel Prancitt y Cora Bayne. Católico de toda la vida, vivía la
experiencia de dialogar con Dios a menudo, y un día fue llamado al sacerdocio.
No sé nada de sus años en el seminario, pero consiguió ser impuesto sacerdote y
destinado a Hazington, a la iglesia de St Mark, en Jerusalem Street. Allí pasó
varios años ejerciendo su ministerio con fe y vocación, y ayudando a los demás, comprendiendo sus
necesidades sin compasión.
Paul Prancitt estaba una tarde en su templo después de misa cuando
se topó con una escena digna de ser narrada. Ya la iglesia se dijera vacía
cuando creyó tener una experiencia mística. Sintió que María caminaba para
verse a sí misma, y le llevó un tiempo recuperar su cordura para saber que
estaba viendo a una mujer, después supo que se llamaba Margaret Pennington,
contemplando a la virgen con respeto fijándose en la talla, pues ella era
religiosa, también católica, pero llevaba dentro a una artesana.
Se pusieron a hablar y se presentaron, primero los nombres,
después ella le contó su pasión por la escultura y él le hablaba de su
vocación. Y se hicieron amigos y el sacerdote se dio cuenta, tres meses después
ya no tenía ninguna duda, de que se había enamorado de Margaret. Y la notaba
enamorada de él, y se lo preguntó y efectivamente ella lo reconoció. Tuvo un
tiempo de desgarro cuando tuvo que plantearse en serio qué iba a hacer con el
resto de su vida hasta que comprendió que ya no podría al menos ser un buen
sacerdote pues predicaría con su recuerdo en sus pensamientos, y puede que en
sus palabras. Y decidió que, puesto que no le quedaba más remedio que elegir,
la elegía a ella, y finalmente un día le propuso matrimonio. Margaret no le
dijo inmediatamente que sí porque sabía lo que era él y el dolor que le podía
producir, pero al final aceptó a Paul Prancitt por esposo y una mañana de abril
se casaron. Se fueron a vivir a Knightsbridge Street. Y unos meses después
quedó embarazada y Paul y Margaret Prancitt al cabo tuvieron un varón bautizado
con dos nombres, de un evangelista y de un patriarca bíblico, fuente de tres
religiones, que vino al mundo con el nombre de Luke Abram Prancitt.
Luke creció en la seguridad de un buen hogar, con unos padres que
comprendían bien sus problemas de niño, equivalentes a nuestros problemas de
adulto, y un tronco que transportaba a su copa su savia fértil y creadora. Su
imaginación y su memoria eran inagotables y fue brotando hojas y flores
perfumadas de esfuerzo y dignidad. Y tuvo tiempo de parir raíces y abonos para
otros arbolitos, mucho antes de que con su propia vida posterior el árbol fuera
talado.
Y a los 6 años vivió feliz el segundo embarazo de su madre y se
ilusionaba esperando a su hermanita o su hermanito. Y no tardó en dar a luz a
una segunda plantación, un niño al que se le llamó, por su abuelo materno,
James. Y siempre se quisieron mucho los dos hermanos, y Luke y James Prancitt
jugaban, reían y se abrazaban. En sus primeros años, a Luke le gustaba contarle
cuentos a James. Y es plenamente capaz de recordar todas las historias que ha
ideado y retener, si no cada palabra, al menos todas las principales. Lo
llevaba al parque, corría con él, jugaba con él, hablaban, imaginaban, y James
fue viendo en Luke a un verdadero padre, hermano y amigo.
Pero aún estaba por llegar el momento más amargo en la vida de
Luke. El ya había cumplido doce años y su hermano James seis, pero no sé
siquiera en qué mes fue. Una tarde regresó su madre cansada de hacer la compra
y se tuvo que sentar. Al momento se encontró desmayada, se recuperaba
inmediatamente pero se volvía a desmayar. Su familia quiso convencerla de que
se echara unas horas pero Margaret, que debía suponer que podía ser el último
día de su vida, no se quiso acostar. Por la noche ya estuvo inconsciente hasta
el final y toda su familia prefirió que se fuera así, sin enterarse. Y a las 2
de la madrugada se fue. Llamaron a un médico para certificar lo que ya sabían,
y fue entonces cuando el padre y sus dos hijos comenzaron a llorar a lágrima
viva, los dos menores abrazados a su padre, asegurándole que siempre estarían a
su lado. Y efectivamente lo cumplieron. Descansa en paz, Margaret Pennington.
Toda la vida vivirás en el recuerdo de tus tres amores.
Los años siguientes estaba casi siempre al lado de su padre. Al
salir del instituto, veía la tele con él,
leían juntos y hasta la Biblia. Su hermano James era muy niño y pocas
veces lo hacía, pero Luke llegó a reconocer al menos de qué libro de la biblia
era tal capítulo y comentaba con sus padres sobre el personaje que estuvieran
leyendo y le daba su opinión sobre lo que estuviera ojeando. Acabada la
secundaria no quiso ir a la universidad y buscando empleo halló uno, como
Miguel, en el ejército del aire, donde pasó tres años.
Le encantaba volar y ni la primera vez saltó de su paracaídas con
miedo. Se lanzaba desde 1.500 metros y gozaba con cada tramo de descenso. Era
varias veces a la semana y daba sorbos del aire de los 1.500 metros, de los
1.000, de los 500… sentía los columpios de viento donde se mecía, los toboganes
por los que se deslizaba. Era ave de varios nidos en el aire, y uno al final en
la tierra, a la que llegaba respirando y anhelando volver a saltar. Cuando la
avioneta se iba elevando veía un aire por el que sabía que volaría y que otros
podían mirar, pero no sorber. Hizo amigos a los que nunca olvidó, amigos de
verdad, algunos volanderos como él, amigos gaviota, amigos golondrina.
Pero un día lo avisaron de que tenía una llamada de teléfono. Y al
cogerlo, oyó la voz de su hermano James, que le hablaba entre lágrimas. Le
contaba que su padre había fallecido la noche anterior, algo de una hemorragia
extendida por todo el cuerpo. Se sintió vacio y derramó todo un río de lágrimas
allí, en aquella sala donde tuvo que dar explicaciones a los militares que en
ella se encontraban. Y a los dos días dejó el ejército para regresar a
Hazington, con esperanzas de volver de nuevo, aunque él ya no sabía qué hacer
con su vida. Había atravesado una gran depresión con la muerte de su madre, y
no se vio capaz de resistir la de su padre. Ojalá tuviera tu fe, papá, pero no
creo en nada. Así lloraba en el avión que lo traía de vuelta a su ciudad. Y así
se secaría un día este árbol hasta pudrirse, pues había perdido las raíces, y
no tenía fe o savia que alimentara su sólida madera. De vuelta con su hermano,
en el funeral, con él después, sólo sabía que ahora mismo no sería capaz de
volver al ejército. Y entretanto permaneció con James en Knightsbridge Street,
pensando qué iba a hacer a continuación. Y en ello se andaba cuando un día
volvió a toparse con Brian Philisey, antiguo compañero de la escuela.
A Luke le llamó la
atención que estuviera casi calvo, y le preguntó si padecía algún tipo de
alopecia. Brian le respondió que no y que ya le explicaría por qué llevaba la
cabeza así. Su amigo era un hombre muy difícil de definir. Ya de pequeño era
reservado y en ocasiones algo cruel, pues como todo el mundo ha matado
cucarachas pero él se regodeaba y al pisarlas les decía que no tenían derecho a
vivir. Hacía tiempo que no se veían y no se le apreciaban más cambios que el
pelo y que se lo notaba contenido, con ganas de decir mil cosas y estar
reservándoselas. Le dijo a Luke que esa noche iba a ver un partido de fútbol, y
que si quería lo invitaba. Jugaban los Hazington Spurs, que podían subir de
categoría, aunque estaban en una muy baja. Era mayo y le bastaba ganar un
partido para ascender. Esa noche jugaban contra el Midrover. Luke consintió en
acudir a aquel partido.
El fútbol es un deporte y un espectáculo. No se le puede culpar de
que genere violencia. La gente violenta es la que va al fútbol, igual que la
gente pacífica. Es una competición, y te puedo asegurar Protch, yo que he sido
campeón de natación, que es atractivo ganar
para el que compite y para el
espectador, y que he oído de todo mientras nadaba, a gente colérica que me
deseaba lo peor y me insultaba o a gente que me elogiaba. No soy aficionado al
fútbol, pero lo considero un bello deporte donde el balón se puede hacer poema,
cuando 22 hombres lo patean con los latidos más que con las piernas.
El partido de fútbol no tiene importancia, pero algo te contaré.
En el equipo visitante su figura era un negro de orígenes nigerianos: Bill
Abuye. Era un maestro del balón y marcó dos de los tres goles que el Midrover
hizo ese día. Pero los calvos allí presentes se llevaron los 90 minutos
insultándolo y comenzaron a lavarle el cerebro a Luke. Decían que podía
haberse quedado en su país, que seguro
que en el nuestro había portentos similares. Luke nombró que había tenido un
teniente negro que le había dado órdenes en el ejército y los calvos dijeron
que ese era el problema, que de no haber ocupado ese trabajo, Luke podía
haberlo hecho, y mi compañero asintió a sabiendas de que él no tuvo deseos en el
ejército de ascender.
Fue presentado a Sebastian Fraser, que más o menos, sin haber sido
designado, era el líder de los calvos. Era un hombre que podía hacer muchas
cosas por odio o por dinero sin excesivos remordimientos, y el problema con él
es que no se sabía adónde podía llegar, aunque en apariencia podía incluso ser
una persona encantadora. Pero ese día no. Entonces tocaba enseñar su peor cara.
A su lado Agatha Fraser, su mujer, quien compartía las ideas de su marido pero
era más dulce y contenida. Ella lo acompañaba en ocasiones, pero un día Luke
dejó de verla y Sebastian, a quien ya llamaba Seb, explicaba que habían tenido
alguna riña y que ella se había ido una temporada con su madre a otra ciudad.
A su lado estaba un vecino de Luke, llamado Bart. No me ha dicho
su apellido, aunque me lo puedo figurar. Era el más cruel de ellos, el más
ofensivo. Los demás iban casi calvos, pero no totalmente. Él no llevaba nada de
pelo. Se divertía insultando y humillando y él sí que es capaz de todo. El
tiempo en que fueron vecinos, no compañeros de este sucio credo, casi no se
hablaban, a pesar de que vivían muy cerca. Para Luke fue una sorpresa
encontrárselo allí y por supuesto no tuvo que ser presentado.
Gran amigo de Bart a pesar de todo era Gareth Gains. Era el más
joven y el más lampiño. En otras circunstancias podría haber sido un placer
haber llegado a conocerlo. Se pasaba las horas contándole secretos a Bart y a
menudo reían juntos, incluso durante las frecuentes peleas con los punkies.
No lo conoció en el partido, sino al día siguiente. Se llama Bill
Dempsey. Un hombre reservado. No es fácil averiguar qué es lo que está
pensando. Algo violento, seguro, pues cuando habla se traiciona, pero no se
sabe si cruel. Moreno y cejijunto, es el único que tenía entonces un trabajo
estable, como expendedor de billetes en la estación de autobuses, cerca del
lugar habitual de reunión de los calvos, un sótano de la casa de Brian
Philisey, en Churchway.
El partido terminó 3-0 a favor del Midrover. De todos modos los
Spurs ascendieron la semana siguiente, de visitantes, y todos vieron algún
partido de la próxima temporada como local, ya de una división superior, pues
Luke estuvo con ellos hasta noviembre.
Contarte la historia de los skinheads no va a ser fácil porque yo
tampoco sé mucho de estas cosas. Sólo conozco lo que mi compañero Luke me ha
ido contando, pero te puedes llevar alguna sorpresa. ¿Quién no daría por hecho
que son necesariamente violentos y neonazis? Muchos de los primitivos skinheads
fueron negros jamaicanos que emigraron a nuestro país. ¿Cómo es posible
entonces que después se volvieran contra los negros? Es que nunca lo hicieron,
Protch. Fueron brotando varios grupos que, a veces influenciado por un partido
político xenófobo, se volvieron racistas. Pero todo tipo de pensamiento
político está en ellos, desde la izquierda a la derecha, desde anarquistas o
comunistas a cristianos. Y no han de ser necesariamente violentos. Claro que
muchos lo son, como todo grupo humano, y muchos son gamberros y pelean, pero después
respetan color, condición sexual o circunstancias, como la de ser mendigos. A
todos los une la música y oyen ska, o ska reggae, sobre todo. Suelen llevar,
además del pelo corto o rapado, ropas similares, identificados con obreros, y
suelen ir con vaqueros y tirantes,
además de los bumpers, un tipo de chaqueta. En esta ciudad incluso en mayo,
junio o septiembre, Luke y todos los demás las vestían con orgullo. Los
neonazis, a menudo llamados boneheads, sí que se pelean con los punkies, pero
de mutuo acuerdo. Ambos grupos desean la pelea y por lo que Luke me ha contado
ni punkies ni boneheads han salido gravemente heridos.
Fueron seis meses en los que se fue corrompiendo, nutriéndose con
ese credo, que más tarde en su vida le dolería. Durante años tuvo miedo a
cometer los mismos errores. Se rapó por completo la cabeza, porque todos lo
hicieron, y tenía problemas con su hermano, porque notaba que lo observaba con
preocupación, el pelo calvo, la ropa distinta y la sospecha de que había
cambiado su modo de pensar, aunque Luke no le hablaba a James de sus doctrinas.
De verdad que comenzó a creerse todas esas ideas y que había seres humanos
superiores y otros inferiores a los que había que eliminar o cuanto menos
apartar. Para redimirse un día, primero tuvo que hundirse en el lodo, y yo no
te lo voy a esconder porque entre otras cosas para hacerle justicia a Luke
ahora has de conocer lo que fue. Básicamente fueron seis meses de continuas
peleas, pero con punkies, y al fin y al cabo eso no se lo reprocho, porque es
una violencia absurda, pero ambas partes estaban de acuerdo, y Luke tuvo varias
heridas pero estaba dispuesto a pagar ese precio.
A veces humillaba o insultaba a algún ser humano incluido en la
lista de personas a las que tenía que despreciar. Y a veces pegaba a alguno,
aunque sólo tuvo una víctima de verdad. Walter Venture estaba en la calle y en
ella sigue. Un día había decidido beber, él no lo hace nunca, porque hacía
mucho frío y quería entrar en calor. Había terminado de mendigar ya y estaba a
punto de echarse a dormir en un banco de una plazuela del pueblo, cuando
pasaron por allí los calvos y lo vieron. Lo insultaron, le metieron el miedo en
el cuerpo primero y después pasaron a pegarle. No le rompieron nada, pero
estuvieron golpeándolo durante diez minutos, todos, Luke también. Al final lo
dejaron. Walter terminó bien, habiéndose llevado el susto de su vida, pero nada
peor, y te lo puedo asegurar pues lo veo a menudo. Los otros cinco habían
disfrutado, Luke no, pero lo hizo consciente de que ciertos seres humanos lo
merecían.
Pero llegaría un 18 de noviembre que cambiaría su destino. Miguel
y John mendigaban juntos en la plaza de St Paul’s. Estos cobardes siempre
atacan en manada, y sólo por ver a dos mendigos los habrían atacado ya. Mas de
repente Miguel y John, inconscientes de quienes los miraban decidieron besarse
allí, un beso en la boca. Si no llega a ser junto a la Basílica, los calvos los
habrían matado, pero en esa plaza no se atrevieron a nada, mas fueron madurando
sus planes. Más cuando Luke les dijo que prácticamente estaba seguro de
haberlos visto alguna vez. Eran, digamos, vecinos. Si estaba en lo cierto, esos
dos acampaban en la Colina de los Caballeros, enfrente de su casa. Y quería que
se fueran de allí. Así que estuvo dispuesto a subir y hablar con ellos, a
darles un susto o un buen escarmiento. Iría solo porque Bart, también vecino,
tenía cosas que hacer. Quedó en verlos en su guarida de Churchway a las 9, eran
entonces las 6, para contarles qué había pasado. Y con ese acuerdo, temerariamente
subió la Colina de los Caballeros. Sus pensamientos se dividían con algún
remordimiento y un comienzo de ponerse en la piel de aquellos a los que odiaba.
No había niebla entonces, pero sus emociones de ese instante, como el color del
paisaje, eran lúgubres.
Las bandas, espantosa realidad con que a menudo nos amenizan la comida los telediarios. Efectivamente "los cobardes siempre atacan en manada". Menos mal que entre esta marabunta planetaria de la que formamos parte aún quedamos unos pocos con principios. Son los que "van a gobernarnos en el futuro", aunque, visto el panorama político de hoy ...
ResponderEliminarTodos coexistimos y depende de nosotros el cambiar el panorama, ya sea político y/o social... cada un@ desde su lugar. :)
ResponderEliminarAunque ya venía sobre aviso, uno siempre se siente impotente cuando intenta buscarle sentido a la diégesis de un personaje que se mete en el mundo de las bandas callejeras.
ResponderEliminarCon Luke me ha pasado, igual que comenta el primer Anónimo, como con las historias de telediario; me he visto gritándole en silencio "ese no es el camino", "por ahí no, idiota".
Ojalá consiga redimirse en capítulos próximos. Me encantará leer su evolución.
Con cariño, Rubén. :)
Luke (Amplius lava me ab iniquitate mea: et a peccato meo munda me. Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper.) (*)
ResponderEliminarLOBO BUENO
Empieza la historia esta vez desde las vidrieras, los irisados colores y las escenas de cisne tan gratamente recordados. Empieza una nueva saga. Hijo de Paul (Prancitt), nieto de James (Pennington) y hermano de James (Prancitt), curiosa simbologia apostólica que rodea el primer trazo de Luke Abram (Prancitt), al que conoceremos como Luke, y que marcará una infancia donde acunado por el referente moral de sus progenitores, crece feliz y tranquilo, siendo un "verdadero padre, hermano y amigo" para su hermano James
LOBO MALO
No todo fue apacible y los sucesos luctuosos le llevan al reencuentro con "amigos" de estudios, a conocer una banda llamada "Los Calvos" e igual que antes bebió de las fuentes de una moral religiosa, ahora adopta los principios de una rebeldía malentendida, la ley de la calle, de ideología supremacista que niega la igualdad. Y Luke sufre la metamorfosis, y no solo estéticamente se adapta a su nuevo credo, también a su liturgia: peleas con otras bandas, humillación y desprecio manifiesto hacia los considerados inferiores, así hasta alcanzar la comunión como parte final de su particular sagrado oficio, atacando y golpeando a un mendigo, reforzándose con cada patada e insulto en su equivocada ideología.
LOBO ¿BUENO O MALO?
Afortunadamente los tiempos cambian, despacio eso si, pero para John y Miguel aún no había llegado ese cambio, tuvieron la mala idea de desearse, de decirse estoy aquí a tu lado, rozándose los labios en un intento de beso, en que mal lugar y en que dulce circunstancia fueron vistos por "Los Calvos". Luke abanderó el futuro ataque. Y acabamos el capítulo a las puertas de esa agresión, inusualmente en solitario, por parte de Luke.
LA DECISIÓN DE LUKE
La Pelea de los lobos es una leyenda de los indios Cherokee. Narra una gran pelea entre dos lobos:
… Un lobo representa: el miedo, la ira, la envidia, la pena, la superioridad y el ego entre otros.
… El otro lobo es: la alegría, la paz, el amor, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe entre otros.
Esa misma lucha está teniendo lugar en el interior de Luke como en el de cualquier persona que viva.
La pregunta es ¿Quién ganará?. La respuesta de la leyenda es: Ganará el lobo al que más alimentes.
Capítulo corto, magistral como siempre, vuelve de nuevo a prender la magia del narrador, y somos sorprendidos, ya no solo por la calidez narrativa de algunos pasajes, sino también por el conocimiento que el autor tiene sobre lo escrito. Paremos la vista en algunos aspectos: La simbologia del trazado vital con un árbol, acertadamente descrita; Los toboganes y columpios de viento por donde volaba Luke, pareciera o parece que esta terminología es nacida de una experiencia personal del autor, sea como fuese, el pasaje está descrito con una esmerada y asemejada prosa poética; En la descripción de las bandas, tan bien situada y contextualizada, uno reconoce y agradece el gran y arduo trabajo de documentación que ha hecho el autor.
Y sin embargo el punto al que quería llegar es al oficio que se nota en este capítulo, se aprecia un crecimiento exponencial del que escribe, tanto en la narrativa, como también en la capacidad de crear ambientes e historias. Pareciera que el lector se encuentra ante un tesoro por largo tiempo guardado, que generosamente es ofrecido extramuros.
Este corto capítulo de introducción bien podría ser la parte inicial del siguiente, pero el lector es tentado por el gozo del misterio y la intriga, dejando en el momento álgido del relato un punto y final del capítulo que no es más que un punto y seguido, invitándonos, sabiendo que no vamos a rechazar, a voltear la hoja y comenzar el siguiente capítulo.
Pol
(*) Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones; Y mi pecado está siempre delante de mí. (Miserere o Miserere mei, Deus - Salmo 51 del Antiguo Testamento)